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jueves, 22 de diciembre de 2016
La vida es un solo de violín
Samuel Butler compara la vida a un solo de violín que tenemos que interpretar en público mientras aprendemos la técnica del instrumento y a medida que ejecutamos la pieza
martes, 20 de diciembre de 2016
Mi poema preferido : contribución a la estadística
(wisława szymborska)
De cada cien personas,
las que todo los saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio
las que todo los saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio
lunes, 19 de diciembre de 2016
"Regreso a Coronel Vallejos" fue un éxito en la 5º Semana del Cine Documental
Patricia Bargero estuvo presente en el estreno
"Regreso a Coronel Vallejos" abrió la 5º Semana del Cine Documental Argentino, una muestra organizada por la Asociación Nacional de Directores y Productores de Cine Documental (ADN) que comenzó el jueves 15 y que se extenderá hasta el miércoles 21, en el Cine Gaumont (la sala ubicada en avenida Rivadavia 1635 de la ciudad de Buenos Aires).
El atractivo filme del villeguense Carlos Castro sobre el escritor -también villeguense- Manuel Puig y la particular relación que mantuvo con los pobladores de General Villegas, cosechó muy buenas críticas de todos los medios y periodistas especializados.
Además de "Regreso a Coronel Vallejos", la 5º Semana del Cine Documental Argentino cuenta con otros cinco largometrajes argentinos ("Vuelo nocturno, la leyenda de las princesitas argentinas", de Nicolás Herzog, "Lantéc Chaná", de Marina Zeising, "Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca", de Guillermo Glass y Cristián Harbaruk, "Agosto final", de Eduardo Sánchez, e "Interiores", de Fito Pochat, que cerrará el ciclo) y una película extranjera invitada ("La espina en el corazón", de Michel Gondry).
A continuación, Actualidad transcribe dos reseñas sobre el documental que se pre-estrenó en General Villegas -durante el Puig en Acción 2016- y que está cosechando múltiples elogios:
TELAM
En "Regreso a Coronel Vallejos", Castro vuelve al lugar donde Manuel Puig desarrolla la historia de sus dos primeras novelas "La traición de Rita Hayworth" y "Boquitas pintadas", es decir General Villegas, el pueblo asfixiante de la pampa seca donde creció y que retrató con singular maestría, describiendo una postal agria de la soledad, el desprecio, los prejuicios, los chismes y la violencia cotidiana, aunque velada, que debió soportar mientras vivió allí.
"Puig nunca regresó a General Villegas después de haber escrito sus novelas y mucho menos después de haberse transformado en un ciudadano ilustre. Así que de alguna manera el regreso es una forma de tratar de reconciliar al pueblo con su memoria. El tiempo se encargó de mostrar que sus novelas eran tranquilas en relación a sus pobladores y que en realidad había mucho prejuicio en torno a ellas", afirmó Castro.
El cineasta señaló que la película "no es una biografía literaria de Puig, sino una biografía en su pueblo. La narración la hace Patricia Bargero, una hemipléjica a quien llaman 'La viuda de Puig', que se convirtió en la columna vertebral del filme y cuyo accidente lo relacionan mucho con Puig, ya que ella conoce mucho su vida e incluso vive en la que era su casa".
En la película, Castro -y la mayoría de las personas que entrevista- recuerdan a un Puig solitario en un pueblo casi desértico y plagado de chismes, un niño que prefería escuchar música clásica o ir al cine a salir a andar en bicicleta con otros niños, un hombre que pensaba que "La Pampa es un espacio sin paisaje, una pantalla donde cada uno proyecta su propia historia", un lugar de fuertes y débiles, "el reino de la prepotencia" que él rechazó totalmente.
"El pueblo era como una película, un western que él había ido a ver por error, pero de la cual no podía salir", se dice en la película, donde Castro recuerda también a su madre farmacéutica, que no se sentía cómoda en ese lugar, y a un padre muy duro y exigente, que le hacía la vida más triste aún, en un lugar ya de por sí cargado de amenazas, violencia y soledad.
"Escuché todos los relatos de todos los conflictos que se fueron dando con Puig en la sobremesa de mi casa, en los almuerzos familiares. Todos decían que Puig era un tipo jodido porque sacó los trapitos al sol del pueblo, eso era lo que se decía en las sobremesas", recordó el director, que además de entrevistas a los pobladores de General Villegas incorporó al filme numerosas fotos y filmaciones de archivo.
