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domingo, 24 de noviembre de 2019
shopenhauer ; es la mas grave locura sacrificar la salud a cualquier cosa
comienza este capítulo insistiendo en que este aspecto es, con mucho, el que más aporta a la felicidad, tras lo cual el autor pasa a concretar qué es lo que recae entre las cosas que uno es.189 Entre éstas, la primera y más importante, asegura, es tener alegría de espíritu (Heiterkeit des Sinnes), la cual nada tiene que ver con la posesión de riquezas (más bien al contrario) y sí mucho con la de una buena salud, pues «las nueve décimas partes de nuestra felicidad se fundan solamente en la salud».190Por eso mismo,
«es la más grave locura sacrificar la salud a cualquier otra cosa: riqueza, carrera, estudios, fama, por no hablar de la voluptuosidad y los goces fugitivos; más bien hay que subordinarlo todo a ella».191
No obstante, la salud no es condición suficiente de aquella alegría, la cual parece depender mucho del temperamento: por ejemplo, los melancólicos tienden a verlo todo negro; según sean las personas, tienen mayor o menor receptividad para lo agradable o lo desagradable, etc.192
Parcialmente emparentada con la salud, la belleza contribuye indirectamente a la felicidad por la impresión que produce sobre los demás, sirviendo como una «carta abierta de recomendación, que nos gana los corazones de antemano».193
Los dos enemigos de la felicidad son el dolor y el tedio; la vida humana oscila entre uno y otro, pues cuando la necesidad y el dolor cesan, se presenta el aburrimiento. La capacidad de alejarse de éste depende de las fuerzas intelectuales: en este sentido hay personas que tienen un gran vacío interior, lo que les mueve a buscar con avidez estímulos externos; a ello se opone la riqueza interior, espiritual, que, sin embargo, conlleva una mayor sensibilidad para los dolores morales en general.194 Esto se relaciona asimismo con la sociabilidad, pues
«cuanto más tiene uno en sí mismo, tanto menos necesita de fuera y tanto menos pueden, asimismo, ser los demás para él. Por eso conduce la eminencia del espíritu a la insociabilidad.»195
Schopenhauer insiste en esta distinción, y escribe:
«La gente vulgar se preocupa tan sólo de pasar el tiempo; quien tiene algún talento, en aprovecharlo
sábado, 23 de noviembre de 2019
miércoles, 20 de noviembre de 2019
La utilidad del vivir
“La utilidad del vivir no está en su duración, sino en su uso. De vuestra voluntad depende, y no del número de años, vivir bastante”.
De cómo el filosofar es aprender a morir. Ensayos. Michel de Montaigne
domingo, 17 de noviembre de 2019
Zumiriki : una película sobre la espera
jueves, 14 de noviembre de 2019
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Critical Management Studies : el pensamiento positivo en las empresas
“Habitualmente se produce una sobrecarga sobre el trabajador al que se pide simultáneamente trascender sus límites y también saber ponérselos a sí mismo”.
“Estas nuevas culturas empresariales buscan un compromiso del trabajador diferente del que se había pedido tradicionalmente”, explica Carlos Jesús Fernández, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). “Antes había que saber hacer un trabajo y desempeñarlo durante ocho horas diarias. Ahora se buscan unas características personales, unas competencias de personalidad”. De ahí las charlas motivacionales que fomentan palabras mágicas como liderazgo, emprendimiento, riesgo o ese mantra tan extendido como es “la necesidad de salir de nuestra zona de confort”. De ahí también la proliferación de libros de autoayuda vinculados al mundo empresarial. El problema, según Fernández, es que “existe un vacío de regulación que controle estas prácticas”, lo que hace que en ocasiones vayan demasiado lejos.
“Proliferan los discursos de innovación, pero cada vez se trabaja más, hay más disciplina y se consumen más ansiolíticos”, opina un experto
“Lo que persiguen principalmente estas técnicas es que los trabajadores se identifiquen con su empresa”, dice Óscar Pérez Zapata, profesor de Organización de Empresas en ICADE y la Universidad Carlos III de Madrid y director de investigación del think tankDubitare. “Se quiere crear una cultura de empresa fuerte en la que los elementos emocionales e íntimos, como las llamadas a la pasión, son cada vez más importantes”, añade.
Y todo se envuelve en un barniz de sonrisas, de ese pensamiento positivo tan en boga que critican libros como Sonríe o muere (Turner), de Barbara Ehrenreich, o La industria de la felicidad (Malpaso), de William Davies. “Se trata de una mentalidad que encaja muy bien con lo que se pretende”, opina Pérez Zapata, “el pensamiento positivo elimina cualquier posibilidad de crítica y desplaza las culpas y los porqués al individuo y no a la estructura donde se desenvuelve. Conecta con la línea fantasiosa del yo emprendedor, de la iniciativa personal del héroe que todo lo puede con autogestión y que en el extremo es únicamente responsable de éxitos y fracasos”.
