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sábado, 31 de marzo de 2018

16 autores británicos que devorar

 

Fecunda como pocas, la literatura de Reino Unido ha alumbrado a un sinnúmero de escritores esenciales en todos los géneros. Ellos tienen hoy mucho que decir

21 NOV 2015        

El marxista John Berger

John Berger (Hackney, Londres, 1926). Empezó siendo pintor, carrera que abandonó a los 30 años para dedicarse a la escritura, pero siguió interesado en las artes visuales y escribió textos admirables sobre el dibujo, la escultura y la fotografía, sobre todo Modos de ver (1972), que fue fundamental para toda una generación de artistas. Poco después se instala en un pueblo de los Alpes franceses y durante 15 años escribe una trilogía de novelas sobre la transformación del mundo rural bajo el título de De sus fatigas: Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag. “Soy, entre otras cosas, marxista”, declaró Berger, y su obra incluye textos que tacha de políticos, como Hacia la boda, un texto sobre el sida; King, una crónica de los sin vivienda, y El tamaño de una bolsa, que incorpora la correspondencia de Berger con el subcomandante Marcos. Sus Poemas completos fueron publicados en 2014.

Un guía intelectual llamado Steiner



George Steiner. / MIGUEL GENER
George Steiner (París, 1929). Posiblemente el crítico literario más importante de nuestro tiempo. Erudito y brillante lector, Steiner ha sabido desarrollar una obra crítica original, perspicaz y justa, respetando la inteligencia de sus lectores y abriéndoles nuevos horizontes. Cualquiera de sus libros más importantes —La muerte de la tragedia, Después de Babel, En el castillo de Barba Azul, Nostalgia del absoluto, Gramática de la creación, Los libros que nunca he escrito— bastaría para colocarlo en la cúspide del arte de la crítica. Sus temas abarcan la biblioteca universal: la literatura griega, el concepto de Europa, el arte de la traducción, la literatura china clásica, la poesía alemana, el Holocausto, la Biblia, la obra de Heidegger, Borges, Céline, Kafka y muchos otros. No podemos concebir la actividad intelectual de nuestro tiempo sin el pensamiento de George Steiner.

Le Carré, maestro del espionaje

John Le Carré (Poole, Dorset, 1931). La novela de espionaje cuenta con ilustres antepasados —El agente secreto, de Conrad, y Kim, de Kipling—, pero hoy John Le Carré es el maestro indiscutido del género. A lo largo de su carrera, empezando con El espía que surgió del frío y siguiendo con la saga de George Smiley, hasta los libros escritos después de la disolución de la Unión Soviética como El jardinero fiel y El hombre más buscado, Le Carré convirtió la novela de espionaje en una exploración existencial que busca un comportamiento ético en un mundo corrupto e injusto. En el universo de Le Carré, que perteneció al cuerpo diplomático británico en los sesenta, los justos no vencen ni los infames son derrotados, pero a pesar de ello una persona íntegra puede lograr mantener una posición casi intachable, sin dejarse contaminar (o poco) por las abominaciones del mundo en que vivimos.

El Nobel estilista Naipaul



V. S. Naipaul. / Gorka Lejarcegi
V. S. Naipaul. Nacido en Trinidad en 1932, obtuvo el Premio Nobel en 2001. Su carrera literaria se inició con dos espléndidas novelas —El sanador místico y Los simuladores— que describen con humor sardónico lo que Naipaul ha llamado “una suerte de esquizofrenia colonial”. Si bien su ficción es admirable, su obra más importante consiste en una serie de libros de viajes —a India, a los países árabes, a América del Sur— en los que analiza el mundo contemporáneo: La pérdida de El Dorado, Guerrilleros, La vuelta de Evita Perón, Entre los creyentes. Naipaul no es antropólogo ni sociólogo: sus opiniones son caprichosas y sus fuentes de información poco fiables. Pero en sus libros la veracidad histórica importa menos que la esmerada calidad de su escritura. Naipaul es sobre todo un estilista, autor de ficciones que bajo la apariencia de ensayos imaginan o inventan un preocupante universo.

Stoppard, diestro dramaturgo

Tom Stoppard (Zlín, República Checa, 1937). Heredero del humor y de la destreza verbal de Oscar Wilde, fue reconocido desde temprano como uno de los mayores talentos del teatro inglés. Cuando en 1967 estrenó Rosencrantz y Guildenstern han muerto, el crítico del Times de Londres concluyó que “con esta obra, Stoppard exige ser reconocido como uno de los grandes genios de la escena dramática”. Siguieron otras piezas que son hoy clásicas —Jumpers, Farsas, Todo buen chico merece un favor, Arcadia, La invención del amor, La costa de Utopía— que demuestran su poder como filósofo del lenguaje y diestro dramaturgo. Con elegancia y originalidad, Stoppard logra poner en escena ideas metafísicas y conceptos matemáticos, juegos temporales y teorías lingüísticas que parecían estar firmemente limitados a otros campos. A sus obras de teatro debemos agregar sus piezas radiofónicas que dieron nueva vida a un género dramático considerado menor.

Barker, novelista de la historia



Pat Barker.
Pat Barker (Thornaby-on-Tees, Yorkshire, 1943). Una trilogía de novelas sobre la Primera Guerra Mundial, publicadas entre 1991 y 1995, consagró a Pat Barker como una de las mejores autoras de novelas históricas británicas. Regeneración, El ojo en la puerta y El camino fantasma trazan la historia, basada en hechos reales, del psicólogo William Rivers. En su clínica en Escocia, Rivers fue encargado de curar a pacientes afectados por la guerra para que pudiesen volver al campo de batalla. Entre ellos se encontraba el héroe y poeta pacifista Siegfried Sassoon, y la misión oficial de Rivers era comprobar que Sassoon se oponía a la guerra por razones de dese­quilibrio mental. Barker, ganadora del Premio Booker en 1995, utiliza esta historia verídica como punto partida para describir los horrores y consecuencias de la violencia organizada, y crear una de las más extraordinarias y ambiciosas sagas del siglo XX.

El psicogeógrafo Sinclair

Iain Sinclair (Cardiff, 1943). Novelista y cinematógrafo, Iain Sinclair es un especialista en psicogeografía, la ciencia que estudia la relación entre nuestra forma de pensar y de sentir, y el mundo físico en el que vivimos. Sus primeras ficciones tomaron como tema el caso de Jack el Destripador en la novela White Chappell, y la Inglaterra de Margaret Thatcher —personaje a quien Sinclair atribuyó el nombre de La Viuda— en Downriver. Si bien las ficciones de este escritor son admirables, su colección de ensayos Lights Out for the Territory es su obra más original e importante, entrelazando crítica literaria, argumentación política y un conocimiento profundo de los mitos ocultos de la ciudad de Londres. Entre sus películas, no puede dejar de destacarse The Falconer, la historia de un documentalista en una Inglaterra desolada a finales del siglo XX.

Crace y la visión cálida del ateísmo



Jim Crace. / Olivia Harris
Jim Crace (St Albans, Hertfordshire, 1946). Uno de los novelistas más originales de su generación, Crace investiga los grandes temas metafísicos a través de argumentos históricos. Cosecha, novela que transcurre en la Inglaterra de la Edad Media, es una interrogación sobre la formación de nuestras sociedades; Quarentine es un evangelio cristiano narrado por el diablo, quien busca explorar la cuestión del bien y del mal; Y amanece la muerte es una reflexión sobre el fin de la vida a través de la crónica de varios abominables asesinatos. Jim Crace ha definido sus novelas como “la obra de fe de un ateo”. En una discusión sobre sus ficciones, el escritor explicó: “Quería que la pasión y la creencia entraran en mi vida aunque siguiera sin confiar en un creador. Por eso escribí un libro sobre la muerte: para encontrar una visión más cálida del ateísmo”.

