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sábado, 30 de noviembre de 2024
lunes, 11 de noviembre de 2024
sábado, 12 de octubre de 2024
domingo, 18 de agosto de 2024
Iris Murdoch
EL AMOR NOMBRA TANTAS COSAS DISTINTAS QUE UNO SE PREGUNTA PORQUE SE CLASIFICAN JUNTAS //
EL RASTRO DEL AMOR ESTA PRESENTA EN ACTOS COTIDIANOS COMO INTENTAR COMPRENDER. EN EL ESFUERZO POR NO HACER DAÑO,EN LOS CUIDADOS, EN EL GESTO QUE BUSCA ALEGRAR A OTROS. EN LA QUERENCIA POR UN PAISAJE O LA MISMA VIDA //
LA VIDA ES UNA ACITIVDAD MORAL TRABAJABLE Y POR ESO UTILIZA MUCHO EL VERBO TASK , PORQUE ES UNA TAREA QUE NO SURGE DE MANERA ESPONTANEA //
EL VERDADERO PROGRESO HUMANO NO SE DA GANANDO DINERO SINO A TRAVES DE LAS RELACIONES DE CUIDADO , RESPETO Y ACEPTACION//
domingo, 11 de agosto de 2024
sábado, 20 de julio de 2024
Leonard Cohen - Take This Waltz (Live in London)
LA CANCIÓN TAKE THIS WALTZ DE LEONARD COHEN ES UN POEMA DE FEDERICO GARCÍA LORCA
A finales de 2016, murió el cantautor y poeta canadiense Leonard Cohen. El autor de Aleluya (Hallelujah) compuso la canción Take this Waltz en 1986 para el album Poets in New York, un disco tributo a Federico García Lorca. Y es que el poeta granadino1 era uno de los favoritos de Leonard Cohen. La letra2 de la canción es una traducción del poema del propio Lorca titulado Pequeño vals vienés incluido en su libro Poeta en Nueva York, uno de sus poemarios3 más difíciles por estar inundado4 de metáforas. El poema original está lleno de música, abundan5 las repeticiones e incluso tiene un estribillo6. Leonard Cohen fue el encargado de7 ponerle la música perfecta a esta declaración de amor no correspondido8. La canción del canadiense fue número uno en España en 1986.
Poeta en Nueva York es un libro de poemas surrealista escrito en esta ciudad entre 1929 y 1930. En ese año, Lorca sale del armarioN, se enamora de un hombre y le declara su amor. Pequeño vals vienés es un grito de amor desesperado lleno de imágenes surrealistas. Otros cantantes se han atrevido también a versionarlo9, después de Cohen. Primero, el cantaor flamenco Enrique Morente y Lagartija Nick en su disco Omega, un hito10 en la historia del flamenco y un original homenaje11 a Poeta en Nueva York; después, en una versión más tímida, lo hizo Ana Belén en su disco Lorquiana; y en 2013 fue Silvia Pérez Cruz la encargada de hacer quizás la versión más desgarradora12 de esta canción con letra de Lorca y música de Cohen
sábado, 13 de julio de 2024
EL SOMBRÍO LEGADO DE TERESA DE CALCUTA . rafael narbona
Elogiada por su supuesta defensa de los pobres, las verdaderas motivaciones de Teresa de Calcuta salieron a la luz durante una conversación con el escritor y periodista Christopher Hitchens. “No estoy trabajando para aliviar la pobreza –admitió la monja-. No soy una trabajadora social. No lo hago por eso. Lo hago por Cristo. Lo hago por la Iglesia”.
Opuesta al Vaticano II, Teresa de Calcuta siempre predicó la resignación y el conformismo. Cuando estalló una planta química de la compañía estadounidense Unión Carbide en Bhopal (India), causando 2.500 muertos, se manifestó partidaria de perdonar a los culpables y no abrir investigaciones legales. Al aproximarse a una de las víctimas, que se retorcía de dolor por las quemaduras, le dijo ante las cámaras de televisión: “Estás sufriendo como Cristo en la Cruz, así que Jesús debe estar besándote”. El hombre contestó: “Por favor, dígale que deje de besarme”. Enemiga del divorcio, el aborto y los anticonceptivos, declaró: “Yo no le daría un bebé de una de mis casas a un pareja que usa anticonceptivos. Los que usan anticonceptivos no comprenden el amor”.
Aunque no suele mencionarse, Teresa de Calcuta tuvo muchos detractores en la India. Los médicos denunciaron que la atención ofrecida a los pacientes terminales en sus hogares para moribundos era de escasa calidad. De hecho, se comprobó que era habitual reutilizar agujas hipodérmicas y se utilizaba agua fría para el aseo diario. Mary Loudon del British Medical Journal apuntó que se escatimaban los analgésicos por prejuicios religiosos, pues se entendía que el sufrimiento físico y psíquico aproximaba a Dios. De hecho, Teresa de Calcuta tomó su nombre (en realidad, se llamaba Agnes Gonxha Bojaxhiu) de Teresa de Liseux, una joven carmelita descalza de nacionalidad francesa que murió entre atroces dolores al negarse a recibir calmantes, pensando que su terrible agonía era la voluntad de Dios. En los hogares de Teresa de Calcuta, se escuchaban los gritos de los moribundos con las heridas abiertas y llenas de gusanos, según Sanal Edamaruku, presidente de la organización Rationalist Internacional. The Guardian realizó un reportaje sobre los orfanatos y mostró las deplorables condiciones de higiene y atención. Colette Livermore, ex misionera, abandonó la congregación y publicó el libro Hope Endures, donde refería que Teresa de Calcuta promovía una “teología del sufrimiento” que incluía el consejo de no adquirir formación médica, pues lo esencial no era curar, sino difundir el Evangelio.
Teresa de Calcuta aceptó donaciones de la familia Duvalier, que gobernaba Haití mediante la represión y el saqueo de las riquezas del país. Incluso viajó al país caribeño y elogió un régimen condenado internacionalmente por sus sistemáticas violaciones de los derechos humanos. No tuvo problemas de conciencia para aceptar una donación de 1.250.000 dólares de Charles Keating, el “rey de los bonos basura”, que en 1992 estafó a 17.000 pequeños inversores en Estados Unidos. Cuando Keating fue procesado, envió una carta al juez, pidiendo clemencia: “No sé nada de sus negocios. Sólo sé que ha sido generoso con los pobres de Dios”. El fiscal escribió a Teresa de Calcuta: “Le ruego que devuelva el dinero que robó Keating a las personas que lo ganaron con su trabajo”. La monja ni siquiera contestó.
En 1996, Irlanda celebró un referéndum para legalizar el divorcio, prohibido por su Constitución. Teresa de Calcuta viajó hasta Dublín para participar en las campañas a favor del voto negativo, lo cual no le impidió desear a su amiga Diana de Gales una vida más feliz, después de liberarse de un matrimonio desgraciado. Poco después de muerte de la fundadora de las Misioneras de la Caridad, la revista alemana Stern y la revista inglesa New Left Review, considerada una de las veinte mejores publicaciones mundiales sobre ciencias políticas, realizaron sendos reportajes de investigación, con las mismas conclusiones: Teresa de Calcuta no empleó el dinero de las donaciones en reducir la pobreza o mejorar las condiciones de sus centros, sino en la apertura de nuevos conventos y en la propagación de la misión evangelizadora. Su finalidad no era curar, sino lograr conversiones e inculcar resignación en los enfermos terminales, sin aliviar su sufrimiento ni aprovechar los avances de la medicina.
Las exequias de Teresa de Calcuta convocaron un circo mediático. Todos los presidentes hicieron genuflexiones o se arrodillaron ante los restos de la monja. No se puede negar que se ha convertido en uno de los iconos del siglo XX. Simboliza el espíritu caritativo, pero en ningún caso encarna el anhelo de justicia y solidaridad. La solidaridad es horizontal y discurre en dos direcciones, dignificando a todos los que se dejan enredar en su trama. La caridad es vertical y presupone la superioridad moral del que la ejerce. La solidaridad implica un inequívoco deseo de transformación social, pues entiende que “la pobreza no es una fatalidad, sino una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales que han configurado el actual orden social”. No son las palabras de un revolucionario, sino de Gustavo Gutiérrez Merino, filósofo y teólogo peruano y uno de los pioneros de la Teología de la Liberación. A pesar de su independencia y coraje (el lema “Haga patria, mate un cura” se concibió en América Latina para acabar con los sacerdotes que había manifestado su opción preferencial por los pobres), sólo unos pocos conocen a Gustavo Gutiérrez. Es el autor de una notable obra filosófica, política y teológica que acusa al capitalismo de convertir la pobreza y la desigualdad en hechos estructurales para preservar los privilegios de una minoría, pero sus reflexiones y su compromiso apenas son un leve rumor en comparación con el estruendo provocado por la peripecia hollywoodiense de Teresa de Calcuta, amada hasta el histerismo por masas ignorantes y exaltada por los ricos y los poderosos, que nunca percibieron su labor misionera como un peligro para sus intereses.
Creo que Teresa de Calcuta debería ocupar un lugar de honor en Disneyworld, incendiando la mente de los niños con milagros dignos del mago más audaz e innovador. En nuestra época digital, todo parece posible: andar sobre las aguas, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Sin embargo, no necesitamos milagros, sino esperanza, utopías, grandes transformaciones. Los pobres, esas multitudes que nunca desfilarán ante el féretro de un príncipe de la Iglesia o del presidente de un país desarrollado, aún esperan a un verdadero liberador que no les hablé de recompensas sobrenaturales, sino de una sociedad donde el hombre no explote al hombre y reine una verdadera fraternidad. “Esta civilización está gravemente enferma –afirmó Ignacio Ellacuría, filósofo y teólogo de la liberación asesinado por el Ejército salvadoreño en 1989-, y para evitar un desenlace fatídico y fatal es necesario intentar cambiarla. Sólo utópica y esperanzadamente puede uno creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”. El mundo no necesita monjas fanáticas que recen y se dejen agasajar por los ricos y poderosos, sino hombres y mujeres dispuestos a subvertir la historia, sin dejarse intimidar por los perros de la guerra y la codicia.
