Por su parte, la política de los cuidados (del inglés care policies) no alude a un aspecto sentimental y afectivo entre las personas, sino que se basa en una teoría ética y económica, formulada, entre otras, por Carol Gilligan y los estudios de economía feminista. Personas de diferente signo político han ubicado este concepto en el terreno de la relación afectiva. Ustedes recordarán frases como “Intentaremos primero el amor y los cuidados y, si no funcionan, habrá que tomar otras decisiones” o “Cuídemonos mucho unos a otros” o una de las más repetidas para intentar solventar conflictos internos en diferentes partidos “Vamos a querernos mucho”, siempre ligadas explícitamente al concepto de “cuidados”, e incluso, recientemente, a la práctica de este comportamiento por parte de nuestras madres.
Cuando Carol Gilligan expuso su teoría sobre la “ética del cuidado” trataba de mostrar la necesidad de colocar en el centro de las políticas a los seres humanos y no los beneficios económicos o los derechos abstractos y supuestamente justos que preconiza la “ética de la justicia”. Esta última, dominante en occidente desde la Ilustración, serviría para resolver los conflictos mediante consenso y de forma universal pero, una vez más, se refería solo a lo masculino y dejaba fuera todo el mundo de la responsabilidad sobre los otros, el trabajo de cuidados realizado históricamente por las mujeres sin remuneración ni reconocimiento alguno.
La “ética de los cuidados” tiene en cuenta las particularidades de cada persona y se basa en la responsabilidad para con los demás, convirtiendo a las personas en protagonistas y centro de todas las actuaciones. Si además nos queremos será estupendo pero, por si acaso, construyamos una sociedad donde el centro político y económico sean las personas y sus necesidades a lo largo de la vida, más allá de nuestra capacidad afectiva individual.
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