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sábado, 3 de abril de 2021

El arte de perder . Elizabeth Bishop

El arte de perder El arte de perder no cuesta tanto irlo aprendiendo (insisten las cosas hasta tal punto en perderse, que el llanto por ellas dura poco). Y el espanto por perder algo cada día, rosas que se deshojan, horas, llaves, cuanto pueda ocurrírsele a uno, no es tanto. Practica entonces perder más, y goza el ritmo de la pérdida, su encanto: pierde ciudades, nombres, y en Lepanto pierde una mano, un destino, una moza: nada de esto será para tanto. Perdí el reloj de mi madre, y el manto con que cubría mis hombros, la loza en que tomaba el té, pero igual canto. Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto de lo más bien tanta pérdida. Es cosa de acostumbrarse: no, no es para tanto. Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto y tu cariño perder, dolorosa prueba sería, pero nunca tanto (aunque parezca condena espantosa). * * * Un arte El arte de perder no es difícil adquirirlo. Tantas cosas parecen empeñadas en perderse, que su pérdida no es un desastre. Pierde algo cada día. Acepta el tumulto de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada. El arte de perder no es difícil adquirirlo. Practica entonces perder más aún, y más rápido: lugares, nombres, y el sitio al que se suponía que viajarías. Nada de esto será un desastre. Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o penúltima de tres casas que amaba se fue. El arte de perder no es difícil adquirirlo. Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente, algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no fue un desastre. -Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto de amor) no habré mentido. Es evidente que el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre. * * * Este arte de perder No, no es difícil adquirir el arte de perder: hay tantas cosas empeñadas en perderse, que su pérdida no importa. Pierde algo cada día, acepta el río de llaves que se pierden, horas malgastadas. No, no es difícil adquirir el arte de perder. Practica entonces perder más, más rápido: nombres, lugares, ¿para adónde ibas? Ninguna de estas cosas es desastre. Perdí el reloj de mi madre, y -fíjate- la última o la penúltima casa querida que tuve. No, no es difícil adquirir el arte de perder. Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente. Los echo de menos, pero no es un desastre. -Incluso si te pierdo a ti (tu voz bromista, esos gestos que adoro) no habré mentido. Es obvio que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo aunque por momentos parezca que (¡escríbelo!) sí es un desastre.

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