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sábado, 23 de diciembre de 2017

Estimulandonos : Rafael Santandreu

Una entrevista con Rafael Santandreu sin atrezo no sería lo mismo. En la última ocasión que coincidimos vino acompañado de Fermín, un cráneo de esqueleto que le servía para introducir el tema de la muerte en sus charlas. Esta vez, la cosa es un poco más optimista y el terapeuta saca de su bolsillo mágico diferentes juegos de gafas sin cristales y con las monturas de colores chillones. Estas lentes, más propias de festivales como el Primavera Sound, son la expresión material del mensaje central que Santandreu expone en su nuevo libro Les ulleres de la felicitat (Rosa dels vents): “Trabajar la fortaleza mental implica ponerse unas gafas diferentes y fijarse en cosas que antes no habías visto;  visualizar una abundancia brutal donde antes veías un páramo. Si atajas tus miedos y tus quejas, tienes un espacio mental para estar y disfrutar enorme”. El terapeuta bebe de las ideas de Albert Ellis, padre de la Terapia Racional Emotiva Conductual y considera clave y necesario controlar nuestro diálogo interior y pensamientos para reducir la negatividad y apreciar las oportunidades que, según él, nos brinda diariamente la vida. Santandreu augura que, en pocos años, la mitad de la población podría sufrir neurosis, y se muestra trasgresor en temas universales como la muerte, el amor o la educación. Con o sin gafas, esta entrevista empieza con una sesión en el oculista.    


-Suele hacer conferencias con una camiseta que lleva el lema de “la vida es una ganga”. No le preguntaré por su gafas de la felicidad porque intuyo que las lleva bien graduadas. ¿La mente es nuestra oculista?
-Completamente. Las gafas de la felicidad consisten en graduar tu propia mente y darse cuenta de que la vida es muy fácil. Esta visión depende de que tengas pocas necesidades. El problema es que hoy en día nos hemos creado muchísimas necesidades, especialmente de cosas inmateriales, no sólo materiales. En mi nuevo libro hablo de una herramienta que suele sorprender a la gente, pero que yo uso desde hace mucho tiempo.

-Sorpréndame.
-Les llamo ejercicios de renuncia, que bien podrían estar inspirados en los ejercicios eclesiásticos de los monasterios en los siglos XVI y XVII. Los monjes hacían, y todavía hacen hoy, ayunos que implican ricas dosis de incomodidad. Se trata, pues, de aplicarte pequeñas incomodidades cada semana y ser igual de feliz.

-Póngame algún ejemplo para hacer en nuestro día a día, no en un monasterio.
-Ir de casa al trabajo andando y tardar mucho más, sin necesidad de coger transporte público que te haga el trayecto mas llevadero. O quedarte una noche sin dormir aunque sea avanzando cosas del trabajo. 

-¿Qué conseguimos con ello?
-No apegarte tanto a la comodidad y desmitificar la idea actual de que la comodidad es buena. Si nos apegamos en exceso a ella, nos volvemos cascarrabias, exigentes y neuróticos, porque nos decimos a nosotros mismos que necesitamos comodidad completa. ¡Eso causa un gran malestar en las personas! Tengo cantidad de pacientes que son hipersensibles a los ruidos, a los atascos de tráfico o a cualquier cosa que no funcione como ellos querrían. Por eso digo que ponerse las gafas de la felicidad implica necesitar poco y dejar de lado un montón de cosas inmateriales, entre ellas, la dichosa comodidad. 

-Aunque parezca lo contrario, ¿nos cuesta más renunciar a lo inmaterial que a los bienes más materiales?
-Por supuesto. Te pondré un ejemplo: ahora tengo un paciente que tiene complejo de tonto, de que no es inteligente. Es una persona que de puertas a fuera es hiriente, que aparenta ser creído, avasallador. Esto le hace estar siempre en guardia para ponerse por encima de los demás. Mi paciente hace eso porque, en realidad, tiene un gran complejo de inferioridad y una necesidad de no pasar por tonto. ¡Fíjate qué necesidad inmaterial! Una persona no llega a madurar y a ser feliz hasta que el concepto de ser inteligente le da igual. La inteligencia es un valor anecdótico que no necesitamos, como puede ser la belleza física. 

-No tiene una tarea fácil, vivimos acomodados en la sociedad de la imagen…
-El índice de anorexia en España no para de subir. En los últimos diez años se han duplicado los casos de personas anoréxicas. Son personas que le dan una importancia a la belleza física extraordinaria y eso las hace neuróticas. Está claro que es otro valor inmaterial al que tenemos que empezar a renunciar.