Rafael Narbona
sábado, 6 de julio de 2024
Luis Castellanos, filósofo: “El gran reto de la humanidad es criar a nuestros hijos en la bondad”
LIGENICA EMOCIONAL
‘Inteligencia bondadosa. Cómo educar a tus hijos para que sean personas buenas y felices’ es el nuevo libro del escritor, una vuelta de tuerca en
Para el filósofo y escritor Luis Castellanos el culmen de la inteligencia es la bondad.
CRISTINA BISBAL DELGADO
Madrid - 23 JUN 2024 - 05:35 CEST
El filósofo y escritor Luis Castellanos (Madrid, 69 años) es autor de La ciencia del lenguaje positivo, El lenguaje de la felicidad y Educar en lenguaje positivo y lleva una década ofreciendo conferencias sobre la importancia del lenguaje positivo en la crianza de los hijos y la búsqueda de la felicidad. Con su último libro, Inteligencia bondadosa. Cómo educar a tus hijos para que sean personas buenas y felices (Paidós, 2024), da una vuelta de tuerca al lenguaje positivo, creando el concepto de la inteligencia bondadosa, definida por el autor como “la capacidad de una persona para amar sin miedo cada día de su vida”. Y lo hace ofreciendo un ensayo divido en tres partes, cada una de las cuales cuenta con 21 palabras elegidas—amor, beso, abrazo, sonreír, instante, paz, amabilidad, libertad, intimidad, resiliencia...— para apoyar e inspirar a los padres en la educación de los hijos.
Para el filósofo, la inteligencia bondadosa es un concepto creado a raíz de lo que cree que tiene que ser la inteligencia emocional: “La inteligencia es la capacidad de encontrar y aportar soluciones a los problemas de nuestra existencia y de nuestra vida. Si lo unimos a la bondad, es encontrar esas mismas soluciones de las que hablamos, pero a través de la bondad, que es la parte más sublime de la inteligencia”. Para afrontar el libro, Castellanos quiso informarse sobre lo que los padres anhelan para sus hijos: “Pregunté a muchos y llegué a la conclusión de que lo que todos los padres realmente quieren para sus hijos es que sean buenas personas”.
RESPUESTA. Es cierto que estamos en un mundo complicado en ese sentido. Un mundo en el que deberíamos tomar consciencia de que el culmen de la inteligencia es la bondad, pero nos cuesta entenderlo y por eso no se aplica. De hecho, toda la educación está destinada a proveer al sistema social, económico, político y cultural de mano de obra. Y en esa producción, la inteligencia bondadosa no aparece, como no aparece tampoco la amabilidad.
P. A pesar de ello, usted cree que es posible educar en la bondad, ¿no es así?
R. Para mí es el gran reto de la humanidad. Pero creo que, puesto que nosotros nos inventamos al ser humano, podemos inculcarnos la bondad a nosotros mismos. Si me preguntas cómo debemos hacerlo, te diré que para eso he escrito el libro: a base de palabras. Son palabras mías, pero invito a que la gente invente su propio diccionario. Invito a los padres a hacerlo y, de ese modo, entiendan que sus hijos no son perfectos, porque no lo van a ser, y aprendan a aceptarse y perdonarse.
Las palabras pueden llevar a la bondad y la bondad a relacionarnos mejor con los otros, según explica el escritor Luis Castellanos.
Las palabras pueden llevar a la bondad y la bondad a relacionarnos mejor con los otros, según explica el escritor Luis Castellanos.
SALLY ANSCOMBE (GETTY IMAGES)
P. ¿La mejor manera de educar en la bondad, y en cualquier otra cosa, es con el ejemplo?
R. En efecto, el ejemplo es una parte muy importante. Pero a veces es complicado en este mundo en el que se vive tan rápido. Por eso, a mí me gusta recurrir a las palabras. Mi sugerencia es pensar en una palabra y dejarse inspirar por ella; encontrar el alma más precisa de esa palabra, habitarla y utilizarla para jugar con tu hijo. Porque la palabra es el hecho más real. Todo lo nombramos. Por eso es tan bonito y tan educativo enseñar a tu hijo a nombrar. De ese modo, cualquier palabra se convierte en una inspiración.
P. Una cosa que escribe en el libro que llama la atención es que “para amar a nuestros hijos, debemos amarnos antes a nosotros mismos”.
R. Así es. La prueba es que si no te gustas, te saldrán siempre palabras negativas. Cuando no me amo a mí mismo, el lenguaje va a expresarlo de muchas formas, además de con la ausencia de besos o abrazos. Por eso es tan importante amarse, no ser tan duros con nosotros mismos. No nos castiguemos, no nos juzguemos. Creo que una buena manera de hacerlo es mirarnos al espejo y buscar en nuestra pupila la belleza de nuestro interior. Y ese es un muy buen juego para hacer con los hijos. Es una manera preciosa de educar, porque no podemos dejarles en manos de las nuevas tecnologías, de las redes… La vida te abre espacios infinitos. Eso es lo que hay que enseñarles.
P. ¿Cree que las redes deberían estar limitadas?
R. Por muchas razones, creo que sí. La primera es que cuando tenemos un problema acudimos inmediatamente a internet. Y así no aprendemos a resolver por nosotros mismos los problemas, retrasando el espíritu crítico que se supone que hay que ir creando con experiencias. Necesitamos salir a pasear, salir a ver el mundo; a sentirlo y abrazarlo. Está muy bien que existan las tecnologías (yo las utilizo para investigar), pero hay que tener la inteligencia de poder encontrar soluciones por nosotros mismos a los problemas que se nos pueden plantear. Si un niño no tiene aún desarrollada la inteligencia y sus padres no le ayudan a hacerlo, habrá que buscar otro camino.
P. ¿Cree que educando en la inteligencia bondadosa se garantiza que nuestros hijos sean felices y buenos?
R. No, realmente no lo garantiza, porque también hay que contar con la parte biológica y del desarrollo, así como con las propias experiencias. Lo que te garantiza es que usen esas herramientas para aliviar su propio sufrimiento y para que no lo vuelquen hacia los demás. Eso es muy importante.
P. Una de las palabras que nombra en su libro es “paz”. ¿Cómo educar en la paz en estos tiempos de guerra?
R. Esa palabra me encanta, quizás porque no quiero entender que el mundo va a seguir siendo como es en la actualidad. El gran reto de la inteligencia bondadosa es construir paz interior, que es clave para construir paz exterior. Por eso es tan importante que este concepto llegue al sistema educativo. Debemos enseñar las formas de acceder al mundo, de relacionarnos, de encontrar fuentes pacíficas.
P. ¿Está preparado el sistema educativo para enseñar en inteligencia bondadosa?
R. Creo que sí, pero es cierto que falta una mayor apuesta por ello. Falta que los poderes políticos, que son los que dirigen el sistema educativo, se abran a otras opciones. Hay que tener en cuenta que la inteligencia bondadosa no es idealista. Es inteligencia puesta en marcha.
P. En el proceso de escritura del libro estaba esperando un bebé. Ahora que ha nacido, ¿ha cambiado en algo su forma de entender la educación, la crianza, la figura del padre?
R. Efectivamente, ha cambiado. Y si volviera a escribir el libro creo que habría más profundidad. Pero la paternidad también me inspiró. Y por eso insisto en que la gente escriba su propio libro con sus propias palabras clave.
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domingo, 30 de junio de 2024
TÉCNICAS JAPONESAS PARA VENCER LA PEREZA
Algunas técnicas japonesas podrían suponer un antídoto para afrontar la desgana generalizada, sobre todo porque intentan apelar al avance paulatino y no a las soluciones rápidas.
Artículo
Esmeralda R. Vaquero
COLABORA
10 JUNIO
2024
Técnicas japonesas para vencer la pereza
«Qué pereza tengo», «me da pereza». ¿Cuántas veces escuchamos estas frases a lo largo del día? Ya sea por cansancio acumulado, por un sobreesfuerzo continuo o por simple falta de ganas, este pecado capital se apodera de nuestros cuerpos y nuestras mentes con frecuencia. Sentir apatía de forma puntual parece lógico: la necesidad de integrarnos en una vida repleta de trabajo, hiperproductiva y de constantes actividades deriva en que en ocasiones nuestro deseo sea no hacer nada, sucumbamos o no a él.
El problema surge cuando esa tendencia a la procrastinación se produce de forma constante y nos lleva a no cumplir con compromisos o interfiere de una u otra forma en nuestro bienestar y desemboca en insatisfacción generalizada. La buena noticia es que, como para casi todo, existen consejos orientados a contrarrestar la pereza y el malestar. Más o menos conocidas, algunas técnicas japonesas suponen un antídoto para afrontar la desgana generalizada, sobre todo porque intentan apelar al avance paulatino y no a las soluciones rápidas.
Ikigai
El ikigai se podría traducir como «la razón de vivir». Descubrir por qué nos levantamos cada mañana, cuál es nuestro propósito. Quizá no lo sepamos aún, pero buscarlo sería precisamente el reto. Conocer lo que nos mueve y nos activa diariamente provoca que sintamos más energía y motivación y aumenta la longevidad. No tiene por qué tratarse de grandes hazañas o del más complejo de los retos, de hecho, hablamos de tareas sencillas que se disfruten. En Okinawa, Japón, existe una aldea que congrega el mayor número de personas centenarias del planeta: aunque la genética y la dieta resultan fundamentales, un tercer factor de esa longevidad sería el ikigai.
