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sábado, 26 de diciembre de 2020
How to Live a Good Life, episode 4: Ethical Culture & Secular Humanism
https://vimeo.com/channels/howtoliveagoodlife?s=09
viernes, 25 de diciembre de 2020
Unabhängigkeit.
Cómo me gusta el término alemán para designar la independencia: Unabhängigkeit.
Literalmente, la capacidad para no "engancharse" de nada.
Invictus
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleva mi espalda
soy el amo de mi destino
soy el capitan de mi alma
domingo, 20 de diciembre de 2020
“Un insecto puede distinguir su cara de la mía y recordarla”
Anne Sverdrup-Thygeson,
profesora de la Universidad de Noruega de Ciencias de la Vida
IMA SANCHÍS
18/12/2020 06:08
31
Un mundo por descubrir
Los insectos son los pequeños engranajes del sistema de la vida que hacen que la rueda no deje de girar. “Sin ellos nos extinguiríamos” explica esta entomóloga autora de un libro maravilloso, Terra insecta (Ariel), en el que nos descubre todo lo que los insectos hacen por nosotros, y nos deja con la boca abierta y el corazón ensanchado y maravillado. Averiguas por ejemplo que las polillas se comunican a través del olor a kilómetros de distancia, que las hormigas experimentadas enseñan habilidades a las jóvenes, que el insecto palo de la India está 79 días de cópula, que hay escarabajos con los oídos en las rodillas y mariposas con los ojos en el pene. Descubrirás que se está investigando el uso de cucarachas para labores de rescate en edificios derrumbados o contaminados.
El café que nos estamos tomando se lo debemos a los insectos?
Sí, porque polinizan las flores de la planta del café, del cacao y tantas otras. Nos dan pigmentos, barniz, dientes postizos, acristalamiento, analgésicos...
Mucho más que miel y seda.
El rojo carmín nos lo da la cochinilla. Y un pariente suyo nos da la goma laca con la que hacemos cosméticos y perfumes; aislamiento eléctrico, pegamento para la restauración de huesos de dinosaurios, balsas y un largo etcétera.
Gracias cochinillas.
Y se utilizan larvas de moscardón para curar heridas. La terapia larval se utilizó con gran éxito en tiempo de Gengis Kan, durante las guerras napoleónicas, la guerra civil estadounidense y la Primera Guerra Mundial. Ahora con la resistencia al antibiótico se está volviendo a utilizar.
¿Y cómo curan nuestras heridas?
Se comen el tejido muerto y el pus y no tocan el tejido vivo alrededor de la herida, producen un antibiótico e incluso generan sustancias que promueven la formación de tejido nuevo.
Las hormigas también usan antibióticos.
Sí, como viven en grandes sociedades como nosotros, se protegen de las bacterias y hongos cooperando con un microorganismo que alojan y que produce un antibiótico que se untan unas a otras. Se ha patentado para uso humano.
La patente debería ser de las hormigas.
Y las abejas y algunos escarabajos tienen el elixir de la juventud, pueden ralentizar su propio proceso de envejecimiento.
Hay larvas que se comen el plástico.
Se estima que en el 2050 habrá más plástico que peces en el océano. Unas larvas que viven en la larva de los gusanos de la harina producen una enzima que no solo digieren el plástico, lo convierten en tierra cultivable.
Deberíamos hacerles la ola.
Los insectos son criaturas fascinantes, útiles y de las que podemos aprender muchísimo. Existen numerosos ejemplos de biomimetismo (imitar la naturaleza). Las libélulas inspiraron la tecnología de drones. Y las cucarachas de ciudad pronto se convertirán en tu ángel salvador.
¿Qué me dice?
Cuando hay que localizar a gente en edificios en ruinas se envían cucarachas equipadas con una pequeña mochila tecnológica con microchips a través de la cual las dirigen.
Parece ciencia ficción.
El mosquito no picador puede llegar a vivir deshidratado 17 años. Luego le tiras agua y como nuevo. Tal vez este mosquito africano tenga la clave de futuros viajes interestelares.
¿Qué investigación le apasiona?
Que el cerebro de una abeja, que es como un grano de arena, pueda contar hasta cuatro.
Los insectos pueden contar, enseñar a sus jóvenes y reconocerse unos a otros.
Incluso pueden reconocernos a nosotros. Para ellos una cara es un patrón, igual que una flor. Distinguirían su cara de la mía y recordarían esta distinción durante tres días. Cada año descubrimos una capacidad nueva de los insectos.
¿Son inteligentes?
Nos asombran con su capacidad para aprender y emitir juicios, cosa que creíamos exclusiva de animales más grandes. Los insectos sociales distribuyen tareas, comparten experiencias y charlan entre ellos de forma avanzada.
Unos científicos enseñaron a abejorros a tirar de una cuerda.
Sí, para acceder a la comida debían levantar una tapa tirando de una cuerda. Y lo más curioso es que cuando añadieron nuevos abejorros, simplemente observando aprendieron.
Son criaturas bien curiosas y exóticas.
Son hermosas, extrañas, extravagantes y maravillosas. Tienen los órganos sensoriales en distintas partes del cuerpo. Hay mariposas con ojos en el pene, otras que oyen por la boca, un grillo que tiene los oídos en la rodilla y, la mosca común tiene la lengua en las patitas.
¿Hablan entre ellos?
Se comunican de muy distintas maneras. Cuando una abeja encuentra un néctar vuelve a la colmena y bailando les explica al resto dónde está ese néctar y a cuánta distancia.
Sus ritos de apareamiento son variados.
La entomología ha cambiado desde que han llegado las mujeres, porque hasta ahora se estudiaban sobre todo los machos. El óvulo de las hembras no se fertiliza con el último macho con el que copulan, ellas tienes una especie de reservorio en el que almacenan el esperma y luego seleccionan cuál les interesa.
Otra reivindicación feminista de las insectas son los nacimientos virginales.
Sí, como el pulgón, que sin necesidad de macho ponen sus huevos de los que nacerán nuevas hembras, y cuando necesitan que nazcan machos copulan con ellos.
¿Sin insectos qué sería de nosotros?
Duraríamos muy poco porque alimentan toda la cadena trófica. En un año las aves comen en insectos el peso de todos los humanos sobre el planeta.
Hay que cambiar la mirada.
Un entomólogo canadiense dijo una vez que el mundo es muy rico en pequeñas maravillas, pero muy pobre en ojos que las ven. Incluyamos a los insectos en los planes de desarrollo y uso del suelo. Seamos agradecidos con ellos por las tareas que llevan a cabo por nosotros.
jueves, 17 de diciembre de 2020
Carl Gustav Jung
«La soledad es peligrosa. Es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente»
domingo, 13 de diciembre de 2020
jueves, 10 de diciembre de 2020
Los justos . JL Borges
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo
lunes, 7 de diciembre de 2020
gente que te mejora la vida
con los años he pasado de valorar la inteligencia por encima de todo a la bondad.