La cultura popular, según Warner

Marina Warner (Londres, 1946). Novelista e investigadora de la cultura popular, esta escritora británica ha publicado estudios revolucionarios sobre los cuentos de hadas y sus orígenes, y sobre otros temas de literatura fantástica como Las mil y una noches y los mitos transformativos desde Ovidio en adelante. Su interés por las mitologías de nuestro tiempo está reflejado en colecciones de ensayos como Six Myths of Our Time y Signs and Wonders, donde estudia nuestras definiciones culturales de la sexualidad, los juegos infantiles y otros temas relativos a la vida de hoy. Los libros de esta escritora sobre tres mujeres famosas —la emperatiz Tz’u-hsi en The Dragon Empress, Juana de Arco en el libro homónimo y la Virgen María en Tú sola entre las mujeres— son ensayos fundamentales. Marina Warner es también novelista, autora de obras como The Skating Party y The Lost Father.

Barnes, heredero de Flaubert



Julian Barnes. / OSCAR CORRAL
Julian Barnes (Leicester, 1946). Cuando publicó El loro de Flaubert, en 1984, el público creyó descubrir un nuevo género literario cuyos precursores secretos eran Diderot y Lawrence Sterne (y también el Nabokov de Pálido fuego): una suerte de ensayo literario crítico sobre la obra de Flaubert propuesto por un narrador irreverente y fanfarrón. Siguieron otras ficciones en las cuales la forma trataba de disimular o contradecir el contenido: Una historia del mundo en 10 capítulos y medio, El puercoespín y El sentido de un final. En todas ellas Barnes demuestra una maestría extraordinaria en el planteamiento de ideas inauditas que desarrolla con una precisa elegancia heredada de Flaubert, su maestro. Su mejor novela sea quizás Arthur & George, inspirada por un caso verídico investigado por el inventor de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle. Julian Barnes es sin duda uno de los escritores esenciales de nuestro tiempo.

El idioma poético vigoroso de Padel

Ruth Padel (Londres, 1946). Bisnieta de Charles Darwin, hija del psicoanalista John Hunter Padel, poeta y clasicista, Ruth Padel es una de las voces más originales de la poesía británica actual, junto con Alice Oswald, Cioran Carson y Sam Meekings. Su vasta obra consiste en seis volúmenes de crítica, cuatro obras ensayísticas, una novela y diez colecciones de poemas, entre las cuales se destaca una biografía de Darwin en verso, compuesta de frases tomadas de los escritos del científico, y Aprendiendo a construir un oud en Nazaret, una investigación lírica de la guerra en Palestina. En su poesía, como en sus ensayos, esta escritora se interroga sobre nuestras responsabilidades políticas y ecológicas a través de un sutil uso de metáforas narrativas, empleando crónicas de eventos contemporáneos y mitos griegos para ilustrar situaciones problemáticas en un idioma poético singular y vigoroso.

McEwan, el mejor de su generación



Ian McEwan. / Scoopt/Getty Images
Ian McEwan (Aldershot, Hampshire, 1948). Desde sus primeros relatos —oscuras pesadillas fantásticas reunidas en dos volúmenes imprescindibles, Primer amor, últimos ritos y Entre las sábanas—, Ian McEwan se estableció como un estilista admirable y como el mejor escritor de su generación, rango que sus posteriores novelas confirmaron. El jardín de cemento, El placer del viajero, Niños en el tiempo extendieron la idea de la vida como un relato cruel y sorprendente, sin explicaciones satisfactorias ni consolación aparente. Obras más recientes como Amor perdurable, Expiación, Sábado y La ley del menor refinaron y profundizaron esa visión desoladora. McEwan maneja su lengua materna con una destreza que la literatura inglesa parecía haber perdido después de los últimos escritos de Conrad. A la perfección de McEwan como novelista debemos agregar su habilidad como escritor de guiones de cine basados en sus propias obras.

Hollinghurst, más que literatura gay

Alan Hollinghurst (Stroud, Gloucestershire, 1954). Si bien este crítico literario es considerado como un destacado representante de la literatura llamada “gay”, sus novelas escapan a una definición tan estrecha. Empezando con La biblioteca de la piscina, un doble retrato del mundo homosexual de Londres a principios del siglo XX y después en los años ochenta, y siguiendo con La estrella de la guarda, El hechizo, La línea de la belleza y El hijo del desconocido, sus novelas trazan, en un estilo refinado y con un lenguaje elegante y justo, el universo de la clase alta y media de la Inglaterra contemporánea. Como Henry James, su modelo literario, Alan Hollinghurst evita ofrecer moralejas a sus lectores. “No hago juicios morales”, dijo al ganar en 2004 el Premio Booker por La biblioteca en la piscina. “Prefiero dejar que las cosas resuenen solas con sus propias ironías e implicaciones”.

Winterson y el espíritu crítico



Jeanette Winterson. / David Levenson
Jeanette Winterson (Mánchester, 1959). “No puedo recordar un momento en el que no sabía que yo era alguien especial” es la primera frase de Fruta prohibida, la novela que Jeanette Winterson publicó a los 24 años, en la cual narraba cómo, ocho años antes, se había enamorado de otra muchacha, y cómo su madre la obligó a elegir entre su amor y su hogar. Winterson, adoptada por una pareja evangélica y criada en Accrington, Lancashire, se fue de casa y empezó su deslumbrante carrera literaria. Su estilo picaresco, su agudo espíritu crítico, su interés en la tensión entre nuestras convenciones y nuestros deseos, en obras como La pasión, Espejismos, La mujer de púrpura y ¿Por qué ser feliz cuando se puede ser normal? han valido a Winterson comparaciones con Jane Austen y Muriel Spark. “Nuestros sueños de felicidad”, ha dicho Winterson, “son una suerte de Arcadia inventada”.

La elevada ciencia-ficción de Miéville

China Miéville (Norwich, 1972). La ciencia-ficción, género denigrado en sus primeras décadas, cobró rápidamente una merecida aristocracia literaria. Hoy su prestigio es indiscutible y China Miéville es uno de sus representantes más destacados. Dentro de ese campo, la obra de Miéville abarca varios géneros: el horror, la distopía, los universos paralelos, los vampiros y zombis. Ficciones que Miéville opone a la de Tolkien, autor que juzga reaccionario. Sus novelas más notables son El Rey Rata, El azogue, Kraken y, sobre todo, Embassytown y La ciudad y la ciudad, donde teorías lingüísticas influyen o determinan la organización de una sociedad futura. En La estación de la calle Perdido se puede sentir la influencia de juegos vídeo, para los cuales Miéville ha escrito escenarios originales. Además de gran novelista, Miéville es miembro de la organización trotskista British Socialist Workers Party y firma un blog político llamado La Tumba de Lenin.

Precisa y lírica Oyeyemi



Helen Oyeyemi. / Massimiliano Minocri
Helen Oyeyemi (Nigeria, 1984). Incluida en 2013 en la lista Granta de mejores novelistas británicos jóvenes, esta escritora se destaca por su poder de invención y su lenguaje preciso y lírico. Su universo es el de los cuentos de hadas, pero con un trasfondo cristiano —Oyeyemi ha declarado que es “profundamente creyente”—, a la vez subvertido por su implacable reconocimiento de la crueldad en las relaciones humanas. Sus puntos de partida son las leyendas griegas, la historia de Barba Azul, los relatos folclóricos cubanos, los cuentos de Grimm, todas narraciones míticas que Oyeyemi transforma en novelas de invención fantástica y psicológicamente justas. Entre sus varios libros se destacan La niña Ícaro, que escribió cuando aún estaba en el colegio, y Boy, Snow, Bird. Quizás la más lograda sea El señor Fox, escrita —ha dicho Oyeyemi— bajo la doble influencia de Edgar Allan Poe y Henry James.

