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sábado, 20 de julio de 2024
Leonard Cohen - Take This Waltz (Live in London)
LA CANCIÓN TAKE THIS WALTZ DE LEONARD COHEN ES UN POEMA DE FEDERICO GARCÍA LORCA
A finales de 2016, murió el cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen. El autor de Aleluya (Hallelujah) compuso la canción Take this Waltz en 1986 para el album Poets in New York, un disco tributo a Federico García Lorca. Y es que el poeta granadino1 era uno de los favoritos de Leonard Cohen. La letra2 de la canción es una traducción del poema del propio Lorca titulado Pequeño vals vienés incluido en su libro Poeta en Nueva York, uno de sus poemarios3 más difíciles por estar inundado4 de metáforas. El poema original está lleno de música, abundan5 las repeticiones e incluso tiene un estribillo6. Leonard Cohen fue el encargado de7 ponerle la música perfecta a esta declaración de amor no correspondido8. La canción del canadiense fue número uno en España en 1986.
Poeta en Nueva York es un libro de poemas surrealista escrito en esta ciudad entre 1929 y 1930. En ese año, Lorca sale del armarioN, se enamora de un hombre y le declara su amor. Pequeño vals vienés es un grito de amor desesperado lleno de imágenes surrealistas. Otros cantantes se han atrevido también a versionarlo9, después de Cohen. Primero, el cantaor flamenco Enrique Morente y Lagartija Nick en su disco Omega, un hito10 en la historia del flamenco y un original homenaje11 a Poeta en Nueva York; después, en una versión más tímida, lo hizo Ana Belén en su disco Lorquiana; y en 2013 fue Silvia Pérez Cruz la encargada de hacer quizás la versión más desgarradora12 de esta canción con letra de Lorca y música de Cohen
sábado, 13 de julio de 2024
EL SOMBRÍO LEGADO DE TERESA DE CALCUTA . rafael narbona
Elogiada por su supuesta defensa de los pobres, las verdaderas motivaciones de Teresa de Calcuta salieron a la luz durante una conversación con el escritor y periodista Christopher Hitchens. “No estoy trabajando para aliviar la pobreza –admitió la monja-. No soy una trabajadora social. No lo hago por eso. Lo hago por Cristo. Lo hago por la Iglesia”.
Opuesta al Vaticano II, Teresa de Calcuta siempre predicó la resignación y el conformismo. Cuando estalló una planta química de la compañía estadounidense Unión Carbide en Bhopal (India), causando 2.500 muertos, se manifestó partidaria de perdonar a los culpables y no abrir investigaciones legales. Al aproximarse a una de las víctimas, que se retorcía de dolor por las quemaduras, le dijo ante las cámaras de televisión: “Estás sufriendo como Cristo en la Cruz, así que Jesús debe estar besándote”. El hombre contestó: “Por favor, dígale que deje de besarme”. Enemiga del divorcio, el aborto y los anticonceptivos, declaró: “Yo no le daría un bebé de una de mis casas a un pareja que usa anticonceptivos. Los que usan anticonceptivos no comprenden el amor”.
Aunque no suele mencionarse, Teresa de Calcuta tuvo muchos detractores en la India. Los médicos denunciaron que la atención ofrecida a los pacientes terminales en sus hogares para moribundos era de escasa calidad. De hecho, se comprobó que era habitual reutilizar agujas hipodérmicas y se utilizaba agua fría para el aseo diario. Mary Loudon del British Medical Journal apuntó que se escatimaban los analgésicos por prejuicios religiosos, pues se entendía que el sufrimiento físico y psíquico aproximaba a Dios. De hecho, Teresa de Calcuta tomó su nombre (en realidad, se llamaba Agnes Gonxha Bojaxhiu) de Teresa de Liseux, una joven carmelita descalza de nacionalidad francesa que murió entre atroces dolores al negarse a recibir calmantes, pensando que su terrible agonía era la voluntad de Dios. En los hogares de Teresa de Calcuta, se escuchaban los gritos de los moribundos con las heridas abiertas y llenas de gusanos, según Sanal Edamaruku, presidente de la organización Rationalist Internacional. The Guardian realizó un reportaje sobre los orfanatos y mostró las deplorables condiciones de higiene y atención. Colette Livermore, ex misionera, abandonó la congregación y publicó el libro Hope Endures, donde refería que Teresa de Calcuta promovía una “teología del sufrimiento” que incluía el consejo de no adquirir formación médica, pues lo esencial no era curar, sino difundir el Evangelio.