"Hice la secundaria a principios de los 90, recién se empezaba a leer a Puig en las escuelas y descubrirlo ahí fue como estar leyendo la historia de mi pueblo. Era muy lúdico y gracioso. Siempre hubo en la ciudad una gran tensión con sus novelas, porque se metió con los poderosos del pueblo y puso todas las historias sobre la mesa, pero sin juzgarlas, pero la gente igual se enojó mucho con eso", añadió.
En su primera novela, según Castro, Puig "denunciaba situaciones muy conflictivas en el pueblo, pero no sucedió nada. Después, cuando sacó 'Boquitas pintadas' se armó un gran revuelo porque denunciaba la gran hipocresía que existía. Pero la cosa se puso picante cuando Leopoldo Torre Nilsson adaptó la novela y quiso estrenar la película en el pueblo, donde hubo una amenaza de bomba".
Para el cineasta, su documental "describe al ciudadano ilustre que nunca llegó a ser ilustre en su pueblo. La película de Mariano Cohn y Gastón Duprat evoca una frase de Puig que decía que él quería volver a su pueblo como 'una mirada sin cuerpo'. Creo que ellos se basan bastante en su figura para su ficción, aunque también podría ser la historia de cualquier escritor que regresa a su pueblo".
"Por donde se lo mire, Puig fue un escritor revolucionario que siempre puso el dedo en la llaga. En los 70, ser revolucionario era poner a un homosexual y un guerrillero en las mismas páginas. Pensó mucho en cómo rehicieron sus vidas las personas que habían sido obligadas al exilio. Me parece que hoy se encuentran ecos de sus textos en la literatura universal. Fue un tipo crucial por su forma de escribir y su prosa mordaz y corrosiva", aseguró Castro.
Revista Anfibia
"Regreso a Coronel Vallejos" es el documental del ciudadano ilustre que nunca llegó a ser ilustre en sus pagos.
El director reconstruye una parte de la vida del escritor Manuel Puig en General Villegas: el pueblo que lo vio crecer pero que nunca terminó de aceptarlo del todo.
Primero fue "La traición de Rita Hayworth" donde aparece Villegas como escenario pero fue la publicación del libro "Boquitas pintadas" el que condenó al autor por haber "ventilado chismes del pueblo".
En el pueblo la mayoría estaba convencida de que sus personajes en la novela eran hombres y mujeres que conoció en su infancia; que su madre le contó todos esos chusmeríos y él los escribió.
Varios de sus personajes eran mujeres de buen apellido, hombres poderosos, intocables e intachables para la sociedad villeguense que no leyó el libro como una novela sino como una crónica del pueblo.
"Creo que no es para tanto", dice una señora mayor que toma el té junto a otras dos vecinas mientras que una de ellas le responde: "A vos porque no te menciona en el libro".
Si los menciona o no fue la discusión en 1969 cuando apareció el libro. Manuel Puig fue condenado a no volver al pueblo donde pasó las tardes yendo al cine del brazo de madre y en el que creció escuchando música clásica y con pocos amigos por ser "un chico raro" por no decir puto.
El odio era tan fuerte que cuando se estrenó la versión cinematográfica de "Boquitas pintadas" -dirigida por Leopoldo Torre Nilson en 1974- no pudo exhibirse en el cine de Villegas por amenazas de bomba y de que le iban a prender fuego la sala. Los villeguenses tuvieron que viajar a ciudades vecinas para ver la película.
Patricia Bargero, una bibliotecaria que quedó hemiplégica tras un accidente en auto, vive en la que fue la casa del escritor y muchos la llaman "La viuda de Puig".
Con una pasión formidable Patricia narra esta historia que recorre los paisajes del pueblo al que Puig describió en sus novelas y mete el dedo en los prejuicios de los pueblos: ese sentir constante de que la mirada de los otros siempre está juzgando al de al lado.
"Acá vos vas al teatro y por más que un chiste te cause mucha gracia no te vas a reír a carcajadas porque pensás que van a pensar los otros", dice un odontólogo de Villegas.
"La Pampa es un espacio sin paisaje, una pantalla donde cada uno proyecta su propia historia", lee Manuel Puig en un archivo fílmico perteneciente a Felisa Pinto del piloto del programa de televisión "Identikit" que nunca salió al aire.
Carlos Castro, al igual que Puig, es villeguense y como lo hizo el escritor no busca juzgar a la gente de su pueblo sino reflejarse en sus miradas, en sus creencias, en sus tabúes y hasta en sus resentimientos.
