Octavio Paz decía, antes de Internet, que la sociedad se dividiría en dos: una leería, la de los ciudadanos responsables; y la otra sería una masa que se dejaría manipular. Esta es la que les gusta a los políticos. Por eso es tan importante fomentar la lectura en los niños.
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jueves, 30 de mayo de 2019
miércoles, 22 de mayo de 2019
El arte de escuchar y atender en la medicina
El arte de escuchar y atender no se enseña en la universidad, apenas se practica en la residencia y por supuesto no existe para los modelos de incentivación y acreditación existentes. No es un arte fácil: citando a la poeta escocesa Kathlee Jamie , Heath lo asimila al arte de observar pájaros: “esto es lo que quiero aprender: prestar atención, pero no analizar. Calmar a esa parte de mi cerebro que está vociferando por dios, ¿Qué es esto?”. Es decir“no hacer nada, simplemente estar abierto al paciente, prestarle atención, no empezar a diagnosticar demasiado pronto. “ Por desgracia algo propio de otra época, en la que la necesidad de introducir rápidamente al paciente en el corral de la estratificación de crónicos adecuada aún no existía..
Si escuchar es un arte del pasado para el que no hay tiempo, para la reflexiónni tan siquiera hay espacio. La perversión de la Medicina basada en pruebas , y sus múltiples protocolos, guías y algoritmos han conseguido que no necesitemos pensar, porque aparentemente alguien ya hizo ese trabajo por nosotros. Pero si el pensamiento es "el diálogo del alma consigo misma" (como decía Platón), necesitamos parar para pensar: para reflexionar sobre si el paciente necesita realmente la etiqueta del diagnóstico ( como nos fuerzan a hacer cualquiera de los modelos de organización vigentes), si esa etiqueta supondrá una ayuda real, sobre que clase de cuidado necesitarán , en que intensidad, en que momento y en que lugar.
Esperar y ver es (como escribía el poeta neozelandés Glen Colquhoun) el método más sofisticado de diagnóstico para la Dra Heath. Pero se precisa mucho coraje para ir contracorriente, en una sociedad en que exige soluciones inmediatas. Como exige coraje simplemente estar presente ante el paciente, dar fe, ser testigo, acompañar, consolar, … todas ellas actitudes que no figuran en ningún sistema de semáforos que se encienden según vamos tecleando en el ordenador. Heath cita a uno de sus poetas favoritos , el polaco Zbigniew Herbert, quien escribió:
“Nuestra propia libertad y en gran medida nuestra realidad depende de la exactitud con la que somos capaces de percibir el sufrimiento a nuestro alrededor, soportar ser testigo de ello, y ser capaces de revolverse contra todo ello”. Porque la abogacía por los que sufren y son oprimidos, engañados, humillados , forma parte también de las obligaciones del médico de familia, aunque no figuren en ningún contrato programa.
Lo que el antropólogo americano Arthur Kleinman definía como “empathic witnessing”: "el compromiso existencial para estar con la persona enferma y facilitarle la construcción de una narrativa de su enfermedad, que le permita dar sentido y valor a su experiencia. Lo que constituye el núcleo moral del hecho de ser médico y de la experiencia de la enfermedad”
martes, 21 de mayo de 2019
Lo increible es que hayamos prosperado . Pincker
También analizo las fuerzas que niegan el progreso: el nacionalismo, el populismo, la religión, la hostilidad de los intelectuales hacia las ciencias... Y amenazas existenciales, como el terrorismo.
Pero yo me centro en las ideas que han hecho posible el progreso, que identifico claramente con las ideas de la Ilustración. Digamos que soy un defensor de los valores de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo.
Pero cuanto mejor entendamos el universo mejor equipados estaremos para procurar el bien de la humanidad. Esa gran frase de Chéjov: «El hombre será mejor cuando le enseñes cómo es». La ciencia, la razón y el humanismo no nos vienen dados de fábrica. Pero están sus semillas. Tenemos la capacidad para la simpatía y la compasión. Por defecto, sólo las extendemos al círculo de familiares y amigos. Una de las innovaciones de la Ilustración fue precisamente coger esa nuez de simpatía y extenderla a toda la humanidad.
