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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Vainica doble

Se les ha llamado “las madres del pop español”. Esa supuesta maternidad suele ir con doble intención: haber inspirado a un pilar del pop español como fue Carlos Berlanga como asociar aquel nombre de labor de hilo y aguja a grupos esmerados en el arte de lo cotidiano. Primero fue Le Mans (Ibon Errazquin ya afrimaba en 1994 que “Taquicardia” era el mejor disco de todos los tiempos). Después el símil vino con Pauline en la Playa (lo dice la Wikipedia). Ahora llega con Espanto (“La cotilla” sí que recuerda a las primeras canciones fabulescas del dúo madrileño). Hay más ejemplos. Y todos centrados en la virtud de lo cotidiano. Solo hace falta teclear el adjetivo junto al nombre del grupo el cualquier buscador de internet. La asociación de ideas no es casual.
Salta como un resorte: “como las Vainica Doble”, escribimos cuando una canción nos da una lección de costumbrismo, despreciando un poco lo que realmente fueron. Decía Paco Clavel que en una España “en la que las mujeres eran yeyés o folclóricas, ellas rompieron con todo.” Razón no le falta. Se cargaron el prototipo de madre al cuidado de la casa. Un dato: cuando se estrenan con “Vainica Doble” (1971), Gloria ya tenía cuatro hijos. Criticaron al mal llamado lenguaje culto, laberinto donde las ideas más sencillas acaban desintegrándose (“Ay, quién fuera a Hawai”). Le dieron duro al desarrollo urbanístico; ya fuera con pena (“Todo desapareció”) o mediante juegos con onomatopeyas (“Coplas del iconoclasta enamorado”). Llamaron a la avaricia por su nombre (“El duelo”) o la invocaron subrayando alternativas (“El pabú”). Le cantaron antes que nadie al maltrato de género (“Cero a la izquierda”) y a la homosexualidad (“El rey de la casa”). Y no les importaba dar el cante (“Crónica madrileña”) ni hacer simple canción popular (“Coloniales y ultramarinos”), escribir cuentos (“Guru zakun kin kon”) e incluso nanas (“Nana de una madre muy madre”). Hay más ejemplos. Y podríamos citarlos sin tener que acudir al dichoso término de lo cotidiano. ¿Pincelada familiar o escudo que aisla del mundo real?

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