El documental no es del todo sobre Puig, ni sobre Villegas, ni tampoco sobre "la viuda de Puig". Es un rompecabezas de piezas que no encajan en la vida del ciudadano ilustre de la vida real.
Un Liderazgo no humanista no es Liderazgo
Hoy en día contemplamos con una mezcla de incredulidad y horror las atrocidades que unos seres humanos cometen contra otros. Junto a la rabia, el dolor y muchas veces la sensación de profunda impotencia, no es de sorprender que muchas personas se hagan una pregunta de base antropológica para intentar penetrar en la naturaleza profunda del hombre y entender de qué “pasta” estamos hechos. Filósofos como Arthur Schopenhauer o el mismísimo Sigmund Freud pensaban que la fuerza primordial que anidaba en el ser humano era de carácter destructivo, simple voluntad de poder y de dominio para el filósofo de Danzig, o “una turba desenfrenada, sedienta de placer y de destrucción” para el creador del psicoanálisis.
No creo que se pueda ser un líder, una líder auténticos, si no se tiene una confianza fundamental en la grandeza intrínseca que existe en el corazón humano. Es verdad que nos vamos a encontrar en la vida con personas que parecen tener como mentor al propio Maquiavelo. Personas que mentirán, manipularan, golpearán, seducirán y harán lo que haya que hacer y venderán a quien haya que vender para alcanzar un mayor poder y un mayor estatus. No digo que no las haya y que no hagan un inmenso daño a su alrededor, aunque también afirmo que si estas personas han llegado a hacer el daño que han hecho, es porque el entorno en el que han llevado a cabo sus acciones, ha sido demasiado blando y permisivo frente a conductas que son absolutamente inaceptables.
A veces cuando una persona con una posición de liderazgo no “pone en su sitio” a alguien que cree que los demás son solo piezas en su juego para alcanzar más poder, los que le rodean llegan a decir que no actúa con más contundencia porque es demasiado buena persona. Yo creo que esto no es así en absoluto. Yo no diría que hablamos en este caso de bondad, sino de blandura. Hablo de falta de agallas y de compromiso para parar la agresión sin por ello querer dañar al agresor. En el mundo del Zen y que es la fusión entre Budismo y Taoísmo, se habla del amor Yin y del amor Yang. El amor Yin es el que acoge, el que comprende, el que perdona. El amor Yang es el que habla de forma clara, directa y sin florituras. Una persona que solo muestre amor Yin, tenderá a ser blanda, mientras que una persona que solo muestre amor Yang tenderá a ser dura. Solo un equilibrio entre ambas fuerzas es la que permite como digo, parar la agresión, sin querer vengarse del agresor. Esto es lo que se conoce como asertividad. Decía Confucio hace ya dos mil quinientos años: “más vale encender un candil que maldecir la oscuridad”. Creo que es esencial que recuperemos la confianza en el ser humano y en su grandeza intrínseca. Al fin y al cabo, cómo nos comportemos unos con otros y que lo hagamos de una manera ética, es al fin y al cabo una cuestión antropológica.
Si a la pregunta ¿quién es el Hombre?, respondemos con que el hombre es un ser de naturaleza perversa, entonces para qué vamos a querer honestamente vivir de una manera ética. Será entonces el estado, el “Leviatán” del filósofo Hobbes que creía tanto en la naturaleza violenta del ser humano, el que nos tendrá que frenar. Uno hará lo que pueda para hacer lo que quiera cuando sepa que dicho estado o no le vigila o no le ve. A esto no le podemos llamar un comportamiento ético auténtico, sino una ética claramente forzada por el temor a las consecuencias y no por el deseo de vivir de una manera más humana.