martes, 27 de marzo de 2018

Wabi Sabi : forma de vivir encontrando belleza en la imperfección



Wabi sabi is a beautiful Japanese concept that has no direct translation in English. Both an aesthetic and a worldview, it connotes a way of living that finds beauty in imperfection and accepts the natural cycle of growth and decay. Wabi Sabi is also the title of a fantastic 2008 picture-book by Mark Reibstein, with original artwork by acclaimed Chinese children’s book illustrator Ed Young, exploring this wonderful sensibility through the story of a cat who gets lost in her hometown of Kyoto only to find herself in the process. (For, lest we forget, we only find ourselves by getting lost.)
The book reads like a scroll, from top to bottom, and features a haiku and a Japanese verse on each spread, adorned with Young’s beautifully textured artwork.
Reibstein paints a historical backdrop:
Wabi sabi’s origins are in ancient Chinese ways of understanding and living, known as Taoism and Zen Buddhism, but wabi sabi began to shape Japanese culture when the Zen priest Murata Shuko of Nara (1423–1502) changed the tea ceremony. He discarded the fancy gold, jade, and porcelain of the popular Chinese tea service, and simple, rough, wooden and clay instruments. About a hundred years later, the famous tea master Sen no Rikyu of Kyoto (1522–1591) brought wabi sabi into the homes of the powerful. He constructed a teahouse with a door so low that even the emperor would have to bow in order to enter, reminding everyone of the importance of humility before tradition, mystery, and spirit.
A true wabi sabi story lies behind the book: When Young first received the assignment, he created a series of beautifully simple images. As he went to drop them off with his editor, he left them for a moment on the front porch of the house. But when he returned to retrieve them, they were gone. Rather than agonizing over the loss, Young resolved to recreate the images from scratch and make them better — finding growth in loss.
While technically a children’s book, Wabi Sabi is the kind of subtle existential meditation in which adults, with our relentless aspiration for more and our chronic anxiety about imperfection, can take solace. Complement it with a beautiful grownup read about the philosophy of ancient Japanese aesthetics.

Desmontando la utopía escandinava: no todo es tan ‘cool’ como parece

El periodista británico Michael Booth publica un libro titulado Gente casi perfecta, que pretende desarmar el mito de la utopía nórdica.


La ubicua bloguera Pernille Teisbaek, que publicó recientemente 'Dress Scandinavian', para imitar el estilo de las escandinavas.
Foto: Instagram

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Por el mismo motivo que subir a un avión de Norwegian Airlines da más confianza que hacerlo a uno de Easyjet –siendo ambas compañías low cost–, añadir el adjetivo “nórdico” a cualquier cosa hace que parezca, y se venda, mejor: estilo nórdico, diseño nórdico, tipo nórdico. El periodista británico Michael Booth, como cualquier otro occidental, era consciente de esa buena reputación casi universal de todo lo escandinavo pero tenía más conocimiento de causa que la media. Casado con una danesa, ha vivido durante casi dos décadas en el país de su familia política, con el que tiene una relación de amor-odio. En la que el odio pesa un poquito más que el amor. Ese fue su punto de partida para escribir Gente casi perfecta, un ensayo muy premiado y polémico que ahora edita Capitán Swing en España y con el que se propuso destruir con hachazos vikingos “el mito de la utopía escandinava”.
Para eso hizo un amplio trabajo de campo. Viajó por Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia, se entrevistó con antropólogos, filósofos, periodistas y pescadores, se achicharró los genitales en una sauna finlandesa y se apuntó a un campamento para adultos de canto coral –a los daneses les pirra cantar en coro– y bebió muchas latas de cerveza demasiado gaseosa.
Meik Wiking, nada menos que el director del Instituto de la Felicidad de Copenhague firma Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas (Cúpula).
Foto:
Instagram/ @lunaresrubios
Durante unos años, Booth convenció a su mujer y a sus dos hijos para vivir en Reino Unido, pero volvieron a Dinamarca hará cosa de cuatro años, cuando la fiebre nórdica había alcanzado su pico. El éxito de Stieg Larsson y Henning Mankell había abierto las puertas del mercado editorial a cualquier autor de novela negra con domicilio fiscal al norte de Alemania. The Killing, El puente y Borgen triunfaban en televisión. Lars von Trier y Thomas Vinterberg encontraban relevo en Susanne Bier y Nicolas Winding Refn en los festivales de cine. Arquitectos daneses como Bjarke Ingels se llevaban grndes encargos internacionales, Olafur Eliasson iluminaba la Turbine Hall de la Tate Modern, Rene Redzepi del restaurante Noma de Copenhague se coronaba como mejor chef del mundo desde la portada de Time, se consolidaban Skype y Spotify y por supuesto IKEA y H&M uniformaban nuestras vidas. Al fin y al cabo, si uno quiere distinguirse un poco, siempre tiene COS, &Other Stories o Ganni. Este misma web nos ha advertido variasveces de que unas de las mujeres más estilosas del mundo son las escandinavas.
Una ídilica imagen de Copenhague, la ciudad más feliz del mundo (según las listas).
Foto:
Instagram/ @myscandinavianhome
En el tiempo transcurrido, la fiebre nórdica no ha disminuido lo más mínimo. Todos, absolutamente, todos los hits del pop estadounidense siguen fabricándose en estudios de Suecia, a manos de los superproductores como Max Martin. Este invierno, además, se han puesto de moda los libros sobre el hygge, el concepto danés del bienestar a base de juntarse con los seres queridos y aplicar pequeños gestos domésticos. La editorial Zenith publicó Hygge. El secreto de los daneses, de Louisa Thomsen Brits y Meik Wiking, nada menos que el director del Instituto de la Felicidad de Copenhague firma Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas (Cúpula). El famoso hygge es uno de los caballos de batalla de Booth en Gente casi perfecta, donde va retratándose con humor como un inglés cínico que no acaba de entender la ingenuidad nórdica. Según Booth, la glorificación de los placeres sencillos conduce a “la satisfacción autocomplaciente, cómoda y pequeñoburguesa” y ejerce de mordaza social. Además, tanta insistencia en el recogimiento en comunidad tiene un punto xenófobo. El antropólogo Jeppe Trolle Linnet abunda que “el hygge actúa como vehículo para el control social y establece su propia jerarquía de actitudes e implica una estereotipificación negativa de los grupos sociales que se perciben como incapaces de crear hygge”. Booth lo traduce así: “La inferencia consiste en que como solo los daneses conocen realmente la manera de pasar un rato hyggelig, sienten lástima de los pobres extranjeros con sus pretenciosos cócteles, con sus cenas donde se llega a discutir con vehemencia y con sus fiestas y planes sofisticados”. Él ha aprendido a base de quedar mal en decenas de reuniones sociales (su explicación del complicado calendario festivo danés también tiene miga) que la zona de confort de los nórdicos en una fiesta pasa el consenso: “Prefieren ceñirse en gran medida a hablar sobre la vida y milagros de donde se compró cierta botella de vino, lo poco que costó y si la que están bebiendo ahora es mejor que la anterior”.
En realidad, hay un motivo por el que los países del Norte –Booth admite que usa “nórdicos” y “escandinavos” como sinónimos aunque no lo son: técnicamente ni los finlandeses ni los islandeses son scandi– suelen encabezar los ránkings de países más felices del mundo. Y no tiene tanto que ver con las velas aromáticas y los bollos de azafrán horneados en casa sino con la democracia y el sistema impositivo que produjo el milagro nórdico en los sesenta. Ahí, el autor saca a relucir sus tendencias neoliberales (admite que crecer en la Inglaterra de Thatcher puede haberle estropeado para siempre), cuando apunta a que, a su entender, ensanchar tanto la base de la clase media, sumado a la tendencia cultural a “no destacar” ha desactivado la excelencia y generado trabajadores poco productivos.
No, no todo el mundo puede permitirse presumir de ‘hygge’ en su hogar.
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Instagram/ @marzena.marideko
El país de su familia política, añade, tiene un secreto más oscuro que “lo que hizo el tío abuelo Olof en la guerra”: su deuda privada. “Los daneses deben, de media, el 310% de sus ingresos anuales, más del doble de lo que deben los portugueses o los españoles, y el cuádruple que los italianos”, apunta el autor de Gente casi perfecta. Vaya con los industriosos vikingos.
En sus viajes, Booth se dedica a mirar bajo las alfombras y señalar el aislacionismo noruego que raya, según él, en el ultranacionalismo, el sisu finlandés (el espíritu de resistencia y virilidad, que en realidad él traduce en machismo puro y duro) y el lagom sueco, la obsesión por ser moderado, razonable y modesto hasta el punto que la mediocridad es lo único aceptable, así como el racismo y el alcoholismo en distintos puntos de la región. Por supuesto, se cruza con gente estupenda que le invita a arenques y cangrejos y se detiene en reconocer los pequeños milagros de la vida nórdica, como el hecho de que (no es un mito) te persigan para darte la cartera si se te cae o que se aparque a los bebés en las terrazas de las cafeterías sin miedo alguno a que les ocurra algo malo. Gente casi perfecta no impedirá que los medios del resto de Europa sigan emitiendo con periodicidad también nórdica reportajes sobre el modelo educativo finlandés o publicando reportajes sobre los envidiables permisos de paternidad suecos. Ante todo, lo importante es no reaccionar a esos documentos, ni al propio libro de Booth, a lo Ana Rosa Quintana, que tras la emisión del Salvados en Helsinki, tuiteó:
“Estupenda la educación en Finlandia, pero ¿y el frío y los suicidios y no poder sentarte a tomar unas tapas y unas cañas?”.
Portada de ‘Gente casi perfecta’, el ácido ensayo contra el mito nórdico.
Foto:
Capitan Swing

jueves, 22 de marzo de 2018

George Steiner: “Estamos matando los sueños de nuestros niños”