Kaizen
Otro hábito saludable que practican en Japón es el kaizen, que proviene de ‘kai’ (cambio) y ‘zen’ (bueno). En este caso se trataría de buscar pequeñas mejoras cada día, para poder avanzar paulatinamente en lugar de pretender cambios rápidos y bruscos. Con paciencia y perseverancia podremos progresar en cada aspecto de nuestra vida. Podríamos asemejarlo al refrán «sin prisa pero sin pausa». Si pretendemos ejecutar modificaciones desmesuradas y veloces, la pereza nos vencerá por considerarlos –con razón– inalcanzables, pero, si avanzamos un poco cada jornada y lo visualizamos así, el coste energético y mental será más asumible.
Hara Hachi Bu
En la cultura nipona, la alimentación saludable es un pilar básico, por eso la cuarta práctica para vencer la desgana se centra en no atiborrarse o, lo que es lo mismo, Hara Hachi Bu. Se trataría de comer hasta que sintamos que nuestro estómago está al 80% de su capacidad total. Evitar saciarse por completo permite disponer de más energía, pues el organismo no se sobrecarga y puede funcionar correctamente. Notaremos nuestro cuerpo más ligero para realizar cualquier actividad. Y, por supuesto, que las frutas y verduras de temporada, la soja, las algas y el pescado no falten en la dieta.
Shoshin
Por último tendríamos el shoshin, la predisposición de afrontar las tareas con la mentalidad de un principiante. El término, que proviene del budismo y las artes marciales, nos ofrece alejarnos de la mirada experta y dejarnos sorprender y probar cosas distintas. Esa apertura nos permitirá adquirir nuevos conocimientos, transitar caminos nuevos y oxigenar nuestras maneras. Permitirnos explorar y nutrirnos de curiosidad para vencer la desgana de hacer lo de siempre.
No es necesario practicar todas las técnicas a la vez – como indica el kaizen–, sino de ir incorporando mejoras poco a poco. En Japón parece que les va bien, donde una de cada diez personas tiene más de 80 años y se mantiene en óptimas condiciones, con niveles altos de autonomía y salud.
Y es que vencer a la pereza no es solo contrarrestarla, sino también embarcarnos en hábitos más beneficiosos para nuestro cuerpo y nuestra mente. Al fin y al cabo, se trata de mejorar nuestro estilo de vida.
domingo, 23 de junio de 2024
domingo, 16 de junio de 2024
la educacion
La #educación no consiste en aprobar una serie de exámenes, acumular títulos y alcanzar cierto éxito, sino en transformarnos de tal manera que seamos capaces de responder a las exigencias de verdad, justicia y servicio al bien común con la propia vida.
sábado, 8 de junio de 2024
La infancia es una vida Robin Meyers
No me acuerdo de como fue nacer / pero me acuerdo de otras cosas
la cara de mama / abierta como el agua / al abrocharme el mameluco/
todos los dias de mi vida/
en el sentido en que /
la infancia es una vida
domingo, 26 de mayo de 2024
Conoce los consejos de vida de una mujer de 100 años de edad que se mantiene activa y sana
Joyce Preston, del Reino Unido, cumplió 100 años el pasado mes de marzo, y tiene algunos consejos bajo la manga para quien quiera llegar a su edad.
Sus lecciones incluyen pasar mucho tiempo con los amigos, nunca dejar de aprender y permanecer soltera.
En 1924 se celebraron por primera vez los Juegos Olímpicos de Invierno, cayó el Imperio Otomano y la Unión Soviética fue reconocida oficialmente como Estado. También fue el año en que nació en la localidad británica de Stockport Joyce Preston, que el mes pasado cumplió 100 años.
Preston ha pasado bien sus 10 décadas. Además de trabajar para una empresa de investigación sobre el algodón, tocó el piano y cantó en coros durante 90 años antes de dejar de hacerlo en los últimos tiempos, y ha viajado por el mundo con amigos, enamorándose sobre todo de Oriente Próximo.
Y teniendo en cuenta que en 2023 la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos calcula que el 9,9% de las personas mayores de 75 años seguirán trabajando, frente al 8,2% en 2022, es fácil entender por qué la longevidad es un tema tan candente.
¿Dónde hay más personas de 100 años en España? El mapa que tiene las respuestas
Para aquellos de nosotros que no tenemos los fondos o la inclinación para gastar millones en longevidad al año como el ejecutivo tecnológico Bryan Johnson, cuyo lema es «no te mueras», es alentador que la mayoría de los expertos estén de acuerdo en que comer sano y hacer ejercicio regularmente puede tener un efecto enormemente positivo en nuestra esperanza de vida.
Preston nos cuenta sus secretos para vivir hasta los 100 años y mantenerse activa hasta una edad avanzada.
Quédate soltera
Preston nunca se casó, y su mayor consejo para llegar a los 100 es seguir soltera.
Las investigaciones sobre el estado civil y la longevidad son dispares. Los estudios demuestran que las personas casadas tienden a vivir más, posiblemente porque tienen menos probabilidades de sentirse solas y estresadas.
Pero Paul Dolan, profesor de Ciencias del Comportamiento en la London School of Economics, explicó a The Guardian que las mujeres que nunca se casan ni tienen hijos son las más sanas y felices porque no tienen que "aguantar" a una pareja.
A su vez, el matrimonio puede conducir a una mayor estabilidad financiera y apoyo emocional, lo que sugiere que la opción menos estresante es la mejor para cada persona.
Ten muchos amigos
Aunque Preston no tiene cónyuge, tiene muchos amigos y pasa mucho tiempo con ellos.
Aconseja a los jóvenes que quieran llegar a las tres cifras que "tengan muchos amigos para mantenerse ocupados y para tener compañía".
Según la profesora de gerontología Rose Anne Kenny, del Trinity College de Dublín, la interacción social es tan beneficiosa para la longevidad como seguir una buena dieta o hacer ejercicio.
Según ella, esto podría deberse a que la soledad se ha relacionado con la inflamación crónica, que los investigadores creen que aumenta el riesgo de enfermedades como el cáncer, las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares.
No aparentes tu edad
¿La edad solo es un número? Las investigaciones sugieren que pensar positivamente sobre el envejecimiento podría ayudar a las personas a vivir más tiempo, posiblemente hasta 7,5 años, según un estudio de 2002 que comparó distintas percepciones sobre el envejecimiento.
Preston relata que no deja que su edad la frene y que ha mantenido su independencia al seguir conduciendo hasta hace poco.
Cultiva tu espiritualidad
Como miembro fundador de una iglesia evangélica independiente, la religión es importante para Preston, y cree que ha contribuido a su larga vida.
Investigadores de LongeviQuest, una organización que valida la edad de los supercentenarios, explicaron anteriormente a Business Insider que la mayoría de las personas de más de 110 años con las que hablaron en Latinoamérica eran muy religiosas, y parecía que eso les ayudaba a mantenerse positivos.
La religión en sí podría no ser la salsa secreta para la longevidad. La investigación sugiere que las personas espirituales pueden vivir más tiempo debido a los posibles beneficios para la salud mental, con un estudio de 2023 que lo vincula a la resiliencia y la satisfacción con la vida en las personas mayores.
El doctor Joseph Maroon, neurocientífico y ocho veces triatleta de Ironman que sigue compitiendo a los 84 años, declaró a Business Insider que para él la espiritualidad es uno de los cuatro pilares de la salud.
Nunca dejes de aprender
Como miembro de la Universidad de la Tercera Edad, una organización benéfica que ofrece a los jubilados la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos, Preston ha seguido aprendiendo y adquiriendo conocimientos.
Se cree que aprender cosas nuevas ayuda a prevenir el deterioro cognitivo en la vejez, según detallaba anteriormente a Business Insider Heidi Tissenbaum, profesora de biología molecular, celular y oncológica que investiga el envejecimiento saludable.
m.riezu
"convierte a alguien en insoportable?
Cada uno tiene sus alergias sociales. Aquí va mi lista. Uno: la repetición, ser pesado, insistir, no pillar las indirectas. Dos: ser ruidoso, invasivo, no dejar respirar. Tres: ser perfectito, repelente, sabelotodo (de esto peco yo misma, me temo). Cuatro: egocentrismo, egoísmo; no darte cuenta de que tus actos tienen efectos en el prójimo. Cinco: hábitos físicos repugnantes.
sábado, 4 de mayo de 2024
La libertad de las personas cultas
LECTORES EXPERTOS
Epicteto: "La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues en eso consiste ser libre"
Vertical
Epicteto retratado pensando. Dominio público
La libertad de las personas cultas
JOAQUÍN CALLABED
Epicteto (Hierápolis, 55 - Nicópolis, 135) nació en el sudoeste de Turdquía. En su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafroito y a sus instancias estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo.
Se trasladó a Nicópolis y abrió su propia escuela, adonde concurrieron numerosos patricios romanos. Entre ellos se contaba Flavio Arriano, que llegaría a ser un respetado historiador bajo Adriano y conservaría el texto de las enseñanzas de su maestro.
La fama de Epícteto fue grande, mereciendo según Orígenes más respeto en vida del que había gozado Platón.
Escuela de Nicópolis
En la escuela en Nicópolis se dedicó plenamente a su tarea, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos. Se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía: lógica, física y ética.
Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa centrada en la noción de eudaimonía (felicidad).
La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxia (imperturbabilidad), apatía (desapasionamiento) y las eupatías (buenos sentimientos).
El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por Dios (Zeus).
Enquiridión
El Enquiridión o discursos de Epicteto son una serie de conferencias informales escritas por su alumno Arriano alrededor del año 108 d.C. Aún se conservan cuatro libros de los ocho originales.
La filosofía de Epicteto es intensamente práctica. Dirige a sus alumnos a centrar la atención en sus opiniones, ansiedades, pasiones y deseos, para que "nunca dejen de obtener lo que desean ni caigan en lo que evitan".