-Desgraciadamente, hay otra cifra que también se ha incrementado; la de personas que no gozan de una buena salud mental. Según asegura en su libro, el índice supera ya al 30% de la población mundial. ¿Por qué nos estamos volviendo más neuróticos?
-Se calcula que en 2050 la mitad de la población será neurótica. Estoy hablando de que el 50% de la gente tendrá problemas para acudir al trabajo por culpa de la depresión y la ansiedad. ¡Es bestial! Esto ocurre porque tenemos una sociedad muy exigente, que nos hace ser locamente exigentes con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. La mente del ser humano no está preparada para tanta exigencia. Vivimos de una manera antinatural, con una cantidad de exigencias que no son sostenibles.

-Este discurso ya lo pronunciaba Darwin en su momento. Hemos tenido tiempo de sobras para cambiar esta tendencia…
-Vamos a peor. La locura del hacer más y tener más atributos va a mucho más, ahora llevada de las alas de la sociedad de consumo, que se basa en el lema del “contra más, mejor”. Es por ello que cada vez estamos más neuróticos. 

-La ansiedad generalizada es un trastorno que, según usted, también ha ido al alza. ¿Me lo explica?
-Este tipo de ansiedad implica tener el gatillo del estrés demasiado flojo, por lo que estás nervioso la mayor parte del día. Sólo tienes que pararte a observar el ritmo con el que camina la gente por la calle. ¡No es normal! Si la gente se quiere curar de la ansiedad generalizada tiene que aprender a ralentizar y hacer las cosas a la mitad de la velocidad del ritmo que lleva habitualmente. Esto pasa por apreciar las cosas pequeñas, dedicarse a  una solea tarea y disfrutarla y, sobre todo, no exigirse todo lo que se exigen.

-Todos nacemos con la capacidad de apreciar la vida. ¿Qué separa, entonces, una persona fuerte de una débil?
-En el transcurso de la educación aprendemos a vivir en un mundo de grandes exigencias, con amenazas inventadas fruto de estas exigencias, por lo que la persona puede volverse neurótica cuando tiene una vida de lucha en lugar de una vida de placer o de disfrute. También tengo que decir que en esto de la educación influye lo que nos enseñan, pero también lo que nosotros interpretamos de esas enseñanzas. Quiero decir con eso que nosotros tenemos mucha responsabilidad en esta educación. De una misma familia, hay quien toma unas enseñanzas de unos padres, cuando hay otros hermanos que la rechazan. 

-En su libro se muestra crítico con la educación convencional actual, dice que es una pérdida de tiempo…
-La educación es uno de los grandes fracasos y estupideces de la humanidad. Yo estudié once años seguidos, a razón de unas seis horas por día, más los deberes. De ahí sólo he aprendido a leer y a escribir, y no muy bien, porque luego he hecho una parte importante de autodidacta. No me acuerdo prácticamente de nada de lo que estudié y, además, lo olvidé muy rápido. Esto es un gran fracaso; no puede ser que haya una inversión tan grande de dinero y de tiempo que arroje resultados tan flojos. ¡Tienes que estar ciego para decir que la educación funciona!

-¿Qué modelo educativo propone usted?
-En realidad es un modelo muy sencillo: la educación libre. Tenemos que darnos cuenta de que solo aprendemos y retenemos los aprendizajes voluntarios. La escuela tiene que estar basada en un modelo en el que los chavales elijan si quieren entrar en clase o no. Lo que esos niños hayan aprendido voluntariamente lo retendrán para el resto de su vida, y eso encenderá la pasión por el saber más en muchos estudiantes, y en comparación con ahora se convertirán en genios. Tenemos ejemplos actuales que demuestran que este tipo de modelo da mejores resultados y mejora la felicidad de los chicos. Lo que sucede es que la escuela obligatoria está basada en el miedo, en el discurso de que la gente es mala por naturaleza y no hace las cosas bien si no es por obligación. Y no es así: la gente es buena por naturaleza, pero se estropea precisamente por este empeño de pintar la vida como algo feo, obligatorio, y que no es bello y hermoso.

-Santandreu no es amante de la palabra “luchar”. Luchar por cumplir mis sueños, por superar una enfermedad, etc. ¿Qué implicación tiene esa filosofía en nuestra salud mental?
-El sentimiento de lucha significa, primero de todo, que partes desde una posición de debilidad y de desventaja. En segunda lugar, implica activar los poderes de la lucha que son mucho menores que los poderes del disfrute. Esto implica movilizar menos fuerzas con un gran coste emocional, porque la lucha produce rozaduras. En cambio, el trabajo, o incluso el juego, no tienen este coste. Frases como “estoy luchando por ponerme bien”, implica que esa persona está sufriendo más de lo que debería. Eso, en realidad, no juega a tu favor sino en tu contra.

-¿Cuál tiene que ser la actitud de personas que pasan por un proceso de enfermedad grave o crónica? ¿Fuera lucha?
-¡Luchar ni de coña! Lo primero que tienes que hacer es darte cuenta de que puedes ser feliz aunque tengas una enfermedad grave; la prueba es que mucha gente lo es y aprovecha lo que le deja hacer la enfermedad para hacer cosas valiosas. En segundo lugar, aconsejo tener un espíritu competitivo: voy a intentar ser el mejor enfermo del mundo de esclerosis, por ejemplo.