 


A sus 88 años, el gran filósofo y ensayista denuncia en una lúcida entrevista que la mala educación amenaza el futuro de los jóvenes






 

El catedrático de literatura comparada, el lector de latín y griego, la eminencia de Princeton, Stanford, Ginebra y Cambridge; el hijo de judíos vieneses que huyeron del nazismo primero a París y luego a Nueva York; el filósofo de las cosas del ayer, del hoy y del mañana; el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2001, el polemista y mitólogo políglota y el autor de libros capitales del pensamiento moderno, la historia y la semiótica como Errata, Nostalgia del absoluto, La idea de Europa, Tolstoi o Dostoievski o La poesía del pensamiento abría a EL PAÍS las puertas de su preciosa casita de Barrow Road.


"Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria"
El pretexto: los dos libros que la editorial Siruela ha publicado recientemente en español. Por un lado Fragmentos, un minúsculo aunque denso compendio de algunas de las cuestiones que obsesionan al autor como la muerte y la eutanasia, la amistad y el amor, la religión y sus peligros, el poder del dinero o las difusas fronteras entre el bien y el mal. Por el otro, Un largo sábado, embriagador libro de conversaciones entre Steiner y la periodista y filóloga francesa Laure Adler.
El motivo real: hablar de lo que fuera surgiendo.

PREGUNTA. Profesor Steiner, la primera pregunta es ¿cómo está su salud?
RESPUESTA. Oooh, muy mal, por desgracia. Tengo ya 88 años y la cosa no va bien, pero no pasa nada. He tenido y tengo mucha suerte en la vida y ahora la cosa va mal, aunque todavía paso algunos días buenos.
P. Cuando uno se siente mal… ¿es inevitable sentir nostalgia de los días felices? ¿Huye usted de la nostalgia o puede ser un refugio?
R. No, lo que uno tiene es la impresión de haber dejado de hacer muchas cosas importantes en la vida. Y de no haber comprendido del todo hasta qué punto la vejez es un problema, ese debilitamiento progresivo. Lo que me perturba más es el miedo a la demencia. A nuestro alrededor el Alzhéimer hace estragos. Así que yo, para luchar contra eso, hago todos los días unos ejercicios de memoria y de atención.


"Es un milagro que todavía exista Europa. Una civilización que extermina a sus judíos no recuperará nunca lo que fue"
P. ¿Y en qué consisten?
R. Lo que le voy a contar le va a divertir. Me levanto, voy a mi pequeño estudio de trabajo y elijo un libro, no importa cuál, al azar, y traduzco un pasaje a mis cuatro idiomas. Lo hago sobre todo para mantener la seguridad de que conservo mi carácter políglota, que es para mí lo más importante, lo que define mi trayectoria y mi trabajo. Trato de hacerlo todos los días… y desde luego parece que ayuda.
P. Inglés, francés, alemán e italiano…
R. Eso es.
P. ¿Sigue leyendo a Parménides cada mañana?
R. Parménides, claro… bueno, u otro filósofo. O un poeta. La poesía me ayuda a concentrarme, porque ayuda a aprender de memoria, y yo siempre, como profesor, he reivindicado el aprendizaje de memoria. Lo adoro. Llevo dentro de mí mucha poesía; es, cómo decirlo, las otras vidas de mi vida.
P. La poesía vive… o mejor dicho, en este mundo de hoy sobrevive. Algunos la consideran casi sospechosa.
R. Estoy asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria. Y que no hace nada para que los niños aprendan las cosas de memoria. El poema que vive en nosotros vive con nosotros, cambia como nosotros, y tiene que ver con una función mucho más profunda que la del cerebro. Representa la sensibilidad, la personalidad.
P. ¿Es optimista con respecto al futuro de la poesía?
R. Enormemente optimista. Vivimos una gran época de poesía, sobre todo en los jóvenes. Y escuche una cosa: muy lentamente, los medios electrónicos están empezando a retroceder. El libro tradicional vuelve, la gente lo prefiere al kindle… prefiere coger un buen libro de poesía en papel, tocarlo, olerlo, leerlo. Pero hay algo que me preocupa: los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo. Nunca la aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y hay que tener tiempo para buscar tiempo. Y otra cosa: no hay que tener miedo al silencio. El miedo de los niños al silencio me da miedo. Solo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo esencial.


"El psicoanálisis es un lujo de la burguesía. La dignidad humana consiste en tener secretos. La idea de pagar me asquea"
P. El ruido y la prisa… ¿No cree que vivimos demasiado deprisa? Como si la vida fuera una carrera de velocidad y no una prueba de fondo… ¿No estamos educando a nuestros hijos demasiado deprisa?
R. Déjeme ensanchar esta cuestión y decirle algo: estamos matando los sueños de nuestros niños. Cuando yo era niño existía la posibilidad de cometer grandes errores. El ser humano los cometió: fascismo, nazismo, comunismo… pero si uno no puede cometer errores cuando es joven, nunca llegará a ser un ser humano completo y puro. Los errores y las esperanzas rotas nos ayudan a completar el estado adulto. Nos hemos equivocado en todo, en el fascismo y en el comunismo y, a mi juicio, también en el sionismo. Pero es mucho más importante cometer errores que intentar comprenderlo todo desde el principio y de una vez. Es dramático tener claro a los 18 años lo que has de hacer y lo que no.
P. Habla usted de la utopía y de su contrario, la dictadura de la certidumbre…
R. Muchos dicen que las utopías son idioteces. Pero en todo caso serán idioteces vitales. Un profesor que no deja a sus alumnos pensar en utopías y equivocarse es un muy mal profesor.
P. No se sabe bien por qué el error tiene tan mala prensa, pero el caso es que en estas sociedades exacerbadamente utilitarias y competitivas la tiene.
R. El error es el punto de partida de la creación. Si tenemos miedo a equivocarnos jamás podremos asumir los grandes retos, los riesgos. ¿Es que el error volverá? Es posible, es posible, hay algunos atisbos. Pero ser joven hoy no es fácil. ¿Qué les estamos dejando? Nada. Incluida Europa, que ya no tiene nada que proponerles. El dinero nunca ha gritado tan alto como ahora. El olor del dinero nos sofoca, y eso no tiene nada que ver con el capitalismo o el marxismo. Cuando yo estudiaba la gente quería ser miembro del Parlamento, funcionario público, profesor… hoy incluso el niño huele el dinero, y el único objetivo ya parece que es ser rico. Y a eso se suma el enorme desdén de los políticos hacia aquellos que no tienen dinero. Para ellos, solo somos unos pobres idiotas. Y eso Karl Marx lo vio con mucha anticipación. En cambio, ni Freud ni el psicoanálisis, con toda su capacidad de análisis de los caracteres patológicos, supieron comprender nada de todo esto.




