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jueves, 30 de abril de 2020

"Regreso a Coronel Vallejos" fue un éxito en la 5º Semana del Cine Documental


Patricia Bargero estuvo presente en el estreno


El filme de Carlos Castro abrió la muestra que se lleva a cabo, hasta el 21 de diciembre, en el Cine Gaumont de Capital Federal. La prensa elogió la obra del director villeguense.

 "Regreso a Coronel Vallejos" abrió la 5º Semana del Cine Documental Argentino, una muestra organizada por la Asociación Nacional de Directores y Productores de Cine Documental (ADN) que comenzó el jueves 15 y que se extenderá hasta el miércoles 21, en el Cine Gaumont (la sala ubicada en avenida Rivadavia 1635 de la ciudad de Buenos Aires).
El atractivo filme del villeguense Carlos Castro sobre el escritor -también villeguense- Manuel Puig y la particular relación que mantuvo con los pobladores de General Villegas, cosechó muy buenas críticas de todos los medios y periodistas especializados.
Además de "Regreso a Coronel Vallejos", la 5º Semana del Cine Documental Argentino cuenta con otros cinco largometrajes argentinos ("Vuelo nocturno, la leyenda de las princesitas argentinas", de Nicolás Herzog, "Lantéc Chaná", de Marina Zeising, "Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca", de Guillermo Glass y Cristián Harbaruk, "Agosto final", de Eduardo Sánchez, e "Interiores", de Fito Pochat, que cerrará el ciclo) y una película extranjera invitada ("La espina en el corazón", de Michel Gondry).
A continuación, Actualidad transcribe dos reseñas sobre el documental que se pre-estrenó en General Villegas -durante el Puig en Acción 2016- y que está cosechando múltiples elogios:
TELAM
En "Regreso a Coronel Vallejos", Castro vuelve al lugar donde Manuel Puig desarrolla la historia de sus dos primeras novelas "La traición de Rita Hayworth" y "Boquitas pintadas", es decir General Villegas, el pueblo asfixiante de la pampa seca donde creció y que retrató con singular maestría, describiendo una postal agria de la soledad, el desprecio, los prejuicios, los chismes y la violencia cotidiana, aunque velada, que debió soportar mientras vivió allí.
"Puig nunca regresó a General Villegas después de haber escrito sus novelas y mucho menos después de haberse transformado en un ciudadano ilustre. Así que de alguna manera el regreso es una forma de tratar de reconciliar al pueblo con su memoria. El tiempo se encargó de mostrar que sus novelas eran tranquilas en relación a sus pobladores y que en realidad había mucho prejuicio en torno a ellas", afirmó Castro.
El cineasta señaló que la película "no es una biografía literaria de Puig, sino una biografía en su pueblo. La narración la hace Patricia Bargero, una hemipléjica a quien llaman 'La viuda de Puig', que se convirtió en la columna vertebral del filme y cuyo accidente lo relacionan mucho con Puig, ya que ella conoce mucho su vida e incluso vive en la que era su casa".
En la película, Castro -y la mayoría de las personas que entrevista- recuerdan a un Puig solitario en un pueblo casi desértico y plagado de chismes, un niño que prefería escuchar música clásica o ir al cine a salir a andar en bicicleta con otros niños, un hombre que pensaba que "La Pampa es un espacio sin paisaje, una pantalla donde cada uno proyecta su propia historia", un lugar de fuertes y débiles, "el reino de la prepotencia" que él rechazó totalmente.
"El pueblo era como una película, un western que él había ido a ver por error, pero de la cual no podía salir", se dice en la película, donde Castro recuerda también a su madre farmacéutica, que no se sentía cómoda en ese lugar, y a un padre muy duro y exigente, que le hacía la vida más triste aún, en un lugar ya de por sí cargado de amenazas, violencia y soledad.
"Escuché todos los relatos de todos los conflictos que se fueron dando con Puig en la sobremesa de mi casa, en los almuerzos familiares. Todos decían que Puig era un tipo jodido porque sacó los trapitos al sol del pueblo, eso era lo que se decía en las sobremesas", recordó el director, que además de entrevistas a los pobladores de General Villegas incorporó al filme numerosas fotos y filmaciones de archivo.