-Que es lo que se dijo el ciclista Lance Armstrong durante su proceso con el cáncer…
-Exactamente. De esta manera, estás movilizando unas fuerzas positivas maravillosas. Lo que aquí quiero dejar claro es que esto implica perder el temor a la muerte. Yo digo muchas veces que la muerte es necesaria, buena y bella. El ser humano armonizado con la naturaleza ve la muerte como un proceso interesante y hermoso. No es tan difícil hacerlo, simplemente tenemos que abrir nuestra mente a ver esa posibilidad.

-Asegura que usted ya no da el pésame a nadie por la muerte de una persona…
-Ya no lo hago, es cierto. Tenemos una manera errónea de entender la muerte, como si no fuese algo natural, bonito y bueno. Como yo sí que tengo esta visión, es verdad que en los entierros o lutos de seres queridos siempre le digo a la gente: “ha tenido una buena vida, tu vas detrás dentro de poco”.

-Perdone, pero suena algo macabro…
-Puede chocar al principio pero te aseguro que muchas veces me han confesado que estas palabras les hicieron un gran efecto beneficioso. Es porque, de esta forma, se transmite una buena manera de ver la muerte de los seres queridos y la suya propia el día que llegue. 

-¿Qué hace sufrir más al ser humano: la muerte o el amor?
-¡El amor! El amor es la neura número uno porque tenemos una gran creencia irracional de que ese amor sentimental es un gran puntal de la felicidad. Nos lo ha vendido Hollywood, junto con la comodidad (Sonríe). Nunca ha sido así, y nunca lo será. Como pensamos que es algo tan importante, vivimos el amor sentimental como algo antinatural y lo entendemos de una manera aberrante, por eso funciona tan mal. 

-¿Cuáles son las bases sobre las que hay que sustentar una relación de amor sano?
-Una relación sentimental sana es aquella en la que tú le puedes decir a tu pareja: “te quiero mucho, pero no te necesito”. De todas maneras, pienso que entenderemos el amor sentimental del futuro como algo que será itinerante. Dicho de otra manera: en el futuro ninguna pareja pretenderá estar toda la vida con el otro. En realidad, eso es muy absurdo; las parejas deberían cambiar cada cinco años. Entiendo que, a día de hoy, este discurso suena como algo lamentable, pero el ser humano no está programado para tener una convivencia basada en la monogamia o en una pareja para toda la vida. Ha funcionado hasta ahora porque el hombre era poseedor de la mujer, pero esto no es una vida en pareja, es la vida de un amo con un esclavo. 

-¿Se puede tener un proyecto de vida cambiando de pareja cada cinco años?
-Sí. Será una familia muy diferente a como la entendemos actualmente. Serán sociedades matriarcales, no patriarcales. Matriarcados donde las madres, hermanas y tíos conformen la unidad familiar, y no será una unidad formado por marido y mujer. Hasta que sea así, uno tiene que ser paciente y flexible. 

-¿Perdón?
-Sexualmente estamos muy reprimidos, sobre todo la mujer. Pretendemos vivir con una limitación sexual tremenda. Con este nuevo modelo alejado de la monogamia se solucionarían todos los problemas de celos o de dependencias. La principal causa de suicidio en el mundo es el desamor. ¡El desamor! No es perder el trabajo o tener una enfermedad grave…

-¿Eso es ser romántico o tonto?
-Las dos cosas. Ser romántico es ser irreal, no natural y no ecológico. De esta forma, no sólo atajaríamos el primer causante de suicidios en el mundo, sino también grandes bolsas de infelicidad que produce el amor mal llevado. No sabes la cantidad de infelicidad que provocan el modelo familiar actual: hasta el momento en el que se divorcian, y después. El 50% de las parejas actuales no aguantan más de diez años. En realidad, se puede hacer una estimación y asegurar que solamente un tercio de las parejas que existen están satisfechas con su relación. 

-Y aquí entra el miedo a la soledad como una de las causas por las que muchas parejas continúan juntas sin quererse…
-Por desgracia, sí. El sentimiento de soledad es completamente neurótico, es irracional. Temer a la soledad es como temer a los gatos negros. Lo que sobra en este mundo son personas, es imposible que estemos solos. Puedes entablar relaciones increíbles con tus vecinos, compañeros de trabajo, con gente que está en grupos asociativos, con tu familia, etc. Si tú no te dices que la soledad es mala, empezarás a gozarla inmediatamente. Hay que ver la soledad como algo benéfico, como un espacio en el cual puedo organizar mi vida, mi tiempo, aprender, crecer y planificar. Son momentos de paz increíbles.
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