Teresa de Calcuta aceptó donaciones de la familia Duvalier, que gobernaba Haití mediante la represión y el saqueo de las riquezas del país. Incluso viajó al país caribeño y elogió un régimen condenado internacionalmente por sus sistemáticas violaciones de los derechos humanos. No tuvo problemas de conciencia para aceptar una donación de 1.250.000 dólares de Charles Keating, el “rey de los bonos basura”, que en 1992 estafó a 17.000 pequeños inversores en Estados Unidos. Cuando Keating fue procesado, envió una carta al juez, pidiendo clemencia: “No sé nada de sus negocios. Sólo sé que ha sido generoso con los pobres de Dios”. El fiscal escribió a Teresa de Calcuta: “Le ruego que devuelva el dinero que robó Keating a las personas que lo ganaron con su trabajo”. La monja ni siquiera contestó.
En 1996, Irlanda celebró un referéndum para legalizar el divorcio, prohibido por su Constitución. Teresa de Calcuta viajó hasta Dublín para participar en las campañas a favor del voto negativo, lo cual no le impidió desear a su amiga Diana de Gales una vida más feliz, después de liberarse de un matrimonio desgraciado. Poco después de muerte de la fundadora de las Misioneras de la Caridad, la revista alemana Stern y la revista inglesa New Left Review, considerada una de las veinte mejores publicaciones mundiales sobre ciencias políticas, realizaron sendos reportajes de investigación, con las mismas conclusiones: Teresa de Calcuta no empleó el dinero de las donaciones en reducir la pobreza o mejorar las condiciones de sus centros, sino en la apertura de nuevos conventos y en la propagación de la misión evangelizadora. Su finalidad no era curar, sino lograr conversiones e inculcar resignación en los enfermos terminales, sin aliviar su sufrimiento ni aprovechar los avances de la medicina.
Las exequias de Teresa de Calcuta convocaron un circo mediático. Todos los presidentes hicieron genuflexiones o se arrodillaron ante los restos de la monja. No se puede negar que se ha convertido en uno de los iconos del siglo XX. Simboliza el espíritu caritativo, pero en ningún caso encarna el anhelo de justicia y solidaridad. La solidaridad es horizontal y discurre en dos direcciones, dignificando a todos los que se dejan enredar en su trama. La caridad es vertical y presupone la superioridad moral del que la ejerce. La solidaridad implica un inequívoco deseo de transformación social, pues entiende que “la pobreza no es una fatalidad, sino una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales que han configurado el actual orden social”. No son las palabras de un revolucionario, sino de Gustavo Gutiérrez Merino, filósofo y teólogo peruano y uno de los pioneros de la Teología de la Liberación. A pesar de su independencia y coraje (el lema “Haga patria, mate un cura” se concibió en América Latina para acabar con los sacerdotes que había manifestado su opción preferencial por los pobres), sólo unos pocos conocen a Gustavo Gutiérrez. Es el autor de una notable obra filosófica, política y teológica que acusa al capitalismo de convertir la pobreza y la desigualdad en hechos estructurales para preservar los privilegios de una minoría, pero sus reflexiones y su compromiso apenas son un leve rumor en comparación con el estruendo provocado por la peripecia hollywoodiense de Teresa de Calcuta, amada hasta el histerismo por masas ignorantes y exaltada por los ricos y los poderosos, que nunca percibieron su labor misionera como un peligro para sus intereses.