"No se puede negociar con el Islam"


B. H.
En uno de los capítulos de su libro Fragmentos, recientemente editado en España, George Steiner se hace preguntas sobre la religión, incluidas las relativas a algo tan inasible para el común de los mortales como “la demostración de Dios a través de procesos científicos como la lógica modal y la metamatemática”, o el efecto demoledor de la muerte del comunismo: “El colapso del comunismo”, escribe Steiner, “ha dado un bandazo hacia una religiosidad muchas veces fanática. El fundamentalismo avanza de manera muchas veces violenta, ya sea en el Islam o en el baptismo norteamericano”. Ese juicio no es incompatible con el hecho de que George Steiner –que se considera “no religioso y sí volteriano”, admita sentir cierta “envidia” de los fundamentalistas, para quienes las sagradas escrituras son irrebatibles por su condición de “puro dictado divino”.
Sobre las relaciones entre la civilización judeocristiana y el Islam y una hipotética aspiración a puntos de encuentro, el autor del Prefacio a la Biblia hebrea se muestra rotundo: “No se puede negociar con el Islam, por dos motivos. A partir del siglo XV, el Islam rechazó la ciencia. La verdad científica no es importante para ellos. Y ahí, imposible negociar. Segundo problema: el trato a la mujer. Maltratar sistemáticamente a la mujer como hace el Islam es eliminar a la mitad de la Humanidad. Y de ahí vinieron las guerras de religión modernas que con tanta lucidez y anticipación predijo André Malraux, y creo que vienen otras, terribles”.
No obstante, Steiner se muestra extremadamente crítico con el papel jugado por las democracias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, en la creación de contextos de pobreza que han podido actuar como semillero suplementario de soldados de Dios: “El capitalismo, en cuanto industrialización de masas, la eliminación de las formas más primitivas de la comunidad local, la globalización sin freno… sí, tenemos una responsabilidad que asumir. A un lado de la barrera está el paraíso, al otro, el desierto, la miseria. Triste. El mundo vive hoy una desigualdad terrible de posibilidades de vida. En el tercer mundo, los niños mueren y la gente come basura. Y no hay respuestas para este fracaso, que es el de todos nosotros”.
P. No le cae muy simpático el psicoanálisis, es lo menos que pude decirse.
R. El psicoanálisis es un lujo de la burguesía. Para mí, la dignidad humana consiste en tener secretos y la idea de pagar a alguien para que escuche tus secretos e intimidades me asquea. Es como la confesión pero con cheque por medio. Es el secreto lo que nos hace fuertes, de ahí todos mis trabajos sobre Antígona, que dice: “Puede que me equivoque, pero sigo siendo yo”. De todas formas, el psicoanálisis está en plena crisis. Recuerde usted las magníficas palabras de Karl Kraus, el satirista vienés: “El psicoanálisis es la única cura que ha inventado su enfermedad”.
P. Y Sigmund Freud…
R… Freud es uno de los más grandes mitólogos de la historia. Pero es ficción. Era un novelista extraordinario.
En ese momento, George Steiner se levanta, avanza lentamente hacia su inmensa biblioteca y de dentro de un viejo volumen extrae una tarjeta de visita amarillenta escrita a mano en alemán: es una felicitación de boda de Sigmund Freud a los padres de Steiner. “Mi padre lo conoció, paseaban juntos por la orilla del río”.
P. Volvamos a la cuestión del poder del dinero. ¿Tiene usted una explicación válida desde un punto de vista filosófico de por qué en su día los electores de Italia y hoy de España decidieron y deciden llevar al poder a partidos políticos enfangados en la corrupción?
R. Porque hay una enorme abdicación de la política. La política pierde terreno en todo el mundo, la gente ya no cree en ella y eso es muy muy peligroso. Aristóteles nos dice: “Si no quieres estar en política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada, luego no te quejes si los bandidos te gobiernan”.
P. La vieja pero hoy tan vigente figura del idiotes aristotélico…
R. Exacto, una figura muy actual. Bien, pues yo siento vergüenza de haber gozado de este lujo privado de estudiar y escribir y de no haber querido entrar en el ágora. Me pregunto qué va a pasar con el fenómeno de las estructuras políticas en sí mismas. Triunfan por todos lados el regionalismo, el localismo, el nacionalismo… vuelve el villorrio. Cuando uno ve que alguien como Donald Trump es tomado en serio por la democracia más compleja del mundo, todo es posible.
P. ¿Cómo contempla una hipotética victoria de Trump?
R. No ocurrirá, Hillary ganará. Pero será una triste victoria, porque esta mujer está agotada, quemada interiormente. ¿Y qué me dice de Putin? La violencia de alguien como él parece tranquilizar a la gente que ya no cree en la política, les reconforta. Eso es porque el despotismo es lo contrario a la política.


“Si no crees en la política, no te quejes si los bandidos te gobiernan”
P. ¿Y la política y la cultura? ¿Cómo se llevan? Y otra cuestión: ¿comparte usted la sensación –muy personal y subjetiva, por otra parte- de que la cultura, entendida como ‘las artes’, está estancada, al contrario que los avances científicos, imparables?
R. A ver cómo hablamos de esto, es delicado. Estamos usted y yo en una pequeña ciudad inglesa como Cambridge en la que, desde el siglo XII, cada generación ha producido gigantes de la ciencia. Hay ahora mismo 11 premios Nobel aquí. De aquí salieron Newton, Darwin, Hawking… Para mí, el símbolo del avance imparable de las ciencias es Stephen Hawking. Apenas mueve la esquina de una de sus cejas, pero su mente nos ha llevado al extremo del universo. Ningún novelista, dramaturgo, poeta o artista, ni siquiera el mismísimo Shakespeare, habría osado inventar a Stephen Hawking. Bien. Si usted y yo fuéramos científicos, el tono de nuestra charla sería distinto, sería mucho más optimista, porque hoy, cada lunes la ciencia nos descubre algo nuevo que no sabíamos el lunes pasado. En cambio –y esto que le digo es totalmente irracional, y ojalá me equivoque-, el instinto me dice que no tendremos un nuevo Shakespeare ni un Mozart ni un Beethoven ni un Miguel Ángel ni un Dante ni un Cervantes el día de mañana. Pero sé que tendremos nuevos Newton, Einstein, Darwin… sin duda. Esto me asusta, porque una cultura sin grandes creaciones estéticas es una cultura empobrecida. Echamos mucho de menos a los titanes del pasado. ¡Ojalá me equivoque y el próximo Proust o el próximo Joyce estén naciendo en la casa de enfrente!
P. ¿Establece usted diferencias entre “alta” y “baja” cultura, como han hecho algunos intelectuales de renombre, visiblemente incómodos ante formas de cultura popular como los cómics, el arte urbano, el pop o el rock, a los que se llegó a poner la etiqueta de “civilización del espectáculo”?
R. Yo le digo una cosa: Shakespeare habría adorado la televisión. Habría escrito para la televisión. Y no, no hago esas distinciones. A mí lo que de verdad me entristece es que las pequeñas librerías, los teatros de barrio y las tiendas de discos cierren. Eso sí, los museos están cada día más llenos, la muchedumbre colapsa las grandes exposiciones, las salas de conciertos están llenas… así que atención, porque estos procesos son muy complejos y diversos como para establecer juicios globales. El señor Mohammed Ali era también un fenómeno estético. Era como un dios griego. Homero habría entendido a la perfección a Mohammed Ali.
P. ¿Cree que asistiremos a la muerte de la cultura como contenedor de formas clásicas ya manidas y su sustitución por otras nuevas?
R. Puede… puede que esté muriendo una cultura clásica de carácter patriarcal y esté surgiendo otra de formas nuevas e intermedias, una cultura hermafrodita, bisexual, transexual y en la que desde luego la mujer contribuirá de forma muy especial a recuperar los sueños y las utopías… Por cierto, una vez más, hablando de transexuales y bisexuales… ¡Freud ni los vio venir!


