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sábado, 29 de junio de 2019
La Conversación Difícil: una habilidad en desuso
Del blog el gerente demediado
Hace poco menos de un año le diagnosticaron un cáncer de pulmón en un estadio IV; tenía 75 años, se encontraba bien físicamente, y entre ella y sus hijas optaron por la mejor opción: recurrir a uno de esos hospitales privados de primer nivel, referencia mundial en cáncer. Un amable y competente especialista le informó de que su enfermedad no tenía problemas relevantes, y que con el adecuado tratamiento las probabilidades de curación definitiva eran máximas.El tratamiento indicado, el que la iba a curar definitivamente era un ensayo clínico con nuevos fármacos de última generación. La paciente no lo dudó.
Comenzó así un doloroso camino de administraciones intravenosas, pruebas diagnósticas repetidas una y otra vez, análisis de sangre para comprobar la evolución de los parámetros y efectos secundarios cada vez más persistentes e invalidantes. Aun así, la impresión del experto era que aquello evolucionaba muy favorablemente. Unos meses después aparecieron unos extraños bultos bajo la piel de la espalda, a los que el experto restó importancia. La aparición de un derrame pleural obligó a proponer el inicio de un nuevo tipo de tratamiento, con un nuevo fármaco del que apenas había experiencia, pero cuyas pruebas iniciales habían sido muy prometedoras. Aunque con ya más reticencia de algún familiar, inició de nuevo su paseo por el reino de los tratamientos prometedores y las expectativas de curación segura, hasta acabar recluida en su cama, entre dolores y vómitos con apenas 40 kilos de peso. La tomografía de hace solo un mes dejaba pocas dudas: múltiples metástasis cerebrales en forma de brécol. Pero una vez más había ahí un profesional experto dispuesto a levantarle la moral, un especialista en eso tan peligroso llamado optimismo, de los que creen que la voluntad lo hace todo. Indicó varias sesiones de radioterapia con la seguridad de que en unas semanas habrían desaparecido por completo todos los “bultos”.
La paciente murió hace dos días.
En “The way we die now”, el gastroenterólogo irlandés Seamus O’Mahoney escribe: “ los médicos generalmente saben lo que es cierto y lo que es fantasía, y sin embargo algunos cínicamente esparcen mentiras a sus pacientes. Esto puede hacerse con la buena intención de “mantener la esperanza”; en otras ocasiones acaban siendo adictos a la adoración al héroe de sus entregados pacientes. Existen así los charlatanes y los codiciosos y no son un problema marginal”.
Como O’Mahoney señala los familiares a menudo ocultan al moribundo la realidad de que se está muriendo, contribuyendo a la creación de ese engañoso optimismo sobre los beneficios del tratamiento., Un optimismo disfrazado de eso tan humano que es la intención de dar esperanzas, y que incluye a menudo la oposición del entorno del paciente a decirle la verdad puesto que “podría matarle”. De forma que los que no tienen derechos formales respecto a la información al paciente acaban sustrayéndosela, conduciéndole amorosamente hacia un escenario tan esperanzador como falso.
La forma en que nos hemos escabullido de nuestra responsabilidad como profesionales es escandalosa. Escribe O’Mahoney: “los pacientes solo mueren una vez. No tienen experiencia a la que echar mano. Necesitan médicos y enfermeras que quieran tener conversaciones difíciles y decirles lo que han visto, saber quién les ayudará a prepararse para lo que está por llegar, y escapar del depósito del olvido que muy pocos realmente quieren. Sin embargo los médicos no son suficientemente valientes. Se ven a sí mismos, cada vez más, como proveedores de servicios, un papel que no estimula la realización de Conversaciones Difíciles, ni a una voluntad clara de ser valientes. La orientación al cliente, el miedo a los pleitos y la sobre-regulación han conspirado para crear un médico amigable para el cliente, que emerge cuando la relación entre médicos y pacientes se moldea en un modelo comercial. Existe ahora un apetito insaciable por la medicina: por realizar más escáneres, administrar más fármacos, realizar más pruebas y más cribados. Este apetito beneficia a todos: a muchos grupos profesionales, a la industria y a las instituciones.
Es difícil decir basta, pero un buen médico a veces tiene que decir a los pacientes cosas que no quieren escuchar. Pero lamentablemente es mucho más fácil, en medio de la atiborrada consulta, pedir otro escáner que tener una Conversación Difícil”.