Hay una sabiduría natural que no necesita lecturas, pero que si las tiene, las aprovecha. La persona que tiene sabiduría natural nunca te va a rechazar un libro. Lo va a poder entender más o menos, pero lo va a aprovechar. A mí me gusta la gente esponja, pero con un buen corazón. Son las que, además, van a hacerte mejor la vida, en las que puedes confiar. Es fundamental tener personas en las que confiar porque si no sería espeluznante. El mundo se ha vuelto muy cínico y más que nunca son necesarias las personas que te dicen ‘no puedo salir contigo porque tengo una vecina que está enferma, sola y le voy a hacer la comida’. Que existan personas así me justifica la vida.
Zumiriki Vicente Molina Foix
Pensar, mirar, buscar
En 1964 Jack Kerouac contestó a mano el cuestionario que un alumno de doce años para quien el novelista era su escritor favorito le había mandado desde Boston, como parte de un trabajo escolar obligatorio. A una de las preguntas del audaz niño, "¿Cuál cree que es el modo ideal de vida?", Kerouac le respondía: "Eremita en los bosques, cabaña de un único cuarto, estufa de leña, lámpara de petróleo, libros, alimentos, retrete, sin electricidad, solo agua de riachuelo o arroyo, dormir, ir a pie". El cineasta navarro Iñaki Alegria, que probablemente no sea un beatnik, tuvo entre el invierno de 2017 y un prolongado verano de 2018 una aventura fluvial en la que el río Arga fue para él el agua primordial de una infancia trascurrida en sus orillas, desde las que entonces se divisaba una isla en el centro del río, un Zumiriki, título del largometraje ahora estrenado, ocho años después de su primera película La casa Emak Bakia. Las raras palabras bien provistas de "kas" muy sonoras anuncian ya desde su morfología una pertenencia y una raíz del cine de Alegria, que con esta segunda y fascinante obra se configura como uno de los nombres clave del actual cine-ensayo (mejor diríamos cinéma-essai, dada la filiación con Montaigne), al lado, dentro de nuestro país, de José Luis Guerín, Mercedes Álvarez, Oliver Laxe o Isaki Lacuesta.
Zumiriki tiene un arranque engañoso que parece encaminarse a una exaltación de lo regional y lo telúrico: una ermita campestre, una romería de la Virgen en la montaña, un padre labriego que hacía cine amateur con sus allegados. Todo muy previsible y muy rústico. Pero Alegria no sólo introduce desde el principio las secuencias caseras en Super8 de su padre; cita lo que este decía, "filmar sin pensar", y a eso se entrega el hijo en este film nunca ingenuo sino sofisticadamente cerebral, en el que todo está planeado a la vez que sujeto a la indeterminación de los elementos, al capricho animal y a los accidentes del hombre, entre ellos la muerte. Así que el aventurero, o el deambulador, o el evocador sentimental, decide ir a la margen del Arga y hacerse una cabaña unipersonal como las que, por mencionar solo algunos famosos reclusos voluntarios, ocuparon Heidegger en la Selva Negra, Wittgenstein junto a un lago noruego, Mahler en los Dolomitas, Strindberg en un pequeño archipiélago cerca de la capital sueca, Dylan Thomas y Bernard Shaw dentro de los jardines de sus respectivas casas de campo británicas. Entre ellos había, según sabemos, enemigos sin más del ruido ajeno, quienes al recluirse dejaban atrás un matrimonio nublado o un bloqueo creativo, y los que iban en pos de un uso egotista del tiempo y una inspiración fluida e ilimitada. En su propia confinación, Heidegger, quizá el más significado de todos, encontraba un "lugar de pensamiento" en el que, además de estar solo en su escarpada pradera, cultivaba la fidelidad a una "memoria campesina".
Aislado pero sin rechazar a los naturales del lugar, Alegria, después de levantar y adecentar su básico habitáculo sobre el solar de una antigua borda de su familia, sale a buscar el genio del lugar, sus figuras comunes y los excéntricos, y sobre todo no cesa de mirar ese paisaje idílico ahora anegado por las aguas de una presa construida en tiempos posteriores a su niñez. Su objetivo no es un veraneo fresco a la manera norteña, ni una tarea de mitificación infantil, aunque haya ciertos atavismos; evoca a su padre, a dos navegantes vascos que hicieron una larga travesía a vela en 1962 (cuyas imágenes de aficionado usa), y la figura evanescente de un hombre solitario que ocupó la orilla opuesta a la suya y al morir dejó cien vacas desvalidas. Noventa y nueve fueron al matadero y una, "joven y oscura", se escapó del rebaño, eludiendo el gancho de las carnicerías. "Esta película", dice el narrador en primera persona," pretende encontrarla".
Los incidentes y hallazgos (por no decir peripecias y ocurrencias) de Zumiriki nunca cansan; la épica de la subsistencia a lo Robinson Crusoe mantiene su potencia narrativa probada a lo largo de siglos, y todo explorador que sepa contar su historia nos interesa, aunque conste -en el Iñaki Alegria también protagonista del film- que su equipamiento, además de las dos gallinas ponedoras y las dos camisetas de cuerpo entero, la negra y la blanca, más propias del Oeste americano que de Navarra, incluía algún moderno utensilio para el bricolaje y cuatro cámaras de video de alta definición (las imágenes son con frecuencia de una gran belleza, tanto en el paisajismo como en el interiorismo.) Lo extraordinario de Zumiriki es que este intruso amigable divaga sin parar, y a menudo sin parar de andar; sus divagaciones son el reino de lo imprevisto, y los demás imprevistos que no emanan de él le dan a esta historia su argumento. Sin olvidar a la vaca oscura, personaje ausente cuya silueta está presente, y no estamos contando el final. El desenlace podría haber sido la garduña voraz instalada en el trono vacío del invasor humano ya desaparecido, pero al narrador Alegria le hacía falta un epílogo que quizá el espectador no necesita a estas alturas del largo metraje. El autor recompensa ese prolongamiento regalándole a su público un tour de force de imaginería nocturna y suspense acuático.
El indagador Iñaki Alegria se había fogueado el año 2012 en una búsqueda distinta, de la mano o por inspiración de Man Ray. La casa Emak Bakia es otro lugar ameno al que nuestro cineasta llega por ser cinéfilo, tras conocer el mediometraje abstracto y para-dadaísta que Man Ray realizó en 1926 y llamó Emak Bakia. Tan misterioso pero vascuence título ("déjame en paz", sería su traducción) le conduce, a través de la erudición ligeramente llevada, de las coincidencias y los hallazgos fortuitos, a una casona en la costa vasco-francesa donde el artista de origen norteamericano residió y rodó. La digresión es el territorio donde Alegria se siente más seguro, y nosotros mejor acompañados. Su película contiene lo siguiente: una primera aparición del clown de Fellini Alfredo Colombaioni (que resurge en Zumiriki), un delicioso ballet con el flirt de una mano de plástico y una servilleta voladora, unas entrevistas explicativas a Bernardo Atxaga, Ruper Ordorika, un tendero de ropa vintage y dos expertos en Man Ray (quizá sobren todas), una visita a la tumba del polifacético artista en el cementerio de Montparnasse, una panorámica muy variada de las fachadas con nombres autóctonos de los chalets costeros del golfo de Vizcaya, una disertación en imágenes del modo de dormir de los cerdos, y como acicate, un alegato en pro de la ruptura de formas en el relato fílmico que el director pamplonica asume como una enseñanza del cine experimental de Man Ray, que hizo en total cuatro interesantes películas. Sin olvidar el lado, nada oscuro, del Alegria narrador, quien parece a lo largo de sus dos ensayos cinematográficos sentir nostalgia del cine de aventuras y piratas, del western, del thriller, y hasta de las sagas heroicas, que él reduce a la persistencia y la sagacidad del modesto héroe tenaz: la vaca fugitiva, el ordenado hombre de la cabaña, la novelesca princesa rumana (prima de Nabokov, ni más ni menos) cuyos antepasados construyeron la casa Emak Bakia, hoy residencia estival para trabajadores franceses jubilados.