"Triunfan el regionalismo, el localismo, el nacionalismo, vuelve el villorio"
P. Usted ha dicho alguna vez que se arrepentía de no haberse arriesgado a lanzarse al mundo de la creación. ¿Es una espina clavada?
R. En efecto. Hice poesía, pero me di cuenta que lo que estaba haciendo eran versos, y el verso es el mayor enemigo de la poesía. Y he dicho también –y algunos no me lo han perdonado nunca- que el más grande de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. Yo soy tan solo un cartero, soy Il Postino. Y estoy muy orgulloso de eso, de haber llevado el correo bien a tantos y tantos alumnos. Pero no nos hagamos ilusiones.
P. ¿Quién no le perdonó? ¿Colegas suyos de universidad?
R. Así es. Es que en la universidad hay una vanidad descomunal. Y les sienta mal que les digas claramente que son parásitos. Parásitos en la melena del león.
P. El creciente desdén político por las humanidades es desolador. Al menos en España. La filosofía, la literatura o la historia son progresivamente ninguneadas en los planes educativos.
R. En Inglaterra también pasa, aunque quedan algunas excepciones en escuelas privadas para élites. Pero el sentido de la élite es ya inaceptable en la retórica de la democracia. Si usted supiera cómo era la educación en las escuelas inglesas antes de 1914… pero es que entre agosto de 1914 y abril de 1945 unos 72 millones de hombres, mujeres y niños fueron masacrados en Europa y el oeste de Rusia. ¡Es un milagro que todavía exista Europa! Y le diré algo respecto a eso: una civilización que extermina a sus judíos no recuperará nunca lo que fue. Sé que cabrearé a unos cuantos antisemitas, pero la vida universitaria alemana nunca fue ya la misma sin esos judíos. Una civilización que mata a sus judíos está matando el futuro. Pero bueno, hoy hay 13 millones de judíos en el mundo, más que antes del Holocausto.
P. Resulta increíble, es cierto.
R. ¡Resulta escandaloso! Un magnífico escándalo.
P. Profesor Steiner, ¿qué es ser judío?
R. Un judío es un hombre que, cuando lee un libro, lo hace con un lápiz en la mano porque está seguro de que puede escribir otro mejor.


"El error es el punto de partida de la creación. Si tenemos miedo a equivocarnos, jamás podremos asumir los grandes retos"
P. ¿Cómo ve el futuro del ser humano? ¿Es optimista o pesimista?
R. El futuro… no sé. Toda profecía es simplemente memoria activa, no se puede prever nada, solo mirar en el retrovisor de la historia y contarnos historias sobre el futuro. Eso sí: habrá dos tres descubrimientos científicos en el campo de la genética que van a plantear problemas morales terriblemente complejos. Por ejemplo, ¿permitiremos que se manipulen las células del feto?
P. También será un problema moral poner freno al avance científico…
R. Exactamente. ¿Qué derecho tenemos? Yo soy, por ejemplo, firme partidario de la eutanasia. Los viejos destruimos a menudo la vida de los jóvenes que tienen que cargar con nosotros. ¡Me gustaría tanto tener el derecho de decir “Gracias, todo ha sido magnífico, ahora basta”. Eso llegará. En Holanda y en Escandinavia ya está pasando… No tenemos ya recursos para mantener en vida a tanta gente senil o demente, va contra la felicidad de mucha gente, no es justo.
P. ¿Qué momentos o hechos cree que forjaron más su forma de ser? Entiendo que tener que huir del nazismo junto a sus padres y saltar de París a Nueva York –magistralmente evocado en su libro Errata- es uno de los fundamentales teniendo en cuenta que…
R. Le diré algo que le impactará: ¡Yo le debo todo a Hitler! Mis escuelas, mis idiomas, mis lecturas, mis viajes… todo. En todos los lugares y situaciones hay cosas que aprender. Ningún lugar es aburrido si me dan una mesa, buen café y unos libros. Eso es una patria. “Nada humano me es ajeno”. ¿Por qué Heidegger es tan importante para mí? Porque nos enseña que somos los invitados de la vida. Y tenemos que aprender a ser buenos invitados. Y, como judío, tener siempre la maleta preparada y si hay que partir, partir. Y no quejarse.

El pago chico y los usos de Manuel Puig


Juegos a la hora de la siesta, rumores, interpretaciones de las novelas en las que el escritor ficcionalizó hechos y personas de General Villegas viven una vida propia en su pueblo natal. Aquí, una crónica que Puig hubiera querido leer.

Por: María Moreno


CASA NATAL. El sitio donde nació Puig en diciembre de 1932.
Primera alegoría de General Villegas: a la entrada, el micro se detiene ante el cartel que dice "Gral. Villegas, la ciudad de Manuel Puig" porque se ha atravesado un camión en cuya caja dice "Transportes El Idealista" . (El Idealista pasa como un crédito cinematográfico sobre la foto gigante de Puig).

Villegas es todavía una ciudad de casas bajas donde se adivina la pérgola en el patio y la cortina de Ceylan en las puertas de los cuartos, de instituciones apiñadas en tres o cuatro cuadras, de clubes deportivos amigables como El Eclipse o El Atlético, frecuentados por jugadores de pelota a paleta que aún cultivan el look de la boina o la gorra de chofer.

Patricia Bargero, nacida en el pueblo Emilio V. Bunge del Partido de General Villegas, bibliotecóloga recibida en la UBA, es la baquiana de lo que la crítica Francine Masiello llama el vía crucis Puig en el pueblo, no sólo una guía topográfica sino una pesquisa de causa abierta para cualquier dato que pueda agregarse a su ya amplio archivo personal. Para que la presencia de su silla de ruedas no se transforme en un silencio o quede a cargo del editing del otro, le gusta hacer la novela en clave melodrama del accidente que sufrió mientras iba a su pueblo para casarse y que determinó su encuentro con los libros de Manuel Puig.

-Venía en auto, con mi viejo y una de mis hermanas (somos cinco), manejaba yo. Mordí la banquina e hice lo que no se debe hacer: pegué el volantazo para subir de nuevo a la ruta y vinieron dos o tres vueltas, con las cuales hasta vi la luz y todo. Pero contrariamente a lo que todos dicen, eso de que les gusta la sensación de morirse y se dejan llevar, yo gritaba "quiero vivir, quiero vivir, como sea: quiero vivir" y veía la palabra "vivir" escrita en letras brillantes, inmensas. Vine desde allí hasta Villegas (50 km) moviendo la cabeza, porque me dolía mucho el cuello, y así despedacé mi médula entre C5 y D1. Venía desde Buenos Aires. Iba hacia Bunge. El accidente fue a la altura de Ameghino.

-¿Y el novio?

-Era un consignatario de venta de animales, un noviazgo típico de esos que duran cinco o seis años. Creo que no lo superó nunca. No me podía ver en la silla. Cortamos y fue liberador. En el auto traía las participaciones y el trajecito de civil, pero también había vestido blanco.

Luego vino la vida después, la lectura de Puig como un satori, el pueblo como puesta en escena para un culto anual que se ensaya día a día.

Polémica en su quiosco

Según el chisme, género que Puig sublimó hasta la excelencia, él habría tomado en sus libros personajes reconocibles de la Villegas bien para tergiversar sus destinos, obligándolos a cometer delitos, exagerando mucho y al mismo tiempo enmascarando poco para "ensuciar" memorias hasta entonces intactas en las páginas de sociales. Y Villegas se habría enojado, sobre todo la familia o en nombre de la familia Caravera, cuyos rasgos mezclados aparecen en los protagonistas de Boquitas pintadas, implicados en acciones para el que dirán. En esta lectura lineal Boquitas pintadas no sería más que un escrache de alto vuelo. Sin embargo fue la prensa amarilla de Buenos Aires más que la local la que inventó el eslogan "Puig contra Villegas" y "Villegas contra Puig". Revistas como La Semana, Análisis, Gente utilizaron enviados especiales que buscaron testimonios de pro y de contra de acuerdo con la fórmula "una de cal y otra de arena" extraída del gremio de la construcción. Ya, para la salida de Nanina de Germán García y como para demostrar que ése era un procedimiento habitual para las novelas de iniciación, se había inventado un Junín en guerra contra el autor con una gracia que no cultivaba el loable arte de la injuria sino el lugar común de la queja contra el que triunfa lejos pero que se fue por lo que tenía cerca. Y si no sólo en Villegas se ha leído los primeros libros de Puig en clave de quien es quien, no es porque se leía mal o se leía atrasado lejos de la denuncia de la revista Literal acerca de la "pre-potencia" del referente, sino por el efecto hipnótico de una literatura capaz de generar la resonancia de una autobiografía en la que todos podían reconocer una experiencia propia: contra las sagas edípicas en tercera persona, el eco de las voces de las tías, contra Borges, la matinée. Hebe Chiquita Uriarte, amiga de infancia de Manuel (Coco) Puig se lanza a la interpretación.