La Conversación difícil. Una habilidad en desuso.
jueves, 27 de junio de 2019
Gianni Vattimo:
“Espero morir antes de que reviente todo”
El último gran filósofo italiano vivo, recibe este martes en Madrid la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes
Turín no es una ciudad cualquiera para el pensamiento. El 3 de enero de 1889, Friedrich Nietzsche cruzó la Plaza Carlo Alberto de Turín y se abalanzó sobre un caballo al que azotaba su cochero. El gesto del filósofo, conmovido por la despiadada violencia humana contra el animal, liquidó su carrera y le confinó en un psiquiátrico de Basilea seis días después. A pocos pasos de ahí, en la porticada Via Po, vive uno de sus más fructíferos herederos. Gianni Vattimo (Turín, 83 años), el último gran filósofo italiano, autor de la teoría del pensamiento débil y de gran parte del análisis de la posmodernidad, construyó sobre aquellas cenizas un complejo sistema de pensamiento capaz de dar sentido a la descomposición surgida en el periodo posterior a Heidegger, su otro gran referente. Hoy sus ideas siguen viajando por el mundo, pero él apenas sale de casa.
Vattimo está delicado. Tras perder a las dos parejas de su vida, vive solo en el centro de la ciudad con su gato y una asistenta que le echa una mano y le protege de todo lo que no le apetece hacer. Lúcido, irónico y algo seductor, su pensamiento mantiene el vigor en un tiempo donde la verdad es cada vez más frágil y la aceleración ha dado pie a un retroceso histórico. El martes recibirá en Madrid la medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes y lo celebra ofreciendo vino mientras repasa las ideas que contiene su último libro. Ese es su legado. Porque Vattimo no deja herederos de ningún tipo ni reconoce a ningún filósofo relevante en el panorama actual. Su archivo ha terminado en Barcelona porque, asegura, en Italia nadie se lo pidió. No tiene ninguna intención de bajar a la calle a abrazar a un caballo. Pero advierte varias veces de que ya no le importa nada.
Pregunta. ¿Cómo se encuentra?
Respuesta. Hoy estoy moderadamente mal. Tengo una forma de Parkinson ligero que no se ve tanto… mire [muestra la mano]. Pero estoy un poco débil, me canso fácilmente. Por el resto, los psiquiatras dicen que estoy lúcido. Así que amén.
P. ¿Sigue viajando?
R. Me muevo muy poco, camino con dificultad y voy acompañado. No es el plan ideal, pero soy viejo y eso es fundamentalmente un problema. Con 50 años menos, todo iría mejor.
Espero moderadamente. Morir me sabe mal por el gato y por algún amigo
P. Heidegger trató mucho el tema de la muerte. Usted, ¿qué relación mantiene con ella?
R. Bueno, yo creo que él hablaba de ello pensando en no morir… Todo su discurso se resume en la idea de que debemos asumir responsablemente nuestro lugar en la historia. Es como decir: "Si pienso que debo morir, tengo que asumir mi posición". Nunca fue un teólogo de la muerte, más bien lo contrario. Y yo vivo en esa perspectiva. Pero si me da a elegir ahora preferiría morirme: sería una forma de cerrar esto. No tengo miedo del más allá, sino del morir [hace un gesto como simulando una parálisis]. Me siento muy naturalizado, soy alguien que en cierto momento cesa.
P. ¿La idea de morir le permite pensar en encontrarse con compañeros de vida como sus dos parejas?
R. Lo espero moderadamente. Morir me sabe mal por el gato y por algún amigo. Pero no tengo una gran imagen de la muerte. A veces escribo en las necrológicas de mis amigos: "En la débil esperanza de un nuevo tiempo...". Pero, vete a saber, lo que me parece más creíble es que permanezcan las obras leídas. Encontraré a Kant... Y espero no acabar en el infierno. Eso sí sería un problema: imagine a un padre eterno divirtiéndose al verme arder en las llamas.
P. ¿Está escribiendo algo?
R. No mucho. Fundamentalmente, estoy intentando repensar y utilizar los escritos más breves del libro que salió el año pasado, con un título tan poco ilustrativo como Ser y alrededores.