Hoy me gustaría hablar de alguien que siempre fue fiel al valor de la persona, un gran científico norteamericano, uno de los padres de la psicología humanista y al-guien que nos ha ayudado mucho a entender dimensiones hondas del liderazgo. Hablo de Carl Rogers (1902-1987). Carl Rogers siempre tuvo una confianza fundamental en el ser humano. Suele decirse de él que más que descubrir las fuerzas de la muerte, exploró las fuerzas de la vida. En uno de sus libros sobre psicoterapia comenta lo siguiente: “cada individuo tiene dentro de sí una capacidad considerable para comprenderse, para modificar la idea que tiene de sí mismo, para modificar sus actitudes de base y para encontrar un comportamiento autónomo, siempre que se le proporcione un clima de actitudes facilitadoras”. Hablamos de un científico que confiaba en la persona y que dedicó toda su vida no hablar de por qué la naturaleza del ser humano, su esencia debía de ser temida, sino de cómo había de ser liberada para que pudiera actualizar, hacer realidad sus potencialidades inherentes. En esto Rogers se encuentra muy cerca del gran filósofo francés del XVII Blaise de Pascal cuando dijo: “El hombre no puede conformarse con la finitud que le rodea. Su conciencia necesita explorar mundos infinitos”. Cualquier líder que aspire a atraer, desarrollar y comprometer a otras personas en un proyecto común, no ha de perder nunca esta visión humanista de la persona. Solo si confiamos, nos abriremos a cooperar y solo si cooperamos seremos capaces de adaptarnos a los que hay y a lo que está por venir. Tal vez si caminamos solos lleguemos antes, pero juntos seguro que llegamos más lejos. Si como civilización queremos llegar lejos, no podemos perder esta confianza fundamental en el ser humano y en sus posibilidades.
Cuando se han utilizado técnicas de neuroimagen para rastrear lo que ocurría en lo que hoy se denomina como el “sistema de recompensa cerebral” o vía mesolímbica y que incluye a su vez dos sistemas, el del deseo para lograr algo y el del disfrute cuando eso que se desea se ha alcanzado, se ve que dicho sistema se activa mucho más cuando se busca la cooperación que cuando lo que se busca es quedarse con todas las ganancias. Si definimos la actitud como la manera en la que nos relacionamos con algo o con alguien, ¡qué mensaje tan diferente transmitimos! a través de nuestros ojos, del tono de voz, de nuestras palabras y de nuestros gestos, si creemos en una persona o por el contrario, desconfiamos profundamente de ella.
domingo, 18 de diciembre de 2016
Wislawa Szymborska . poema
"Lo reconozco, ciertas palabras
me crean problemas.
Por ejemplo los estados llamados ‘sentimientos’
no consigo hasta ahora explicarlos de forma exacta
Lo mismo con ‘el alma’, palabra-acertijo.
De momento concluyo que es un tipo de niebla,
en teoría más duradera que los organismos mortales.
Sin embargo, mi mayor problema es la palabra ‘soy'.
Tiene la apariencia de una acción común,
realizada de forma general, pero no colectiva,
en un antetiempo presente,
de aspecto imperfectivo,
si bien, como se sabe, ya hace mucho perfectivo”.
me crean problemas.
Por ejemplo los estados llamados ‘sentimientos’
no consigo hasta ahora explicarlos de forma exacta
Lo mismo con ‘el alma’, palabra-acertijo.
De momento concluyo que es un tipo de niebla,
en teoría más duradera que los organismos mortales.
Sin embargo, mi mayor problema es la palabra ‘soy'.
Tiene la apariencia de una acción común,
realizada de forma general, pero no colectiva,
en un antetiempo presente,
de aspecto imperfectivo,
si bien, como se sabe, ya hace mucho perfectivo”.
sábado, 17 de diciembre de 2016
Kirmen Uribe . Poeta vasco
No se puede decir
Ni Libertad, ni Igualdad, ni Fraternidad.
No se pueden decir.
Ni árbol ni río ni corazón.
La ley antigua ha sido olvidada.
No se pueden decir.
Ni árbol ni río ni corazón.
La ley antigua ha sido olvidada.
Una riada se ha llevado los puentes entre las palabras y las cosas.
No se puede llamar muerte a lo que el tirano llama una decisión.
No se pueden decir cuando alguien nos falta,
cuando el recuerdo más pequeño nos desangra.
No se puede llamar muerte a lo que el tirano llama una decisión.
No se pueden decir cuando alguien nos falta,
cuando el recuerdo más pequeño nos desangra.
La lengua es imperfecta, los signos se han desgastado
como las viejas muelas de molino, de tanto girar. Por eso,
como las viejas muelas de molino, de tanto girar. Por eso,
No se puede decir Amor, no se puede decir Belleza,
Solidaridad, no se puede.
Ni árbol ni río ni corazón.
La ley antigua ha sido olvidada.
Solidaridad, no se puede.
Ni árbol ni río ni corazón.
La ley antigua ha sido olvidada.
Sin embargo, si me dices "mi amor",
siento un escalofrío,
sea verdad o mentira.
siento un escalofrío,
sea verdad o mentira.