En realidad, Alegria busca pasados sin futuro o auroras que no tengan fin. La expresión emak bakia ya no se usa en el euskera de hoy, y de los zumirikis solo asoma, cuando baja el nivel del río, la copa de algún árbol resistente a las avenidas. Entonces, además de observarlo y encontrarlo donde siempre estuvo, hay quien quiere también bañarse en sus aguas.
Santiago Ramón y Cajal
"Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo,
en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia".
domingo, 6 de diciembre de 2020
invictus
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleva mi espalda
soy el amo de mi destino
soy el capitan de mi alma
sábado, 5 de diciembre de 2020
Ser inuit: demasiado hermoso, demasiado duro
En ‘Nirliit’, la autora quebequesa Juliana Léveillé-Trudel retrata con lirismo la vida de este grupo indígena, muy marcada por los extremos
Vista general de Salluit, en Canadá, donde transcurre la novela 'Nirliit'.
Vista general de Salluit, en Canadá, donde transcurre la novela 'Nirliit'.LOUIS CARRIER
JAIME PORRAS FERREYRA
02 DEC 2020 - 00:30 CET
Salluit, 1.400 almas, es una comunidad ubicada en la zona más septentrional de la provincia canadiense de Quebec. Casi todos sus habitantes son inuit. La novela Nirliit, escrita por Juliana Léveillé-Trudel, se desarrolla en este punto del orbe lleno de contrastes. “Muchas veces me entran ganas de llorar, pero no necesariamente porque esté triste. Es solo que aquí todo es demasiado, demasiado hermoso o demasiado duro”, señala en un momento la voz que lleva las riendas de la narración.
La medalla tiene dos caras sumamente distintas. Están, por supuesto, los crepúsculos multicolores, la fauna que enternece, las sonrisas contagiosas de los pobladores, los férreos lazos comunitarios. Pero también destacan las duras condiciones cotidianas. Si los pueblos indígenas canadienses enfrentan dificultades y carencias de envergadura, los inuit son el caso más radical. Algunos ejemplos: su mortalidad infantil es de 12,3 por cada 1.000 niños (4,4 entre los demás canadienses), el 45% habita en condiciones de hacinamiento (6% en el resto del territorio), su tasa de suicidios es nueve veces más elevada que la media nacional y su nivel de escolaridad es el más bajo de Canadá. El país con la calidad de vida más alta en América posee también un lado muy sombrío.
Juliana Léveillé-Trudel (Montreal, 1985) publicó Nirliit, su primera novela, en 2015 bajo el sello de la quebequesa La Peuplade. El libro recibió críticas muy positivas en los círculos literarios y los medios de comunicación francófonos de Canadá, tanto por su tallada escritura como por la forma de abordar un escenario tan complejo. La obra ya ha sido traducida al inglés, al danés y al islandés. Este mes llega a las librerías españolas gracias a la editorial sevillana Barrett, con traducción de Iballa López Hernández. Léveillé-Trudel cuenta a EL PAÍS los impactos más pronunciados del colonialismo sobre los inuit, en comparación con otros grupos: “Fueron los últimos en entrar en contacto directo con los blancos. Algunos misioneros y comerciantes ya tenían cierta presencia en la zona, pero no el Gobierno. El choque fue brutal. Su modo de vida cambió de forma sumamente acelerada”. Las políticas gubernamentales no fueron superficiales: desplazamientos, sedentarización obligatoria, censura cultural y una serie de subsidios que crearon un círculo vicioso.
La escritora canadiense Juliana Léveillé-Trudel.
La escritora canadiense Juliana Léveillé-Trudel.ALAIN LÉVEILLÉ
En Nirliit, una mujer blanca procedente de Montreal se dirige a Eva, su amiga del pueblo inuit, con quien forjó una estrecha relación durante años antes de ser asesinada por su pareja y lanzada al fondo del fiordo. “Tu cuerpo en el agua y tu espíritu en todas partes, en la superficie del mar, en la tundra, en ese cielo del verano ártico que nunca se oscurece, baila, Eva, baila”. El cadáver de Eva nunca fue hallado. “No han encontrado tu cuerpo, así que sigo esperando tu regreso, te veo caminar por el fiordo como un Jesucristo que llega al Polo Norte”.
Crímenes contra mujeres
Entre 2011 y 2014, Léveillé-Trudel organizó un campamento de verano, tanto en Salluit como en otras comunidades inuit. También trabajó en un proyecto educativo, en esas mismas coordenadas, para luchar contra el abandono escolar. De este modo, hizo el viaje al norte varias veces, como las ocas (Nirliit quiere decir justamente “ocas” en lengua inuktituk). Léveillé-Trudel cuenta que recibió influencias de distintos libros en la redacción de su novela. Por ejemplo, de Kuessipan, obra de la escritora innu Naomi Fontaine. También menciona a autores que han contado sus experiencias conviviendo con estos grupos, como Louis Hamelin. Léveillé-Trudel comenta a propósito del tejido entre realidad y ficción en su libro: “El personaje de Eva está inspirado en una mujer que conocí en el trabajo y que dos años después fue asesinada. Las estadísticas sobre estos crímenes hacia las mujeres indígenas son duras de por sí, pero era la primera vez que yo conocía a la víctima. Jamás encontraron su cuerpo”.
En páginas posteriores, la protagonista cuenta a Eva qué ha ocurrido con Elijah, el hijo de la mujer asesinada que, como es frecuente en el pueblo, ha sido padre a muy temprana edad y busca resistir al cúmulo de problemas cotidianos (alcoholismo, drogadicción, desempleo). Algunos amigos de Elijah deciden instalarse en Montreal, pero la metrópoli de Quebec muestra su lado más despiadado hacia estos jóvenes. Asimismo, Léveillé-Trudel cuenta las relaciones entre los blancos y los inuit, que pueden pasar por las fricciones, la indiferencia, la desconfianza, la amistad y el romance. La autora señala que en esta parte se basó sobre todo en notas que tomó in situ y en historias que circulan en la zona; las fue hilando poco a poco con recursos novelescos.