Problemas como estos son analizados por los llamados critical management studies (CMS), un conjunto de disciplinas surgidas en los años noventa que estudian el funcionamiento de las empresas de forma crítica, a partir de la obra de pensadores como Michel Foucault (sobre todo sus estudios sobre la sociedad disciplinaria), la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort o la teoría del proceso del trabajo, entre otras fuentes teóricas. Surgieron de profesores en escuelas de negocio y Facultades de Administración de Empresas, como Mats Alvesson o Hugh Willmott, que proponían una perspectiva crítica y que trataban de sacar a la luz las relaciones de poder en el seno de las organizaciones empresariales. “Aunque la palabra crítica parezca muy beligerante, puede ser una crítica constructiva para la empresa”, dice Pérez Zapata. “En cuanto a este tipo de técnicas, lo que hace el veneno es la dosis”.
El panorama descrito es el propio del trabajo en la era posfordista, donde se da la desprotección, la movilidad y la flexibilidad laboral, la disolución de las clases sociales bien definidas y la atomización de las relaciones laborales. La conexión permanente vía Internet, además, hace borrosos los confines de los horarios, los límites de las jornadas. Lo referente al trabajo también se vuelve líquido. “Se rompen así los límites y regulaciones de casi todo: dónde se trabaja, cuánto se trabaja, con quién, cómo, etcétera, ahora mucha de esta responsabilidad recae sobre el trabajador”, dice Pérez Zapata. “Habitualmente se produce una sobrecarga sobre el trabajador al que se pide simultáneamente trascender sus límites y también saber ponérselos a sí mismo”.
“Existe una individualización y psicologización creciente”, señala Luis Enrique Alonso, catedrático de Sociología de la UAM y coordinador del grupo de investigación de Estudios sobre trabajo y ciudadanía. “Lo que se busca es la completa adhesión psicológica y que no haya ningún intermediario entre el trabajador y la empresa, que no haya ningún tipo de acción ni identidad colectiva”, dice. Ese aire de creatividad individualista y modernidad hipster bien podría ser una herencia de la contracultura de los años sesenta asimilada por el capitalismo contemporáneo: la rebeldía individualista antisistema convertida en ambición individualista empresarial, como señalan Chiapello y Boltanski en El nuevo espíritu del capitalismo (Akal). El futbolín en la oficina. “Lo cierto es que hablar hoy día de organización y derechos colectivos suena muy antiguo”, concluye el catedrático, “lo que nos lleva a una especie de darwinismo social propiciado por la precariedad existente. Se enmascara así una lucha encarnizada por los escasos puestos disponibles: sálvese quien pueda”.
“¿Estamos actuando de forma ética en las empresas?”, se pregunta Fernández. “Proliferan los discursos de innovación, pero por detrás cada vez se trabaja más, cada vez hay más disciplina, se sufre más y el consumo de ansiolíticos para soportarlo va en aumento”.
martes, 12 de noviembre de 2019
preparar a un individuo para la vida que puede vivir, no solo para la que le tocó vivir.
El premio nobel de economía Amartya Sen en La idea de la justicia y la filósofa Martha Nussbaum en Sin fines de lucro han puesto recientemente sobre la mesa una serie de ideas que mucho tienen que decir acá. Sitúan el estímulo a la lectura en el plano de un problema más amplio: el de las capacidades. No se trata de entender la lectura solo como una destreza. En efecto, entienden por habilidad no el manido concepto de “skill”, refrito sin crítica por el Ministerio de Educación como “competencia”, sino algo mucho más comprensivo; no la gama de potencialidades que hacen que una persona termine por hacer realmente lo que termina por hacer, sino aquellas que la abren a todo lo que es capaz de hacer, elija o no aprovechar esa oportunidad. Así, el cultivo de una capacidad conduce a preparar a un individuo para la vida que puede vivir, no solo para la que le tocó vivir.
Por un momento concíbase le lectura como una capacidad en este sentido. El libro le permite al lector digerir experiencias que nunca tuvo o podrá tener, ser tocado por vidas de las que nunca será su poseedor. Esa potencialidad que nos abre a realidades no vividas no se limita a ser enriquecedor en un plano personal, sino que tiene una dimensión política ya que hace que el acto de leer se asemeje a un derecho. En efecto, los derechos versan sobre el espectro de lo posible en nuestra vida. Aprender a leer en esta perspectiva es educar para la democracia según la bella reflexión de Nussbaum. La experiencia misma de leer, lo que sucede en la práctica del lector a medida que avanza por un texto, es importante porque es lo que mejor emula la vida:
“¿Qué le sucede a un lector a medida que lee? ¿Cómo diversas obras le dan forma a su deseo e imaginación nutriendo durante el tiempo gastado en la lectura misma una vida que es o bien rica o empobrecida, complejamente centrada o negligente, con forma o amorfa, amorosa o fría?”, pregunta Nussbaum.
domingo, 3 de noviembre de 2019
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