©Uribe, Kirmen. Mientras tanto dame la mano (Visor, 2002).
jueves, 15 de diciembre de 2016
PATERSON, DE JIM JARMUSCH
REVISITAR EL TIEMPO POR DANIEL JIMÉNEZ PULIDO
En un acto casi impulsivo un personaje mira un reloj. Nada fuera de lo común, a decir verdad, de no ser por encontrarnos dentro del universo fílmico de Jim Jarmusch. En el prólogo de Dead Man (1995), por ejemplo, lo primero que vemos hacer a William Blake (Johnny Depp) es sacar un reloj de bolsillo y mirar la hora. En cierto modo, es una acción que parece carecer de lógica alguna en una película donde el tiempo parece haberse detenido, justo en medio de un viaje en tren que parece transcurrir por la misma Historia del Cine. Sin embargo, Jarmusch decide otorgar relevancia al momento a través de la sintaxis del plano-contraplano entre el rostro, en primer plano, de Blake y el plano detalle del reloj.
En Paterson, el último trabajo del director de Mistery Train (1989), lo primero que hace cada mañana el personaje interpretado, con brillante contención, por Adam Driver, es mirar su reloj. Paterson, que es tanto el personaje, el título del film, la obra cabecera de su poeta de referencia y el nombre de la ciudad que recorre como conductor de autobús cada mañana, se desvela sin necesidad de teléfonos móviles ni alarmas que interrumpan un sueño que sabe con certeza cuándo debe terminar. Esa especie de reloj interno del personaje, por lo tanto, revela la futilidad del acto impulsivo de mirar el reloj, tal y como sucedía, salvando las distancias, con William Blake en el inicio de Dead Man.
En la nueva película de Jarmusch, la presencia del reloj deviene también protagónica en otros momentos de la película: aquellos en los que, a través de encadenados elípticos, vemos transcurrir la jornada laboral del personaje. Esta decisión de puesta en escena, en su sentido más profundo, pone también en imágenes esa idea de que el tiempo, además de movimiento, alberga en su interior una cierta idea de la repetición. Las manillas del reloj volverán a marcar las mismas horas pero cuando vuelvan a su punto de origen, nada podrá volver a ser igual. La propia estructura narrativa de la película se sostiene sobre esa misma idea de la repetición, dividida en los días de la semana e instaurada casi en la misma rutina que lleva a cabo metódicamente su personaje cada mañana.
Habrá otras ocasiones en que esta sucesión de encadenados capitalizarán la imagen: aquellos en los que la estilográfica del personaje plasma la poesía cotidiana en los descansos de su jornada laboral. Y aunque aquí, el sentido de esos encadenados, corresponden a una cierta idea onírica y de representación mental del personaje imbuido en su proceso de escritura, en realidad tienen la misma jerarquía que esos momentos en los que la imagen en time lapse del reloj avanza descontrolado, superpuesto a esas otras imágenes que puntean la jornada laboral a bordo del autobús. Es justo ahí donde se detiene una película como Paterson, en las ligeras variaciones que sabotean esa idea de la repetición y en la belleza escondida de la cotidianeidad. Porque, aunque ya hayamos hecho referencia a ello, Paterson, el personaje, tiene también alma de poeta.
Precisamente era la identidad del poeta inglés William Blake, con el que confundían al Johnny Depp de Dead Man, la que devoraba finalmente a un personaje convertido en fantasma, vagando entre el imaginario mítico de una Norteamérica atávica. En Paterson, el personaje de Driver tiene como referente a otro William, el poeta estadounidense William Carlos Williams. El referente no es casual si tenemos en cuenta que incluso en el propio nombre volvemos a encontrar esa idea de la repetición. Y menos casual resulta todavía que en su bibliografía figure una compilación de obras poéticas bajo el nombre de Paterson. Paterson, la película, a diferencia de la poesía que elabora Paterson, el personaje, establece una especie de rimas internas no solo con elementos presentes en el propio largometraje, sino también con el resto de la filmografía de Jarmusch. Estas rimas se manifiestan en pantalla ya sea a través de la idea del doble (la propia sombra o los diferentes gemelos con los que se encuentra el personaje cada día), de la armonía colorista del fetichismo estético con el que su esposa decora el hogar (o unos cupcakes) o bien a través de decisiones de puesta en escena tan brillantes como sobreponer en pantalla las palabras que el personaje escribe y, a la vez, recita una voz en off desapasionada.