En Nirliit hay caminatas entre las rocas, orgullo por los platos tradicionales y cacerías; también hip hop, comida basura y cuatrimotos a gran velocidad. Y los niños figuran por doquier. “Ocupan un lugar toral en la comunidad. Los problemas son numerosos, pero muchas familias se esfuerzan para cuidarles de la mejor manera”, afirma. Las letras no están exentas de los debates actuales respecto a la apropiación cultural. “No creo que sea el caso de Nirliit. No pretendo formar parte de los inuit; tampoco pretendo pasar como suyo mi punto de vista. Mi narradora es una mujer que no pertenece a la comunidad y que es consciente de su posición, sus prejuicios, sus contradicciones y sus privilegios. Intenta forjar vínculos con la gente de Salluit, quiere conocerlos más, acercarse. Veo a Nirliit como una puerta de entrada”, comenta Léveillé-Trudel.
(Cioran
"Mi misión es matar el tiempo, y la del tiempo es a su vez matarme a mí. Qué cómodo se encuentra uno entre asesinos"
viernes, 4 de diciembre de 2020
Cafetera Moka
Renato Bialetti, rey del café cuyo apellido es sinónimo de las icónicas cafeteras de aluminio, murió a la edad de 93 años. En un inusual y extrañamente apropiado tributo, sus cenizas fueron colocadas en una cafetera gigante "Moka"
domingo, 29 de noviembre de 2020
Del blog Serendipia : Rebecca West
FAMILIA AUBREY, DE REBECCA WEST
La familia Aubrey apura sus vacaciones en Escocia a la espera de trasladarse de vuelta a Londres. El señor Morpurgo le ha conseguido a papá un empleo en el diario de Lovegrove, al sur de la ciudad, y mamá no puede estar más agradecida. Piers Aubrey es un extraordinario escritor y columnista, un pensador formidable, un filósofo querido, pero también un egoísta despilfarrador, ludópata y especulador, que arrastra a su familia de deuda en deuda y que no duda en vender cualquier objeto de valor que le quede a su esposa para seguir arruinándolos a conciencia. Mamá fue una famosa concertista de piano que dejó las giras internacionales para dedicarse a sus hijos: Cordelia, Mary, Rose y Richard Quin. Todos tienen talento musical excepto Cordelia que, para desgracia de todos, se ha empeñado en ser violinista profesional y salvarlos de la ruina. Narrada desde el punto de vista de Rose, la infancia de estos niños en el Londres de principios del siglo XX es cualquier cosa excepto convencional.
«—El mundo es un lugar ridículo —dijo mamá—. Demostramos un gran valor enseñando Historia en las escuelas, es descorazonadora.»
Cuando Laura Balagué habló de La familia Aubrey en Niu de mones me di cuenta de que Rebecca West era el seudónimo de Cecily Isabel Fairfield, una de las mujeres de H. G. Wells a la que había admirado entre las páginas de la biografía novelada Un hombre con atributos, de David Lodge. Trotalibros ya nos había comentado en 2018 lo mucho que le había gustado El regreso del soldado de Rebecca West, pero como por entonces todavía no había leído el libro de Lodge no até cabos. Resumiendo, que Rebecca West es el seudónimo de Cecily Fairfield (Londres, 1892-1983), que fue una periodista y escritora, crítica y feminista, que tuvo un hijo con H. G. Wells y que, quizás porque jamás se casó con él, mantuvo su amistad hasta la muerte de Wells, en 1986. West era decidida, independiente y con un carácter tan extraordinario que no flaqueó a la hora de seguir su propio camino -literario y vital- pese a las brutales críticas de la sociedad de su tiempo.
La familia Aubrey es una narración casi autobiográfica en la que Rebecca West le presta voz a la niña Rose para deleitar al lector con un universo único del que es imposible no enamorarse. West/Rose tiene esa visión infantil, a la vez impostada por la conciencia de la escritora, del choque de mundos entre los adultos y los niños, pero también la contraposición de una sociedad londinense en la que élite intelectual no se corresponde con élite económica. El contraste entre gente estúpida e ignorante con dinero y la inteligente y cultivada, pero en la ruina, familia Aubrey da pie a situaciones cómicas, extrañas y también desesperantes, como la angustiosa ambición de Cordelia o la rabia de Rose cada vez que le faltan al respeto. Pero es la prosa de Rebecca West, inteligente y precisa, la que obra la magia en esta novela excéntrica, ingeniosa y delicada.
La familia Aubrey es el primer volumen de la trilogía que Rebecca West publicó en los años cincuenta del siglo pasado, por lo que comprende solamente la infancia de su alter ego, Rose. La historia transcurre alrededor de la admiración por un padre que no se la merece y el regalo maravilloso que les ofrece Claire, su madre: la música, un lugar donde sentirse a salvo aunque todo lo demás sea miseria y dureza. Quizás por este motivo, a lo largo de toda la novela, el lector no logra comprender la adoración intensa de esposa e hijos por la figura de un padre que, en el mejor de los casos, se puede tildar de canalla egoísta, siendo este el único punto que chirría en una historia excepcional. Sin embargo, la naturaleza humana es así de contradictoria y como esta historia es más real que ficticia… eso resolvería cualquier complejidad narrativa.
Lector, te va a encantar conocer a Rose.
domingo, 22 de noviembre de 2020
En busca de la alegria ( Blog Dr Casado)
En busca de la alegría. In search of joy. 尋找快樂。
Lo que es bello es bueno y quien es bueno, también llegará a ser bello”
Safo (650-580 a. C.)
La inflación nos quita dinero sin que nos demos cuenta, los políticos derechos, los empleadores dignidad, los comercios calidad. Son cambios habitualmente sutiles que no nos obligan a cambiar de postura. Ocurren con una progresión tan lenta que los convierte en invisibles hasta que pasa el suficiente tiempo y ya suele ser tarde para revertirlos.
De este modo muchas sociedades se han visto empobrecidas en los últimos años. Quizá sea verdad que hemos recibido servicios públicos diversos pero también que estos cada vez se pagan más con deuda y se desinvierte en ellos para que sean menos costosos.
Por otro lado los empleos van incrementando la carga laboral sin que aumente proporcionalmente la remuneración. El mercado laboral va cambiando eliminando puestos de trabajo y modificando otros. En general hay menos oportunidades y estas son en muchos casos peores que antes.
Si ponemos la televisión o nos conectamos a algún medio de información seremos bombardeados instantáneamente por crispación y noticias falsas, el mundo de la política es un epítome de zafiedad que compite con los realities y los tertulianos por un trozo del pastel de la atención. En el universo de las redes sociales pasa lo mismo, el que más grita es el que triunfa.
El hecho de dar más importancia a lo desagradable y lo corrupto ha eliminado la estética, la armonía y el arte de las primeras planas de periódicos y telediarios. El coste es brutal para cualquiera, nos han robado la belleza. Y en cuanto al reservorio natural de la misma qué diremos en un mundo donde cada vez paseamos menos, nos desplazamos en vehículos y pasamos menos tiempo al aire libre...
Pongamos también una pandemia en la ecuación y obliguemos al personal a taparse la cara con mascarillas, aumentar la distancia unos de otros para que corra el aire y evitemos los bares, teatros y demás. Apaguemos la vida cultural y social, obliguemos a permanecer en el domicilio con toques de queda.
La resultante de todos estos cambios es que nos hemos quedado sin alegría desangrados por tantas cuestiones. Cuando el objetivo de la vida no es otro que sobrevivir nos olvidamos de esas pequeñas cosas que hacen que el día valga la pena. Y estamos hablando de la parte rica del planeta, la que si abre el grifo tiene agua y la que cena caliente.