La verdadera educación consiste en aprender a distinguir lo que es nuestro de lo que no nos pertenece, y en aprender a asentir o disentir correctamente de las impresiones externas. El propósito de su enseñanza era hacer a las personas libres y felices.
Los Discursos han sido influyentes desde que fueron escritos. Marco Aurelio hace referencia a ellos y los cita. Desde el siglo XVI se han traducido a varios idiomas y se han reimpreso muchas veces.
Hay tres campos de estudio en los que las personas que van a ser buenas y excelentes primero deben haber sido formadas. La primera tiene que ver con los deseos y las aversiones, para que nunca dejen de conseguir lo que desean ni caigan en lo que evitan; el segundo con los casos de elección y rechazo y, en general, con el deber, para que actúen de forma ordenada, por buenas razones y no descuidadamente; el tercero, con evitar el error y la temeridad en el juicio y, en general, en los casos de asentimiento.
Filosofía de Epicteto
Hay que lograr la distinción entre las cosas que están en nuestro poder y las que no.
1. Entre las primeras se encuentran: la opinión, el movimiento del ánimo, el apetito, la aversión; en resumen, todas esas cosas que son nuestros propios actos.
2. Las otras son: los bienes externos que, al no estar en nuestro poder, es inútil y sin sentido buscarlos, sea porque son corruptibles y contingentes, sea porque para obtenerlos nos debemos someter al poder de quien los detente, perdiendo así el bien supremo del hombre: la libertad.
Sobre las enfermedades considera: "La enfermedad es un impedimento para el cuerpo, pero no para la voluntad a menos que lo desees. La cojera es un impedimento para la pierna, pero no para la voluntad y debes repetírtelo a ti mismo en toda circunstancia. Encontrarás así que estas cosas serán impedimento para los demás, pero no verdaderamente para ti mismo".
Retrato de Epicteto.
Retrato de Epicteto. Dominio Público
El ideal estoico es un hombre vuelto hacia sí mismo que encuentra la paz en su interior. De este modo, trata de conocerse, de analizarse, de comprender por qué es como es. Busca aumentar sus virtudes y vencer sus vicios, esforzándose día tras día para mejorar y acercarse al ideal del sabio.
El estoicismo defiende que todo está ligado, propone vivir de acuerdo a la razón, aceptando lo que el destino depare y tratando de eliminar las emociones negativas, como el miedo y el odio, para desarrollar las positivas (amor y alegría), y mantenerse imperturbable con ausencia de deseos
Escuela estoica
1. La virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino guiarse por la motivación de actuar de modo racional y benevolente.
2. El hombre debe mostrar su valía en la vida cotidiana.
3. Engrandecerás a tu pueblo fortaleciendo las almas de sus gentes.
4. La felicidad no consiste en desear sino en ser libre. Solo los instruidos son libres.
5. La amistad es el mayor de los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida entera.
6. El "señor" puede ser esclavo de sus pasiones, mientras que el “esclavo” puede ser libre en su independencia espiritual interna.
Algunas aportaciones de Epicteto
1. Solo el hombre culto es libre.
2. No se llega a campeón sin sudar.
3. La prudencia es el más excelso de todos los bienes.
4. No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien que se produzcan tal como se producen y serás más feliz.
5. Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios.
6. Si no tienes ganas de ser frustrado, jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de tí.
7. La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues en eso consiste ser libre.
Obras de Epicteto
Enquiridión o Manual.
Disertaciones por Arriano.
Fragmentos menores.
Los gurús del postrabajo que alertan de la sobrecarga de tareas domésticas: "El tiempo libre es la base de la libertad"
Helen Hester y Nick Srnicek reivindican en 'Después del trabajo' (Caja Negra) el ocio como motor del pensamiento crítico y alertan de que la tecnología no nos liberará de las labores no remuneradas del hogar
Helen Hester
Helen Hester, autora de 'Después del trabajo'.CORTESÍA DE LA AUTORA
La puerta de casa se cierra a media tarde de un miércoles cualquiera y pensamos que por fin el tiempo es nuestro. Pero, ¿es así realmente? La ropa seca en el tendedero y los deberes de Matemáticas del peque tal vez indiquen lo contrario...
Helen Hester es profesora de Género, Tecnología y Política Cultural en la Universidad de West London. Nick Srnicek es profesor de Economía Digital en el King's College. Juntos firman Después del trabajo. Una historia del hogar y la lucha por el tiempo libre (Caja Negra Editora), un ensayo en el que refutan el mantra de que la tecnología nos liberará de las tareas domésticas y del cuidado (niños y mayores). También un alegato a favor del ocio como derecho y no como propinilla de la transición poslaboral.
¿Qué estamos expresando cuando decimos: "No tengo tiempo"?
Damos a entender que no tenemos tiempo libre, tiempo para lo que queramos. Pero en realidad la queja a menudo va más allá: no sólo no tenemos tiempo para nosotros mismos, sino ni siquiera para hacer las cosas que tenemos que hacer. En otras palabras, con demasiada frecuencia no es un lamento por el tiempo libre, sino una expresión de la necesidad de tiempo para trabajar más. Expresa una creciente sensación de estar ocupado, y esto es algo vinculado no sólo al trabajo asalariado sino también al trabajo no remunerado del hogar. El trabajo de limpiar, cocinar y cuidar es interminable. Y quienes tienen desproporcionadamente la tarea de hacerlo -las mujeres pobres, sobre todo- a menudo terminan sintiéndose desbordados.
¿Por qué es importante para cualquiera disponer de tiempo libre de verdad?
La respuesta corta es que el tiempo libre es la base de la libertad: sin tiempo para nosotros mismos, para lo que queramos, quedamos expuestos a la voluntad y las órdenes de otro. Necesitamos tiempo para poder involucrarnos significativamente con nuestro mundo, reflexionar sobre nuestros problemas, deliberar sobre nuestros compromisos y disfrutar de un grado de autonomía en nuestras propias vidas. Por tanto, aumentar la cantidad de tiempo libre del que dispone la gente es una expansión concreta de su libertad. En la medida en que valoremos la libertad como sociedad, deberíamos tomar la cantidad de tiempo libre significativo que tienen las personas como la medida más alta de civilización.
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¿Qué sucede si muchas de las alternativas de ocio de un ciudadano medio en Madrid o Barcelona implican algún tipo de pago?
A lo largo del siglo XX y en adelante ha habido un esfuerzo concertado para convertir el ocio en una mercancía. Cada vez se dedica más tiempo de ocio al consumo de bienes y, hoy en día, de experiencias. En paralelo se ha producido la desaparición gradual de espacios comunes donde se podían realizar actividades de ocio de forma gratuita, así como el aumento de espacios públicos de propiedad privada, como plazas y jardines. Existe una necesidad real de recuperar los llamados terceros lugares, donde se pueden construir, fomentar y ampliar las relaciones sociales fuera de los espacios característicos del mercado.
Nick Srnicek
Nick Srnicek, autor de 'Después del trabajo'.CORTESÍA DEL AUTOR
Según ustedes, el cuidado comunitario, el lujo público y la soberanía temporal son tres nociones que pueden ser de ayuda en la lucha por el tiempo libre. ¿En cuál de los tres ámbitos ven más posibilidades de progreso en los próximos años?
La atención comunitaria es quizás el objetivo más fácilmente alcanzable a corto plazo. Los cambios demográficos y la intensificación de la crisis de los cuidados harán que sea difícil evitar afrontar esta cuestión en el futuro próximo. Dicho planteamiento contempla descargar las cargas que recaen sobre las familias para llevar a cabo muchas de las tareas esenciales de la sociedad. El período de la pandemia dejó estas cargas meridianamente claras: con la expansión del teletrabajo a medida que las opciones de atención no doméstica dejaron de estar disponibles (escuelas, centros de día, etc.), la presión fue inmensa para muchas personas. La idea del cuidado comunitario habla de crear el tipo de instituciones que podrían ayudar a difundir este trabajo; esto podría tomar inicialmente la forma de un movimiento hacia comidas escolares gratuitas y cuidado infantil universal en los primeros años, por ejemplo, como un primer paso hacia transformaciones más amplias. Al mismo tiempo, deberíamos intentar debilitar los tipos de imperativos legales y culturales que canalizan a la sociedad hacia un modelo rígido y a menudo inadecuado de la vida comunitaria.
Reflexionan sobre el hecho de que el juego haya sido reconocido en Gales como un derecho de los niños. ¿Vivir el presente con plena consciencia se ha convertido en algo tan excepcional que hay que fomentarlo desde la infancia?
Al ver crecer a nuestros tres hijos nos queda claro que tienden a vivir libremente y en el momento. El hecho de que lugares como Gales tengan que insistir en un espacio para el juego es un reflejo no de los niños, sino de la insistencia de los adultos en la productividad: que se dedique tiempo a algún tipo de actividad que se considere útil para la economía incluso desde los primeros períodos de nuestras vidas. En las últimas décadas hemos visto en muchos países una disminución en la cantidad de tiempo de juego al que tienen acceso los niños: se han reducido los recreos, se ha recortado drásticamente la enseñanza de las artes en las escuelas y se han cerrado espacios de juego no mercantilizados. Por eso no creemos que sea necesario inculcar el valor del tiempo libre y del juego a los propios niños. Ya está ahí. Más bien debemos asegurarnos de que no se extinga gradualmente en el transcurso de la infancia contemporánea.
Milenials, la generación que ya no puede más
Publicado: 30 de abril 2024 09:47 / IDEAS por Raquel C. Pico C
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A lo que aspira la protagonista de Mi año de descanso y relajación, la novela de Otessa Moshfegh sobre la que todo el mundo hablaba hace unos años, era a pasar todo el año durmiendo, desconectada del mundo. No la leí en su momento de gloria, pero cuando en el verano de 2021 estaba empezando a trabajar en este libro, mi amiga Ana insistió —después de hablar un buen rato ante un café tanto de la novela milenial como sobre la fatiga de la
generación— en que debería hacerlo. Así que, cuando nos despedimos, fui a una librería, la compré y al llegar a casa me la leí de una sentada.