Sabemos que el nacionalismo en general es atávico, arcaico y condujo a dos guerras mundiales. El orgullo nacional no es incompatible con la cooperación internacional. Tenemos sentimientos tribales, pero somos de muchas tribus.
Los demagogos y muchos intelectuales insisten en que las personas sólo tenemos una identidad. No es cierto. La psicología humana admite muchas identidades solapadas... Lo cierto es que el papel de los intelectuales ante el nacionalismo es deprimente.
Creo que debemos comprender que hemos nacido en un universo sin piedad. Somos fuste torcido. Tenemos cantidad de defectos. El proceso que nos engendró no tenía un interés benévolo en nuestra felicidad. Pero fuimos dotados de algunos dones que nos han dado la oportunidad de redención. Tenemos la capacidad de empatía y compasión. Nuestras mentes nos permiten tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Tenemos la capacidad del lenguaje: podemos acumular nuestras ideas y compartirlas. Y al expandirse nuestra simpatía y al acumularse los frutos de nuestro ingenio colectivo podemos lograr pequeñas victorias frente a las fuerzas que nos oprimen. Si prestamos atención al estado del mundo, veremos que hemos logrado estas pequeñas victorias. Y como no hay límite al ingenio humano, no hay límite a las mejoras que podemos prever. Esto no significa que tendremos un mundo perfecto. No puede haberlo porque no somos idénticos. Ese es el gran hallazgo de Berlín: el mejor mundo al que podemos aspirar acepta un compromiso entre intereses y valores. Podrá inquietarnos que el mundo nunca vaya a ser perfecto, pero lo cierto es que existe un inmenso margen para el progreso. Hay fuerzas que naturalmente empujan en esa dirección. Cuando tenemos más conocimiento, nos conectamos más. Al expandirse el círculo de conexión, gentes de diversas culturas se juntan en defensa de intereses comunes. Llaman a priorizar el progreso humano porque tienen en común su humanidad. Y porque a pesar de todas las discrepancias culturales o nacionales, hay un fundamento básico de intereses comunes. Todos coincidimos en que la vida es mejor que la muerte. En que la salud es mejor que la enfermedad. En que la prosperidad es mejor que la pobreza. En que la seguridad es mejor que el peligro. En que la paz es mejor que guerra. Y en que el conocimiento es mejor que la superstición o la ignorancia.
lunes, 20 de mayo de 2019
Despedidas ( Vila Matas )
A veces hay personas que se despiden para siempre. En un cuento muy breve de Ray Bradbury titulado Hasta nunca suena un golpe suave en la puerta de una cocina que da a un jardín. Cuando la señora O'Brian abre, se encuentra con su mejor inquilino, el señor Ramírez, acompañado de dos policías de inmigración. Después de 30 meses de estancia allí, su mejor inquilino ha sido descubierto y, por no tener papeles legales, va a ser devuelto al otro lado de la frontera. El señor Ramírez está allí para despedirse de la señora O'Brian. "Adiós, señora, se ha portado usted bien conmigo. Adiós, señora. No nos veremos nunca más", le dice. Cuando ella se queda sola y entra en su casa y sus hijos le reclaman la comida, se queda de pronto muy pensativa. "¿Qué te pasa, mamá?", preguntan. La señora O'Brian les dice, con una gran pena súbita: "Que me acabo de dar cuenta de que no veré nunca más al señor Ramírez".
Cada día nos despedimos de alguien a quien no veremos más. Como siempre estamos peligrosamente despidiéndonos, hay tardes en las que me despido de todo el mundo y, cuando me quedo solo, decido retardar mi regreso a casa para evitar que me ocurra lo de una amiga que se despidió y ya nunca la volvimos a ver. Voy entonces a lugares extraños y hablo con desconocidos y de todos luego me despido: "¡Adiós, señora O'Brian, ya no nos veremos más!". Son simples precauciones, vacunas para evitar que el vacío de cualquier desaparición, por ínfimo que sea, termine por agrandarse en cualquier momento, en la noche menos pensada.
