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viernes, 8 de diciembre de 2017

Porque ayudar a otros es una obligación ética

 Nuestros bienes no son solo consecuencia de nuestro trabajo y de nuestro esfuerzo. Casi nunca partimos de cero: incluso aunque no hayamos heredado una fortuna, por puro azar hemos nacido en una sociedad en la que hay sanidad, escuelas, universidades, tejido empresarial, etcétera. Por no hablar de que nuestras aptitudes también dependen en gran medida de la lotería genética. Tenemos la obligación de ayudar porque a una gran parte de nosotros nos venía ya dado gran parte de lo que tenemos.
En su libro, Singer pone un ejemplo para ilustrar este extremo (y que está basado en el experimento mental del velo de la ignorancia, de John Rawls). Si nuestros antepasados hubieran vivido en el Golfo Pérsico probablemente ahora seríamos ricos gracias al petróleo que por casualidad hay bajo tierra. Pero si hubieran nacido en el Sáhara, ahora viviríamos en una situación de pobreza extrema sin tener nosotros culpa de nada. Imaginemos que nos dicen que vamos a nacer en Kuwait o en Chad, pero no sabemos en cuál de los dos países. ¿Aceptaríamos el principio de que los habitantes de Kuwait no tienen obligación de ayudar a los de Chad? Es más, ¿nos daría exactamente igual dónde nacer porque basta con trabajar duro para crear riqueza?

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