-Mi cuñada Sara Cabezas lo conocía también, por el grupo de chicos, de jóvenes, y ella contó que cuando Coco ya se estaba por ir tenía un perrito blanco, y que un día tocó el timbre de la vieja casona y fue a regalárselo para que ella se quedara con el perro. Y ahí charlaron sobre esos escalones y ella no lo recibió. Le llamó la atención el regalo que le hacía, porque él la había identificado. Nos conocíamos todos, pero ella no tenía mucho vínculo. Yo lo veía todos los días, pero ella no. Lo que siempre me llamó la atención en Coco es que cuando íbamos a las películas, o charlábamos de películas, las actrices más importantes que él admiraba tenían el cabello largo, esas melenas con rulos. Y bueno, mi cuñada en esa época tenía el cabello oscuro con una melena así, muy linda, un cabello precioso, largo. Eso se me ocurre a mí, no sé.

Es que hoy quedan en Villegas más testigos biógrafos que referentes damnificados, aunque algunos, como Raquel Piña, lejos de la época en que Coco la dirigía como autor, se permita morcillear en detalles.

-Con Coco jugábamos al pueblito. El pueblito era uno de los juguetes que teníamos casi todos. Venía en una caja con edificios hechos en madera: la escuela, la comisaría, la iglesia. Y todos los elementos para armar una plaza. El de Coco, como todo lo que él tenía, no era como los pueblitos de los demás, sino mil veces más grande. Como entonces era hijo único, la mamá miraba por sus ojos y el papá ponía la plata. Cuando Coco desplegaba su pueblito, había que correr la cama.

-El pueblito era la escenografía de las obras teatrales.

-Y a mí me puso de protagonista de La Cenicienta porque yo era entonces una representación muy miserable de lo que podía ser un nena, chiquita, muy delgada, rubia casi transparente, entonces era la cenicienta perfecta en su etapa de pordiosera. Me acuerdo que en una de las partes yo tenía que entrar con una cara de pena y decir: "Mis hermanas van al baile. Al gran baile del gran rey". Me quedó grabado.

-¿Puig escribía los guiones?

-Sí, porque como en esa época no había jardín de infantes los chicos aprendíamos a leer muy temprano porque los libros se hacían urgentes. Cuando me estudié mi papel para La Cenicienta, yo tendría seis años. Coco era muy riguroso como director, hasta autoritario, y tenía además toda la vivencia y el convencimiento –porque no era falsamente modesto y eso es un mérito– de que él era superior a todos nosotros. Los que se daban cuenta de que Coco estaba para otra cosa, que trascendía lo que él podía hacer a ras del piso, eran mi papá y mi mamá. Por ejemplo, te corregía sin anestesia. Un día Elena, mi hermana, le dijo a papá: "¡Papá dame guita!". Y Coco se dio vuelta y la miró fijo: "Elena ¡guita!". Otro día nos dijo que éramos unas estúpidas por creer en los reyes magos: "Yo sé dónde guarda mi mamá las cosas que me compra y todos los años me fijo y este año, por ejemplo, sé que me van a regalar los patines" Así Coco nos bajó los reyes.

-¿Y cuando vino Hollywood, lo de la candidatura al Premio Nobel, usted lo seguía?

-Casi servilmente.

Puig pedagogo

Como todos los lugares del mundo, la localidad de Villegas sale a veces en Policiales. Pero sólo el caso de la adolescente abusada, mereció la cita culta. Ningún periodista se privó de evocar a Puig en un alarde libresco digno del Enrique Raab que comparaba a Mirtha Legrand, en su papel protagónico de Constancia de W. Somerset Maugham, con las mujeres del clan japonés de los Taira y su teatro gestual. Pero se ha hablado menos o nada de la pertinencia de la evocación. Claro que la mención de Puig era fácil aunque más no sea por el escenario de Villegas o porque había sido best-séller y sus argumentos habían llegado hasta Hollywood. Pero él mismo soñaba con que sus obras ni fueran el secreto de unos pocos ni uno de los vértices del eje Borges–Walsh–Puig–Arlt en cualquiera de sus variantes con un nombre de más o de menos: educado por el cine, sabía la importancia de la sala llena por sobre el gusto de lo que Manuel Mujica Láinez llamaba "esos diez".

Luego de la movilización en Villegas convocada bajo al argumento de la víctima como partenaire, Patricia Bargero comenzó a agitar las obras de Puig para ilustrar sobre lo que la ficción tenía de verdad y ciertas relaciones desiguales, de delito. No le fue mal, mejor dicho, no puede saber cómo le fue, ya que el "mensaje", como el trauma, necesita de un segundo tiempo. Llevó Boquitas pintadas a los secundarios de Villegas, incluidos los de enseñanza agropecuaria y/o religiosa.

-En el análisis partimos de eso de que a las mujeres de los años treinta se las gozaba pero no se las respetaba. En la novela lo ven claramente. Que Aschero abusó de Nené, Pancho de La Raba, Juan Carlos de la chica de 13 años. Y hasta hubo quien planteó que la de Juan Carlos con la viuda era una relación abusiva también. Entonces marco: esto es delito, esto es delito, esto es delito, ¿estamos todos de acuerdo? Sí. Bueno, ahora analicemos al abuso a L. Entonces viene lo de "¡Ah, no! Eso no es abuso." "Nosotros la conocemos a la chica y es revaga, salía con muchos". Hasta que fuimos entrando en el tema del rumor. "¿Cómo aparece?" "Y, porque no sabemos de qué hablar y queremos interesar al otro". ¿Quieren entrar en diálogo? Entonces hablamos de las diferencias del rumor con el diálogo. En el rumor el otro está ausente y siempre se agrega algo y se puede llegar a difamar. ¿Qué pasa con el silencio? Si uso la palabra para denunciar es una cosa, si la uso para el rumor que no aporta nada y sirve para enturbiar más la situación, otra. O si antes del rumor opto por el silencio o si el silencio es cómplice.

Este uso de Puig podría cuestionarse desde la crítica pop o desde esa posición donde la sangre (por ejemplo la de Pancho a manos de La Raba) sólo sirve para hacer morcillas. Sin embargo, en tiempos donde el compromiso literario sólo se leía en las claves teluristas de Armando Tejada Gómez y su estentóreo "hay un niño en la calle", en las chapitas villeras de los cuadros de Berni o en los obreros que el Grupo Espartaco representaba –aprovechando que la semiología estaba en pañales– como una fuerza entre el animal y la máquina, Puig denunciaba en folletín.

-Les cuesta pensarse como parte del problema, que hubo abusadores en la comunidad, que hubo gente que marchó a favor de esos abusadores, que hubo quien estuvo al tanto de que la chica estaba siendo abusada y no hizo nada, al contrario, se dedicó a difundir el video y a hablar mal de ella.

Segunda alegoría de Villegas: como se han perdido las llaves de una puerta lateral, Patricia Bargero sube con su silla de ruedas a la Casa de la Cultura Manuel Puig por una rampa improvisada sobre la publicidad de Quedate a desayunar, comedia interpretada por Arnaldo André y Eugenia Tobar que se da el 17 de julio en el Cine Teatro Español: las ruedas le pasan detalladamente por la cara a Arnaldo André, franqueadas por la placa de bronce que dice Casa de la Cultura Manuel Puig.

El referente profanado

El restaurante Boquitas pintadas es una casa de 1900 con frente de ladrillos, sin vidrieras y sin cartel, con algo de pulpería conservada o del quilombo La estrella en donde la partida pescó a Moreira. Y, si alguna vez hubo un palenque en la vereda, adentro, la serie de bocas de artista –la primera es del pintor Carlos Puig, hermano de Manuel, atrevidamente neofiguración– acercan un pop Andy Warhol aunque, cerradas como están, tengan una carnosidad rollinga muy diferente de las que durante la década del 30 el rouge solía dibujar, sin llegar hasta el borde de los labios con el fin de simular un corazón.