Cada día nos despedimos de alguien a quien no veremos más. Como siempre estamos peligrosamente despidiéndonos, hay tardes en las que me despido de todo el mundo y, cuando me quedo solo, decido retardar mi regreso a casa para evitar que me ocurra lo de una amiga que se despidió y ya nunca la volvimos a ver. Voy entonces a lugares extraños y hablo con desconocidos y de todos luego me despido: "¡Adiós, señora O'Brian, ya no nos veremos más!". Son simples precauciones, vacunas para evitar que el vacío de cualquier desaparición, por ínfimo que sea, termine por agrandarse en cualquier momento, en la noche menos pensada.
domingo, 19 de mayo de 2019
Si no eres creíble, nadie confiará en ti
En los tiempos que corren, ser creíble es un tesoro. La pérdida de valores, la ambición negativa y el poder nos han llevado a que perdamos la fe en algo tan importante como la confianza en las personas. Y es que la credibilidad no se regala, se gana.
Las personas creíbles consiguen conquistar el respeto de los demás. Significa que la gente puede confiar en usted, y que lo que dice, es lo que usted es. Se relaciona directamente con ideas tan importantes como la honestidad, la prudencia, el compromiso y el conocimiento. ¿De qué personas suele desconfiar? ¿Quiénes son los que le generan rechazo cuando les escucha? Normalmente aquellos que una vez le fallaron, los charlatanes, los que no respetan los puntos de vista de los demás, quienes critican a los que no están presentes, los que hablan sin saber y los que faltan a su palabra y a sus compromisos.
Encandilar a alguien con frases bonitas es fácil. Hay personas muy educadas, corteses, que se expresan con corrección, que se manejan en público como pez en el agua y que su carisma les hace ser muy atractivas. Pero si se rasca un poco carecen de palabra. En el momento en el que se sienta traicionado, le costará mucho volver a confiar en esa persona. Y lo peor es que la experiencia puede llevarle a desconfiar de quien no lo merece.
¿Alguna vez se ha planteado si los demás confían en usted? Hay personas que transmiten seguridad y confianza. Y estos valores se relacionan con el éxito personal y profesional. La credibilidad se da en cualquier campo. Nos gustan los médicos que nos transmiten que nos van a ayudar; los fontaneros que cuando ven la avería en casa nos dicen que no nos preocupemos de nada y que lo van a arreglar, o el amigo que te da un argumento distinto al tuyo y te convence y deja tranquilo. Con ellos nos sentimos en buenas manos. Credibilidad, hablar en público, habilidades sociales y carisma van de la mano. Y se pueden entrenar.
Para saber más
LIBROS
‘La importancia de llamarse Ernesto’
Óscar Wilde
‘Tus gestos te delatan’
Fran Carrillo (Editorial Espasa)
EMISIÓN RADIOFÓNICA
‘La guerra de los mundos’
Orson Wells
Consiguió crear el pánico en las calles de Nueva
York y Nueva Jersey. Los oyentes creyeron que se
trataba de una historia real sobre extraterrestres.
York y Nueva Jersey. Los oyentes creyeron que se
trataba de una historia real sobre extraterrestres.
Para empezar a trabajar su credibilidad, empiece por modificar sus valores. Si solo se dedica a disfrazarse de carisma y buena comunicación y no contempla la honestidad, su fachada no sostendrá la imagen de persona fidedigna eternamente. Necesita ser puro por dentro para ser creíble por fuera.
Tenga palabra. Significa cumplir con lo dicho. Es un privilegio contar con personas que respetan el compromiso de lo que dicen.
Sea honesto. ¿Le han dado mal el cambio, le han devuelto de más? Devuélvalo. ¿Se ha encontrado una cartera que no es suya? Entréguela con todo lo que contenía dentro. Ser un listo ha terminado convirtiéndose en un valor. Se trata de ganarle al otro a sabiendas que es injusto.
Sea una persona de bien, con buenas intenciones. Nadie se quiere relacionar con personas con dobleces.
Asuma sus errores. Las personas de éxito se equivocan. Para ellos el error es una forma de aprendizaje, lo reconocen, piden disculpas y reparan el daño. Y lo vuelven a intentar. No existen las personas perfectas, por lo tanto, la perfección no es creíble.
Compórtese de forma justa. Reconozca el mérito y el trabajo de cada uno, valore el esfuerzo por encima de los resultados.
Las emociones también juegan un papel en la imagen que transmitimos a los demás respecto a la credibilidad. El equilibrio emocional es fundamental. No nos da seguridad una persona que se deja llevar por arranques de ira, que se muestra agresivo y que trata de tener poder por la vía autoritaria. Las personas creíbles no necesitan tirar de fuerza, volumen alto o expresiones amenazantes.