"Hice la secundaria a principios de los 90, recién se empezaba a leer a Puig en las escuelas y descubrirlo ahí fue como estar leyendo la historia de mi pueblo. Era muy lúdico y gracioso. Siempre hubo en la ciudad una gran tensión con sus novelas, porque se metió con los poderosos del pueblo y puso todas las historias sobre la mesa, pero sin juzgarlas, pero la gente igual se enojó mucho con eso", añadió.
En su primera novela, según Castro, Puig "denunciaba situaciones muy conflictivas en el pueblo, pero no sucedió nada. Después, cuando sacó 'Boquitas pintadas' se armó un gran revuelo porque denunciaba la gran hipocresía que existía. Pero la cosa se puso picante cuando Leopoldo Torre Nilsson adaptó la novela y quiso estrenar la película en el pueblo, donde hubo una amenaza de bomba".
Para el cineasta, su documental "describe al ciudadano ilustre que nunca llegó a ser ilustre en su pueblo. La película de Mariano Cohn y Gastón Duprat evoca una frase de Puig que decía que él quería volver a su pueblo como 'una mirada sin cuerpo'. Creo que ellos se basan bastante en su figura para su ficción, aunque también podría ser la historia de cualquier escritor que regresa a su pueblo".
"Por donde se lo mire, Puig fue un escritor revolucionario que siempre puso el dedo en la llaga. En los 70, ser revolucionario era poner a un homosexual y un guerrillero en las mismas páginas. Pensó mucho en cómo rehicieron sus vidas las personas que habían sido obligadas al exilio. Me parece que hoy se encuentran ecos de sus textos en la literatura universal. Fue un tipo crucial por su forma de escribir y su prosa mordaz y corrosiva", aseguró Castro.
Revista Anfibia
"Regreso a Coronel Vallejos" es el documental del ciudadano ilustre que nunca llegó a ser ilustre en sus pagos.
El director reconstruye una parte de la vida del escritor Manuel Puig en General Villegas: el pueblo que lo vio crecer pero que nunca terminó de aceptarlo del todo.
Primero fue "La traición de Rita Hayworth" donde aparece Villegas como escenario pero fue la publicación del libro "Boquitas pintadas" el que condenó al autor por haber "ventilado chismes del pueblo".
En el pueblo la mayoría estaba convencida de que sus personajes en la novela eran hombres y mujeres que conoció en su infancia; que su madre le contó todos esos chusmeríos y él los escribió.
Varios de sus personajes eran mujeres de buen apellido, hombres poderosos, intocables e intachables para la sociedad villeguense que no leyó el libro como una novela sino como una crónica del pueblo.
"Creo que no es para tanto", dice una señora mayor que toma el té junto a otras dos vecinas mientras que una de ellas le responde: "A vos porque no te menciona en el libro".
Si los menciona o no fue la discusión en 1969 cuando apareció el libro. Manuel Puig fue condenado a no volver al pueblo donde pasó las tardes yendo al cine del brazo de madre y en el que creció escuchando música clásica y con pocos amigos por ser "un chico raro" por no decir puto.
El odio era tan fuerte que cuando se estrenó la versión cinematográfica de "Boquitas pintadas" -dirigida por Leopoldo Torre Nilson en 1974- no pudo exhibirse en el cine de Villegas por amenazas de bomba y de que le iban a prender fuego la sala. Los villeguenses tuvieron que viajar a ciudades vecinas para ver la película.
Patricia Bargero, una bibliotecaria que quedó hemiplégica tras un accidente en auto, vive en la que fue la casa del escritor y muchos la llaman "La viuda de Puig".
Con una pasión formidable Patricia narra esta historia que recorre los paisajes del pueblo al que Puig describió en sus novelas y mete el dedo en los prejuicios de los pueblos: ese sentir constante de que la mirada de los otros siempre está juzgando al de al lado.
"Acá vos vas al teatro y por más que un chiste te cause mucha gracia no te vas a reír a carcajadas porque pensás que van a pensar los otros", dice un odontólogo de Villegas.
"La Pampa es un espacio sin paisaje, una pantalla donde cada uno proyecta su propia historia", lee Manuel Puig en un archivo fílmico perteneciente a Felisa Pinto del piloto del programa de televisión "Identikit" que nunca salió al aire.
Carlos Castro, al igual que Puig, es villeguense y como lo hizo el escritor no busca juzgar a la gente de su pueblo sino reflejarse en sus miradas, en sus creencias, en sus tabúes y hasta en sus resentimientos.
El documental no es del todo sobre Puig, ni sobre Villegas, ni tampoco sobre "la viuda de Puig". Es un rompecabezas de piezas que no encajan en la vida del ciudadano ilustre de la vida real.

