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lunes, 10 de abril de 2023
MAÑANA SERÁ OTRO DÍA
Detrás de la manida frase a la que recurrimos cuando queremos convencer(nos) de que la jornada de mañana será menos complicada hay una explicación científica: durante el sueño, el cerebro es capaz de afianzar aprendizajes, regular las emociones e incluso tomar decisiones que, despiertos, nos resultan imposibles.
Artículo
Esmeralda R. Vaquero
@EsmeRVaquero
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17 ENE
2023
Mañana será otro día
Aunque los avances científicos han arrojado nuevos descubrimientos en los últimos años, el cerebro humano y su actividad continúa ofreciéndonos hallazgos a día de hoy. Sobre su actividad nocturna tenemos informaciones ya conocidas: el ciclo completo del sueño se compone de cinco fases y en la última de ellas, llamada REM, se producen los sueños propiamente dichos. Ese proceso concreto abarca entre 90 y 120 minutos, por lo que en un descanso de siete u ocho horas experimentaremos cuatro o cinco ciclos.
En estas fases el cerebro realiza algunas funciones muy importantes. Una de ellas consiste en limpiar partículas nocivas o deshechos acumulados en el organismo, como los residuos moleculares que producen las células cerebrales y las proteínas tóxicas. Tanto unos como otras son las responsables de las demencias.
Otra función conocida que realizamos en las horas de descanso no es otra que recargar energía. Pero quizá no sepamos que las horas de sueño nos ayudan también a tomar decisiones: según un estudio publicado en la revista Current Biology, el cerebro procesa problemas difíciles durante las horas de ‘descanso’. Pero además, la consolidación de los aprendizajes es otra de sus tareas principales.
Todo lo que experimentamos a lo largo del día lo almacenamos en el córtex; una vez que entramos en la fase del sueño profundo, estas vivencias se transmiten al hipocampo y a la amígdala, que lo memoriza
Todo lo que experimentamos a lo largo del día lo almacenamos en el córtex; una vez que entramos en la fase del sueño profundo, estas vivencias se transmiten al hipocampo y a la amígdala, que lo memoriza. Cuando el proceso finaliza, esa información regresa al córtex de manera organizada. Es decir, cuando dormimos inventariamos nuestro día y consolidamos lo que hemos extraído de él. Del mismo modo, lo que el cerebro no considera necesario lo elimina, dejando espacio a nuevos conocimientos y aprendizajes.
No obstante, no todas nuestras vivencias tienen, como es lógico, la misma importancia para nuestro cerebro. Un estudio realizado por la Universidad del Este de Londres reveló que las experiencias con mayor peso emocional tienen prioridad sobre los sucesos neutros. Otro estudio desarrollado por el Rush University Medical Center constató que las preocupaciones cotidianas se cuelan con frecuencia en nuestros sueños.
Pero, quizá, la característica más funcional de este órgano tan sorprendente es su capacidad de equilibrarnos emocionalmente En 1998, un pequeño experimento realizado con 60 personas, publicado en la revista Psychiatry Research, llegó a la conclusión de que «el sueño puede moderar activamente el estado de ánimo durante la noche».
Las experiencias con mayor peso emocional tienen prioridad sobre los sucesos neutros
El equipo investigador obtuvo suficientes pruebas para pensar que dormir nos ayuda a equilibrar nuestro estado de ánimo y que soñar con lo que nos inquieta o nos exalta permitiría lidiar mejor con esos acontecimientos. De ahí que la socorrida frase «mañana será otro día» cobre sentido: el cerebro es capaz de resetearse de un día para otro y regular el estado emocional. Y es que cuando una situación nos afecta mucho o nos llega a desbordar, las zonas límbicas del cerebro se ponen en marcha y nos llevan a actuar guiándonos de una manera más impulsiva que racional.
Finalmente, un estudio elaborado por un equipo investigador de la Universidad de California descubrió que los sueños nos devuelven ese control perdido restando cierta intensidad emocional a las situaciones que nos la provocan. Para ello, realizaron una descripción de la modulación nocturna de los sistemas neuronales afectivos y el (re)procesamiento de experiencias emocionales recientes. La conclusión parece clara: de un día para otro, estos sistemas corrigen la reactividad de las redes límbicas y autónomas asociadas.
En otras palabras, el sueño se configura como un potente limpiador del cerebro, un reseteo emocional de las estructuras límbicas, responsables del procesamiento afectivo. Durante la fase REM revivimos experiencias, pero el cerebro mantiene inactivas las neuronas histaminérgicas, relacionadas con el estrés; esto conlleva que esos mismos acontecimientos se vivan reduciendo la carga afectiva y favoreciendo su procesamiento emocional. Nuestro cerebro tiene las herramientas para traernos un mejor día.
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