La capacidad para motivar y generar emociones positivas es otro punto fuerte. Nos atraen más las personas que buscan y aportan soluciones que las que se recrean en la pena, el victimismo y en rumiar los problemas.
Las personas que se muestran seguras, que conocen sus fortalezas y que las utilizan para solventar soluciones, nos parecen fiables. Confianza y humildad es el binomio perfecto.
Comuníquese de forma fácil y correcta. Expresarse con un vocabulario amplio, sencillo y con frases ordenadas, facilita el entendimiento. Y cuando el oyente se queda con la sensación de haber comprendido el mensaje, le otorga credibilidad. Si utiliza un vocabulario técnico y poco comprensible para el público que le escucha, la gente desconectará y saldrá de la reunión sin haber entendido nada.
Ordene su mensaje. Los procesos de recepción de la información, entendimiento y asimilación también dependen de saber llevar un hilo conductor que esté organizado.
El conocimiento es clave. Necesita saber de lo que habla, documentarse, tener argumentos, manejar los tiempos, coger experiencia, tener cultura, incluso recitar. Sí, recitar. A las personas con memoria, las que son capaces de hablar sin papeles delante, que dan datos históricos y frases célebres, que citan a autores y hechos relevantes, les damos confianza. Se asocia memoria con sabiduría, y nos fiamos de las personas sabias.
Por el contrario, la charlatanería, los cabezotas que se empecinan en una idea sin modo de argumentarla, nos parecen personas sin recursos. Y qué decir del cotilleo y rumorología, hace que perdamos la confianza en las personas que lo practican. Los chismosos son muy poco atractivos e imprudentes. Con ellos solo se relacionan los que se comportan de la misma manera, y aun así, ni entre ellos se consideran personas de confianza.
El aspecto físico y la presencia. Si está empezando a ejercer su profesión y no le ha dado tiempo a ganarse una buena reputación, necesita adaptar su forma de vestir a las expectativas del cliente. Nadie desea que le repare el coche un mecánico vestido con traje de chaqueta y corbata.
Equivocadamente o no, las personas tendemos a sacar conclusiones inmediatas basadas en lo que vemos cuando conocemos a alguien. Su forma de moverse en público, dar la mano o su imagen dan información. Por supuesto que es información viciada por prejuicios y por la experiencia de cada uno. Pero es así. Cuando conoce a alguien por primera vez, sacamos conclusiones sobre su inteligencia, estatus, nivel socioeconómico, orientación sexual, estado civil, edad, ideas religiosas, etcétera.
Cuide su imagen, su higiene, su pelo, el aspecto de sus manos y la forma de vestir. La prudencia está en el equilibrio. Todos los excesos, tanto en el aspecto femenino como en el masculino, llevan a que su interlocutor centre más su atención en lo que ve que en el mensaje que le transmite.
Cada uno en su vida privada debe arreglarse como desee, pero si quiere tener credibilidad en su profesión, modere su forma de presentarse y adáptela, en la medida que su escala de valores y forma de ser se lo permitan, a las necesidades de su profesión. A medida que adquiera experiencia en ella y su buen hacer le posicionen, podrá relajarse con la apariencia.
El nivel de reputación es inversamente proporcional a la importancia de su presencia física. ¿Por qué? Porque cuanto mejor le hayan hablado de un profesional, menos le importará la imagen que tenga. La credibilidad es tan frágil como la confianza. Se tarda mucho tiempo en ganar, pero es muy fácil perderla. Ser fiable no se basa solo en el carisma, sino en la coherencia con la que nos comportamos.
sábado, 18 de mayo de 2019
Aumenta el narcisismo : terreno abonado para los mediocres (El Pais)
En 2015, un destacado psiquiatra, Jerrold M. Post, publicó un libro titulado Narcissism and Politics en el que analiza meticulosamente ese fenómeno. “Creo que rasgos narcisistas están asociados con muchos de los comportamientos de líderes políticos, especialmente aquellos de conductas contradictorias que manifiestan un contraste entre las palabras y los hechos”, afirma en su prólogo.
