Cuando es noche polar y hace cuarenta grados bajo cero fuera llaman la atención esas visitas sin hablar, solo por sentir la cercanía y la proximidad. Y las casas están abiertas, tú vas a un sitio, te presentas ahí y eres bienvenido siempre. Evidentemente, todo eso se entiende en la dureza de la vida y la necesidad de la cercanía. Cuando estuve en ese viaje de tres años lo primero que hice fue aprender el idioma de los inuit, porque estuve viajando con cazadores de pequeños pueblos de 40 habitantes, gente que vivía totalmente aislada. Evidentemente, sin hablar el idioma es imposible que te puedas comunicar y puedas tener acceso a la cosmovisión, porque al final cada idioma… Y, de hecho, esto lo comprendí al aprender el idioma esquimal, implica una visión del mundo. Es un hecho. Hay una palabra, o la manera de construir las palabras, más que las palabras, del groenlandés… Y es que, primero todas las palabras existen en negativo, y la negación del negativo es el positivo. Me explico. La palabra, por ejemplo, “ayorpok”, que es una de las palabras del idioma, es decir: “Tengo un problema, está mal”. Entonces, decir que esta bien no es: “Está bien”. Decir: “No tengo un problema”, es “está bien”. Primero existe la palabra “imposible” y, luego, existe la palabra “no es imposible”.
Y así con todo. ¿Por qué? Porque en la vida cotidiana lo normal es que sea imposible, que tenga un problema. Eso es lo normal. De vez en cuando no tengo un problema, es posible, pero esa es la excepción, no es la norma, que es esa vida en constante lucha contra la adversidad. Esa es la vida de los inuit, una lucha diaria contra la adversidad por la supervivencia. Y, evidentemente, eso forja un carácter, y creo que con esas palabras se transmite ese carácter del modo más claro. Una de las cosas que más me fascina… y hay muchas cosas que me fascinan, sobre todo en los cazadores y la gente más tradicional, que realmente vienen de otro mundo, siempre ha sido la actitud ante la adversidad. De hecho, es muy normal que se rían. Es decir, yo he estado en medio de la nada, a 38 bajo cero, nevando, se rompe el trineo, un lío bastante gordo, no parece que sea una situación como para ponerse a reír. Y, por supuesto, jamás oirás ni una queja. Nunca, bajo ninguna circunstancia, pase lo que pase, eso no existe. La palabra queja no existe. Tienen que tomar una actitud vital, porque ¿qué vas a hacer? ¿Flagelarte? ¿Decir: “Qué desgracia es mi vida”? No tiene sentido, la gente que ha cogido esa actitud ha acabado muriendo. Los que han sobrevivido son aquellos que han desarrollado la actitud que les permite sobrevivir en ese entorno, y eso forma parte del conjunto. Además de esa actitud, por supuesto, la apreciación del presente. Los cazadores saben, y eso está muy palpable en la cultura, que la semana que viene pueden estar muertos. La vida está aquí, ahora mismo.
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