P. ¿Qué se propuso hacer?
R. Recorrer mis pensamientos de los últimos 15 años. Es un esfuerzo para no tirar a la basura a Heidegger. Siempre me he ocupado de él y de Nietzsche. Soy un poco monótono, pero me parecía interesante ver el mundo desde ese punto de vista. Y en ese libro hay tres núcleos conceptuales. El primero, filosófico: la verdad es un tejido de interpretaciones y no una suma de datos. Es decir, ¿es lo que vemos, u otra cosa? Y ahí es esencial el lenguaje, un tejido de proposiciones y creencias colectivas que tienen su estructura conjunta.
P. Como las fake news.
R. Sí. El problema de las fake news es que estamos de verdad dentro de ese tejido y no podemos salir fuera para ver cómo están las cosas. Así que tenemos necesidad de criterios internos y de verificación, que no tienen que ver con los hechos, sino con cómo estructurar el lenguaje de manera que no nos permita decir demasiadas mentiras.
P. ¿El segundo núcleo?
R. Era religioso. Volviendo a Heidegger, llegué a la convicción de que la única manera de leerlo útilmente es como un pensador cristiano, aunque no sea algo muy compartido. Yo lo veo como un intérprete de Occidente que se inspira en el cristianismo como hilo conductor. El capitalismo occidental es una producción cristiana. La tesis de Weber... Pero bueno, cuando uno se hace viejo, se vuelve religioso.
Estamos dentro del tejido de las fake news y no podemos salir fuera para saber cómo son las cosas
P. Hace poco más de un año, el Papa le llamó después de haberle mandado este libro. ¿Ha vuelto a hablar con él?
R. No, se ve que no quedó tan impresionado [sonríe]. Pero me doy cuenta de que mi visión del cristianismo está muy ligada a mi sentimiento de pertenencia a este momento. Y no sé cómo acabará, la verdad, porque puede desmoronarse todo. Y como yo creo más en la Iglesia que en Dios, cuando dudo de la Iglesia es peor. Veremos cómo acaba con todos estos problemas como el celibato o las mujeres…
P. ¿Usted qué haría?
R. Abolirlo ya. Y despojar de supersticiones a la Iglesia. El problema no es si han sucedido milagros o no. El problema es que haya una autoridad que pretenda decirnos si son verdad. ¿A quién le importa? Pero es difícil pensar en una historia de la iglesia sin la autoridad dogmática. Los cristianos cuando rezan piensan todavía que hablan con la Virgen. Un físico amigo mío propone hacer una expedición interplanetaria para comprobar a qué lugar del cielo ha ido a parar en cuerpo María Santísima Asunta hace dos mil años. Ese es el residuo realístico que no le ha importado a nadie. Peor todavía, sobre eso se funda la autoridad papal.
La Iglesia debe abolir el celibato
P. Usted habló abiertamente de su homosexualidad en un momento muy distinto del actual. ¿Cómo lo conjugó con su catolicismo?
R. Fue muy importante personalmente. Un amigo mío dice ahora que no soy ni homo ni hetero, sino viejosexual. Bonita broma, ¿no? Pero digamos la verdad: ya no me importa nada. Estoy convencido de que esta cuestión ha sido decisiva para mi formación, pero no sé hasta qué punto pudo ser un equívoco. Un problema juvenil, como la política, que ahora me parece más decisiva. Hoy ser comunista o no es más importante que ser gay, que no significa casi nada.
P. ¿A qué se refiere?
Hoy ser comunista significa más que ser gay
R. Si me defino comunista es porque tengo algunos ideales de sociedad. Si me defino gay… bah… es solo porque me gustan más ciertos objetos sexuales que otros.
P. La sexualidad, sin embargo, ha sido un elemento político fortísimo en la segunda mitad del siglo XX.
R. Sí. Pero cada vez menos. Lo es de una forma comercial, gran parte de los negocios del mundo están ligados a estos temas. Es como la alimentación. Si a uno le gusta más el pescado que la carne es importante, porque se vende más pescado, y los que comercian con ello ganan más dinero que el carnicero: esa es la política. Ahora me pregunto si haber sido gay y haber luchado no habrá sido un error, como el de quien se toma demasiado en serio el fútbol. No sé si todo de lo que me ocupo no son velos que poco a poco irán cayendo. Pero bueno, de aquí a un cierto punto yo ya me despertaré muerto.
