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domingo, 20 de diciembre de 2020

“Un insecto puede distinguir su cara de la mía y recordarla”

Anne Sverdrup-Thygeson, profesora de la Universidad de Noruega de Ciencias de la Vida IMA SANCHÍS 18/12/2020 06:08 31 Un mundo por descubrir Los insectos son los pequeños engranajes del sistema de la vida que hacen que la rueda no deje de girar. “Sin ellos nos extinguiríamos” explica esta entomóloga autora de un libro maravilloso, Terra insecta (Ariel), en el que nos descubre todo lo que los insectos hacen por nosotros, y nos deja con la boca abierta y el corazón ­ensanchado y maravillado. Averiguas por ejemplo que las polillas se comunican a través del olor a kilómetros de distancia, que las hormigas experimentadas enseñan habilidades a las jóvenes, que el insecto palo de la India está 79 días de cópula, que hay escarabajos con los oídos en las rodillas y mariposas con los ojos en el pene. Descubrirás que se está investigando el uso de cucarachas para labores de rescate en edificios derrumbados o contaminados. El café que nos estamos tomando se lo debemos a los insectos? Sí, porque polinizan las flores de la planta del café, del cacao y tantas otras. Nos dan pigmentos, barniz, dientes postizos, acristalamiento, analgésicos... Mucho más que miel y seda. El rojo carmín nos lo da la cochinilla. Y un pariente suyo nos da la goma laca con la que hacemos cosméticos y perfumes; aislamiento eléctrico, pegamento para la restauración de huesos de dinosaurios, balsas y un largo etcétera. Gracias cochinillas. Y se utilizan larvas de moscardón para curar heridas. La terapia larval se utilizó con gran éxito en tiempo de Gengis Kan, durante las guerras napoleónicas, la guerra civil estadounidense y la Primera Guerra Mundial. Ahora con la resistencia al antibiótico se está volviendo a utilizar. ¿Y cómo curan nuestras heridas? Se comen el tejido muerto y el pus y no tocan el tejido vivo alrededor de la herida, producen un antibiótico e incluso generan sustancias que promueven la formación de tejido nuevo. Las hormigas también usan antibióticos. Sí, como viven en grandes sociedades como nosotros, se protegen de las bacterias y hongos cooperando con un microorganismo que alojan y que produce un antibiótico que se untan unas a otras. Se ha patentado para uso humano. La patente debería ser de las hormigas. Y las abejas y algunos escarabajos tienen el elixir de la juventud, pueden ralentizar su propio proceso de envejecimiento. Hay larvas que se comen el plástico. Se estima que en el 2050 habrá más plástico que peces en el océano. Unas larvas que viven en la larva de los gusanos de la harina producen una enzima que no solo digieren el plástico, lo convierten en tierra cultivable. Deberíamos hacerles la ola. Los insectos son criaturas fascinantes, útiles y de las que podemos aprender muchísimo. Existen numerosos ejemplos de biomimetismo (imitar la naturaleza). Las libélulas inspiraron la tecnología de drones. Y las cucarachas de ciudad pronto se convertirán en tu ángel salvador. ¿Qué me dice? Cuando hay que localizar a gente en edificios en ruinas se envían cucarachas equipadas con una pequeña mochila tecnológica con microchips a través de la cual las dirigen. Parece ciencia ficción. El mosquito no picador puede llegar a vivir deshidratado 17 años. Luego le tiras agua y como nuevo. Tal vez este mosquito africano tenga la clave de futuros viajes interestelares. ¿Qué investigación le apasiona? Que el cerebro de una abeja, que es como un grano de arena, pueda contar hasta cuatro. Los insectos pueden contar, enseñar a sus jóvenes y reconocerse unos a otros. Incluso pueden reconocernos a nosotros. Para ellos una cara es un patrón, igual que una flor. Distinguirían su cara de la mía y recordarían esta distinción durante tres días. Cada año descubrimos una capacidad nueva de los insectos. ¿Son inteligentes? Nos asombran con su capacidad para aprender y emitir juicios, cosa que creíamos exclusiva de animales más grandes. Los insectos sociales distribuyen tareas, comparten experiencias y charlan entre ellos de forma avanzada. Unos científicos enseñaron a abejorros a tirar de una cuerda. Sí, para acceder a la comida debían levantar una tapa tirando de una cuerda. Y lo más curioso es que cuando añadieron nuevos abejorros, simplemente observando aprendieron. Son criaturas bien curiosas y exóticas. Son hermosas, extrañas, extravagantes y maravillosas. Tienen los órganos sensoriales en distintas partes del cuerpo. Hay mariposas con ojos en el pene, otras que oyen por la boca, un grillo que tiene los oídos en la rodilla y, la mosca común tiene la lengua en las patitas. ¿Hablan entre ellos? Se comunican de muy distintas maneras. Cuando una abeja encuentra un néctar vuelve a la colmena y bailando les explica al resto dónde está ese néctar y a cuánta distancia. Sus ritos de apareamiento son variados. La entomología ha cambiado desde que han llegado las mujeres, porque hasta ahora se estudiaban sobre todo los machos. El óvulo de las hembras no se fertiliza con el último macho con el que copulan, ellas tienes una especie de reservorio en el que almacenan el esperma y luego seleccionan cuál les interesa. Otra reivindicación feminista de las insectas son los nacimientos virginales. Sí, como el pulgón, que sin necesidad de macho ponen sus huevos de los que nacerán nuevas hembras, y cuando necesitan que nazcan machos copulan con ellos. ¿Sin insectos qué sería de nosotros? Duraríamos muy poco porque alimentan toda la cadena trófica. En un año las aves comen en insectos el peso de todos los humanos sobre el planeta. Hay que cambiar la mirada. Un entomólogo canadiense dijo una vez que el mundo es muy rico en pequeñas maravillas, pero muy pobre en ojos que las ven. Incluyamos a los insectos en los planes de desarrollo y uso del suelo. Seamos agradecidos con ellos por las tareas que llevan a cabo por nosotros.