Mi responsabilidad por el Otro

Escribía Zygmunt Bauman en Mortalidad, inmortalidad y otras estrategias de vida: “Mi responsabilidad por el Otro es mi significación-toda la significación que tengo, que puedo tener y puedo soñar con tener. Mi responsabilidad significa que la suerte del otro depende lo que yo haga. Mi existencia importa , tiene consecuencias , es más que un simple episodio en la monotonía de la reproducción de la especie…Agnes Heller plantea que el yo debería actuar como si el alivio del sufrimiento de cada ser dependiera de su acción. Solo actuando de esta forma mi vida cuenta; su finalización, su dejar de ser, mi muerte deja de ser un sin sentido, un absurdo…”.

lunes, 27 de abril de 2020

Irma, la abuela italiana de 93 años que ha viajado a Kenia para trabajar como voluntaria en un orfanato

 




La abuela italiana Irma, de 93 años, el pasado 19 de febrero en el aeropuerto de Milán-Malpensa.© FACEBOOK La abuela italiana Irma, de 93 años, el pasado 19 de febrero en el aeropuerto de Milán-Malpensa.
La abuela Irma tiene 93 años y en la noche del pasado lunes 19 de febrero cogió un avión en el aeropuerto de Milán-Malpensa para trabajar las próximas tres semanas de su vida como voluntaria en un orfanato de Kenia. La historia, contada por su nieta junto a dos fotografías de ella en su muro de Facebook, se ha hecho viral en este país mediterráneo con casi 19.000 compartidos y 90.000 reacciones en esta red social. En las imágenes colgadas por Elisa Coltro, la nonagenaria italiana aparece ataviada de negro, con un bastón en su mano derecha y una maleta roja en la izquierda.
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Coltro escribió en su muro de Facebook: "Esta es mi abuela Irma, una niña de 93 años que se fue esta noche a Kenia. No a una aldea turística con todo hecho, sino a un pueblo de niños, a un orfanato. Os la muestro porque creo que todos debemos mantener siempre un poco de inconsciencia para vivir y no para sobrevivir. Miradla... ¿pero quién la detiene? Yo la amo".
La prensa italiana se hizo eco de la noticia y la ha bautizado como Mamy Irma. Sus parientes han contado que se quedó viuda a los 26 años y que sola educó y crió a sus tres hijos. Irma apoyó, según la versión de su familia, durante mucho tiempo un orfanato fundado en Kenia por un misionero de su región, cerca de Venecia. La semana pasada, por primera vez en su vida, decidió ir a trabajar durante unas semanas en misión humanitaria acompañada de su hija, la madre de Elisa Coltro.
Las dos mujeres, en principio, regresarán a Italia a mediados de marzo, pero Coltro cree que su abuela querrá volver a este país africano: "Tal vez ya se quede en Kenia: todo es posible conociendo su gran corazón y su energía", relató al diario La Stampa.

sábado, 25 de abril de 2020

Kos : Primera escuela de medicina del mundo donde comenzó Hipócrates a ejercer ( fotos enviadas por ISA )

Se cree que el antiguo médico Hipócrates nació en Cos, y en medio de la ciudad se levanta el Árbol de Hipócrates, un templo donde tradicionalmente se cree que enseñó. La pequeña ciudad es asimismo sede del Instituto Internacional Hipocrático y el Museo Hipocrático, dedicado a él. Cerca del Instituto se encuentran las ruinas del Asclepeion, donde Heródico enseñó medicina hipocrática.




Profesionalismo

La medicina hipocrática destacaba por su estricto profesionalismo, caracterizado por una disciplina y práctica rigurosas.[32] La obra hipocrática Sobre el médico recomienda que los médicos siempre fueran bien aseados, honestos, tranquilos, comprensivos y serios. El médico hipocrático daba especial atención a todos los aspectos de su práctica: debía seguir especificaciones detalladas para «la iluminación, el personal, los instrumentos, el posicionamiento del paciente y las técnicas de vendaje y entablillado» en el antiguo quirófano.[33] Debía, incluso, mantener sus uñas con una longitud precisa.[34]
También se daba mucha importancia a las doctrinas clínicas de observación y documentación. Estas doctrinas dictan que los médicos tienen que registrar sus descubrimientos y métodos medicinales de manera muy clara y objetiva, a fin de que estos registros se puedan transmitir y utilizarse por otros facultativos.[10] Hipócrates anotaba regularmente y de manera precisa muchos síntomas, incluyendo la complexión, el pulso, la fiebre, el dolor, los movimientos y la excreción.[27] Se afirma que medía el pulso de los pacientes cuando examinaba por primera vez al enfermo para saber si mentía.[35] Hipócrates extendió las observaciones clínicas a la historia familiar y el ambiente.[36] Garrison apunta que «la medicina debe a Hipócrates el arte de la inspección y la observación clínicas».[26] Por este motivo, quizás resulta más correcto llamarlo el «Padre de la medicina clínica».[37

martes, 21 de abril de 2020

El libro afirma la libertad ; Sergio Pitol


  1. Uno es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores. Uno es una suma mermada por infinitas restas.  Sergio Pitol 






Valeria Luiselli, de 34 años, aprovechó el fallecimiento para recordar a la extinta triada de cronistas que parodiaron las contradicciones de la sociedad mexicana: José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y el propio Pitol. “Ya andan de pachanga (fiesta) otra vez. Gracias por iluminar partes oscuras de nuestras almas, por hacernos reír de nosotros mismos y por recordarnos siempre que la libertad de pensamiento no es canjeable por nada”

lunes, 20 de abril de 2020

El efecto Dunning-Kruger, o por qué la gente opina de todo sin tener ni idea



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Artículo original: Efecto Dunning-Kruger, o por qué la gente opina de todo sin tener ni idea  Jennifer Delgado Suárez

El efecto Dunning-Kruger puede resumirse en una frase: cuanto menos sabemos, más creemos saber. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos. Como resultado, estas personas suelen convertirse en ultracrepidianos; gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que sabe mucho más que los demás.
El problema es que las víctimas del efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión ni a sugerir sino que intentan imponer sus ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por incompetentes. Obviamente, lidiar con ellos no es fácil porque suelen tener un pensamiento muy rígido.