En las paredes, enmarcados por antiguas molduras doradas del Cine Teatro Español adonde solía concurrir Puig, hay fotogramas de la película de Torre Nilsson, fotografías familiares y recortes de periódicos con noticias necrológicas y de sociedad .

Leo Leiva, el dueño, es pariente de los hermanos Caravera que, aunque eran cuatro, Idalina, Marina, Danilo y Hernán, para algunos lectores son Celina y Juan Carlos Etchepare de Boquitas pintadas, como Red Butler es Clark Gable en Lo que el viento se llevó y Rita Hayworth es Gilda.

La foto de Danilo Caravera parece la de un actor que hubiera representado Boquitas más famoso que Alfredo Alcón ya que su tamaño es el del mural mientras que la de Alcón se apretuja en una moldura.

-Este es Danilo el que vendría a ser Juan Carlos Etchepare en la novela, está en Cosquín, si la imagen fuera más chica, al fondo se vería claro el río. Idalina es la que está envuelta en el mantón de Manila y Marina la que está delante de la palmera. Este del costado es Pancho que era el que arreglaba el parque y la del medio es la Rabadilla, criada de los Caravera. Y acá está el aviso de casamiento de una de las hermanas que salía en una revista que se llamaba Carnet Social. Hay una foto que me mandó Carlos Puig, que ahora no tengo, de cuando María Bortari, que era la madre de los hermanos Caravera, está con sus hijos chiquitos y les manda un saludo de fin de año a los Puig que vivían al lado. Leo hace la visita guiada por las imágenes.

El Boquitas Pintadas es, entonces, una reconciliación entre familias –Jorge Puig medió para la venta del local, herencia de su familia materna y Carlos Puig , amén de hacer una pintura y acercar fotografías para los paneles, autorizó el nombre–, una toma de partido ante cualquier rezago de chismografía antipuig que reste en Villegas, pero también una audaz acción de crítica literaria en donde Danilo, Marina e Idalina Caravera hacen la representación de los personajes de Puig .

-Antes de que llegaran las tías de visita, mi abuela, cuando nos tirábamos en cama a dormir la siesta y a escuchar los radioteatros de Río Cuarto, me hacía prometer "por favor no le preguntes nada". Y siempre en algún momento de la visita se generaba una cosa de "no sé si es conveniente que los chicos lo escuchen". Empezaba como una media luz.

Así como en el antiguo circo criollo, algún gaucho solía saltar a la arena para desenfundar su facón ante el Sargento Chirino, manos anónimas convirtieron la tumba de Danilo Caravera en una suerte de botín para una guerra de signos, sólo que si Chirino solía ser un actor de Podestá, Danilo había sido un muchacho buen mozo que murió a los treinta años sin saber que su nombre iba a ser público mucho más allá de su necrológica y los anuales recordatorios.

-Imaginate Villegas en ese tiempo, viento, tierra, cardo ruso, no había tele: ir al cementerio era un paseo. Y en el 77, más –yo tendría diez años– porque tenía el agregado de que se iba a sacar alguien de un lugar y se lo iba a poner en otro. Porque a Danilo lo habían puesto en un nicho en la parte baja. Y había mujeres que le arrancaban la placa, otras que le escribían cosas con lápiz de labios o le dejaban cartitas. El nicho estaba muy a mano, vos venías por el pasillo central del cementerio, doblabas y te encontrabas con él. Tenía el típico ángel con la dedicatoria. Ahora está enterrado como un NN con sus padres en una urna. Quiero hacerle un homenaje. Estoy pensando que el menú sea una carta, como que vos recibís de parte de Danilo una carta en donde él dice en el final "y hoy comí esto, esto y esto", como para sugerirte.

Si alguien quisiera inferir de esto un interés comercial habrá que recordarle que si hay un Villegas que lee a Puig en clave de quién es quién, también hay un Villegas cuya idea de vanguardia culinaria es una suprema Mariland ... y Leo es un discípulo del Gato Dumas.

Puig ¡llame ya!

Tercera alegoría de Villegas: en el centro Cultural Manuel Puig, medio abandonada en un pasillo, con el pedestal partido, hay una estatua del Gral. Villegas en la que, mientras que con una mano se acaricia el florete, tiene la otra en la cintura –quebrada– y la cabeza torcida con expresión negligé como si estuviera imitando a Bette Davis.

Es que si hay un Villegas en el que se hicieron cadenas de oración durante la noche de la votación del matrimonio gay, otro que marchó con el cartel "Apoyemos a las 3 víctimas de esta injusticia, toda una ciudad sabe la verdad" y otro que alguna vez anunció que iba a poner una bomba en el cine si daban Boquitas, hay otro Villegas que no es el subsuelo del finado under porteño ni el huis clos después del horario de la municipalidad: tiene una institución en la Biblioteca de la calle Moreno –antes de que el primer plano de los Lugares Puig, viniendo de la estación de ómnibus, indique el Cine Teatro Español, la Vinería, el Colegio Nº 1–, con cómplices académicos y periodistas que viajaron en lechera por la noche de la pampa para hacerse tirar las cartas en la vía pública, durante los festejos Puig de 2006, cuando se hizo carne la gitana que hacía sacar una y otra carta a Juan Carlos Etchepare porque no le gustaba lo que veía pero que no sabía lo que sabía el lector: que "la pelada" que salió primero era La Muerte. Desde los primeros cursos dictados en la biblioteca dirigida por Susana Cañibano o por Magdalena Gióvine que lo había leído en la facultad durante sus estudios de Letras en Buenos Aires, Puig es el nombre de un autor que ciertas profesoras de lengua infiltran en las secundarias de Villegas sin el temor de que las poluciones nocturnas se aviven con las descripciones de los juegos propuestos por la Pocha a la hora de la siesta o las caricias por debajo de la ropa de Choli, para que los alumnos –sin renunciar al sueño erótico– se queden leyendo y no lo hagan como si La Traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas fueran crónicas costumbristas y no ficciones. En la librería Biblios de Villegas conviven acostados unos sobre los otros Vidas desperdiciadas: La Modernidad y sus parias de Zygmunt Bauman, Tener lo que se tiene de Diana Bellessi, De la naturaleza de los semblantes de Jacques Clases de Miller e Historia del llanto de Alan Pauls. El sistema de pilas indica, no al especialista, a menudo incapaz de explorar fuera de su estante correspondiente, sino al lector caníbal y sin zonas sagradas.

Susana Garat, coordinadora de Puig en acción, dirige dos veces por semana los ensayos para los festejos de octubre, en que se esperan visitas de México para declarar a Villegas y Cuernavaca ciudades hermanas. Sus alumnos van del empleado estatal al periodista de radio, del rockero progresivo a la maestra jubilada. Desvestidos de las capas del invierno –pasamontañas, camperas, borceguíes, rebozos– recitan parlamentos de La traición y de Boquitas, en una traducción del efecto antiguamente denominado fluir de conciencia, pero experimental al borde del ballet.

Puig es entonces la consigna del amateur, aquel de quien Roland Barthes decía que, al pintar y escribir sin preocuparse por su imagen ante el otro, por puro placer, liberaba civilización. Pero también Puig es un mantra político que Patricia Bargero envuelve en humor negro.

-Se podría decir que lo mío respecto de Puig fue una identificación desde el resentimiento. Resentida contra los bípedos que seguían viviendo sus vidas felices, me identifiqué con el resentido que se había molestado con esos seres de vidas aparentemente felices. El les había dicho: sus vidas son tan oscuras como la mía.

-O quizá me enganché desde el lugar de heroína melodramática: la pobre tullida tratando de hacerse un espacio en este mundo cruel. Si leer a Puig me ayudaba a entender o cuestionar ese mundo, era el camino para hacerme de un mundo menos áspero. Y cuanto más fuéramos los lectores, menos cruel se nos volvería.


En General Villegas, Puig se lee en clave de Toto, citado por la solterona Herminia en su cuaderno de pensamientos: "Dijo textualmente con todo desparpajo: 'yo soy fuerte, más fuerte que un bruto, porque pienso' pues fuerte es quien piensa y se sabe defender".