Diario de viaje

jueves, 10 de diciembre de 2020

Los justos . JL Borges

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. El ceramista que premedita un color y una forma. Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia a un animal dormido. El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo

lunes, 7 de diciembre de 2020

gente que te mejora la vida

con los años he pasado de valorar la inteligencia por encima de todo a la bondad. Hay una sabiduría natural que no necesita lecturas, pero que si las tiene, las aprovecha. La persona que tiene sabiduría natural nunca te va a rechazar un libro. Lo va a poder entender más o menos, pero lo va a aprovechar. A mí me gusta la gente esponja, pero con un buen corazón. Son las que, además, van a hacerte mejor la vida, en las que puedes confiar. Es fundamental tener personas en las que confiar porque si no sería espeluznante. El mundo se ha vuelto muy cínico y más que nunca son necesarias las personas que te dicen ‘no puedo salir contigo porque tengo una vecina que está enferma, sola y le voy a hacer la comida’. Que existan personas así me justifica la vida.

Zumiriki Vicente Molina Foix

Pensar, mirar, buscar En 1964 Jack Kerouac contestó a mano el cuestionario que un alumno de doce años para quien el novelista era su escritor favorito le había mandado desde Boston, como parte de un trabajo escolar obligatorio. A una de las preguntas del audaz niño, "¿Cuál cree que es el modo ideal de vida?", Kerouac le respondía: "Eremita en los bosques, cabaña de un único cuarto, estufa de leña, lámpara de petróleo, libros, alimentos, retrete, sin electricidad, solo agua de riachuelo o arroyo, dormir, ir a pie". El cineasta navarro Iñaki Alegria, que probablemente no sea un beatnik, tuvo entre el invierno de 2017 y un prolongado verano de 2018 una aventura fluvial en la que el río Arga fue para él el agua primordial de una infancia trascurrida en sus orillas, desde las que entonces se divisaba una isla en el centro del río, un Zumiriki, título del largometraje ahora estrenado, ocho años después de su primera película La casa Emak Bakia. Las raras palabras bien provistas de "kas" muy sonoras anuncian ya desde su morfología una pertenencia y una raíz del cine de Alegria, que con esta segunda y fascinante obra se configura como uno de los nombres clave del actual cine-ensayo (mejor diríamos cinéma-essai, dada la filiación con Montaigne), al lado, dentro de nuestro país, de José Luis Guerín, Mercedes Álvarez, Oliver Laxe o Isaki Lacuesta. Zumiriki tiene un arranque engañoso que parece encaminarse a una exaltación de lo regional y lo telúrico: una ermita campestre, una romería de la Virgen en la montaña, un padre labriego que hacía cine amateur con sus allegados. Todo muy previsible y muy rústico. Pero Alegria no sólo introduce desde el principio las secuencias caseras en Super8 de su padre; cita lo que este decía, "filmar sin pensar", y a eso se entrega el hijo en este film nunca ingenuo sino sofisticadamente cerebral, en el que todo está planeado a la vez que sujeto a la indeterminación de los elementos, al capricho animal y a los accidentes del hombre, entre ellos la muerte. Así que el aventurero, o el deambulador, o el evocador sentimental, decide ir a la margen del Arga y hacerse una cabaña unipersonal como las que, por mencionar solo algunos famosos reclusos voluntarios, ocuparon Heidegger en la Selva Negra, Wittgenstein junto a un lago noruego, Mahler en los Dolomitas, Strindberg en un pequeño archipiélago cerca de la capital sueca, Dylan Thomas y Bernard Shaw dentro de los jardines de sus respectivas casas de campo británicas. Entre ellos había, según sabemos, enemigos sin más del ruido ajeno, quienes al recluirse dejaban atrás un matrimonio nublado o un bloqueo creativo, y los que iban en pos de un uso egotista del tiempo y una inspiración fluida e ilimitada. En su propia confinación, Heidegger, quizá el más significado de todos, encontraba un "lugar de pensamiento" en el que, además de estar solo en su escarpada pradera, cultivaba la fidelidad a una "memoria campesina". Aislado pero sin rechazar a los naturales del lugar, Alegria, después de levantar y adecentar su básico habitáculo sobre el solar de una antigua borda de su familia, sale a buscar el genio del lugar, sus figuras comunes y los excéntricos, y sobre todo no cesa de mirar ese paisaje idílico ahora anegado por las aguas de una