Como la obra poética del estadounidense, la poesía que da forma Paterson (en realidad, las palabras del norteamericano Rod Padgett) durante los ratos libres de sus descansos, en su pequeño cuarto o mientras espera comenzar su recorrido diario con el autobús, es una poesía que busca encontrar lo sublime en esas pequeñas cosas que infravaloramos a diario por el peso de la rutina. Y lo hace también utilizando un lenguaje cotidiano que, en su punto culminante, es capaz de encontrar la belleza de la palabra. Una idea que, por otra parte, no hace más que representar el corpusdiscursivo de toda la filmografía de un Jim Jarmusch que siempre ha preferido reivindicar, enérgicamente, el tiempo muerto, deteniéndose en esos espacios que otras películas y otros directores han preferido fundir a negro. En ese sentido, Paterson, una de las mejores y más personales propuestas de Jim Jarmusch, la idea de trabajar con esta idea de la repetición es afrontada desde la más absoluta coherencia formal.
Para Jarmusch, de quien a estas alturas ya podemos considerar alter ego de su protagonista principal (o viceversa), como para Paterson/Rod Padgett y William Carlos Williams, poder revisitar cada día los mismos lugares supone una oportunidad de detenerse en aquello que hemos podido dejar escapar en un primer momento. En un mismo nivel jerárquico, cada conversación escuchada a hurtadillas en el autobús, cada visita al bar y cada encuentro con su soñadora esposa, nos sitúa como espectadores ante un nuevo desafío, una nueva oportunidad de poder capturar el esplendor de lo cotidiano. Ya sea a través del torbellino emocional que puede desembocar la contemplación de una caja de cerillas, como la espuma que corona una jarra de cerveza en primer plano. Nada es prescindible.
“Argentina y Galicia son como un país simbiótico” Manuel Rivas
El escritor gallego, que viaja con frecuencia a Buenos Aires, ve las dos tierras unidas para siempre
Buenos Aires
Buenos Aires y Argentina han formado parte desde niño del paisaje de Manuel Rivas (La Coruña, 1957), el escritor gallego más exitoso. Los gallegos hablaban de Argentina, donde tenían a sus familiares, los argentinos de Galicia, sus orígenes. De Argentina llegaban libros prohibidos por el franquismo que leía en su adolescencia. Su última novela, El último día de Terranova (Alfaguara), es para él tan gallega como argentina. El escritor reflexiona sobre la emigración y el alma gallega de Argentina y Latinoamérica tras su paso por la Feria del Libro Internacional de Buenos Aires, donde ha lanzado también la Cátedra Galicia-América.
Pregunta. Tantos años después de la emigración, ¿Argentina conserva esa alma gallega?
Respuesta. Más importante que una geografía, en estos casos, es la psicogeografía, una geografía íntima. Cuando me preguntan cuándo me acerqué por primera vez a Argentina digo que fue prácticamente cuando empecé a andar. Formaba parte del paisaje. En el barrio de Coruña donde me crié, que es donde está la torre de Hércules, te daba la impresión de que si subías a la torre y te levantabas un poquito ahí sobre la punta de los pies veías Buenos Aires. Estaba más allá de la línea del horizonte, pero tenía presencia en las conversaciones, en la gente que iba y venía, en las maletas… La maleta es parte del mobiliario biográfico del alma de un gallego. Mi padre se había ido a Venezuela y mi madre era repartidora de leche. En la primera escuela a la que fui, que era más bien un almacén de niños, pasé el primer año sentado en una maleta, no había otro sitio donde sentarse.
P. ¿Se siente aún la presencia de Galicia en Argentina?
R. Desde el siglo XIX hasta ahora llegaron a Argentina 1.180.000 gallegos a Argentina. Es una de las mayores diásporas de la humanidad. La cultura gallega está en todo el tema de la emigración y las familias. Siempre se habla de saudade o de morriña pensando en la del inmigrante, del que se marcha del país de origen, pero casi tan intensa, a veces más, es la saudade del que se queda, del que no marcha. Es un doble camino. Conocí a un señor en la Costa da Morte que todos los días subía con sus vacas a mirar el mar, a un lugar inhóspito. Sus seis hermanos se fueron a Argentina. Y él no, se quedó con las tierras. Lo contaba como un enorme desgarro. “Nunca fui capaz de ir”, decía con culpa. Ya tenía 80 años y sabía que nunca iría.