La protagonista de la novela de Moshfegh no es una milenial: sabemos, por los datos de hechos reales que enmarcan la historia, que vive en el año anterior al 11 S y que tiene veintitantos, lo que la convierte en una X. Pero por mucho que la narradora —sin nombre— sea de una generación precedente, la novela conecta —y mucho— con la generación milenial.
Moshfegh nació en 1981, así que es una escritora milenial y, sobre todo, la novela captura esa cierta desesperación, esa fatiga existencial que muchas personas de esa generación pueden identificar y viven en primera persona. Perder un año durmiendo no parece tanto una pérdida. Casi parece una oportunidad de descanso. ¿Cuántas veces en mis conversaciones de WhatsApp no se ha apuntado como resumen de lo que nos
gustaría hacer un «quedar en cama, bien tapadita con el nórdico» y dejar que se vaya el día?
milenial aburrimiento
«Millennial ennui», señala una de las amigas de la protagonista de Gente que conocemos de vacaciones, de Emily Henry, otra novela estadounidense de la que todo el mundo hablaba unos años después del bum de la novela de Moshfegh, aunque en escenarios diferentes (Moshfegh era una darling de las listas de ficción literaria; Henry, de las de comercial). La amiga resume en dos palabras la conversación que la protagonista mantenía con otra amiga, en la que intentaban capturar la sensación de frustración porque, a pesar de tener todo a lo que habían aspirado, no se sentían felices. Sentían que les faltaba algo.
«Pensaba que todo eso de los milenials era que no teníamos lo que queríamos. Las casas, los trabajos, la libertad financiera. Estudiamos durante años y luego somos camareros hasta la muerte», insiste la protagonista. Pero como le dice su amiga, incluso quienes logran escapar a ese destino no consiguen hacerlo de la sensación de desencanto.
Aunque la idea del «millennial ennui» aparece en la novela como algo que inventa esta amiga rápidamente mientras avanza la conversación, lo cierto es que el concepto tuvo su momento en los medios en los análisis expertos sobre la generación del Milenio y los retos que suponían para las empresas. Lo de ennui, que suena a película francesa, se usó menos, pero el aburrimiento milenial estuvo mucho más presente. En los análisis preocupaba —y mucho— que los milenials se aburriesen en el trabajo y que las empresas no fuesen capaces de acabar con ese problema. La culpa estaba, en parte, decían, en que la tecnología y nuestra adición al scroll infinito de los móviles nos impedían centrarnos en las cosas o hacer durante mucho tiempo la misma actividad.
Pero la cuestión no estaba solo en lo que pasaba en el trabajo —algo que a los jefes boomers les costaba entender, pero les obsesionaba—, sino también en la vida en general. Entre 2013 y 2016 tuvo su momento con algo de éxito la idea de la generation Yawn, la beneración Bostezo,
que era el término en inglés para lo que en castellano se llamaba viejóvenes. Eran los milenials que bebían menos que las generaciones precedentes y que preferían quedar en casa haciendo calceta antes que salir de fiesta, a pesar de que, como recogían los medios que abordaban entonces el tema, sí se sentían un poco culpables de no estar por ahí dándolo todo.
Un estudio británico de 2016 concluyó que el 63% de los milenials estaba cansado de la vida, superando ampliamente a las demás generaciones, lo que le sirvió a Vice —otro de los medios que se posicionó como ejemplo por excelencia del periodismo milenial— para publicar una reflexión sobre por qué la generación estaba tan aburrida. «Perdimos el interés por todo.
Hartos de sentir. Aburridos de ser», concluía entonces su análisis el periodista Angus Harrison.
Hablar de aburrimiento milenial podría hacer pensar en una de esas imágenes de la película María Antonieta, de Sofía Coppola, que se hicieron muy populares: la reina está tirada en un sofá, muy aburrida, comiendo bombones. Pero el aburrimiento milenial es más complejo que
eso. La propia protagonista de la novela de Moshfegh no toma la decisión de hibernar un año entero por capricho: en realidad, está bastante depresiva y pasando un complicado período de duelo. Llenarse de pastillas —que le receta una psiquiatra que no hace muy bien su trabajo— y
dormir es su manera de gestionar el malestar existencial.
Estamos muy cansados y la realidad de la generación está marcada por ello. Anne Helen Petersen estableció la idea de la «fatiga milenial» primero en un longform en Buzzfeed y luego en un libro, No puedo más. Su artículo fue el que me hizo comprender que, cuando era incapaz de hacer cosas, no era porque fuese excesivamente vaga sin saberlo. La generación
está tan cansada, tan quemada, que cualquier cosa mínima que se suma nos desborda.
milenial aburrimiento
«El adulting es duro, entonces, porque vivir en el mundo moderno es, en cierto modo, más fácil de lo que nunca lo fue y aun así inconmensurablemente complicado», indica en la introducción de
su libro Petersen. «Cada día, todos tenemos una lista de cosas que necesitamos hacer, lugares a los que debemos dirigir antes que nada nuestra energía mental. Pero esa energía tiene un límite y cuando intentas seguir haciendo como que no, es cuando llega el burnout».
El burnout no es algo nuevo. Ya se hablaba de estar quemado en los 70, pero lo que hace que para los millennials la cuestión sea grave —y que marque nuestra existencia— es que no es algo que te pueda pasar en un momento. Como demuestra Petersen, es nuestra condición por defecto.
Le cuento a Breogán (1991), cuando le pregunto por la fatiga milenial y sus sentimientos al respecto, que yo acababa de estar liada durante meses con un problema con la caldera —problema que, meses después, aún no había resuelto por completo: me había hartado de intercambiar correos electrónicos con Iberdrola— y que cada vez que pensaba en ponerme
con ello sentía una pereza abrumadora.
El drama de la caldera implicó múltiples visitas de un electricista y otros tantos intercambios de correspondencia con el servicio de atención al cliente de la compañía eléctrica. Y supuso un drenaje mental sobrecogedor, a pesar de que, en esencia, todo era una tontería. Pero Breogán comprende perfectamente mi situación y mis sensaciones, «lidiar con eso» parece algo que ya no puedo sumar a mi lista de cosas por hacer.
Breogán está de acuerdo con esa idea de la fatiga milenial que describe la periodista estadounidense y suma algo que viene muy a cuento ahora que estoy hablando de milenial ennui. «Sí, yo creo que bastante», me dice cuando le pregunto si está de acuerdo con la idea de fatiga milenial, «que estamos cansados de vivir», señala, recordando que «nuestra
situación está tan conectada con lo precario» que parece normal sentirse así. En su caso, tras aprobar unas oposiciones y ganar estabilidad, espera que «esa fatiga de vivir, por así decirlo, vaya poco a poco apagándose», pero por ahora «sí, es lo que experimenté».
«En mi círculo y yo mismo lo viví, es lo que veo, que la gente no tiene energía para lidiar con muchas cosas», asegura. Si tienes una situación laboral «que no es maravillosa precisamente», si «eres un zombi porque trabajas todo el día cuarenta mil horas» o si ya llegaste al límite de tu cansancio mental, es normal que las cosas, por muy pequeñas que sean, te superen. Y si el cansancio, por defecto, tiene mucho que ver con la precariedad excesiva que creó la crisis económica, esa melancolía existencial ni siquiera está vinculada solo con ella y con cómo el
mundo cambió en ese momento. Aunque sí, la crisis de 2008 fue el cementerio de nuestras esperanzas, para algunos milenials la sensación de desencanto empezó incluso algo antes.
Cuando estaba de Erasmus en París, en 2005, fue el referéndum de la Constitución europea. Vivir unas elecciones en Francia, sean las que sean, es toda una experiencia. En la residencia de estudiantes en la que vivía, todas seguían intensamente lo que pasaba —algo que, desde la experiencia gallega de no hacerle ningún caso a las elecciones europeas, me parecía muy
sorprendente— y seguimos los resultados de la noche electoral en la televisión común. Ganó el no y, como me explicaba una de mis compañeras, ella misma lo había votado «porque la sociedad tiene un sentimiento de tristeza, de desencanto», como apunté entonces en unas
notas.
Quizás la generación milenial arrancó su frustración un poco antes. O, quizás, la base de esa melancolía existencial es mucho más compleja, más allá de lo que supuso el golpe de la crisis económica en nuestras vidas.
Este texto es un fragmento de Millennials. Unha xeración entre dúas crises (Editorial Galaxia). Traducción de la autora.
domingo, 14 de abril de 2024
sábado, 13 de abril de 2024
jueves, 28 de marzo de 2024
Llorad, llorad, valientes: un relato de Irene Vallejo
El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos. Más y más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible, sino la lenta reconstrucción de un mañana resquebrajado. Necesitamos consentirnos la tristeza, desahogarnos para evitar la asfixia.
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El duelo hay que edificarlo sin prisa, con ritmos arquitectónicos. Más y más, mes a mes. No es una enfermedad de la que curarse lo antes posible, sino la lenta reconstrucción de un mañana resquebrajado. Necesitamos consentirnos la tristeza, desahogarnos para evitar la asfixia. Nuestro mundo intenta jibarizar la huella de la muerte, mientras el pasado la proyectaba en gigantescos monumentos. Hace veinticinco siglos, Artemisia II hizo construir una imponente arquitectura de dolor. Destrozada por la pena, erigió una tumba para Mausolo, su marido y hermano —el poder era aún más endogámico que hoy—. Reclutó a los mejores artistas para trabajar el mármol de blancura más luminosa. El colosal sepulcro de Halicarnaso, una de las Siete Maravillas, se elevaba cincuenta metros en cuatro plantas, decoradas por relieves y estatuas tan llenas de vitalidad que la misma piedra parecía tensar los músculos. En adelante, las sepulturas más bellas se llamarían “mausoleos”. El desgarro de Artemisia aún habita nuestros cementerios.