Hoy la lengua común del proletariado es el español
P. Se le ve bien aún.
R. No se preocupe, despertarse muerto sería la solución final de todos los problemas. Pero es casi imposible. Hablemos del premio del Círculo de Bellas Artes, porque yo no me lo merezco, no he sido un buen artista, solo un filósofo. He tenido mucho que ver con ellos siempre que he ido a Madrid, pero debo decir que con el mundo español he tenido siempre relaciones privilegiadas. Algunos me decían: “La filosofía española está muy atrasada y por eso te toman en serio”. Para menospreciarme.
P. Su éxito fue casi mayor en Latinoamérica que en Italia.
R. Sí, estuve muy ligado a la idea de que de allá venía todo lo nuevo. Que el Papa venga de esa parte del mundo, por ejemplo, no me parece una casualidad. Hoy la lengua común del proletariado es el español. De ahí viene la eventual posibilidad de una novedad.
P. ¿Y en qué país se ha convertido Italia?
R. Italia, desgraciadamente, es como la Unión Europea: ni carne, ni pescado. Hay un movimiento que va fundamentalmente a la integración tecnológica y económica. Pelean Di Maio y Salvini, pero mandan los técnicos. Heidegger ya lo pronosticó. Pero ni siquiera eso es garantía de que el mundo no se derrumbe. Lo único que espero es morir antes de que reviente todo.
P. ¿Qué piensa de Salvini?
Los nacionalismos son una reacción de rechazo al futuro
R. Es peligroso. No es que me resulte antipático, pero creo que es un protofascista. El nuevo fascismo es esto. No tienen soluciones, su única propuesta nacional es exterminar al Tercer Mundo. Lo único que propone es que haya menos inmigrantes. ¿Quién demonios puede tomar el salvinisimo como una solución para ir hacia adelante? Él solo sabe cosas particulares. Estamos ante una visión apocalíptica del presente.
P. ¿Dónde está la izquierda donde usted militó?
R. No está. La política es el tercer núcleo de mi libro. Es algo absolutamente silencioso. Yo solo imagino núcleos de resistencia, como aquellos monasterios medievales que copiaban manuscritos. Yo me siento anárquico. Comparto plenamente cuando el Papa dice eso de "Hagan lío". La única forma de resistencia política es incomodando al mecanismo de producción de nuestro mundo industrial.
Salvini es peligroso, es un protofascista
P. ¿Hay alguna revolución posible?
R. El final de la Unión Soviética es el final de cualquier esperanza de revolución. Si había algo concreto para ver era el comunismo. Pero eso ya no existe como nodo importante, y ya no es creíble. Marx y Dios han muerto. Por eso América Latina me parece tan importante, es el único nodo de resistencia concreta. Pero cada día cae un pedazo.
P. Después de una época de aceleración incontrolable que usted colocó bajo el paraguas de la posmodernidad, da la sensación de que volvemos hacia atrás.
R. Sí, los nacionalismos son una reacción de rechazo al futuro. También tienen su justificación económica, como cuando Francia rechaza ahora la fusión de Renault con Fiat. Pero el clima general es fundamentalmente el del miedo a un mundo que no conocemos, un miedo que nos hace retroceder y parapetarnos en casa. Son posiciones reaccionarias, antimodernas, antiprogresistas.
P. ¿Algún filósofo ha explicado de forma lúcida este momento?
R. ¿Me pregunta por Zizek? Bah, no. Tampoco él. Se aventura en hablar de estas cosas... Pero no, yo no tengo ningún filósofo de referencia. Solo me queda Heidegger, y está ya casi para tirarlo. “Solo un Dios nos puede salvar”. Así se tituló la última entrevista que dio a Der Spiegel.
domingo, 23 de junio de 2019
sábado, 22 de junio de 2019
Ayudar a morir, de Iona Heath: sobre lo esencial de la vida
Elena Serrano Ferrández
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria
CAPI Baix-a-mar. Vilanova i la Geltrú
CAPI Baix-a-mar. Vilanova i la Geltrú
Alba Martín Jiménez
Especialista en Medicina de Familia
CAPI Baix-a-Mar. Vilanova i la Geltrú. Barcelona
CAPI Baix-a-Mar. Vilanova i la Geltrú. Barcelona
Sinopsis y comentario
La continuidad de la portada en el libro Ayudar a morir nos aproxima, en apenas doce líneas, a Iona Heath: su trabajo como médico generalista en un barrio pobre de Londres desde 1975 y su dedicación a otros ámbitos estrechamente relacionados con la práctica clínica, como son los Comités de Ética, la comisión de Genética o el grupo de Desigualdades en Salud. Si bien el título pudiera no recoger de forma fiel el contenido y los entresijos de las más de 120 páginas que tenemos por delante, sí que la aproximación citada a una de las referentes en la medicina de familia, y la colaboración con John Berger, dibujan una suculenta introducción a una lectura que no nos dejará impasibles.