El delincuente que intentó volverse invisible con zumo de limón

A mediados de 1990 se produjo en la ciudad de Pittsburgh un hecho que podríamos catalogar, cuanto menos, de sorprendente. Un hombre de 44 años atracó dos bancos en pleno día, sin ningún tipo de máscara para cubrir su rostro y proteger su identidad. Obviamente, aquella aventura delictiva tuvo una vida muy corta ya que al hombre lo detuvieron rápidamente.
Cuando lo apresaron, McArthur Wheeler, que así se llamaba, confesó que se había aplicado zumo de limón en la cara ya que este le haría aparecer invisible ante las cámaras. “¡Pero si me puse zumo de limón!”, fue su respuesta cuando lo arrestaron.
Más tarde se conoció que la idea del zumo fue una sugerencia de dos amigos de Wheeler. Wheeler puso a prueba la idea aplicándose zumo en su cara y sacándose una fotografía, en la cual no apareció su rostro. Es probable que se debiera a un mal encuadre, pero aquella “prueba” fue definitiva para Wheeler.
La historia llegó a oídos del profesor de Psicología social de la Universidad de Cornell, David Dunning, quien no podía dar crédito a lo que había sucedido. Aquello le llevó a preguntarse: ¿Es posible que mi propia incompetencia me impida ver esa incompetencia?
Ni corto ni perezoso, se puso manos a la obra junto a su colega Justin Kruger. Lo que hallaron en la serie de experimentos los dejaron aún más sorprendidos.

El estudio que dio origen al efecto Dunning-Kruger

En una serie de cuatro experimentos, los psicólogos analizaron fundamentalmente la competencia de las personas en el ámbito de la gramática, el razonamiento lógico y el humor.
A los participantes les pidieron que estimaran su grado de competencia en cada uno de esos campos. A continuación realizaron una serie de tests que evaluaban su competencia real.
Entonces los investigadores notaron que cuanto mayor era la incompetencia de la persona, menos consciente era de ella. Paradójicamente, las personas más competentes y capaces solían infravalorar su competencia y conocimiento. Así surgió el efecto Dunning-Kruger.
Estos psicólogos concluyeron además que las personas incompetentes en cierta área del conocimiento:
  • Son incapaces de detectar y reconocer su incompetencia.
  • No suelen reconocer la competencia del resto de las personas.
La buena noticia es que este efecto se diluye a medida que la persona incrementa su nivel de competencia ya que también es más consciente de sus limitaciones.

Por qué cuanto menos sabemos más creemos saber

El problema de esta percepción irreal se debe a que para hacer algo bien, debemos tener al menos un mínimo de habilidades y competencias que nos permitan estimar con cierto grado de exactitud cómo será nuestro desempeño en la tarea.
Por ejemplo, una persona puede pensar que canta estupendamente porque no tiene ni idea de música y todas las habilidades necesarias para controlar adecuadamente el tono y timbre de la voz y llevar el ritmo. Eso hará que diga que “canta como los ángeles” cuando en realidad tiene una voz espantosa.
Lo mismo ocurre con la ortografía. Si no conocemos las reglas ortográficas, no podremos saber dónde nos equivocamos y, por ende, no seremos conscientes de nuestras limitaciones.
De hecho, el efecto Dunning-Kruger se puede aplicar a todas las áreas de la vida. Un estudio realizado en la Universidad de Wellington desveló que el 80% de los conductores se califican por encima de la media, lo cual, obviamente, es estadísticamente imposible.
Este sesgo cognitivo también se aprecia en el ámbito de la Psicología. Tal es el caso de las personas que afirman que “mi mejor psicólogo soy yo mismo”, simplemente porque desconocen por completo cómo les puede ayudar este profesional y la complejidad que encierran las técnicas psicológicas.
En la práctica creemos que sabemos todo lo que es necesario saber. Y eso nos convierte en personas sesgadas que se cierran al conocimiento y emiten opiniones como si fueran verdades absolutas.