Llevamos dentro, embalsadas y rebosantes, las lágrimas por nuestros muertos, pero está mal visto dejarlas correr. Todavía hay una profunda carga de vergüenza asociada al tabú del llanto. Los hombres no lloran. Y, si las mujeres nos quebramos en público, causamos incomodidad —has roto un veto— y levantamos cierta sorna —has confirmado un cliché—. Contrólate.
Los protagonistas masculinos de la ficción contemporánea afrontan la embestida del dolor o la pérdida con una máscara inexpresiva, hieráticos y fríos: cowboys y superhéroes consideran el llanto como un signo de debilidad. Las lágrimas resultan impúdicas, y por eso nuestros rituales fúnebres parapetan los ojos tras unas gafas oscuras. Sin embargo, los guerreros legendarios del pasado heroico solían llorar a moco tendido. En una de las primeras epopeyas descubrimos que Gilgamesh, al morir su mejor amigo, “gimió como un pichón” durante toda la noche. Con la primera luz del alba, gritó: “Que los senderos del bosque te lloren, que te lloren los ancianos, que te llore el oso, la hiena, la pantera, el chacal, la gacela, que te llore el río Éufrates, que te llore el granjero y el cervecero que te elaboraba la mejor cerveza”. En la épica antigua, muchos héroes desencadenan sin rubor una tromba de lágrimas. Aquiles lloró junto al mar en una memorable escena de la Ilíada; también Ulises, cuando su fiel y viejo perro lo reconoció en Ítaca y murió estremecido, meneando la cola. Los ojos de Eneas se humedecen una y otra vez en la Eneida. El caballero Tristán, del ciclo artúrico, llevaba la pena inscrita en el nombre –era tradición bautizar ‘Tristán’ a los niños cuyas madres morían en el parto–. Incluso el Cantar de Mio Cid, epítome de hombría, arranca presentando así a Rodrigo: “De los sus ojos tan fuertemientre llorando”. En los buenos tiempos de la caballería andante, si uno tenía ganas y motivos, sollozaba e hipaba con la cabeza alta. Lo canta Nick Cave en The Weeping Song, “desciende al mar, hijo, mira a las mujeres llorando; después sube a las montañas, los hombres están llorando también”.
Homero hubiera observado atónito la promoción de Los puentes de Madison, donde nos ofrecían la oportunidad —única— de ver a Clint Eastwood, el tipo duro, derramar lágrimas en la lluvia. La cancelación del llanto es reciente: los campeadores de antaño sollozaban con frecuencia, sin necesidad de un oportuno chaparrón para camuflar su desconsuelo.
Los psicólogos señalan que el aprendizaje social de contener el llanto tiene dudosa utilidad práctica. De hecho, conviven mejor con la adversidad las personas que aceptan sus emociones sin prohibirse exteriorizarlas. En cambio, el duelo negado amenaza con convertirse en fractura irreparable, en grave desequilibrio. Quien da rienda suelta a su pena en público demuestra seguridad y una rara independencia frente al qué dirán. Como escribió Julio Ramón Ribeyro: “Nada me impresiona más que los hombres que lloran. Nuestra cobardía nos ha hecho considerar el llanto como cosa de mujercitas. Cuando solo lloran los valientes”.
sábado, 23 de marzo de 2024
El mansplaining no es una práctica casual, es un ejercicio normalizado de invisibilización.
Noviembre 12, 2019
Por Sofía García-Bullé
Una lectura de 7 minutos
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Aspen, 2012. Rebecca Solnit, escritora prolífica desde 1988, asiste a una fiesta en la que un hombre mayor le recomienda leer un libro recién publicado que él consideraba uno de los mejores temporada, Solnit era la autora del libro.
La astronauta Jessica Meir, una de las participantes de la primera caminata femenina fuera de una estación espacial en octubre de este año, relata en Twitter su entrada a la zona equivalente al espacio en 2016, donde menciona que ahí el agua hierve espontáneamente; un usuario masculino se apresura a corregir su argumento con los conocimientos que adquirió de una simulación en un campamento espacial.
En 2017, la doctora en física y la profesora Veronika Hubeny, participa en un panel. Es la única mujer entre otros colegas expertos en ciencias exactas; el moderador la interrumpe tantas veces para repetir lo que ella dice que, un miembro de la audiencia se desespera y grita “¡déjala hablar por favor!”, el público aplaude, ninguno de los otros académicos que la acompañaban en el panel reaccionó ante la incidencia de interrupciones hasta ese momento.
Estos eventos no representan instancias aisladas, son parte de un problema que denota una desigualdad sistémica en el acceso al conocimiento y la validación del mismo dentro de la comunidad académica, o lo que también se conoce como mansplaining.
¿En qué consiste el Mansplaining?
Mansplaining es un término inspirado por Rebecca Solnit, quien usó su ensayo “Los hombres me explican cosas”, para describir sus experiencias como escritora en espacios públicos, donde hombres intentaban alecccionarla sobre temas que ella dominaba, algunas veces sobre su propio trabajo, que no asociaban con ella hasta que se les aclaraba su identidad y autoría.
La obra de Solnit resonó con fuerza en los sectores femeninos de la comunidad académica y científica. Tan solo un año después de la publicación del ensayo, la palabra mansplaning ya aparecía en el diccionario urbano de lengua inglesa. Tras ver la tracción del término en internet, Solnit aclaró que no se trataba de una práctica totalmente inclinada a un género. Así como no todos los hombres presentaban conductas arrogantes, condescendientes e ignorantes, también hay mujeres que realizan esta práctica.
La definición ofrecida por Lili Rothman, colaboradora del Atlantic, presenta un concepto más neutro y amplio para abarcar el concepto de mansplaining. Rothman define el mansplaining como el acto de explicar sin tener en cuenta el hecho de que la persona que está recibiendo la explicación sabe igual o más sobre el tema que la persona que lo está explicando. A pesar de mantener neutra la base de su definición, Rothman puntualiza que este comportamiento es más común por parte de los hombres hacia las mujeres. Esta perspectiva es debatible, y ha sido discutida ampliamente.
“Hay muchos casos de personal educativo senior, gente que ha llegado a rector, gente que ha ganado premios de trayectoria después de años de carrera. Todos tienen estas historias, de llegar al final de su carrera y decir que están agotados por tratar de superar siempre la norma, para contrarrestar la narrativa dominante”.
El mismo diccionario urbano que publicó por primera vez la acepción del término, ha actualizado la definición por la más popular que define el mansplaining como un término inventado por feministas radicales para desarmar automáticamente cualquier argumento expuesto por un miembro el género masculino; también ha sido definida como la forma más eficiente de explicar algo basándose en hechos. Independientemente de la significancia reaccionaria que surgió de la incomodidad del sector masculino con poner en palabras la experiencia de muchas mujeres en la academia y la comunidad científica, es difícil discutir con la realidad de una comunidad académica en la que las mujeres carecen de representación en varios campos del conocimiento, especialmente los de ciencias exactas como matemáticas, física, química y computación, entre otros.
En Estados Unidos, solo 6.6.% de los profesionales que trabajan tiempo completo en campos del conocimiento dominados por el género masculino son mujeres; en la India, las mujeres representan solo el 28 % de la fuerza de trabajo general, sin entrar siquiera en los trabajos que involucran conocimientos de educación superior, o del campo STEM.
Tomando en cuenta este serio desbalance se podría de decir que, por aproximación matemática, habría más hombres en la posición de hacer uso de una explicación privilegiada o mansplaining, así como de asumir que las mujeres con las que entablan conversación no conocen del campo de conocimiento en que han estudiado o trabajado, por la enorme disparidad numérica con respecto a sus colegas masculinos.
Simplemente no nos imaginamos que una mujer podría ser una astronauta de carrera como Meir o una escritora prolífica como Solnit. Sus campos son tan dominados por la percepción de una mayoría masculina que se refuerza un estereotipo que le da a esa profesión o rubro epistemológico una cara masculina. Las mujeres que rompen este estereotipo son casos aislados, anomalías fáciles de pasar por alto apenas olvidamos esa noticia que leímos sobre ellas o ese encuentro en el que las vimos y nos informaron en qué trabajaban. Este es el peligro de una disparidad de género normalizada y reforzada por la percepción.
Bajo este contexto, hay muchas instancias de mansplaining que no vienen de una intención consciente de minimizar ni agredir a mujeres que se desarrollan en determinado campo de conocimiento o trabajo, pero sí son producto de una realidad normalizada que favorece la perspectiva y la auto-confianza masculina por encima del conocimiento y trabajo de las mujeres, respaldado por la superioridad numérica masculina en estos campos, o la percepción de que esa superioridad numérica existe, sea real o no.
¿Cómo afecta el mansplaining a las mujeres en las comunidades académicas y científicas?
El mansplaining como fenómeno aislado no tendría porqué tener tanto peso en la experiencia de las mujeres que trabajan en la academia y en la comunidad científica, a fin de cuentas, son solo palabras desatinadas de personas, en su mayoría hombres, con exceso de confianza y un sentido de mérito que no se han ganado.
El problema no es que un anfitrión arrogante confunda a una autora prolífica con una escritora amateur y le recomiende el libro que acaba de publicar, o que un usuario de Twitter quiera corregir a una astronauta consumada porque cree que ir una vez a un campamento espacial lo hace más experto, o que un moderador ignore completamente lo que dice una profesora de física en un panel y repita el mismo contenido que dijo ella como si fuera suyo. El problema es que no registramos el ejercicio de invisibilización que esto representa, y que es solo un síntoma de un serio desbalance en la forma en que recopilamos el conocimiento, lo publicamos y damos crédito a las personas involucradas.