Es la narración inicial de Berger la que nos hace viajar desde un ayer hasta un hoy, para introducirnos uno de los ejes sobre el cual girarán el resto de las páginas: el cambio en la forma y el lugar de morir. Posteriormente se suceden ocho capítulos escritos por Iona Heath donde se entremezclan su experiencia con la muerte a través del trabajo con sus pacientes, reflexiones, dudas y sentimientos derivados de ella, sin olvidar la (con)vivencia con su entorno y su biografía. Todo ello con un eslabón común: las referencias a obras literarias, poesía y pensadores que, parece, guían su camino. Por último, las doce tesis de Berger, a modo de conclusión, nos recuerdan algunas ideas concisas y claras expuestas en los capítulos anteriores y su teoría de que el capitalismo deshumanizó la experiencia de la muerte.
- «La muerte forma parte de la vida y es parte del relato de una vida. Es la última oportunidad de hallar un significado y de dar sentido coherente a lo que pasó antes»; «hay que vivir la muerte».
- «El objetivo de la vida es la Sensación, sentir que existimos, aunque sintamos dolor».
- «Mis pacientes me han demostrado que en el proceso de morir el tiempo del cuerpo y el tiempo de la mente pueden desconectarse con mucha facilidad».
- «En la frontera del tiempo y la eternidad, los muertos pueden ayudar a los moribundos a morir».
- «Morir es difícil y también lo es ser médico: hay que tomar conciencia de los límites de la propia ciencia y de la propia habilidad».
Todos estos son algunos fragmentos de una lista amplia de lo subrayado en la lectura. Cada uno de ellos invitaría a una reflexión matizada sobre la muerte, sobre los otros y sobre nosotros. La elección de este libro va precedida de la importancia de dar a conocer (y recordar) a Iona Heath, un médico generalista a tener en cuenta en nuestro día a día. Y para dejar sobre la mesa un tema que, como profesionales que trabajamos con personas, no podemos olvidar, ni dejar para el final ni desvincularse del vivir: se trata de plantearnos qué significa morir y cuál debería ser nuestro quehacer con respecto al otro, que es el paciente. Y es que algo está cambiando y debemos preguntarnos el porqué, si quizá la medicina basada en datos duros y (sobre)tecnificada nos aleja de nuestra responsabilidad «como compañeros de la muerte». Hay destellos en el libro que nos invitan a hacernos esas preguntas, como lo es la referencia al estudio cualitativo que comparaba la forma de morir en países pobres y ricos: se pudo saber que los pacientes de Kenia manifestaron el deseo de morir para verse libres del dolor y en los pacientes escoceses su deseo de morir estaba vinculado con acabar con los efectos colaterales del tratamiento médico.
El libro Ayudar a morir nos plantea interrogantes, dudas, (re)valoriza el sentir de las emociones y hace presente la incertidumbre que acompaña al vivir. En medio de esta amalgama de matices, en el capítulo titulado «Lo que el médico necesita», podemos encontrar indicios sobre aliados que nos pueden ayudar a transformar el don de la ciencia de comprender mediante la simplificación: los ojos, las palabras, el contacto físico y la paciencia.
Bibliografía
- Heath I. Ayudar a morir. Editorial Katz. 2009
- Entrevista a Iona Heath durante su estancia en Granada (2013) para participar en el Congreso de semFYC.
- Al final tú decides (2009): es el resultado de una acción en la calle en la que diferentes personas expresan su opinión sobre el significado de «muerte digna». Palabras y testimonios de ciudadanos de a pie con diferentes creencias, opiniones y experiencias sobre el significado del morir. Proyecto audiovisual realizado por Maite Cruz Piqueras, Noelia García Toyos, Mar Giménez Marín, Manuela López Doblas, y Moli7 Espacio Audiovisual.