Cómo minimizar el efecto Dunning-Kruger, por nuestro propio bien

Todos cometemos errores por falta de cálculo, conocimientos y previsión. La historia está repleta de errores épicos, como el de la emblemática Torre de Pisa, que comenzó a inclinarse incluso antes de que terminara la construcción, y hace relativamente poco el gobierno francés gastó miles de millones en una flota de trenes nuevos, para después descubrir que eran demasiado anchos para unos 1.300 andenes de estación.
En nuestro día a día también podemos cometer errores por falta de experiencia y por sobrestimar nuestras capacidades. Los errores no son negativos y no debemos huir de ellos sino que podemos convertirlos en herramientas de aprendizaje, pero tampoco es necesario tropezar continuamente con la misma piedra ya que llega un punto en que resulta frustrante.
De hecho, debemos mantenernos atentos a este sesgo cognitivo porque la incompetencia y la falta de autocrítica no solo hará que lleguemos a conclusiones equivocadas sino que también nos impulsará a tomar malas decisiones que terminen dañándonos.
Esto significa que, en algunos casos, la responsabilidad por los “fracasos o errores” que experimentamos a lo largo de la vida no recae en los demás ni es culpa de la mala suerte sino que depende de nuestra deficiente autoevaluación.
Para minimizar el efecto Dunning-Kruger y no convertirnos en esa persona que opina sobre todo sin tener idea de nada, lo más importante es aplicar estas sencillas reglas:
  • Sé consciente al menos de la existencia de este sesgo cognitivo.
  • Deja siempre un espacio para la duda, para formas diferentes de pensar y hacer las cosas.
  • Opina siempre desde el respeto a los demás, por muy seguro que estés de tu opinión, no intentes imponerla.
Debemos recordar que nadie es experto en todas las materias de conocimiento y ámbitos de la vida, todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Por tanto, lo mejor es enfrentar la vida desde la humildad y con la actitud del aprendiz.

Cómo lidiar con las personas que no reconocen su incompetencia o desconocimiento

Las personas que opinan tajantemente sobre todo sin tener ni idea y que subestiman a los demás suelen generar un gran malestar. Nuestra primera reacción será irritarnos o enfadarnos. Es perfectamente comprensible, pero no servirá de nada. En su lugar debemos aprender a mantener la calma. Recuerda que solo puede afectarte aquello a lo que le das poder, lo que consideras significativo. Y sin duda, la opinión de una persona que no es experta en la materia y ni siquiera sabe de lo que habla, no debería ser significativa.
Si no deseas que la conversación vaya más allá, simplemente dile: “He escuchado tu opinión. Gracias”, y zanja el asunto. Si realmente te interesa que esa persona salga de su estado de desconocimiento y sea más consciente de sus limitaciones, lo único que puedes hacer es ayudarle a desarrollar sus habilidades en esa área.
Evita frases como “no sabes de lo que hablas” o “no tienes ni idea” porque de esta forma solo lograrás que esa persona se sienta atacada y se cierre a tus propuestas. En su lugar, plantea una nueva perspectiva. Puedes decir: “ya te he escuchado, ahora imagina que las cosas no fueran exactamente así”. El objetivo es lograr que esa persona se abra a opiniones y formas de hacer diferentes.
También puedes recalcar la idea de que todos somos inexpertos o incluso profundos desconocedores en algunos campos, no es algo negativo sino una increíble oportunidad para seguir aprendiendo y crecer como personas.
Fuentes:
Kruger, J. & Dunning, D (1999) Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessments. Journal of Personality and Social Psychology; 77(6): 1121-1134.
McCormick, A. et. Al. (1986) Comparative perceptions of driver ability— A confirmation and expansión. Accident Analysis & Prevention; 18(3): 205-208.

J. Paul Getty Museum : un hombre medieval leyendo con su lampara

El buen clinico ( del Blog El gerente demediado)