P. ¿Los gallegos argentinos han inventado una cierta Galicia?
R. En gran parte sí. Es una mezcla de romanticismo e ilustración, una especie de país portátil, nómada. Durante el franquismo la cultura resiste y revive sobre todo en Argentina, que es la tierra prometida. Y en Buenos Aires se da algo que no se da en muchos sitios, que es el encuentro de la emigración con el exilio. Se encontraron gente que había venido por el pan y gente que vino por la libertad. Se encontraron el pan y la libertad.
P. Desde el punto de vista de la cultura popular, ¿en qué ve que esta es una tierra impregnada por los gallegos?
R. La gente por un lado es cada vez más argentina, este es su país y su ecosistema, pero también se sienten muy implicados con lo que pasa en Galicia y España. Antes, los gallegos llegaban con todos los tópicos encima, adultos que no habían podido ir a la escuela, pobres, con pantalón con remiendos, boina... A veces eran los propios gallegos que ya estaban aquí los que se metían con ellos. “¿Dónde dejaste la vaca?”, les decían ellos que ya habían triunfado en América. Frente a estas actitudes, la forma de redimir a Galicia era la cultura. El primer sistema escolar serio y público en Galicia lo hacen los emigrantes, llegó a haber casi 350 escuelas gallegas financiadas por los emigrantes americanos.
P. ¿Los tópicos negativos siguen presentes?
R. Hay cada vez menos. Puede haber humor y que aparezca la condición de gallego en los chistes, pero no es un humor para humillar, sino para echar una risa juntos. Cuando compartes la risa ya está todo bien.
P. En los últimos años, con la llegada de emigrantes latinoamericanos y otros ¿se está desgallegizando Argentina?
R. Lo que noto ahora es que los emigrantes y sus hijos se sienten cada vez más argentinos y más gallegos. Y supongo que se sienten más cosas. Creo que es fenomenal: frente a las identidades excluyentes y que negaban al otro, descubrir que puedes tener varias identidades y que estás mucho más a gusto, tu cuerpo se vuelve mucho más erótico, es una relación más gozosa con tu propia identidad. En el colegio Santiago Apóstol [de enseñanza gallega en Buenos Aires] sólo una parte pequeña son descendientes de gallegos, hay muchos coreanos que viven en el barrio. En el colegio ves rostros muy distintos cantando las cantigas de Santa María, escuchas a los chavales coreanos hablando en un gallego maravilloso.
P. Hablaba de Buenos Aires en su infancia. En 2016, ¿Qué es Buenos Aires para usted?
R. Mi idea de cultura es lo local-universal. Te tiene que preocupar lo que está sucediendo allá donde estés, escuchar a la tierra, a la gente, pero solo tiene sentido esa cultura si no tiene paredes. Esa es la manera de que se convierta en algo universal. Yo en Buenos Aires antes me sentía anfibio, pero ahora ya me siento pez, estoy en mi agua. A veces me siento más náufrago en Galicia que aquí.
P. ¿Argentina es Galicia y Galicia es Argentina?
R. Me parece que podríamos hablar de un país simbiótico, como un continuo. El mar no hace de frontera, el mar propicia el abrazo. Hay esa corriente submarina, me gusta pensar que somos anfibios y que te haces pez cuando llegas a tierra.
martes, 13 de diciembre de 2016
Como se llega a la deshumanización
"El individuo", afirma Ushpiz, "se vuelve tan indiferente hacia sí mismo como ser humano y hacia la gente que le rodea que puede llegar a tomar parte en cualquier maldad que la mera funcionalidad pueda producir". Observamos lo que pasa a nuestro alrededor y lo atribuimos a personas ciegas de odio o racismo y creemos que no tenemos ninguna responsabilidad en esos hechos, nos alejamos de ellos. Incapaces de colocarnos en el lugar de las víctimas, nos recluimos en nuestra propia vida privada, nos retiramos continuamente de la discusión. Eso es exactamente lo que explicó Hannah Arendt. "No tenemos en cuenta nuestra responsabilidad humana de hacer todo lo posible, sin cesar y devotamente, para cambiar esa realidad", ilustra Ushpiz. (La directora ha escrito repetidamente contra la ocupación de territorios que no pertenecen a Israel y ha criticado a sus compatriotas israelíes por no sentirse responsables de los derechos de los palestinos)
El ocio
Desde la Antiguedad , siempre se ha considerado que el ocio era la condición primera de toda existencia civilizada . Los griegos crearon una condición conocida como scholé . Esta palabra designa literalmente la condición de un individuo que es dueño de sí , que tiene libre disposición de sí. En la Grecia antigua , la política y la sabiduría eran propiedad exclusiva de los hombres libres , que eran los únicos que disfrutaban del ocio
El ocio no era sólo el indispensable atributo de la buena vida , sino que era también la marca de un hombre libre . S Johnson observaba que todo progreso intelectual es fruto del ocio .