Creo que Teresa de Calcuta debería ocupar un lugar de honor en Disneyworld, incendiando la mente de los niños con milagros dignos del mago más audaz e innovador. En nuestra época digital, todo parece posible: andar sobre las aguas, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Sin embargo, no necesitamos milagros, sino esperanza, utopías, grandes transformaciones. Los pobres, esas multitudes que nunca desfilarán ante el féretro de un príncipe de la Iglesia o del presidente de un país desarrollado, aún esperan a un verdadero liberador que no les hablé de recompensas sobrenaturales, sino de una sociedad donde el hombre no explote al hombre y reine una verdadera fraternidad. “Esta civilización está gravemente enferma –afirmó Ignacio Ellacuría, filósofo y teólogo de la liberación asesinado por el Ejército salvadoreño en 1989-, y para evitar un desenlace fatídico y fatal es necesario intentar cambiarla. Sólo utópica y esperanzadamente puede uno creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”. El mundo no necesita monjas fanáticas que recen y se dejen agasajar por los ricos y poderosos, sino hombres y mujeres dispuestos a subvertir la historia, sin dejarse intimidar por los perros de la guerra y la codicia.
Rafael Narbona
sábado, 6 de julio de 2024
Luis Castellanos, filósofo: “El gran reto de la humanidad es criar a nuestros hijos en la bondad”
LIGENICA EMOCIONAL
‘Inteligencia bondadosa. Cómo educar a tus hijos para que sean personas buenas y felices’ es el nuevo libro del escritor, una vuelta de tuerca en
Para el filósofo y escritor Luis Castellanos el culmen de la inteligencia es la bondad.
CRISTINA BISBAL DELGADO
Madrid - 23 JUN 2024 - 05:35 CEST
El filósofo y escritor Luis Castellanos (Madrid, 69 años) es autor de La ciencia del lenguaje positivo, El lenguaje de la felicidad y Educar en lenguaje positivo y lleva una década ofreciendo conferencias sobre la importancia del lenguaje positivo en la crianza de los hijos y la búsqueda de la felicidad. Con su último libro, Inteligencia bondadosa. Cómo educar a tus hijos para que sean personas buenas y felices (Paidós, 2024), da una vuelta de tuerca al lenguaje positivo, creando el concepto de la inteligencia bondadosa, definida por el autor como “la capacidad de una persona para amar sin miedo cada día de su vida”. Y lo hace ofreciendo un ensayo divido en tres partes, cada una de las cuales cuenta con 21 palabras elegidas—amor, beso, abrazo, sonreír, instante, paz, amabilidad, libertad, intimidad, resiliencia...— para apoyar e inspirar a los padres en la educación de los hijos.
Para el filósofo, la inteligencia bondadosa es un concepto creado a raíz de lo que cree que tiene que ser la inteligencia emocional: “La inteligencia es la capacidad de encontrar y aportar soluciones a los problemas de nuestra existencia y de nuestra vida. Si lo unimos a la bondad, es encontrar esas mismas soluciones de las que hablamos, pero a través de la bondad, que es la parte más sublime de la inteligencia”. Para afrontar el libro, Castellanos quiso informarse sobre lo que los padres anhelan para sus hijos: “Pregunté a muchos y llegué a la conclusión de que lo que todos los padres realmente quieren para sus hijos es que sean buenas personas”.
RESPUESTA. Es cierto que estamos en un mundo complicado en ese sentido. Un mundo en el que deberíamos tomar consciencia de que el culmen de la inteligencia es la bondad, pero nos cuesta entenderlo y por eso no se aplica. De hecho, toda la educación está destinada a proveer al sistema social, económico, político y cultural de mano de obra. Y en esa producción, la inteligencia bondadosa no aparece, como no aparece tampoco la amabilidad.
P. A pesar de ello, usted cree que es posible educar en la bondad, ¿no es así?
R. Para mí es el gran reto de la humanidad. Pero creo que, puesto que nosotros nos inventamos al ser humano, podemos inculcarnos la bondad a nosotros mismos. Si me preguntas cómo debemos hacerlo, te diré que para eso he escrito el libro: a base de palabras. Son palabras mías, pero invito a que la gente invente su propio diccionario. Invito a los padres a hacerlo y, de ese modo, entiendan que sus hijos no son perfectos, porque no lo van a ser, y aprendan a aceptarse y perdonarse.
Las palabras pueden llevar a la bondad y la bondad a relacionarnos mejor con los otros, según explica el escritor Luis Castellanos.