No verán ninguna manifestación reclamando alegría, ni a tertuliano o político reivindicándola. Solo los poetas, artistas, locos e infantes la necesitan como el aire, si alguien protesta algo seguramente sean ellos. Pero hay pocas probabilidades de que los saquen en un telediario, ya saben. Por eso comparto esta reflexión para que nos unamos a esa búsqueda de la alegría tan necesaria como imprescindible.
Quizá nos demos cuenta de que es necesario apagar un poco las pantallas, dejar de consumir como posesos, caminar un poquito más lentos, salir a tomar aire con más frecuencia y volver la mirada hacia lo bello, bueno y verdadero. No es difícil, tan solo hay que querer.
domingo, 8 de noviembre de 2020
Nikos Kazantzakis
"Sé humilde, sé simple. Inclínate ante la grandeza de una flor, de una nube, de un insecto. No seas nada. No seas nadie. Sé literalmente una nada. Y cuando estés completamente vacío, el recipiente se podrá llenar de todo lo que realmente eres”.
sábado, 7 de noviembre de 2020
13 Life-Learnings from 13 Years of Brain Pickings
More fluid reflections on keeping a solid center.
BY MARIA POPOVA
On October 23, 2006, Brain Pickings was born as a plain-text email to seven friends. It was then, and continues to be, a labor of love and ledger of curiosity, although the mind and heart from which it sprang have changed — have grown, I hope — tremendously. At the end of the first decade, I told its improbable origin story and drew from its evolution the ten most important things this all-consuming daily endeavor taught me about writing and living — largely notes to myself, perhaps best thought of as resolutions in reverse, that may or may not be useful to others.
Now, as Brain Pickings turns thirteen — the age at which, at least in the Germanic languages, childhood tips to adolescence; the age at which I first competed in the European Math Olympics; the legal marriage age in my homeland; the number of British colonies that germinated the United States; the number of moons revolving around Neptune; a handsome prime number — I feel compelled to add three more learnings from the past three years, which have been in some ways the most difficult and in some ways the most beautiful of my life; the years in which I made the things of which I am proudest: created The Universe in Verse, composed Figuring, and finally published, after eight years of labor, A Velocity of Being: Letters to a Young Reader.
With dad, year 0
With dad, year 0
Here are the initial ten learnings, as published in 2016, which I continue to stand and live by:
Allow yourself the uncomfortable luxury of changing your mind. Cultivate that capacity for “negative capability.” We live in a culture where one of the greatest social disgraces is not having an opinion, so we often form our “opinions” based on superficial impressions or the borrowed ideas of others, without investing the time and thought that cultivating true conviction necessitates. We then go around asserting these donned opinions and clinging to them as anchors to our own reality. It’s enormously disorienting to simply say, “I don’t know.” But it’s infinitely more rewarding to understand than to be right — even if that means changing your mind about a topic, an ideology, or, above all, yourself.
Do nothing for prestige or status or money or approval alone. As Paul Graham observed, “prestige is like a powerful magnet that warps even your beliefs about what you enjoy. It causes you to work not on what you like, but what you’d like to like.” Those extrinsic motivators are fine and can feel life-affirming in the moment, but they ultimately don’t make it thrilling to get up in the morning and gratifying to go to sleep at night — and, in fact, they can often distract and detract from the things that do offer those deeper rewards.
Be generous. Be generous with your time and your resources and with giving credit and, especially, with your words. It’s so much easier to be a critic than a celebrator. Always remember there is a human being on the other end of every exchange and behind every cultural artifact being critiqued. To understand and be understood, those are among life’s greatest gifts, and every interaction is an opportunity to exchange them.
Build pockets of stillness into your life. Meditate. Go for walks. Ride your bike going nowhere in particular. There is a creative purpose to daydreaming, even to boredom. The best ideas come to us when we stop actively trying to coax the muse into manifesting and let the fragments of experience float around our unconscious mind in order to click into new combinations. Without this essential stage of unconscious processing, the entire flow of the creative process is broken. Most important, sleep. Besides being the greatest creative aphrodisiac, sleep also affects our every waking moment, dictates our social rhythm, and even mediates our negative moods. Be as religious and disciplined about your sleep as you are about your work. We tend to wear our ability to get by on little sleep as some sort of badge of honor that validates our work ethic. But what it really is is a profound failure of self-respect and of priorities. What could possibly be more important than your health and your sanity, from which all else springs?
When people tell you who they are, Maya Angelou famously advised, believe them. Just as important, however, when people try to tell you who you are, don’t believe them. You are the only custodian of your own integrity, and the assumptions made by those that misunderstand who you are and what you stand for reveal a great deal about them and absolutely nothing about you.
Presence is far more intricate and rewarding an art than productivity. Ours is a culture that measures our worth as human beings by our efficiency, our earnings, our ability to perform this or that. The cult of productivity has its place, but worshipping at its altar daily robs us of the very capacity for joy and wonder that makes life worth living — for, as Annie Dillard memorably put it, “how we spend our days is, of course, how we spend our lives.”
“Expect anything worthwhile to take a long time.” This is borrowed from the wise and wonderful Debbie Millman, for it’s hard to better capture something so fundamental yet so impatiently overlooked in our culture of immediacy. The myth of the overnight success is just that — a myth — as well as a reminder that our present definition of success needs serious retuning. The flower doesn’t go from bud to blossom in one spritely burst and yet, as a culture, we’re disinterested in the tedium of the blossoming. But that’s where all the real magic unfolds in the making of one’s character and destiny.
Seek out what magnifies your spirit. Patti Smith, in discussing William Blake and her creative influences, talks about writers and artists who magnified her spirit — it’s a beautiful phrase and a beautiful notion. Who are the people, ideas, and books that magnify your spirit? Find them, hold on to them, and visit them often. Use them not only as a remedy once spiritual malaise has already infected your vitality but as a vaccine administered while you are healthy to protect your radiance.
Don’t be afraid to be an idealist. There is much to be said for our responsibility as creators and consumers of that constant dynamic interaction we call culture — which side of the fault line between catering and creating are we to stand on? The commercial enterprise is conditioning us to believe that the road to success is paved with catering to existing demands — give the people cat GIFs, the narrative goes, because cat GIFs are what the people want. But E.B. White, one of our last great idealists, was eternally right when he asserted half a century ago that the role of the writer is “to lift people up, not lower them down” — a role each of us is called to with increasing urgency, whatever cog we may be in the machinery of society. Supply creates its own demand. Only by consistently supplying it can we hope to increase the demand for the substantive over the superficial — in our individual lives and in the collective dream called culture.
Don’t just resist cynicism — fight it actively. Fight it in yourself, for this ungainly beast lays dormant in each of us, and counter it in those you love and engage with, by modeling its opposite. Cynicism often masquerades as nobler faculties and dispositions, but is categorically inferior. Unlike that great Rilkean life-expanding doubt, it is a contracting force. Unlike critical thinking, that pillar of reason and necessary counterpart to hope, it is inherently uncreative, unconstructive, and spiritually corrosive. Life, like the universe itself, tolerates no stasis — in the absence of growth, decay usurps the order. Like all forms of destruction, cynicism is infinitely easier and lazier than construction. There is nothing more difficult yet more gratifying in our society than living with sincerity and acting from a place of largehearted, constructive, rational faith in the human spirit, continually bending toward growth and betterment. This remains the most potent antidote to cynicism. Today, especially, it is an act of courage and resistance.