La furiosa ganas de trabajar que es un vicio típico del Nuevo Mundo , hace que la vida contemplativa provoque arrepentimiento y verguenza . Pues bien , antes sucedía lo contrario , un hombre de noble origen se esforzaba disimular que trabajaba cuando le forzaba a ello la pobreza
Hoy en día por una irónica paradoja el lumpen proletariado y las clases medias estan forzadas a veces al ocio por un desempleo crónico y degradante mientras otras profesiones liberales transformadas en máquinas dementes de hacer dinero , se condenan a si mismas a la esclavitud de un trabajo abrumador, sin tregua , hasta que revientan en la tarea como acémilas aplastadas por su propia carga
El ocio no era sólo el indispensable atributo de la buena vida , sino que era también la marca de un hombre libre . S Johnson observaba que todo progreso intelectual es fruto del ocio .
La furiosa ganas de trabajar que es un vicio típico del Nuevo Mundo , hace que la vida contemplativa provoque arrepentimiento y verguenza . Pues bien , antes sucedía lo contrario , un hombre de noble origen se esforzaba disimular que trabajaba cuando le forzaba a ello la pobreza
Hoy en día por una irónica paradoja el lumpen proletariado y las clases medias estan forzadas a veces al ocio por un desempleo crónico y degradante mientras otras profesiones liberales transformadas en máquinas dementes de hacer dinero , se condenan a si mismas a la esclavitud de un trabajo abrumador, sin tregua , hasta que revientan en la tarea como acémilas aplastadas por su propia carga
La felicidad de los pececillos . Simon Leys
Samuel Butler compara la vida a un solo de violín que tenemos que interpretar en público mientras aprendemos la técnica del instrumento y a medida que ejecutamos la pieza . Una buena descripción y aplicable también a la muerte : Knox agonizando de un cáncer , observaba graciosamente : Lo malo de éstas cosas es lo poco acostumbrados que estamos a ellas .
La vida nos somete a unos tests en los que hemos de improvisar respuestas instantáneas . Pero el talento de la réplica no es dado a todo el mundo : unas veces respondemos algo que no tiene nada que ver , otras nos quedamos mudos .
Jung , decía que cuando un individuo pierde contacto con su universo mítico y su vida se ve reducida al único dominio de los hechos , su salud mental se encuentra en gran peligro . La gente que no lee novelas ni poemas , corre el riesgo de estrellarse contra la muralla de los hechos o de morir reventada bajo el peso de las realidades . Unamuno decía que el hombre por ser hombre , por tener consciencia , es ya , respecto al burro o al cangrejo , un animal enfermo . La conciencia es una enfermedad .
Mas que la belleza artística , la belleza moral parece tener el don de exasperar a nuestra triste especie . La necesidad de rebajarlo todo a nuestro miserable nivel , de mancillar , de burlarse y degradar todo cuanto nos domina por su esplendor es probablemente uno de los rasgos mas desoladores de la naturaleza humana .
La vida nos somete a unos tests en los que hemos de improvisar respuestas instantáneas . Pero el talento de la réplica no es dado a todo el mundo : unas veces respondemos algo que no tiene nada que ver , otras nos quedamos mudos .
Jung , decía que cuando un individuo pierde contacto con su universo mítico y su vida se ve reducida al único dominio de los hechos , su salud mental se encuentra en gran peligro . La gente que no lee novelas ni poemas , corre el riesgo de estrellarse contra la muralla de los hechos o de morir reventada bajo el peso de las realidades . Unamuno decía que el hombre por ser hombre , por tener consciencia , es ya , respecto al burro o al cangrejo , un animal enfermo . La conciencia es una enfermedad .
Mas que la belleza artística , la belleza moral parece tener el don de exasperar a nuestra triste especie . La necesidad de rebajarlo todo a nuestro miserable nivel , de mancillar , de burlarse y degradar todo cuanto nos domina por su esplendor es probablemente uno de los rasgos mas desoladores de la naturaleza humana .
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