El autor explica la necesidad de este libro en que, aunque el narcisismo fue muy obvio en el pasado en los casos de dictadores y caudillos relevantes, hoy está más extendido y es más peligroso porque encuentra una mejor acogida y una mayor justificación en una sociedad también más individualista y más narcisista. “Existe una creciente preocupación de que, en la generación de Facebook, el aprecio al ego y el narcisismo se está extendiendo en la sociedad: el índice Narcissistic Personality Iventory entre estudiantes universitarios ha crecido más del doble entre 2002 y 2007 que en todas las décadas entre 1982 y 2006”.
La autoestima y la autocomplacencia han sustituido a la discreción y el esfuerzo. Cualquier trivialidad personal —¡llevo un mes sin faltar al gimnasio!— se publica y se celebra como una proeza en un determinado entorno, lo que está generando una sociedad con una mínima capacidad de exigencia y rigor. Todo se perdona, se tolera o se olvida rápidamente, porque enseguida estamos pendientes de otra gesta próxima, anunciada en una foto que acabamos de ver en Instagram o en la última serie de televisión.
Terreno este abonado para el crecimiento de los mediocres, cuyo único peligro consiste en que ahora, con bastante frecuencia, tienen grandes aspiraciones.
Michi Strausfeld: La gente culta es dificil de manejar porque piensa
¿Cómo hacer que los chicos quieran leer?Fascinándolos. Ofreciéndoles, gusto, placer por la lectura. Un libro que me aburra, que contenga moralina, no sirve, ¡los niños no se merecen eso! La literatura para niños y jóvenes es algo muy serio y muy difícil de escribir, porque tiene diferentes niveles de comprensión. Cuando los leemos los adultos con ellos vemos que en la buena literatura infantil hay otro nivel más profundo.
¿Y cómo se adquiere esa fascinación? Haciéndolos participar. Se dice que los padres han de estar con los hijos, pero no se habla de la calidad de ese tiempo. Hay que estar leyendo a su lado desde que son muy pequeños: ellos querrán compartir también el hábito de leer. El niño que tenga esa experiencia desde pequeño cuando sea grande tendrá el reto de leer por sí mismo. ¡Estará orgulloso cuando sepa leer una página!
¿Cuándo hay que empezar? En la primera infancia. A partir de entonces ya empieza a competir el libro con el iPad, con las nuevas tecnologías; el niño que nunca ha tenido el privilegio de compartir lectura lo tendrá más difícil. Octavio Paz decía, antes de Internet, que la sociedad se dividiría en dos: una leería, la de los ciudadanos responsables; y la otra sería una masa que se dejaría manipular. Esta es la que les gusta a los políticos. Por eso es tan importante fomentar la lectura en los niños.
¿Qué razones hay para que en España la lectura se asocie al fracaso? En la dictadura no les gustaba que la gente fuera culta. Y no había tradición de libros para niños, al contrario de lo que sucede en los países anglosajones, en los nórdicos o en Alemania. Quizá en esos países debíamos entretener las horas oscuras. Lo cierto es que en los países del sur se lee menos. Pero las cosas están para cambiarlas. Jaime Salinas, con quien hice la colección de Alfaguara, creció en Estados Unidos, sabía lo que significaba la literatura infantil, empezó a editarla, y vimos que la sociedad española quería esos cambios. Los padres, que no habían tenido libros de niños, vieron con buenos ojos que sus hijos los tuvieran. Fue un momento muy creativo, formidable para la sociedad de los años 80. Y lo mismo pasó luego con Jacobo Siruela, cuando hice con él la colección de Siruela.
¿Qué interés tenía la dictadura en que la gente fuera inculta? La gente culta es difícil de manejar porque piensa, no está de acuerdo, y eso es peligroso para cualquier dictadura. Por eso en todos los países de regímenes dictatoriales la lectura es tan deficitaria… En una época globalizada como ésta lo que tenemos que globalizar son las cabezas de los niños desde pequeños, ¡y globalizar los corazones! ¡Que sientan empatía con lo que se les cuenta de África, de América Latina, del mundo! El libro es ideal para familiarizarse con el pasado. Las bibliotecas son imprescindibles para el bienestar de la democracia.
