Fecunda como pocas, la literatura de Reino Unido ha alumbrado a un sinnúmero de escritores esenciales en todos los géneros. Ellos tienen hoy mucho que decir
Alberto Manguel 21 NOV 2015
El marxista John Berger
John Berger (Hackney, Londres, 1926). Empezó siendo pintor, carrera que abandonó a los 30 años para dedicarse a la escritura, pero siguió interesado en las artes visuales y escribió textos admirables sobre el dibujo, la escultura y la fotografía, sobre todo Modos de ver (1972), que fue fundamental para toda una generación de artistas. Poco después se instala en un pueblo de los Alpes franceses y durante 15 años escribe una trilogía de novelas sobre la transformación del mundo rural bajo el título de De sus fatigas: Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag. “Soy, entre otras cosas, marxista”, declaró Berger, y su obra incluye textos que tacha de políticos, como Hacia la boda, un texto sobre el sida; King, una crónica de los sin vivienda, y El tamaño de una bolsa, que incorpora la correspondencia de Berger con el subcomandante Marcos. Sus Poemas completos fueron publicados en 2014.
Un guía intelectual llamado Steiner
George Steiner (París, 1929). Posiblemente el crítico literario más importante de nuestro tiempo. Erudito y brillante lector, Steiner ha sabido desarrollar una obra crítica original, perspicaz y justa, respetando la inteligencia de sus lectores y abriéndoles nuevos horizontes. Cualquiera de sus libros más importantes —La muerte de la tragedia, Después de Babel, En el castillo de Barba Azul, Nostalgia del absoluto, Gramática de la creación, Los libros que nunca he escrito— bastaría para colocarlo en la cúspide del arte de la crítica. Sus temas abarcan la biblioteca universal: la literatura griega, el concepto de Europa, el arte de la traducción, la literatura china clásica, la poesía alemana, el Holocausto, la Biblia, la obra de Heidegger, Borges, Céline, Kafka y muchos otros. No podemos concebir la actividad intelectual de nuestro tiempo sin el pensamiento de George Steiner.
Le Carré, maestro del espionaje
John Le Carré (Poole, Dorset, 1931). La novela de espionaje cuenta con ilustres antepasados —El agente secreto, de Conrad, y Kim, de Kipling—, pero hoy John Le Carré es el maestro indiscutido del género. A lo largo de su carrera, empezando con El espía que surgió del frío y siguiendo con la saga de George Smiley, hasta los libros escritos después de la disolución de la Unión Soviética como El jardinero fiel y El hombre más buscado, Le Carré convirtió la novela de espionaje en una exploración existencial que busca un comportamiento ético en un mundo corrupto e injusto. En el universo de Le Carré, que perteneció al cuerpo diplomático británico en los sesenta, los justos no vencen ni los infames son derrotados, pero a pesar de ello una persona íntegra puede lograr mantener una posición casi intachable, sin dejarse contaminar (o poco) por las abominaciones del mundo en que vivimos.
El Nobel estilista Naipaul
V. S. Naipaul. Nacido en Trinidad en 1932, obtuvo el Premio Nobel en 2001. Su carrera literaria se inició con dos espléndidas novelas —El sanador místico y Los simuladores— que describen con humor sardónico lo que Naipaul ha llamado “una suerte de esquizofrenia colonial”. Si bien su ficción es admirable, su obra más importante consiste en una serie de libros de viajes —a India, a los países árabes, a América del Sur— en los que analiza el mundo contemporáneo: La pérdida de El Dorado, Guerrilleros, La vuelta de Evita Perón, Entre los creyentes. Naipaul no es antropólogo ni sociólogo: sus opiniones son caprichosas y sus fuentes de información poco fiables. Pero en sus libros la veracidad histórica importa menos que la esmerada calidad de su escritura. Naipaul es sobre todo un estilista, autor de ficciones que bajo la apariencia de ensayos imaginan o inventan un preocupante universo.
Stoppard, diestro dramaturgo
Tom Stoppard (Zlín, República Checa, 1937). Heredero del humor y de la destreza verbal de Oscar Wilde, fue reconocido desde temprano como uno de los mayores talentos del teatro inglés. Cuando en 1967 estrenó Rosencrantz y Guildenstern han muerto, el crítico del Times de Londres concluyó que “con esta obra, Stoppard exige ser reconocido como uno de los grandes genios de la escena dramática”. Siguieron otras piezas que son hoy clásicas —Jumpers, Farsas, Todo buen chico merece un favor, Arcadia, La invención del amor, La costa de Utopía— que demuestran su poder como filósofo del lenguaje y diestro dramaturgo. Con elegancia y originalidad, Stoppard logra poner en escena ideas metafísicas y conceptos matemáticos, juegos temporales y teorías lingüísticas que parecían estar firmemente limitados a otros campos. A sus obras de teatro debemos agregar sus piezas radiofónicas que dieron nueva vida a un género dramático considerado menor.