Nuestra empatía, memoria y capacidad de valorización son cortos, como explica la Dra Janet Bultitude, catedrática senior de investigación del dolor en la Universidad de Bath. “Es más fácil catalogar mentalmente un trabajo de investigación en términos de personas famosas y no poner atención a las demás nombres involucrados en el proyecto, que usualmente aportan más o al menos una buena parte del trabajo, y esta es una forma en que la gente es invisibilizada”, explica la catedrática. Esta práctica refuerza la narrativa de que solo cierto perfil o sector de la comunidad académica es el que realmente participa y dicta un conjunto de criterios con los que visualizamos a toda la comunidad.
Esta predisposición socio-visual nos presenta a los líderes de campos de conocimiento académicos y científicos como hombres adultos y blancos, en la mayoría de los casos. El público no espera que un profesor sea una mujer chicana con rastras. La Dra. Nicole González Van Cleve, profesora asociada en la Universidad de Brown, sostiene que esta visión sesgada puede traer serias consecuencias en la carrera y salud mental de académicos que no compaginan con la imagen del académico o científico tradicional.
“Hay muchos casos de personal educativo senior, gente que ha llegado a rector, gente que ha ganado premios de trayectoria después de años de carrera. Todos tienen estas historias, de llegar al final de su carrera y decir que están agotados por tratar de superar siempre la norma, para contrarrestar la narrativa dominante”, comenta González. Es esta narrativa la que presenta a un tipo específico de personas como el experto modelo, y cualquier persona que no encaje en esta imagen prefabricada está expuesta a ser el receptor de una conducta condescendiente y anulación dentro de su propia comunidad. El mansplaining y otras formas de explicaciones privilegiadas como el whitesplaining o el straightsplaining son solo mecanismos de un aparato más grande diseñado para marcar una línea entre las minorías y el grupo dominante.
“Es más fácil catalogar mentalmente un trabajo de investigación en términos de personas famosas y no poner atención a las demás nombres involucrados en el proyecto, que usualmente aportan más o al menos una buena parte del trabajo, y esta es una forma en que la gente es invisibilizada”.
Las personas pertenecientes las minorías sociales, como mujeres, personas de color o de la comunidad LGBT, son especialmente propensas recibir este y otros ejercicios de condescendencia y exclusión sutil. El impacto de estas prácticas puede ser significativo a largo plazo porque desalienta a estas personas a formar parte de la comunidad científica y académica.
“El daño real es que estamos creando estas situaciones donde frecuentemente esto le ocurre mucho más a gente joven, a mujeres, a personas de color… generamos situaciones en las que se van porque no se sienten cómodos, eso no es correcto”, comenta la Dra. Tasha Stanton, profesora asociada de la Universidad del Sur de Australia. La Dra. Stanton, se refiere a la creación de una narrativa en la que las minorías sociales no tienen acceso al crédito y al reconocimiento en la misma medida que el grupo dominante de la comunidad científica y académica.
En cualquier comunidad, este crédito que visibiliza a los individuos con base en sus logros, habilidades y talentos es crucial para construir un sentido pertenencia y auto-confianza, que a su vez es necesario para continuar una labor productiva en la comunidad a la que se pertenece. Esto es lo que estamos perdiendo cuando hacemos uso de una explicación o dinámica privilegiada que denomina a otros como personas inferiores en cuanto a conocimiento, habilidades y valor.
La búsqueda y divulgación del conocimiento se trata de comunicar nuevos descubrimientos y aprendizajes, de acuerdo a la Dra. Stanton, conectar con otras personas es clave para establecer diálogo y cimentar la colaboración necesaria para producir ese conocimiento por el que las comunidades académicas y científicas existen en primer lugar. “No pierdas esa oportunidad, no seas esa persona”, concluye Stanton.
sábado, 16 de marzo de 2024
Margaret Atwood:
«Crecí en una casa en el bosque, y no sabría decir si éramos ricos o pobres. Cultivábamos nuestros propios alimentos, no nos comparábamos con nadie. Me inculcaron que debía ser autosuficiente. Me independicé muy joven. El dinero es muy importante para las mujeres; el hecho de depender económicamente de otra persona altera de forma radical nuestro punto de vista.»
domingo, 10 de marzo de 2024
Los huesos de la ternura | Por Irene Vallejo
Antígona es no solo la imagen del cuidado sino de la rebelde e insumisa frente al poder.
Cuando a mi padre le diagnosticaron cáncer, brotaron mis majestuosas, negras, hinchadas ojeras. El uniforme de quienes cuidan está tejido con la seda de las noches rasgadas y los jirones de sueño. Tal vez por eso simpatizo inmediatamente con la gran familia de los exhaustos, con esos ojos que bostezan desde un periscopio de sombra. Fuimos bebés, seremos viejos, sufriremos enfermedades. Con suerte, habrá en la familia personas generosas dispuestas a atendernos. Pero pagarán un precio: dejar el trabajo, malabarismos horarios y descalabros salariales, la desaparición del tiempo propio, aislamiento, ansiedad, los insomnios y el cansancio prohibido, el bucle de exigencia y exasperación, correr tensas y disparatadas de una tarea a otra sin alcanzar nunca a cumplir lo bastante. Un glacial sentimiento de expulsión. La sociedad entera descansa sobre esos esfuerzos no remunerados, sigilosos, sumergidos, a veces incluso penalizados.
Hace veinticinco siglos, el poeta Sófocles llevó a escena el callado exilio de quienes deciden cuidar. Edipo en Colono muestra al poderoso rey de otros tiempos, ahora caído en desgracia: expulsado de su ciudad, viejo, ciego, maltrecho y con las manos vacías. Su figura inspiraría el ocaso del Rey Lear, de William Shakespeare. Mientras los hombres de la familia pelean por el trono, Antígona —su hija, su hermana— se adentra en un mundo hostil para ser los ojos del anciano que no ve. Calzada de barro, despeinada y nómada, la chica mendiga cada día alimento para ambos. Lejos de su ciudad, con aspecto magullado, ni ella ni su padre son bienvenidos. La miseria siempre resulta sospechosa, delincuente: algo habrán hecho mal para ser pobres. Cuando Edipo muere, Antígona le ha dedicado los mejores años de su juventud. Lejos de agradecerle sus renuncias, la familia la compadece por seguir soltera: está mortalmente cansada, pero no casada. En la tragedia, Sófocles contrapone dos formas nítidas de entender la vida: los personajes que se mueven por ambición o los que cuidan de otros. Y entre todos, ¿quién es la rebelde, la perseguida, la proscrita, la peligrosa? Antígona, con su pelo alborotado y sus ojeras violeta.
Antígona desestabiliza el orden imperante cuando decide atender a quien cae, en lugar de correr en auxilio del vencedor. Esta disyuntiva se sigue planteando en el presente, es el punto de fricción entre dos teorías y dos actitudes: la visión compasiva frente a la competitiva. La comunidad o la cápsula, el sálvese quien pueda o el salvémonos juntos. Son los dos polos entre los que oscilamos en épocas de inclemencias y, en el fondo, tanto al asociarnos como al ensimismarnos, buscamos lo mismo: estar a salvo. Empáticos un día, egocéntricos al siguiente, dudamos entre ambas vías tratando de alcanzar la seguridad, el añorado refugio. Antígona, tras ser princesa y mendiga, tuvo clara su —subversiva— visión. En las cambiantes fortunas del tiempo, con sus quiebras, devaluaciones y pérdidas, lo que hemos dado resultará ser la más segura de nuestras inversiones.
Nuestro bienestar es un trabajo en equipo, pero el viejo dilema resurge una y otra vez. Cuando el mundo parece tambalearse, se alzan voces que proclaman un ideal de dorada autonomía, de fuerza, de victorioso aislamiento. Se destinan afilados discursos políticos y enormes sumas a financiar la desconfianza, el quien no corre vuela, la polarización y la privatización del propósito vital. Quienes aporrean nuestros oídos con el apocalipsis suelen vender algún remedio mesiánico: nuestro miedo es el mejor medio para lograr sus fines. Bajo esa promesa salvadora, ahogan las raíces del apoyo mutuo y rompen las redes del tejido común —la hospitalidad, el amparo a los frágiles—. Sin embargo, en campos como la biología evolutiva, la psicología y la sociología, están aflorando sólidos indicios de que los seres humanos somos más colaboradores y menos egoístas de lo que nos hacen creer y nos espolean a ser. Además, recientes investigaciones revelan evidencias neuronales de nuestra predisposición a cooperar. El naturalista Edward O. Wilson explica en Génesis que prosperan más y sobreviven mejor aquellas especies que practican el altruismo. También existe el gen generoso. Pero si ahogamos ese impulso en precariedad y agotamiento, no quedarán fuerzas disponibles para coser alianzas. Y desde los territorios del cuidado, cada vez más abandonados a su suerte, veremos que la factura y la fractura seguirán creciendo; en palabras del peruano César Vallejo, cómo nos van cobrando el alquiler del mundo.
Cuenta la leyenda que los hijos de Edipo se enfrentaron por el trono paterno, uno sitiando la ciudad de Tebas con un ejército y otro defendiéndola. En un día de ira, los dos se asesinaron mutuamente: el símbolo de toda guerra civil. El nuevo rey, su tío Creonte, decidió honrar con un grandioso funeral a los leales a la ciudad, pero prohibió bajo pena de muerte enterrar a los atacantes, ordenando que las fieras devorasen los cuerpos de los enemigos de la patria. Ahí transcurre Antígona, otra obra de Sófocles protagonizada por la mujer pálida que reclama su derecho a dar sepultura también al hermano rebelde. Para el vencedor nunca faltarán honores, ella se preocupa por el perdedor. Al caer la noche, otra vez descalza, desobedeciendo el mandato, entierra a escondidas el cadáver prohibido. Al trágico final de esta historia no le falta su punto de negrísima ironía, cuando el nuevo rey dicta sentencia: el cuerpo del muerto será exhumado y abandonado a los perros, mientras a ella la enterrarán viva. La lógica de un mundo al revés. Ese despropósito sigue sucediendo, ahora y aquí, tan cerca: los vivos sepultados bajo montañas de escombros en bombardeos cotidianos, los desaparecidos perpetuos a quienes se niega la certeza de la muerte y el cementerio. Todo ello pese al paso de los milenios, que —pomposa y bigotudamente— declaramos civilizados.