- De muerte somos todos (2012) es un relato coral a partir de los resultados de una investigación cualitativa que indaga sobre cómo se muere la gente en los hospitales andaluces. El montaje está realizado con voces y narraciones provenientes de las personas entrevistadas junto con referencias de textos literarios que tratan la muerte. Proyecto coordinado por Maite Cruz con el montaje de Marina Pérez Trigueros y la colaboración de María Isabel Tamayo Velázquez y Pablo Simón Lorda.
Convertir al oprimido en opresor de si mismo ejerciendo la medicina
Lo explica muy bien el profesor de filosofía de la universidad de las artes de Berlín, Byung-Chul Han en su Psicopatología. Ésta no es otra cosa que el nuevo sistema de dominación que en lugar de separar al opresor del oprimido ( como ocurrió durante siglos) convierte al oprimido en opresor de sí mismo mediante el empleo de la seducción: el individuo se cree libre, cuando el sistema lo que hace es explotar su libertad. El neoliberalismo ha descubierto así, en palabras de Han, que explotar a alguien contra su voluntad no es suficientemente eficiente: Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento.
“El que fracasa en la sociedad neoliberal del alto rendimiento se hace así mismo responsable y se avergüenza”. No pone en duda la explotación inconsciente que sufre, no deja que surja ninguna resistencia contra el sistema, sino que dirige la agresión contra sí mismo: se considera un improductivo, un fracasado, un inútil. Aparece la depresión y el “burnout”.
En el escenario de la atención clínica en atención primaria,la situación se replica: el médico que acumula retraso en la atención a sus pacientes es un incompetente, “no sabe gestionar su demanda”. El que no atiende a los pacientes en el mismo día, aunque la petición de la cita sea tan severa como un picor de pies, entra en el tenebroso sector de la delincuencia sanitaria. La estrategia de culpar a la víctima consigue que ésta admita que el problema es solo suyo.
En el nuevo mundo de los madrugones productivos, de los bloques de 10, son severamente censuradas opiniones de gente peligrosa como Groopman y Hartzband, los que escribieron en New England aquella herejía absurda: “Algunas de las mayores recompensas del trabajo en Medicina proceden de “perder el tiempo” de forma no estructurada con nuestros pacientes, compartiendo sus alegrías y tristezas”.
miércoles, 12 de junio de 2019
Susan Sontag: La enfermedad
Susan Sontag: “La enfermedad es la cara nocturna de la vida, una ciudadanía más pesada. A todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar”.
Pasear : sano y bello , conveniente y útil .
El paseo... Robert Walser solo tenía una afición que le gustara tanto como escribir: Pasear. Los paseos muy largos, a ser posible en solitario, con frecuencia nocturnos, con sus propios pensamientos y por el campo, por caminos rurales. Pero también por la ciudad, observando los edificios, las personas, los jardines, los animales. De hecho, la gran mayoría de sus fotografías lo reflejan con ropa que podríamos considerar "sport" para la época, en algún camino que se pierde de vista. Las que pongo aquí arriba me encantan. Es llamado por muchos comentaristas "El paseante irónico". Y es que esas son sus dos principales atributos: la desmedida afición a los paseos solitarios y la visión irónica aunque de precisión quirúrgica de todo el mundo que le rodeaba. Dice Walser en este volumen:
Pasear —respondí yo— me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. Sin pasear y recibir informes no podría tampoco rendir informe alguno ni redactar el más mínimo artículo, y no digamos toda una novela corta. Sin pasear no podría hacer observaciones ni estudios. Un hombre tan inteligente y despierto como usted podrá entender y entenderá esto al instante.
Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a seguir creando, en tanto que me ofrece como material numerosos objetos pequeños y grandes que después, en casa, elaboro con celo y diligencia. Un paseo está siempre lleno de importantes manifestaciones dignas de ver y de sentir. De imágenes y vivas poesías, de hechizos y bellezas naturales bullen a menudo los lindos paseos, por cortos que sean. Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo. Piense cómo el poeta ha de empobrecerse y fracasar de forma lamentable si la hermosa Naturaleza maternal y paternal e infantil no le refresca una y otra vez con la fuente de lo bueno y de lo hermoso.
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