El buen clínico

En la leyenda del Royal College of General Practitioner británico se resume la esencia del buen  trabajo de un médico clínico ( “doctoring”) en sólo dos ideas : “loving care with expert knowledge”. O en latín “ Cum scientia caritas”.No siempre es fácil traducir de otra lengua conceptos que se intuyen pero cuya traslación no surge inmediatamente de nuestra memoria: uno entiende rápidamente lo que esconde un término como doctoring , y no resulta complicado comprender la expresión “loving care” ( aunque solo sea por las innumerables canciones que lo abordan), pero traducirlo como “cuidado amoroso” o incluso “ cariñoso” puede considerarse demasiado cercano, incluso moña, si hablamos de la relación entre un médico y un paciente.  Todavía peor si traducimos caritas por caridad.
Trisha Greenhalgh, en un precioso ensayo, describía lo que es el buen ejercicio clínico a partir de los dos pilares en que se asienta: el conocimiento experto, procedente de la ciencia y la experiencia, y la actitud de preocupación, interés y compromiso a la que estamos obligados ante los pacientes.
Pocos tipos han sido tan tergiversados en sus planteamientos como el recientemente fallecido David Sackett , un tipo cuya influencia en los sistemas sanitarios (al igual que la de Archie Cochrane) bien hubieran merecido un premio Nobel, en lugar de tantos premios a oscuros investigadores de citocromos de ratas. Su propuesta de “integrar la experiencia clínica individual con la mejor colección de pruebas científicas disponibles teniendo siempre en consideración los derechos , dilemas y preferencias de los pacientes” muy pronto quedó reducido al uso de estudios científicos ( generalmente ensayos clínicos aleatorizados y revisiones sistemáticas) , casi siempre realizados en entornos muy diferentes de la práctica del médico de familia, y a menudo propulsados desde una industria siempre insaciable cuando se trata de incorporar nuevos fármacos.
El mejor tratamiento, sin embargo, no es el que recomienda la última guía, sino “el que se adapta mejor a las peculiares circunstancias de cada paciente, alineados con sus preferencias y prioridades”, como señala Greenhalgh: no puede ser igual el fármaco que, ante la misma enfermedad necesita un joven que hace deporte y sale de noche ( con fines oscuros) y el de una respetable abuelita que cultiva petunias en su jardín. ¿Qué guía cubre esas diferencias? ¿Qué sistema de evaluación de objetivos retrata con fiabilidad ese comportamiento?
Si la cuestión de la preferencia del paciente desapareció pronto de los modelos de “evidencia”, la valoración de la experiencia clínica del médico ni siquiera existió alguna vez. Nadie discute la importancia del conocimiento científico a la hora de orientar una decisión, pero siempre deberá estar guiada por una requerimiento práctico  y ético: en palabras de Greenhalgh “ qué es lo mejor que se puede hacer, para ésta persona, bajo estas circunstancias”.
El doble compromiso con “scientia” y “caritas” ha sido analizado por Edvin Schei, un médico de familia que además es filósofo ( dos disciplinas mucho más cercanas de lo que parece y que nunca se integrarán en ningún plan de estudio): “la ciencia” requiere considerar al paciente desde un punto de vista objetivo, mesurable ( cifras, umbrales, tamaños); el segundo ,por el contrario, requiere atención al paciente desde un punto de vista existencial ( sus experiencias personales y subjetivas, sus necesidades humanas). La vieja diferencia entre enfermedad ( disease) y padecimiento ( illness) cobra aquí su mayor expresión, puesto que ésta última es una experiencia única, intransferible. Por eso el buen clínico no es un simple experto en procedimientos y técnicas ( lo que pretenden los modelos de industrialización de la atención, tan amados por los expertos en calidad), sino sobre todo un oyente atento, esencialmente un testigo ( como escribía Berger en Un hombre afortunado). En palabras de Schei “ la buena práctica es una competencia relacional donde la percepción empática y la creatividad otorga al médico la capacidad de usar sus cualidades personales, junto al conocimiento científico y técnico de la medicina,  para proveer ayuda individualizada de acuerdo a las particulares circunstancias del paciente”.
Siendo muy tolerantes, la dimensión objetiva de la práctica clínica tal vez podría valorarse mediante el grado de adherencia a este tipo de guías ( siempre que exista un acuerdo unánime al respecto). Pero la dimensión subjetiva es siempre un misterio,  como escribía Iona Heath en un antiguo trabajo, basado en un conocimiento que es tácito, basado en la experiencia y muy difícil de codificar. Depende de esas “ cualidades personales” de Schei que en definitiva son virtudes en sentido aristotélico.
Sin esa mitad, el clínico estará ( una vez más) demediado. Y sin su fomento y reconocimiento, tendremos en el mejor de los casos buenos operarios, pero nunca buenos médicos.

domingo, 12 de abril de 2020

ERNESTO PICCO: GRAN CRONISTA Y PERFILADOR DE SANTIAGO DEL ESTERO

 BLOG DE BLOG DE ROBERTO HERRSCHERDE ROBERTO HERRSCHER


Presentación de "Crónicas de tierra y asfalto" con Ernesto Picco en la Feria del Libro de Santiago del Esterohttp://www.elboomeran.com/blog/1479/roberto-herrscher/