Las palabras pueden llevar a la bondad y la bondad a relacionarnos mejor con los otros, según explica el escritor Luis Castellanos.
SALLY ANSCOMBE (GETTY IMAGES)
P. ¿La mejor manera de educar en la bondad, y en cualquier otra cosa, es con el ejemplo?
R. En efecto, el ejemplo es una parte muy importante. Pero a veces es complicado en este mundo en el que se vive tan rápido. Por eso, a mí me gusta recurrir a las palabras. Mi sugerencia es pensar en una palabra y dejarse inspirar por ella; encontrar el alma más precisa de esa palabra, habitarla y utilizarla para jugar con tu hijo. Porque la palabra es el hecho más real. Todo lo nombramos. Por eso es tan bonito y tan educativo enseñar a tu hijo a nombrar. De ese modo, cualquier palabra se convierte en una inspiración.
P. Una cosa que escribe en el libro que llama la atención es que “para amar a nuestros hijos, debemos amarnos antes a nosotros mismos”.
R. Así es. La prueba es que si no te gustas, te saldrán siempre palabras negativas. Cuando no me amo a mí mismo, el lenguaje va a expresarlo de muchas formas, además de con la ausencia de besos o abrazos. Por eso es tan importante amarse, no ser tan duros con nosotros mismos. No nos castiguemos, no nos juzguemos. Creo que una buena manera de hacerlo es mirarnos al espejo y buscar en nuestra pupila la belleza de nuestro interior. Y ese es un muy buen juego para hacer con los hijos. Es una manera preciosa de educar, porque no podemos dejarles en manos de las nuevas tecnologías, de las redes… La vida te abre espacios infinitos. Eso es lo que hay que enseñarles.
P. ¿Cree que las redes deberían estar limitadas?
R. Por muchas razones, creo que sí. La primera es que cuando tenemos un problema acudimos inmediatamente a internet. Y así no aprendemos a resolver por nosotros mismos los problemas, retrasando el espíritu crítico que se supone que hay que ir creando con experiencias. Necesitamos salir a pasear, salir a ver el mundo; a sentirlo y abrazarlo. Está muy bien que existan las tecnologías (yo las utilizo para investigar), pero hay que tener la inteligencia de poder encontrar soluciones por nosotros mismos a los problemas que se nos pueden plantear. Si un niño no tiene aún desarrollada la inteligencia y sus padres no le ayudan a hacerlo, habrá que buscar otro camino.
P. ¿Cree que educando en la inteligencia bondadosa se garantiza que nuestros hijos sean felices y buenos?
R. No, realmente no lo garantiza, porque también hay que contar con la parte biológica y del desarrollo, así como con las propias experiencias. Lo que te garantiza es que usen esas herramientas para aliviar su propio sufrimiento y para que no lo vuelquen hacia los demás. Eso es muy importante.
P. Una de las palabras que nombra en su libro es “paz”. ¿Cómo educar en la paz en estos tiempos de guerra?
R. Esa palabra me encanta, quizás porque no quiero entender que el mundo va a seguir siendo como es en la actualidad. El gran reto de la inteligencia bondadosa es construir paz interior, que es clave para construir paz exterior. Por eso es tan importante que este concepto llegue al sistema educativo. Debemos enseñar las formas de acceder al mundo, de relacionarnos, de encontrar fuentes pacíficas.
P. ¿Está preparado el sistema educativo para enseñar en inteligencia bondadosa?
R. Creo que sí, pero es cierto que falta una mayor apuesta por ello. Falta que los poderes políticos, que son los que dirigen el sistema educativo, se abran a otras opciones. Hay que tener en cuenta que la inteligencia bondadosa no es idealista. Es inteligencia puesta en marcha.
P. En el proceso de escritura del libro estaba esperando un bebé. Ahora que ha nacido, ¿ha cambiado en algo su forma de entender la educación, la crianza, la figura del padre?
R. Efectivamente, ha cambiado. Y si volviera a escribir el libro creo que habría más profundidad. Pero la paternidad también me inspiró. Y por eso insisto en que la gente escriba su propio libro con sus propias palabras clave.
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