And here are the three new additions, which refine some of the subtler ideas and ideals contemplated above:
A reflection originally offered on the cusp of Year 11, by way of a wonderful poem about pi: Question your maps and models of the universe, both inner and outer, and continually test them against the raw input of reality. Our maps are still maps, approximating the landscape of truth from the territories of the knowable — incomplete representational models that always leave more to map, more to fathom, because the selfsame forces that made the universe also made the figuring instrument with which we try to comprehend it.
Because Year 12 is the year in which I finished writing Figuring (though it emanates from my entire life), and because the sentiment, which appears in the prelude, is the guiding credo to which the rest of the book is a 576-page footnote, I will leave it as it stands: There are infinitely many kinds of beautiful lives.
In any bond of depth and significance, forgive, forgive, forgive. And then forgive again. The richest relationships are lifeboats, but they are also submarines that descend to the darkest and most disquieting places, to the unfathomed trenches of the soul where our deepest shames and foibles and vulnerabilities live, where we are less than we would like to be. Forgiveness is the alchemy by which the shame transforms into the honor and privilege of being invited into another’s darkness and having them witness your own with the undimmed light of love, of sympathy, of nonjudgmental understanding. Forgiveness is the engine of buoyancy that keeps the submarine rising again and again toward the light, so that it may become a lifeboat once more.
And since Brain Pickings is the public record of what I privately think and feel and worry and wonder about daily, here is a time machine of thought and feeling via thirteen of the pieces I have most enjoyed writing these past thirteen years:
The More Loving One
Big Wolf & Little Wolf: A Tender Tale of Loneliness, Belonging, and How Friendship Transforms Us
How to Grow Old: Bertrand Russell on What Makes a Fulfilling Life
The Difficult Art of Giving Space in Love: Rilke on Freedom, Togetherness, and the Secret to a Good Marriage
Love, Lunacy, and a Life Fully Lived: Oliver Sacks, the Science of Seeing, and the Art of Being Seen
Zadie Smith on Optimism and Despair
Telling Is Listening: Ursula K. Le Guin on the Magic of Real Human Conversation
The Writing of “Silent Spring”: Rachel Carson and the Culture-Shifting Courage to Speak Inconvenient Truth to Power
Susan Sontag on Storytelling, What It Means to Be a Moral Human Being, and Her Advice to Writers
Emily Dickinson’s Electric Love Letters to Susan Gilbert
Patti Smith on Time, Transformation, and How the Radiance of Love Redeems the Rupture of Loss
Salvation by Words: Iris Murdoch on Language as a Vehicle of Truth and Art as a Force of Resistance to Tyranny
A Brave and Startling Truth: Astrophysicist Janna Levin Reads Maya Angelou’s Stunning Humanist Poem That Flew to Space, Inspired by Carl Sagan
donating = loving
viernes, 6 de noviembre de 2020
Unabhängigkeit.
Cómo me gusta el término alemán para designar la independencia: Unabhängigkeit. Literalmente, la capacidad para no "engancharse" de nada.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
la opcion de no tener hijos
La decisión meditada de no tener hijos es también una opción política. A veces, la mejor manera de "crear descendencia" es intentar paliar el sufrimiento y el dolor de los que ya estamos aquí, y luchar por la existencia y desarrollo de estructuras sociales justas y de igualdad.
martes, 27 de octubre de 2020
ana ajmatova
Cuando una persona muere
Cambian también sus retratos.
Sus ojos miran de otra forma, y sus labios
Sonríen con otra sonrisa.
Yo me di cuenta de esto al regresar
Del entierro de un poeta.
Desde entonces, con frecuencia, he comprobado
Que mi conjetura era cierta.
Ana Ajmátova (Bolshoi Fontán, Ucrania, 1889-Domodedovo, Rusia, 1966), Poemas escogidos, traducción de Jorge Bustamante García, Editorial Norma, Bogotá, 1998
Vía La Gaddiana
domingo, 25 de octubre de 2020
Unabhängigkeit.
Cómo me gusta el término alemán para designar la independencia: Unabhängigkeit.
Literalmente, la capacidad para no "engancharse" de nada.
sábado, 24 de octubre de 2020
martes, 13 de octubre de 2020
Poema de Laura Casielles GEOGRAFÍA POLÍTICA
Los doctores llevan siglos equivocándose:
el corazón se sitúa más bien a la derecha,
tiende siempre a posturas conservadoras.
No sé por qué,
pero he visto más de mil ejemplos,
lleva a la gente a decir casa, mío, patria.
El corazón
no tiene sitio fijo pero tiende,
ya digo,
a la derecha.
No importa lo que pienses.
Él cree en la propiedad y llora por celos,
busca estabilidad,
lo olvida todo
por una certeza falsa de calor;
defiende el país, la familia,
y en cuanto te descuidas
se lanza a veleidades con anillos.
Y ahí nosotros, siempre en lucha
por demostrar que sigue estando,
como afirman los latidos,
a la izquierda.
Publicado por Cosas Humanas
La enseñanza debe respetar el derecho de cada uno a buscar su verdad
Camus agradeció siempre a su maestro que la escuela le enseñara que hay plagas y hay víctimas y que en la medida de lo posible hay que negarse a estar del lado de la plaga .
Se trata de educar a los jóvenes para que tomen sus decisiones y lo hagan sin desembarazarse de la obligación que supone el problema moral .
La educación debería hacernos comprender que leer , dominar la técnica o sobresalir en el manejo de Internet no nos hace mejores personas ni mejores ciudadanos
Finlandia el país que ofrece la mejor educación del mundo, tiene un alto porcentaje de votantes xenófobos y ultraconservadores
Se puede recibir una educación exquisita y utilizarla para ser intolerante y cruel . Una cosa u otra dependerá de nuestra propia decisión individual
Y todo esto no tiene nada que ver con practicar una religión o no practicarla . Ya vemos las guerras que provocan las religiones y lo que separan , ademas de los fundamentalismos variopintos que nos asolan .
domingo, 4 de octubre de 2020
sábado, 3 de octubre de 2020
martes, 29 de septiembre de 2020
lunes, 21 de septiembre de 2020
viernes, 11 de septiembre de 2020
Wabi Sabi : forma de vivir encontrando belleza en la imperfección
Wabi sabi is a beautiful Japanese concept that has no direct translation in English. Both an aesthetic and a worldview, it connotes a way of living that finds beauty in imperfection and accepts the natural cycle of growth and decay. Wabi Sabi is also the title of a fantastic 2008 picture-book by Mark Reibstein, with original artwork by acclaimed Chinese children’s book illustrator Ed Young, exploring this wonderful sensibility through the story of a cat who gets lost in her hometown of Kyoto only to find herself in the process. (For, lest we forget, we only find ourselves by getting lost.)