El 10 de noviembre de este 2019, en mi primera visita a la provincia argentina de Santiago del Estero, presenté Crónicas de tierra y asfalto junto con su autor, el prolífico y muy talentoso Ernesto Picco. Hace unos meses, cuando me pidieron escribir el prólogo de este libro, no sabía nada de Picco, ni de la hermosa Editorial de la Universidad Nacional de Santiago (EDUNSE) y su gente luminosa, y lo poco que sabía de esta provincia del interior profundo de mi país era por las chacareras, la nostalgia de los que partieron, la siesta de quienes se quedaron, y el hecho de que su histórica capital es la primera ciudad de lo que ahora es Argentina. Sin ser experto ni mucho menos, ahora ese otro Santiago (vivo y respiro en la capital chilena) ya está en mis recuerdos y en mi corazón. En gran parte por este libro y la cercanía con su autor. Este es el texto de mi prólogo para este erudito y emotivo canto de amor de un cronista a su tierra.
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Decía Borges – los argentinos sabemos secretamente que todo lo que merece ser dicho ha sido dicho ya por Borges – que en el Corán no hay camellos. Y no hay camellos porque aquellas ásperas tribus de los desiertos de Arabia no tenían ni la conciencia ni la necesidad de poblar los paisajes de su libro sagrado de aquello que los foráneos consideraban “típico” de sus desiertos y roquedales.
El paisaje estaba asumido, implícito. Las tormentas de arena se escuchan por detrás y por debajo de las órdenes imperiosas de Alá y los sueños de los rapsodas sobre un paraíso lleno de agua, leche y miel. No hay camellos porque no hacen falta.
Por eso mismo es que el otro día, mientras chateaba con Ernesto Picco y le contaba lo mucho que me gustó este libro suyo, se me ocurrió comentarle que en su Santiago del Estero no hay chacareras. Las chacareras santiagueñas son lo que los pajueranos, sobre todo los porteños, pensamos que se canta y se baila y se escucha siempre allí, después de la impostergable siesta y antes de las infaltables empanadas.
Esa es una de las muchas razones por las que pienso que este libro es tan profundamente santiagueño: porque no intenta serlo, no juega a serlo.  Es un ramillete de perfiles que dan cada uno en su blanco porque apuntan en distintas direcciones y están contados con estructuras y estilos diversos, y entre todos trazan un mapa de una provincia única y por lo tanto representativa de lo más argentino, lo más latinoamericano, lo universal. Cuanto más local, más compartible.
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Hay en el libro de Picco, por ejemplo, mucho de política, de política local. Es inusual encontrarse con un libro que ahonda en las rencillas internas, los odios y filias de la clase dirigente de un sitio remoto y sentirse inmediatamente interpelado.
El patriarca taimado Carlos Juárez y su séquito obsecuente, el arribista que pasó de gestionar las sórdidas noches provincianas a la nueva política, los dirigentes sindicales que combinan astucia con desgarro, el intelectual rebelde de una familia trágica de revolucionarios, un valiente defensor de presos políticos. El autor los entrevista – a ellos o a sus amigos o enemigos próximos –, los sigue y los observa, los investiga, los humaniza. Es la historia contada desde adentro, y por eso mismo un modelo para contar otras provincias, otros ámbitos.
Los males del pasado y del presente toman cuerpo y vuelan. Este libro no es un manifiesto ni un alegato, pero da voz a los sin voz. A la enfermedad olvidada porque afecta a los pobres, el Mal de Chagas-Mazza. A la música de la que no se ocupan los eruditos, la guaracha, porque la escuchan los pobres. A la épica de una lucha agraria de la que no se ocupan los medios nacionales, porque se pelea lejos y la sufren los pobres.
Destilan estas historias un amor por el terruño, un conocimiento profundo de lo propio, que se me hacen cercanas y relevantes, pese a que yo nunca estuve en Santiago, y son otros los Santiagos que me habitan en mis recuerdos.
Estos son mis Santiagos: una visita breve y lejana al calor húmedo del paisaje y de la gente de Santiago de Cuba; caminar y ser feliz en otra vidas en las piedras milenarias de Santiago de Compostela en lluvia y sentir la aspereza del botafumeiro en su Catedral; vivir y crecer y encontrarme ahora en Santiago de Chile.
Pero al adentrarme en las mesuradas páginas de este libro, me escapo de los santiaguinos y los santiagueros y los compostelanos; y me vuelvo un poco santiagueño.
*          *          *
Contribuye a la espesura del texto y la emoción del encuentro el torrencial de datos, libros y reflexiones de la rica introducción que se abre tras este prólogo.
Ernesto Picco, además de cronista original y audaz, es un erudito de su tierra y de las formas en que fue contada. Los lectores se encontrarán, antes de recorrer los rostros de estos santiagueños ilustres, o representativos, o injustamente postergados, o esperpénticos o hilarantes, con un estudio de las maneras en que la provincia fue recorrida por contadores de historias reales, desde Pablo Lascano y Orestes Di Lullo hasta Julio Carreras y Ramón Carrillo.
Y al analizar las crónicas que cuentan su provincia, el periodista devenido investigador brinda pautas para definir los géneros de la crónica y el perfil. La mirada propia, la investigación exhaustiva, el estilo literario, la estructura narrativa.