Barker, novelista de la historia
Pat Barker (Thornaby-on-Tees, Yorkshire, 1943). Una trilogía de novelas sobre la Primera Guerra Mundial, publicadas entre 1991 y 1995, consagró a Pat Barker como una de las mejores autoras de novelas históricas británicas. Regeneración, El ojo en la puerta y El camino fantasma trazan la historia, basada en hechos reales, del psicólogo William Rivers. En su clínica en Escocia, Rivers fue encargado de curar a pacientes afectados por la guerra para que pudiesen volver al campo de batalla. Entre ellos se encontraba el héroe y poeta pacifista Siegfried Sassoon, y la misión oficial de Rivers era comprobar que Sassoon se oponía a la guerra por razones de desequilibrio mental. Barker, ganadora del Premio Booker en 1995, utiliza esta historia verídica como punto partida para describir los horrores y consecuencias de la violencia organizada, y crear una de las más extraordinarias y ambiciosas sagas del siglo XX.
El psicogeógrafo Sinclair
Iain Sinclair (Cardiff, 1943). Novelista y cinematógrafo, Iain Sinclair es un especialista en psicogeografía, la ciencia que estudia la relación entre nuestra forma de pensar y de sentir, y el mundo físico en el que vivimos. Sus primeras ficciones tomaron como tema el caso de Jack el Destripador en la novela White Chappell, y la Inglaterra de Margaret Thatcher —personaje a quien Sinclair atribuyó el nombre de La Viuda— en Downriver. Si bien las ficciones de este escritor son admirables, su colección de ensayos Lights Out for the Territory es su obra más original e importante, entrelazando crítica literaria, argumentación política y un conocimiento profundo de los mitos ocultos de la ciudad de Londres. Entre sus películas, no puede dejar de destacarse The Falconer, la historia de un documentalista en una Inglaterra desolada a finales del siglo XX.
Crace y la visión cálida del ateísmo
Jim Crace (St Albans, Hertfordshire, 1946). Uno de los novelistas más originales de su generación, Crace investiga los grandes temas metafísicos a través de argumentos históricos. Cosecha, novela que transcurre en la Inglaterra de la Edad Media, es una interrogación sobre la formación de nuestras sociedades; Quarentine es un evangelio cristiano narrado por el diablo, quien busca explorar la cuestión del bien y del mal; Y amanece la muerte es una reflexión sobre el fin de la vida a través de la crónica de varios abominables asesinatos. Jim Crace ha definido sus novelas como “la obra de fe de un ateo”. En una discusión sobre sus ficciones, el escritor explicó: “Quería que la pasión y la creencia entraran en mi vida aunque siguiera sin confiar en un creador. Por eso escribí un libro sobre la muerte: para encontrar una visión más cálida del ateísmo”.
La cultura popular, según Warner
Marina Warner (Londres, 1946). Novelista e investigadora de la cultura popular, esta escritora británica ha publicado estudios revolucionarios sobre los cuentos de hadas y sus orígenes, y sobre otros temas de literatura fantástica como Las mil y una noches y los mitos transformativos desde Ovidio en adelante. Su interés por las mitologías de nuestro tiempo está reflejado en colecciones de ensayos como Six Myths of Our Time y Signs and Wonders, donde estudia nuestras definiciones culturales de la sexualidad, los juegos infantiles y otros temas relativos a la vida de hoy. Los libros de esta escritora sobre tres mujeres famosas —la emperatiz Tz’u-hsi en The Dragon Empress, Juana de Arco en el libro homónimo y la Virgen María en Tú sola entre las mujeres— son ensayos fundamentales. Marina Warner es también novelista, autora de obras como The Skating Party y The Lost Father.