presa construida en tiempos posteriores a su niñez. Su objetivo no es un veraneo fresco a la manera norteña, ni una tarea de mitificación infantil, aunque haya ciertos atavismos; evoca a su padre, a dos navegantes vascos que hicieron una larga travesía a vela en 1962 (cuyas imágenes de aficionado usa), y la figura evanescente de un hombre solitario que ocupó la orilla opuesta a la suya y al morir dejó cien vacas desvalidas. Noventa y nueve fueron al matadero y una, "joven y oscura", se escapó del rebaño, eludiendo el gancho de las carnicerías. "Esta película", dice el narrador en primera persona," pretende encontrarla". Los incidentes y hallazgos (por no decir peripecias y ocurrencias) de Zumiriki nunca cansan; la épica de la subsistencia a lo Robinson Crusoe mantiene su potencia narrativa probada a lo largo de siglos, y todo explorador que sepa contar su historia nos interesa, aunque conste -en el Iñaki Alegria también protagonista del film- que su equipamiento, además de las dos gallinas ponedoras y las dos camisetas de cuerpo entero, la negra y la blanca, más propias del Oeste americano que de Navarra, incluía algún moderno utensilio para el bricolaje y cuatro cámaras de video de alta definición (las imágenes son con frecuencia de una gran belleza, tanto en el paisajismo como en el interiorismo.) Lo extraordinario de Zumiriki es que este intruso amigable divaga sin parar, y a menudo sin parar de andar; sus divagaciones son el reino de lo imprevisto, y los demás imprevistos que no emanan de él le dan a esta historia su argumento. Sin olvidar a la vaca oscura, personaje ausente cuya silueta está presente, y no estamos contando el final. El desenlace podría haber sido la garduña voraz instalada en el trono vacío del invasor humano ya desaparecido, pero al narrador Alegria le hacía falta un epílogo que quizá el espectador no necesita a estas alturas del largo metraje. El autor recompensa ese prolongamiento regalándole a su público un tour de force de imaginería nocturna y suspense acuático. El indagador Iñaki Alegria se había fogueado el año 2012 en una búsqueda distinta, de la mano o por inspiración de Man Ray. La casa Emak Bakia es otro lugar ameno al que nuestro cineasta llega por ser cinéfilo, tras conocer el mediometraje abstracto y para-dadaísta que Man Ray realizó en 1926 y llamó Emak Bakia. Tan misterioso pero vascuence título ("déjame en paz", sería su traducción) le conduce, a través de la erudición ligeramente llevada, de las coincidencias y los hallazgos fortuitos, a una casona en la costa vasco-francesa donde el artista de origen norteamericano residió y rodó. La digresión es el territorio donde Alegria se siente más seguro, y nosotros mejor acompañados. Su película contiene lo siguiente: una primera aparición del clown de Fellini Alfredo Colombaioni (que resurge en Zumiriki), un delicioso ballet con el flirt de una mano de plástico y una servilleta voladora, unas entrevistas explicativas a Bernardo Atxaga, Ruper Ordorika, un tendero de ropa vintage y dos expertos en Man Ray (quizá sobren todas), una visita a la tumba del polifacético artista en el cementerio de Montparnasse, una panorámica muy variada de las fachadas con nombres autóctonos de los chalets costeros del golfo de Vizcaya, una disertación en imágenes del modo de dormir de los cerdos, y como acicate, un alegato en pro de la ruptura de formas en el relato fílmico que el director pamplonica asume como una enseñanza del cine experimental de Man Ray, que hizo en total cuatro interesantes películas. Sin olvidar el lado, nada oscuro, del Alegria narrador, quien parece a lo largo de sus dos ensayos cinematográficos sentir nostalgia del cine de aventuras y piratas, del western, del thriller, y hasta de las sagas heroicas, que él reduce a la persistencia y la sagacidad del modesto héroe tenaz: la vaca fugitiva, el ordenado hombre de la cabaña, la novelesca princesa rumana (prima de Nabokov, ni más ni menos) cuyos antepasados construyeron la casa Emak Bakia, hoy residencia estival para trabajadores franceses jubilados. En realidad, Alegria busca pasados sin futuro o auroras que no tengan fin. La expresión emak bakia ya no se usa en el euskera de hoy, y de los zumirikis solo asoma, cuando baja el nivel del río, la copa de algún árbol resistente a las avenidas. Entonces, además de observarlo y encontrarlo donde siempre estuvo, hay quien quiere también bañarse en sus aguas.