Así, al lanzarse a entrar en su propia lista de cronistas de la ciudad y el monte, Picco ya trazó el camino de los que lo precedieron. Sus crónicas miran al pasado, a los héroes y las luchas que el poder procura que olvidemos, y a las formas en que el presente está modificando los tópicos y prejuicios sobre lo provinciano y sobre su provincia.
Y también innova en la forma: cada texto late y fluye con estructura propia, desde comienzos que a veces pintan una cara, se congelan en un gesto, trituran un paisaje, aventuran una suposición o un concepto que los lectores descubrirán y confirmarán después, al viajar con él.    
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Hacia el final de su introducción, Picco cita al maestro de los cronistas de viajes de la Argentina actual, Martín Caparrós. “Hago largos viajes porque quiero aprender a mirar para contar algún día la crónica más difícil de todas, que es la de la manzana de mi casa”, dijo Caparrós en una entrevista. Es una variante del viejo verso de T. S. Eliot, de viajar para aprender a volver a casa, y a mirar lo familiar como si fuera nuevo y extraño.
“¿Quiénes son, en Santiago, los que han escrito sobre las manzanas de su casa? ¿Hay allí una herencia para la crónica santiagueña?”, se pregunta el autor.
Si fuera un porteño quien la enunciara, por ejemplo el mismo Caparrós, pensaríamos que peca de falsa modestia. Pero como el libro entero rebosa de dudas y tanteos, podemos suponer que no esconde una respuesta oculta. Por eso, como prologuista lo postulo yo acá: es Ernesto Picco quien se alza sobre sus antecesores y pinta un cuadro de su Santiago a la altura de las mejores crónicas latinoamericanas de lo que va de este siglo XXI.
Y son crónicas en forma de perfiles, es retratar un lugar sin que se vean los paisajes, ni camellos ni chacareras ni cansinas siestas con mate bajo el ombú. Son mujeres y hombres de la tierra los que al vivir pintan el paisaje.
Es como si los Santucho, Juárez, Lescano, Posse o Chazarreta, al caminar su tierra en sus afanes y conquistas trazaran sin buscarlo un mapa del territorio. Un mapa que Picco encuentra y comparte aquí.  
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Crónicas de tierra y asfalto me recuerda un ambicioso proyecto emprendido durante casi todo el siglo XX por el más grande de los literatos de no ficción de la Península Ibérica, el catalán Josep Pla.
Entre los más de cuarenta tomos de sus obras completas, Pla emprendió durante décadas, de los veinte a los sesenta del siglo pasado, el pintar su tierra retratando en historias, entrevistas, recorridos y meditaciones a los grandes hombres de su Cataluña soñada. Los artistas exitosos, como Salvador Dalí, Pau Casals o Antoni Gaudí, o los fracasados, como Isidre Nonell, o los luchadores y líderes, como el fundador del POUM trotskista Andreu Nin, asesinado y desaparecido por los estalinistas.
Estos hombres son la tierra, la identidad, el paisaje de Cataluña para Pla. Los llamó, en su precioso idioma natal, Homenots, que son algo así como hombretones, que es más coloquial que grandes hombres y menos familiar que el nombre con el que se lo tradujo al castellano, Grandes tipos.
Son “homenots” los santiagueños de Ernesto Picco. Ninguno es perfecto, pocos son admirables, todos tienen taras y defectos y hasta crueldades. Pero son grandes a su manera, porque destacaron y salieron del rebaño, construyeron un “nosotros” local en la mayoría de los casos sin proponérselo, al tratar de emprender caminos individuales o luchas colectivas. Estos rostros, la mayoría ajados por el tiempo y el calor de los mediodías y la ventisca de las noches del noreste, trazan los rumbos de la provincia y permiten atisbarle un futuro.
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Hoy, mientras escribo estas líneas, Ernesto Picco está muy lejos de su tierra. Está en el terreno de mis propios recuerdos y pesadillas. En las Islas Malvinas.
Su talento y su perseverancia y el brillo de promesa de su prosa le hicieron ganar la codiciada Beca Jacobs de Periodismo de Viajes de la Fundación García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Con el fondo de esta beca, está en una tierra extraña, pero donde también lucharon y murieron santiagueños quienes, como yo, fueron enviados a luchar en una guerra doblemente cruel en 1982.
Como veterano de Malvinas y escritor de crónicas de las islas, tengo muchísimas ganas de leer las crónicas malvineras de este santiagueño trotamundos.
En este libro, los lectores descubrirán fácilmente por qué. Quien ha aprendido tan bien a describir su casa desde estos personajes fascinantes y entrañables, puede lanzarse a los confines del Atlántico Sur, a descubrir las heridas y remiendos de una lejana guerra ajena. Sé que también podrá descorrer ese manto de neblina y hacer propio lo extraño y traernos en palabras justas la comprensión de lo inaudito.  
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sábado, 4 de abril de 2020

Edith Södergran,

El 4 de abril de 1892 nació Edith Södergran, "¿Qué hay más grande que toparse con un singular misterio sin resolver? Somos todos caminantes sin techo". "¿A qué tengo miedo? Soy una parte del infinito. Soy una parte de la gran fuerza del todo."