VIRTUD DE ESCUCHAR : DEL BLOG EL GERENTE DEMEDIADO
La virtud de escuchar
La primera vez que vi a Gurpreet Dhaliwal fue en una sesión de Mortalidad y Morbilidad, tan habitual en los hospitales americanos. Era fascinante observar el proceso de razonamiento clínico de alguien que ha convertido esa rutina en un arte. En el amplio artículo que le dedicó el New York Times al profesor de medicina clínica de la Universidad de San Francisco, comparaban sus sesiones a observar a Steven Spielberg rodando una película o a McIllroy jugando al golf. Él desdramatizaba la cuestión, señalando que solo aspiraba " a elevar la estatura del pensamiento”. En un mundo en el que a los médicos se les evalúa y paga por el número de veces que registran la hemoglobina glicosilada, Dhaliwal considera que "el pensamiento es el procedimiento clínico más importante de todos”. En su opinión “ mejorar en el diagnóstico no es diagnosticar enfermedades raras; es reducir el daño para el paciente con las decisiones que tomamos. Es saber diferenciar la señal del ruido”.Hace unos meses Dhaliwal publicó un articulo en Academic Medicine que intentaba explorar las razones por las que determinadas personas son expertas en el proceso diagnóstico. Aquellas que no son las más famosas, ni las que tienen un mayor factor de impacto, pero son las que todo el hospital busca cuando un familiar cae enfermo. Como Dhaliwal. El grupo de investigación un estudio basado en entrevistas destinado a contribuir al desarrollo de una teoría explicativa de la práctica diagnóstica experta. En seis grandes centros clínicos americanos ( Mayo Medical School, University of Michigan, University of California, University of Toronto, McMaster y Otawa) seleccionaron, a partir de la nominación de sus pares, a un grupo de 34 clínicos excelentes tanto en el proceso diagnóstico, como en la atención clínica general ( 20 y 14 respectivamente). 76% hombres, de 55 años de edad media, y 24 años de experiencia; la media de jornada semanal era de 61 horas. Mediante entrevistas semiestructuradas grabadas identificaron cuatro características esenciales que conceptualizan su explicación de la expertez en el proceso diagnóstico.
La primera de ellas es la posesión de un extenso conocimiento a través de una implicación continua en la práctica clínica: “ ver pacientes. Estar interesados en el trabajo clínico. No puedes ser un buen clínico solamente leyendo. Ver más pacientes. Ver una gran variedad de pacientes”.
La segunda de las características es la de poseer habilidades para reunir de forma efectiva las historias de los pacientes. No las historias clínicas ele ctrónicas, sino su narrativa: “ creo que lo más importante del aprendizaje es escuchar. Es la habilidad de de realmente escuchar lo que el paciente quiere contar y no lo que te gustaría oír. Creo que los médicos menos habilidosos, los menos experimentados son los que interrumpen, preguntan continuamente, dirigen al paciente en vez de escuchar lo que dice. La mayor parte del diagnóstico sucede a través de tus oídos, no de tus ojos”
La tercera clave es la de integrar reflexivamente conocimiento e historias, siempre pendientes de buscar más causas que pueden explicar los síntomas, sin ignorar los síntomas que no cuadran en nuestra hipótesis.
La última característica es el aprendizaje continuo en la práctica clínica: “ Hay que ser humilde. Creo que la humildad significa aprender de tus errores. Eso forma parte también de ser un experto”.
Esas cuatro características clave no sirven de nada aisladas. Es su integración la que las convierten en poderosas. La capacidad de integrar lo aprendido con otras pacientes en el pasado mientras se construye nuevo conocimiento enfrentándose a nuevos casos difíciles. Llaman a esa situación “el pasillo de adaptabilidad óptimo ( optimal adaptability corridor)". El marco de juego que han aceptado los clínicos de todo el mundo dificulta en gran medida la realización de esta forma excelente de ejercer la medicina. La obsesión por una supuesta eficiencia, impulsada desde sectores que desconocen profundamente lo que es practicar la medicina, empuja a ver cada vez más pacientes en menos tiempo: atender 50 en vez de 40, dedicarles 7 minutos en vez de 15 se consideran signos de excelencia. El “buen médico” ha pasado a ser el que es capaz de diagnosticar sin dejar apenas hablar, porque ya se sabe que los pacientes siempre se enredan. Nuestra arrogancia ha convertido las viejas virtudes de escucha, silencio y paciencia en una pérdida de tiempo.
jueves, 9 de mayo de 2019
Steven Pinker: "Lo increible es que hayamos prosperado "
También analizo las fuerzas que niegan el progreso: el nacionalismo, el populismo, la religión, la hostilidad de los intelectuales hacia las ciencias... Y amenazas existenciales, como el terrorismo.