Santiago Ramón y Cajal

"Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia".

sábado, 5 de diciembre de 2020

Ser inuit: demasiado hermoso, demasiado duro

En ‘Nirliit’, la autora quebequesa Juliana Léveillé-Trudel retrata con lirismo la vida de este grupo indígena, muy marcada por los extremos Vista general de Salluit, en Canadá, donde transcurre la novela 'Nirliit'. Vista general de Salluit, en Canadá, donde transcurre la novela 'Nirliit'.LOUIS CARRIER JAIME PORRAS FERREYRA 02 DEC 2020 - 00:30 CET Salluit, 1.400 almas, es una comunidad ubicada en la zona más septentrional de la provincia canadiense de Quebec. Casi todos sus habitantes son inuit. La novela Nirliit, escrita por Juliana Léveillé-Trudel, se desarrolla en este punto del orbe lleno de contrastes. “Muchas veces me entran ganas de llorar, pero no necesariamente porque esté triste. Es solo que aquí todo es demasiado, demasiado hermoso o demasiado duro”, señala en un momento la voz que lleva las riendas de la narración. La medalla tiene dos caras sumamente distintas. Están, por supuesto, los crepúsculos multicolores, la fauna que enternece, las sonrisas contagiosas de los pobladores, los férreos lazos comunitarios. Pero también destacan las duras condiciones cotidianas. Si los pueblos indígenas canadienses enfrentan dificultades y carencias de envergadura, los inuit son el caso más radical. Algunos ejemplos: su mortalidad infantil es de 12,3 por cada 1.000 niños (4,4 entre los demás canadienses), el 45% habita en condiciones de hacinamiento (6% en el resto del territorio), su tasa de suicidios es nueve veces más elevada que la media nacional y su nivel de escolaridad es el más bajo de Canadá. El país con la calidad de vida más alta en América posee también un lado muy sombrío. Juliana Léveillé-Trudel (Montreal, 1985) publicó Nirliit, su primera novela, en 2015 bajo el sello de la quebequesa La Peuplade. El libro recibió críticas muy positivas en los círculos literarios y los medios de comunicación francófonos de Canadá, tanto por su tallada escritura como por la forma de abordar un escenario tan complejo. La obra ya ha sido traducida al inglés, al danés y al islandés. Este mes llega a las librerías españolas gracias a la editorial sevillana Barrett, con traducción de Iballa López Hernández. Léveillé-Trudel cuenta a EL PAÍS los impactos más pronunciados del colonialismo sobre los inuit, en comparación con otros grupos: “Fueron los últimos en entrar en contacto directo con los blancos. Algunos misioneros y comerciantes ya tenían cierta presencia en la zona, pero no el Gobierno. El choque fue brutal. Su modo de vida cambió de forma sumamente acelerada”. Las políticas gubernamentales no fueron superficiales: desplazamientos, sedentarización obligatoria, censura cultural y una serie de subsidios que crearon un círculo vicioso. La escritora canadiense Juliana Léveillé-Trudel. La escritora canadiense Juliana Léveillé-Trudel.ALAIN LÉVEILLÉ En Nirliit, una mujer blanca procedente de Montreal se dirige a Eva, su amiga del pueblo inuit, con quien forjó una estrecha relación durante años antes de ser asesinada por su pareja y lanzada al fondo del fiordo. “Tu cuerpo en el agua y tu espíritu en todas partes, en la superficie del mar, en la tundra, en ese cielo