The book reads like a scroll, from top to bottom, and features a haiku and a Japanese verse on each spread, adorned with Young’s beautifully textured artwork.
Reibstein paints a historical backdrop:
Wabi sabi’s origins are in ancient Chinese ways of understanding and living, known as Taoism and Zen Buddhism, but wabi sabi began to shape Japanese culture when the Zen priest Murata Shuko of Nara (1423–1502) changed the tea ceremony. He discarded the fancy gold, jade, and porcelain of the popular Chinese tea service, and simple, rough, wooden and clay instruments. About a hundred years later, the famous tea master Sen no Rikyu of Kyoto (1522–1591) brought wabi sabi into the homes of the powerful. He constructed a teahouse with a door so low that even the emperor would have to bow in order to enter, reminding everyone of the importance of humility before tradition, mystery, and spirit.
A true wabi sabi story lies behind the book: When Young first received the assignment, he created a series of beautifully simple images. As he went to drop them off with his editor, he left them for a moment on the front porch of the house. But when he returned to retrieve them, they were gone. Rather than agonizing over the loss, Young resolved to recreate the images from scratch and make them better — finding growth in loss.
While technically a children’s book, Wabi Sabi is the kind of subtle existential meditation in which adults, with our relentless aspiration for more and our chronic anxiety about imperfection, can take solace. Complement it with a beautiful grownup read about the philosophy of ancient Japanese aesthetics.
Invictus William Henley
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleva mi espalda
soy el amo de mi destino
soy el capitan de mi alma
Primer signo de civilización
"Hace años, la antropóloga Margaret Mead fue preguntada por un estudiante qué consideraba el primer signo de civilización en una cultura. El estudiante esperaba que Mead hablara de anzuelos o ollas de barro o piedras de molienda.
Pero no. Mead dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur (thighbone) que había sido roto y luego sanado. Mead explicó que en el reino animal, si te rompes la pierna, mueres. No puedes huir del peligro, llegar al río a tomar una copa o cazar comida. Eres carne para merodear bestias. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.
Un fémur roto que ha sanado es evidencia de que alguien se ha tomado tiempo para quedarse con el que cayó, ha atado la herida, ha llevado a la persona a un lugar seguro y ha cuidado a la persona a través de la recuperación. Ayudar a otra persona a través de la dificultad es donde comienza la civilización, dijo Mead".
Estamos en nuestro mejor momento cuando servimos a los demás. Ser civilizado."
- Ira Byock.
domingo, 6 de septiembre de 2020
Schopenhauer
: si algún Dios creó este mundo , no me gustaría ser ese Dios , pues su miseria y su infortunio , me partirían el corazón
sábado, 29 de agosto de 2020
domingo, 9 de agosto de 2020
domingo, 2 de agosto de 2020
sábado, 1 de agosto de 2020
Sobre mi pueblo ( habla Manuel Puig)
miércoles, 15 de julio de 2020
sábado, 11 de julio de 2020
viernes, 10 de julio de 2020
La Dama del número 6
jueves, 9 de julio de 2020
Mi responsabilidad por el Otro . Bauman
Escribía Zygmunt Bauman en Mortalidad, inmortalidad y otras estrategias de vida: “Mi responsabilidad por el Otro es mi significación-toda la significación que tengo, que puedo tener y puedo soñar con tener. Mi responsabilidad significa que la suerte del otro depende lo que yo haga. Mi existencia importa , tiene consecuencias , es más que un simple episodio en la monotonía de la reproducción de la especie…Agnes Heller plantea que el yo debería actuar como si el alivio del sufrimiento de cada ser dependiera de su acción. Solo actuando de esta forma mi vida cuenta; su finalización, su dejar de ser, mi muerte deja de ser un sin sentido, un absurdo…”.
martes, 7 de julio de 2020
Es un arte de no poca importancia ....
Es un arte de no poca importancia saber administrar bien los medicamentos , pero es un arte mucho mayor y de más dificultosa adquisición saber cuando suspender o siquiera omitirlos
Phillipe Pinel . Farmacologo Clinico
1- Medicamento esta bien
2- Medicamento , es posible
3- Medicamento , vigilar al paciente
4- Medicamento , vigilar al medico
5- Medicamentos , hospitalizar al medico , George Peters, Farmacologo clínico 1920- 2006
sábado, 4 de julio de 2020
viernes, 3 de julio de 2020
Zygmunt Bauman
Acaba de cumplir 90 años y de enlazar dos vuelos para llegar desde Inglaterra al debate en que participa en Burgos. Está cansado, lo admite nada más empezar la entrevista, pero se expresa con tanta calma como claridad. Se extiende en cada explicación porque detesta dar respuestas simples a cuestiones complejas. Desde que planteó, en 1999, su idea de la “modernidad líquida” —una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha licuado, en la cual “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”—, Zygmunt Bauman es una figura de referencia de la sociología. Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la revolución digital lo han convertido también en un faro para el movimiento global de los indignados, a pesar de que no duda en señalarles las debilidades.
Este polaco (Poznan, 1925) era niño cuando su familia, judía, escapó del nazismo a la URSS, y en 1968 tuvo que abandonar su propio país, desposeído de su puesto de profesor y expulsado del Partido Comunista en una purga marcada por el antisemitismo tras la guerra árabe-israelí. Renunció a su nacionalidad, emigró a Tel Aviv y se instaló después en la Universidad de Leeds, que ha acogido la mayor parte de su carrera. Su obra, que arranca en los años sesenta, ha sido reconocida con premios como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010, junto a su colega Alain Touraine.
Se le considera un pesimista. Su diagnóstico de la realidad en sus últimos libros es sumamente crítico. En ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (2014) explica el alto precio que se paga hoy por el neoliberalismo triunfal de los ochenta y la “treintena opulenta” que siguió. Su conclusión: que la promesa de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira. En Ceguera moral (2015), escrito junto a Leonidas Donskis, alerta de la pérdida del sentido de comunidad en un mundo individualista. En su nuevo ensayo vuelve a las cuatro manos, en diálogo con el sociólogo italiano Carlo Bordoni. Se llama Estado de crisis y trata de arrojar luz sobre un momento histórico de gran incertidumbre. Paidós lo publica en España el día 12.
Bauman vuelve a su hotel junto al filósofo español Javier Gomá, con quien ha debatido en el marco del Foro de la Cultura, un ciclo que celebrará su segunda edición en noviembre y trata de convocar en Burgos a los grandes pensadores mundiales. Él es uno de ellos.
PREGUNTA. Usted ve la desigualdad como una “metástasis”. ¿Está en peligro la democracia?
RESPUESTA. Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.
P. El péndulo que describe entre libertad y seguridad ¿hacia qué lado está oscilando?
R. Son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta libertad, si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito: que quieres una casa, un coche… ya lo pagarás después. Ha sido un despertar muy amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que vino, el colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada rápidamente a lo que llamamos precariado. La categoría de los que viven en una precariedad continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va a comprar otra y se van a ir al paro, no saber si lo que ha costado tanto esfuerzo les pertenece... El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases, sino el de cada persona con la sociedad. No es solo una falta de seguridad, también es una falta de libertad.