Sófocles convirtió a su vagabunda ojerosa en un arquetipo de indomable piedad. En una de las relecturas más recientes del mito, El tercer país, Karina Sainz Borgo desdobla a la tebana en dos personajes. Angustias, madre migrante, busca sepultar a sus hijos recién nacidos después de una travesía de kilómetros con las criaturas guardadas en cajas de zapatos. Visitación regenta un cementerio perdido en la frontera entre Venezuela y Colombia, donde entierra cuerpos que nadie reclama, o cuyos familiares apenas disponen de dinero para darles tumba. Ambas recuperan el rostro exiliado, vagabundo, fugitivo y desheredado de Antígona. Otra reminiscencia de Sófocles, Las sepultureras, de Taina Tervonen, aborda la historia real de una experta en ADN y una antropóloga forense que identifican huesos humanos en las fosas de un país inconsolable —Bosnia–Herzegovina— para devolver los muertos a sus familias. Todas ellas saben que los vivos, sobre todo los vivos, necesitan descansar en paz.
La etimología de “cuidar” procede del latín cogitare, “pensar”; “médico” deriva de “meditar”. La máxima cogito ergo sum podría dar lugar a un audaz “cuido, luego existo”. Mientras parecen avanzar los argumentos implacables que nos empujan a una carrera ciega y despiadada, Antígona encarna la comunidad del cuidado, la mirada ojerosa que decidió ser generosa. La llamada a poner el sentido común al servicio del sentido de lo común. Permitir que los egoísmos nos atomicen es un desatino: somos el destino de los demás.
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/los-huesos-de-la-ternura-por-irene-vallejo
domingo, 3 de marzo de 2024
sábado, 24 de febrero de 2024
domingo, 11 de febrero de 2024
La sabiduría del caracol
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El caracol, nos explica Iván Illich,[1] construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una espiral más grande después de la otra hasta que se detiene bruscamente y comienza un devanado decreciente.
Añadir una sola espiral le daría a su concha una dimensión dieciséis veces mayor. En lugar de contribuir al bienestar del animal más crecimiento lo agobiaría. A partir de este punto, cualquier aumento en su productividad serviría solamente para paliar las dificultades creadas por este agrandamiento de la concha más allá de los límites fijados para su finalidad.
Pasado el punto límite del agrandamiento de las espirales, los problemas del crecimiento excesivo se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol no puede seguir sino una progresión aritmética en el mejor de los casos.
Al divorciarse de la razón geométrica, de la que estuvo casado por un tiempo, el caracol nos muestra el camino para pensar en una sociedad en descrecimiento, alegre y convivencial.[2]
Tres movimientos sociales contemporáneos, cercanos al ecologismo, han adoptado como emblema la figura del caracol: Slow Food International (Comida lenta), Movimiento Zapatista (EZLN) y Degrowth (Descrecimiento)
El crecimiento sin límites es enemigo del clima, la ecología, el medio ambiente y la diversidad cultural.
Todo aquello que se ha vuelto demasiado grande, que ha crecido demasiado, que ha sobrepasado los umbrales que le permiten coexistir con los seres vivientes debe ser combatido permanentemente por las personas responsables y las organizaciones sociales y civiles que buscan la Paz y la permanencia de la diversidad cultural y biológica.
La sociedad industrial, sustentada en el crecimiento económico sin límites, y en los mitos del progreso, el desarrollo y la modernización tecnológica, ha creado demasiados productos y organizaciones contrarios a la Naturaleza y la convivencia pacífica; ha creado un sistema político y económico (la alianza entre el Estado y el Mercado) que pone en peligro la existencia de la Humanidad.
Esta sociedad de crecimiento ha creado semillas manipuladas (OGM) materiales, como los plásticos, máquinas como, los autos y los aviones, generación de electricidad, como las centrales nucleares y equipos, como los IPads, computadoras y wifis que destruyen con gran eficacia la riqueza natural y cultural de los territorios.
Este crecimiento económico desquiciado ha creado tumores urbanos, como lo son las infraestructuras o megaproyectos de muerte: supercarreteras, los grandes aeropuertos, los trenes de Alta Velocidad, los grandes puertos de carga, las vías rápidas, los segundos pisos, las torres, los grandes centros comerciales, las ciudades industriales, las ciudades universitarias, las ciudades para la salud, las ciudades para el turismo, las bases militares, las megalópolis, entre otras.
Tenemos hoy día, en el mundo, demasiados transportes, tubos, motores, celulares y demasiadas antenas, bombas, pavimentaciones, edificaciones, computadoras. En el último siglo, se democratizan en el mundo las malas costumbres que tenían los millonarios de hace más de un siglo: el uso del excusado con agua potable, los consumos por persona, de agua potable mayores a 30 litros diarios y de electricidad mayores a 30 kWh mensuales, la posesión de un auto y al menos un viaje al año en avión de ida y vuelta.
Hoy día, tenemos en el mundo demasiadas personas que consumen demasiado carbón, gas y petróleo; demasiada agua, electricidad y gasolinas; que consumen demasiados metales, maderas, tierras raras, bueyes, cerdos, corderos, pollos, huevos, quesos; demasiadas vacas, gallinas, aguas embotelladas. Actualmente, se consume demasiado empaque y embalaje; demasiado plástico, papel, agroquímicos, pesticidas, aditivos para los alimentos.
Hay muchos aspectos que tenemos que someter a un proceso de descrecimiento, para recuperar la vida en la Tierra. Por el bien de la Humanidad, la producción industrial debe reducirse al mínimo, para abrir paso a la Relocalización de la producción y el consumo de los alimentos y otros básicos: producción local (artesanal) para consumo local, en lugar de la producción global, para consumo global que realizan principalmente los países del Sur global, para el consumo del Norte global.
Valientes, activas , perseverantes : asi son las personas que saben solucionar problemas : Jose A Marina
Libro . historia universal de las soluciones : JA Marina
Personalidades orientadas a la accion
Características
Rasgo 1 . la actividad . Lo contrario de la inteligencia perezosa . Actividad que esta precedida por la decisión de enfrentarse
Rasgo 2 . el sentimiento de la propia eficacia . lo comtrario de la indefension aprendida
Rasgo 3 : la valentía
Rasgo 4 : la perseverancia . Cuando le preguntaron a Newton como resolvia los problemas : dijo : pensando en ellos dia y noche
sábado, 3 de febrero de 2024
jueves, 1 de febrero de 2024
Iris Murdoch : la elección del bien es la mas sabia de las opciones ante cualquier dilema de la vida
"Para Murdoch, el bien es un tipo de inteligencia; por ende, la elección del bien es la más sabia de las opciones ante cualquier dilema de la vida. Llegó a decir que, aunque era un gran pensador, encontraba a Freud deficiente porque el psicoanálisis se basa en «pensar demasiado en uno mismo, mientras que el mejor remedio contra el sufrimiento es ayudar a otros.» Por otro lado, la literatura en particular y el arte en general son una respuesta solida y acogedora ante los interrogantes de la filosofía. Dios no existe, el amor es falible, somos imperfectos, somos mortales, el dolor y el egoísmo nos acechan; pero nos quedan las historias, el consuelo inagotable de las palabras. En otra entrevista abundó en el tema al afirmar que «el buen arte ofrece una felicidad sin contaminar y enseña cómo mirar el mundo y entenderlo; hace que todo sea más interesante.» Creo que esta última frase sirve como innecesario resumen del estilo de Iris Murdoch: todo lo que plantea redunda en el interés del lector. La puesta en escena de sus novelas es siempre tan inteligente como inesperada, desde su arranque y su punto de vista hasta el desarrollo, el viaje de sus personajes deliciosamente estropeados; en su territorio no hay caminos hollados, ¿existe mejor regalo para el lector que ese? Para la escritora, el arte «posee dureza, firmeza, realismo, claridad, objetividad, justicia, verdad. Es el resultado de una imaginación libre, sin corromper. El mal arte es el resultado blando, caótico y autocompasivo de una fantasía esclavizada.» La suya voló libre en sus novelas, ensayos, obras de teatro y un puñado de poemas. Le encantaba escribir, aseguraba que entre el final de una novela y el inicio de otra no pasaban más de diez minutos. Y así fue hasta 1995, cuando los primeros síntomas de la enfermedad amordazaron su talento. Iris Murdoch murió el 8 de febrero de 1999 víctima del Alzheimer, perdiendo palabras, ella que tanto las había amado y cultivado: «Las palabras son los símbolos más sutiles que poseemos y nuestra producción humana depende de ellas», escribió en La soberanía del bien. Pero a nosotros nos queda el consuelo de su literatura, siempre divertida, esencial, sabia, saciante e inmortal: los lectores de Iris Murdoch la recordamos, con centenario o sin él. Y los que aún no la han disfrutado, venga, ¿a qué estáis esperando? Josan Hatero. (c) Jill Krementz, B&W. TAGS IRIS MURDOCH LITERATURA Share This
lunes, 15 de enero de 2024
sábado, 13 de enero de 2024
jueves, 11 de enero de 2024
lunes, 1 de enero de 2024
los descalzos < Francisco Irazoki
«Cuidar las cosas sin poseerlas.
No ser bufón de la propia conciencia.
Envejecer sentado en un refugio de preguntas.
El goce de no tener tiempo para el odio».
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