del verano ártico que nunca se oscurece, baila, Eva, baila”. El cadáver de Eva nunca fue hallado. “No han encontrado tu cuerpo, así que sigo esperando tu regreso, te veo caminar por el fiordo como un Jesucristo que llega al Polo Norte”. Crímenes contra mujeres Entre 2011 y 2014, Léveillé-Trudel organizó un campamento de verano, tanto en Salluit como en otras comunidades inuit. También trabajó en un proyecto educativo, en esas mismas coordenadas, para luchar contra el abandono escolar. De este modo, hizo el viaje al norte varias veces, como las ocas (Nirliit quiere decir justamente “ocas” en lengua inuktituk). Léveillé-Trudel cuenta que recibió influencias de distintos libros en la redacción de su novela. Por ejemplo, de Kuessipan, obra de la escritora innu Naomi Fontaine. También menciona a autores que han contado sus experiencias conviviendo con estos grupos, como Louis Hamelin. Léveillé-Trudel comenta a propósito del tejido entre realidad y ficción en su libro: “El personaje de Eva está inspirado en una mujer que conocí en el trabajo y que dos años después fue asesinada. Las estadísticas sobre estos crímenes hacia las mujeres indígenas son duras de por sí, pero era la primera vez que yo conocía a la víctima. Jamás encontraron su cuerpo”. En páginas posteriores, la protagonista cuenta a Eva qué ha ocurrido con Elijah, el hijo de la mujer asesinada que, como es frecuente en el pueblo, ha sido padre a muy temprana edad y busca resistir al cúmulo de problemas cotidianos (alcoholismo, drogadicción, desempleo). Algunos amigos de Elijah deciden instalarse en Montreal, pero la metrópoli de Quebec muestra su lado más despiadado hacia estos jóvenes. Asimismo, Léveillé-Trudel cuenta las relaciones entre los blancos y los inuit, que pueden pasar por las fricciones, la indiferencia, la desconfianza, la amistad y el romance. La autora señala que en esta parte se basó sobre todo en notas que tomó in situ y en historias que circulan en la zona; las fue hilando poco a poco con recursos novelescos. En Nirliit hay caminatas entre las rocas, orgullo por los platos tradicionales y cacerías; también hip hop, comida basura y cuatrimotos a gran velocidad. Y los niños figuran por doquier. “Ocupan un lugar toral en la comunidad. Los problemas son numerosos, pero muchas familias se esfuerzan para cuidarles de la mejor manera”, afirma. Las letras no están exentas de los debates actuales respecto a la apropiación cultural. “No creo que sea el caso de Nirliit. No pretendo formar parte de los inuit; tampoco pretendo pasar como suyo mi punto de vista. Mi narradora es una mujer que no pertenece a la comunidad y que es consciente de su posición, sus prejuicios, sus contradicciones y sus privilegios. Intenta forjar vínculos con la gente de Salluit, quiere conocerlos más, acercarse. Veo a Nirliit como una puerta de entrada”, comenta Léveillé-Trudel.

(Cioran

"Mi misión es matar el tiempo, y la del tiempo es a su vez matarme a mí. Qué cómodo se encuentra uno entre asesinos"

viernes, 4 de diciembre de 2020

Cafetera Moka

Renato Bialetti, rey del café cuyo apellido es sinónimo de las icónicas cafeteras de aluminio, murió a la edad de 93 años. En un inusual y extrañamente apropiado tributo, sus cenizas fueron colocadas en una cafetera gigante "Moka"