Pero yo me centro en las ideas que han hecho posible el progreso, que identifico claramente con las ideas de la Ilustración. Digamos que soy un defensor de los valores de la Ilustración: la razón, la ciencia, el progreso y el humanismo.
Pero cuanto mejor entendamos el universo mejor equipados estaremos para procurar el bien de la humanidad. Esa gran frase de Chéjov: «El hombre será mejor cuando le enseñes cómo es». La ciencia, la razón y el humanismo no nos vienen dados de fábrica. Pero están sus semillas. Tenemos la capacidad para la simpatía y la compasión. Por defecto, sólo las extendemos al círculo de familiares y amigos. Una de las innovaciones de la Ilustración fue precisamente coger esa nuez de simpatía y extenderla a toda la humanidad.
Sabemos que el nacionalismo en general es atávico, arcaico y condujo a dos guerras mundiales. El orgullo nacional no es incompatible con la cooperación internacional. Tenemos sentimientos tribales, pero somos de muchas tribus.
Los demagogos y muchos intelectuales insisten en que las personas sólo tenemos una identidad. No es cierto. La psicología humana admite muchas identidades solapadas... Lo cierto es que el papel de los intelectuales ante el nacionalismo es deprimente.
Creo que debemos comprender que hemos nacido en un universo sin piedad. Somos fuste torcido. Tenemos cantidad de defectos. El proceso que nos engendró no tenía un interés benévolo en nuestra felicidad. Pero fuimos dotados de algunos dones que nos han dado la oportunidad de redención. Tenemos la capacidad de empatía y compasión. Nuestras mentes nos permiten tener pensamientos sobre nuestros pensamientos. Tenemos la capacidad del lenguaje: podemos acumular nuestras ideas y compartirlas. Y al expandirse nuestra simpatía y al acumularse los frutos de nuestro ingenio colectivo podemos lograr pequeñas victorias frente a las fuerzas que nos oprimen. Si prestamos atención al estado del mundo, veremos que hemos logrado estas pequeñas victorias. Y como no hay límite al ingenio humano, no hay límite a las mejoras que podemos prever. Esto no significa que tendremos un mundo perfecto. No puede haberlo porque no somos idénticos. Ese es el gran hallazgo de Berlín: el mejor mundo al que podemos aspirar acepta un compromiso entre intereses y valores. Podrá inquietarnos que el mundo nunca vaya a ser perfecto, pero lo cierto es que existe un inmenso margen para el progreso. Hay fuerzas que naturalmente empujan en esa dirección. Cuando tenemos más conocimiento, nos conectamos más. Al expandirse el círculo de conexión, gentes de diversas culturas se juntan en defensa de intereses comunes. Llaman a priorizar el progreso humano porque tienen en común su humanidad. Y porque a pesar de todas las discrepancias culturales o nacionales, hay un fundamento básico de intereses comunes. Todos coincidimos en que la vida es mejor que la muerte. En que la salud es mejor que la enfermedad. En que la prosperidad es mejor que la pobreza. En que la seguridad es mejor que el peligro. En que la paz es mejor que guerra. Y en que el conocimiento es mejor que la superstición o la ignorancia.
domingo, 5 de mayo de 2019
La advertencia póstuma del pensador Zygmunt Bauman
o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común"
Puede parecer una anécdota, pero para Zygmunt Bauman, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, es el reflejo de que hemos empezado a buscar la utopía en un pasado idealizado, una vez que el porvenir ha dejado de ser sinónimo de esperanza y progreso para convertirse en el lugar sobre el que proyectamos nuestras aprensiones. El sociólogo y filósofo polaco dejó desarrollada esta tesis de la retrotopía (la búsqueda de la utopía en el pasado) en dos escritos, los primeros traducidos al español tras su muerte el pasado enero con 91 años. Son el ensayo Retrotopía, publicado este mes por Paidós, y el texto Síntomas en busca de objeto y nombre, parte de una obra colectiva sobre el estado de la democracia, El gran retroceso (Seix Barral), que llega a las librerías el próximo día 27 y cuenta con nombres como Slavoj Žižek, Nancy Fraser o Eva Illouz.