P. Afirma que la idea del progreso es un mito. Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y ya no.
R. Estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas. No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando con nuevas formas de hacer cosas. España ha sido un ejemplo en aquella famosa iniciativa de mayo (el 15-M), en que esa gente tomó las plazas, discutiendo, tratando de sustituir los procedimientos parlamentarios por algún tipo de democracia directa. Eso probó tener una corta vida. Las políticas de austeridad van a continuar, no las podían parar, pero pueden ser relativamente efectivos en introducir nuevas formas de hacer las cosas.
P. Usted sostiene que el movimiento de los indignados “sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido”.
R. La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo, enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves.
P. Y lamenta que, por su naturaleza “arco iris”, no cabe un liderazgo sólido.
R. Los líderes son tipos duros, que tienen ideas e ideologías, y la visibilidad y la ilusión de unidad desaparecería. Precisamente porque no tienen líderes el movimiento puede sobrevivir. Pero precisamente porque no tienen líderes no pueden convertir su unidad en una acción práctica.
P. En España las consecuencias del 15-M sí han llegado a la política. Han emergido con fuerza nuevos partidos.
R. El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.
P. Usted analiza la crisis del Estado-nación. ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?
R. Pienso que seguimos en los principios de Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo.
P. Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
R. La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.
Este polaco (Poznan, 1925) era niño cuando su familia, judía, escapó del nazismo a la URSS, y en 1968 tuvo que abandonar su propio país, desposeído de su puesto de profesor y expulsado del Partido Comunista en una purga marcada por el antisemitismo tras la guerra árabe-israelí. Renunció a su nacionalidad, emigró a Tel Aviv y se instaló después en la Universidad de Leeds, que ha acogido la mayor parte de su carrera. Su obra, que arranca en los años sesenta, ha sido reconocida con premios como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010, junto a su colega Alain Touraine.
Se le considera un pesimista. Su diagnóstico de la realidad en sus últimos libros es sumamente crítico. En ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (2014) explica el alto precio que se paga hoy por el neoliberalismo triunfal de los ochenta y la “treintena opulenta” que siguió. Su conclusión: que la promesa de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira. En Ceguera moral (2015), escrito junto a Leonidas Donskis, alerta de la pérdida del sentido de comunidad en un mundo individualista. En su nuevo ensayo vuelve a las cuatro manos, en diálogo con el sociólogo italiano Carlo Bordoni. Se llama Estado de crisis y trata de arrojar luz sobre un momento histórico de gran incertidumbre. Paidós lo publica en España el día 12.
Bauman vuelve a su hotel junto al filósofo español Javier Gomá, con quien ha debatido en el marco del Foro de la Cultura, un ciclo que celebrará su segunda edición en noviembre y trata de convocar en Burgos a los grandes pensadores mundiales. Él es uno de ellos.
PREGUNTA. Usted ve la desigualdad como una “metástasis”. ¿Está en peligro la democracia?
Ha sido una catástrofe arrastrar la clase media al precariado. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad”
RESPUESTA. Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.
P. El péndulo que describe entre libertad y seguridad ¿hacia qué lado está oscilando?
R. Son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad tienes que renunciar a cierta libertad, si quieres más libertad tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito: que quieres una casa, un coche… ya lo pagarás después. Ha sido un despertar muy amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que vino, el colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada rápidamente a lo que llamamos precariado. La categoría de los que viven en una precariedad continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va a comprar otra y se van a ir al paro, no saber si lo que ha costado tanto esfuerzo les pertenece... El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases, sino el de cada persona con la sociedad. No es solo una falta de seguridad, también es una falta de libertad.
P. Afirma que la idea del progreso es un mito. Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y ya no.
R. Estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas. No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando con nuevas formas de hacer cosas. España ha sido un ejemplo en aquella famosa iniciativa de mayo (el 15-M), en que esa gente tomó las plazas, discutiendo, tratando de sustituir los procedimientos parlamentarios por algún tipo de democracia directa. Eso probó tener una corta vida. Las políticas de austeridad van a continuar, no las podían parar, pero pueden ser relativamente efectivos en introducir nuevas formas de hacer las cosas.
P. Usted sostiene que el movimiento de los indignados “sabe cómo despejar el terreno pero no cómo construir algo sólido”.
R. La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo, enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves.
P. Y lamenta que, por su naturaleza “arco iris”, no cabe un liderazgo sólido.
R. Los líderes son tipos duros, que tienen ideas e ideologías, y la visibilidad y la ilusión de unidad desaparecería. Precisamente porque no tienen líderes el movimiento puede sobrevivir. Pero precisamente porque no tienen líderes no pueden convertir su unidad en una acción práctica.
El 15-M, en cierto sentido, pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son potentes y breves"
P. En España las consecuencias del 15-M sí han llegado a la política. Han emergido con fuerza nuevos partidos.
R. El cambio de un partido por otro partido no va a resolver el problema. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los españoles no están confinados al territorio español, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.
P. Usted analiza la crisis del Estado-nación. ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?
R. Pienso que seguimos en los principios de Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo.
P. Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
R. La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.
Martha Argerich
Es como si estuviera siempre construyéndome. Pero pienso que eso es la vida: hasta que nos morimos estamos siempre construyéndonos”.
jueves, 2 de julio de 2020
La vida es un cuento contado por un idiota , lleno de sonido y furia , que no significa nada
(Macbeth, Acto V, Escena V)
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Mañana y mañana y mañana, se arrastra a pasos insignificantes
día a día hasta la última sílaba del tiempo registrable.
Y todos nuestros ayeres han iluminado para imbéciles el camino
hasta la polvorienta muerte. ¡Apágate, apágate breve candela!
La vida no es más que una sombra ambulante, un pobre actor
que sobre el escenario se pavonea y sacude en su hora signada,
y después no se oye más. Es un cuento contado por un idiota,
lleno de sonido y furia, que no significa nada.
día a día hasta la última sílaba del tiempo registrable.
Y todos nuestros ayeres han iluminado para imbéciles el camino
hasta la polvorienta muerte. ¡Apágate, apágate breve candela!
La vida no es más que una sombra ambulante, un pobre actor
que sobre el escenario se pavonea y sacude en su hora signada,
y después no se oye más. Es un cuento contado por un idiota,
lleno de sonido y furia, que no significa nada.
domingo, 28 de junio de 2020
De mi propia vida ( despedida de Oliver Sacks )
En el tiempo que me queda, tendré que arreglar mis cuentas con el mundo
Hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2%.
Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.
“Imagino un rápido deterioro”, escribió. “Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros”.
He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.
Hume continuaba: “Soy... un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones”.
En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.
Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: “Es difícil”, escribió, “sentir más desapego por la vida del que siento ahora”.
En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.
Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.
Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).
De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.
No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.
Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.
“Imagino un rápido deterioro”, escribió. “Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros”.
He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.
Hume continuaba: “Soy... un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones”.
En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.
Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: “Es difícil”, escribió, “sentir más desapego por la vida del que siento ahora”.
En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.
Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.
Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).
De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.
No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.
Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Oliver Sacks, catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, es autor de numerosos libros, entre ellosDespertares y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
© Oliver Sacks, 2015.
Este artículo se publicó originalmente en The New York Times
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