"El futuro es, en principio al menos, moldeable, pero el pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo. Sin embargo, en la práctica de la política de la memoria, futuro y pasado han intercambiado sus respectivas actitudes", señala. Bauman habla del temor a perder el empleo, a la multiculturalidad, a que nuestros hijos hereden una vida precarizada, a que nuestras habilidades laborales se vuelvan irrelevantes porque los robots sepan hacer -mejor y más barato- nuestro trabajo. En definitiva, miedo porque todo lo que era sólido (parafraseando a Antonio Muñoz Molina) es ahora "líquido", usando el adjetivo que popularizó (e hizo popular a) Bauman.
"Hay una creciente brecha abierta entre lo que hay que hacer y lo que puede hacerse, lo que importa de verdad y lo que cuenta para quienes hacen y deshacen; entre lo que ocurre y lo deseable", señala. Bauman defiende que hemos regresado a la tribu, al seno materno, al mundo despiadado que describía Hobbes para justificar la necesidad del Leviatán (El Estado fuerte que evite la guerra de todos contra todos) y a la más flagrante desigualdad, en la que "el 'otro' es una amenaza" y "la solidaridad se le antoja al ingenuo, al incrédulo, al insensato y al frívolo una especie de trampa traicionera". "El objetivo ya no es conseguir una sociedad mejor, pues mejorarla es una esperanza vana a todos los efectos, sino mejorar la propia posición individual dentro de esa sociedad tan esencial y definitivamente incorregible", lamenta. La filósofa Marina Garcés, profesora en la Universidad de Zaragoza, alaba la capacidad de Bauman para "asumir el fin del pensamiento utópico y sus consecuencias". "No pretende embaucarnos con nuevas y falsas promesas de futuro, sino que intenta comprender qué pasa y qué está pasando tras la era de las revoluciones y sus diversas derrotas", asegura.
Pensador de inspiración marxista, Bauman cita en Retrotopía al filósofo alemán en un par de ocasiones, carga contra los señuelos de la sociedad de consumo de masas y no renuncia al análisis científico de las contradicciones del capitalismo, pero también "recurre a otras herramientas" para ofrecer "una visión en gran angular", explica el catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona y diputado socialista Manuel Cruz. "La idea de que la materialización de la utopía se ha dejado pasar es un runrún en el pensamiento del siglo XX", pero "en la obra de Bauman hay un esfuerzo por reconocer lo nuevo que trae 'lo nuevo". "Los pensadores que ahora consideramos que supusieron una revolución fueron recibidos con un 'esto ya lo sabíamos'. Hace falta tiempo para que la sociedad entienda lo que tenían de novedad", señala.
En los dos textos póstumos, el filósofo plantea un reto y una -abstracta y poco desarrollada- respuesta. El reto es "diseñar -por primera vez en la historia humana- una integración sin separación alguna a la que recurrir". Hasta ahora, argumenta, lo que ha funcionado es la división entre 'nosotros' y 'ellos' y seguimos empeñados en buscar un 'ellos', "preferiblemente el extranjero de toda la vida, inconfundible e incurablemente hostil, siempre útil de cara a reforzar identidades, trazar fronteras y levantar muros". Sin embargo, esta dicotomía histórica "no termina de encajar" con la "emergente 'situación cosmopolita". ¿Cuál es entonces la única respuesta posible? "La capacidad para dialogar", concluye Bauman tras citar de forma elogiosa al papa Francisco.
Garcés se reconoce "sorprendida" tanto por la llamada al diálogo ("¿de quién con quién?", se pregunta) como por la invocación de la figura del Papa. "Creo que es una llamada de socorro" de un Bauman que "intenta dibujar un escenario para la palabra compartida" porque sabe que "ya no hay soluciones parciales a ninguno de los problemas de nuestro tiempo". Es la advertencia final del pensador polaco: "Debemos prepararnos para un largo período que estará marcado por más preguntas que respuestas, y por más problemas que soluciones (...) Nos encontramos (más que nunca antes en la historia) en una situación de verdadera disyuntiva: o unimos nuestras manos o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común"
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