Barnes, heredero de Flaubert
Julian Barnes (Leicester, 1946). Cuando publicó El loro de Flaubert, en 1984, el público creyó descubrir un nuevo género literario cuyos precursores secretos eran Diderot y Lawrence Sterne (y también el Nabokov de Pálido fuego): una suerte de ensayo literario crítico sobre la obra de Flaubert propuesto por un narrador irreverente y fanfarrón. Siguieron otras ficciones en las cuales la forma trataba de disimular o contradecir el contenido: Una historia del mundo en 10 capítulos y medio, El puercoespín y El sentido de un final. En todas ellas Barnes demuestra una maestría extraordinaria en el planteamiento de ideas inauditas que desarrolla con una precisa elegancia heredada de Flaubert, su maestro. Su mejor novela sea quizás Arthur & George, inspirada por un caso verídico investigado por el inventor de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle. Julian Barnes es sin duda uno de los escritores esenciales de nuestro tiempo.
El idioma poético vigoroso de Padel
Ruth Padel (Londres, 1946). Bisnieta de Charles Darwin, hija del psicoanalista John Hunter Padel, poeta y clasicista, Ruth Padel es una de las voces más originales de la poesía británica actual, junto con Alice Oswald, Cioran Carson y Sam Meekings. Su vasta obra consiste en seis volúmenes de crítica, cuatro obras ensayísticas, una novela y diez colecciones de poemas, entre las cuales se destaca una biografía de Darwin en verso, compuesta de frases tomadas de los escritos del científico, y Aprendiendo a construir un oud en Nazaret, una investigación lírica de la guerra en Palestina. En su poesía, como en sus ensayos, esta escritora se interroga sobre nuestras responsabilidades políticas y ecológicas a través de un sutil uso de metáforas narrativas, empleando crónicas de eventos contemporáneos y mitos griegos para ilustrar situaciones problemáticas en un idioma poético singular y vigoroso.
McEwan, el mejor de su generación
Ian McEwan (Aldershot, Hampshire, 1948). Desde sus primeros relatos —oscuras pesadillas fantásticas reunidas en dos volúmenes imprescindibles, Primer amor, últimos ritos y Entre las sábanas—, Ian McEwan se estableció como un estilista admirable y como el mejor escritor de su generación, rango que sus posteriores novelas confirmaron. El jardín de cemento, El placer del viajero, Niños en el tiempo extendieron la idea de la vida como un relato cruel y sorprendente, sin explicaciones satisfactorias ni consolación aparente. Obras más recientes como Amor perdurable, Expiación, Sábado y La ley del menor refinaron y profundizaron esa visión desoladora. McEwan maneja su lengua materna con una destreza que la literatura inglesa parecía haber perdido después de los últimos escritos de Conrad. A la perfección de McEwan como novelista debemos agregar su habilidad como escritor de guiones de cine basados en sus propias obras.
Hollinghurst, más que literatura gay
Alan Hollinghurst (Stroud, Gloucestershire, 1954). Si bien este crítico literario es considerado como un destacado representante de la literatura llamada “gay”, sus novelas escapan a una definición tan estrecha. Empezando con La biblioteca de la piscina, un doble retrato del mundo homosexual de Londres a principios del siglo XX y después en los años ochenta, y siguiendo con La estrella de la guarda, El hechizo, La línea de la belleza y El hijo del desconocido, sus novelas trazan, en un estilo refinado y con un lenguaje elegante y justo, el universo de la clase alta y media de la Inglaterra contemporánea. Como Henry James, su modelo literario, Alan Hollinghurst evita ofrecer moralejas a sus lectores. “No hago juicios morales”, dijo al ganar en 2004 el Premio Booker por La biblioteca en la piscina. “Prefiero dejar que las cosas resuenen solas con sus propias ironías e implicaciones”.
Winterson y el espíritu crítico
Jeanette Winterson (Mánchester, 1959). “No puedo recordar un momento en el que no sabía que yo era alguien especial” es la primera frase de Fruta prohibida, la novela que Jeanette Winterson publicó a los 24 años, en la cual narraba cómo, ocho años antes, se había enamorado de otra muchacha, y cómo su madre la obligó a elegir entre su amor y su hogar. Winterson, adoptada por una pareja evangélica y criada en Accrington, Lancashire, se fue de casa y empezó su deslumbrante carrera literaria. Su estilo picaresco, su agudo espíritu crítico, su interés en la tensión entre nuestras convenciones y nuestros deseos, en obras como La pasión, Espejismos, La mujer de púrpura y ¿Por qué ser feliz cuando se puede ser normal? han valido a Winterson comparaciones con Jane Austen y Muriel Spark. “Nuestros sueños de felicidad”, ha dicho Winterson, “son una suerte de Arcadia inventada”.
La elevada ciencia-ficción de Miéville
China Miéville (Norwich, 1972). La ciencia-ficción, género denigrado en sus primeras décadas, cobró rápidamente una merecida aristocracia literaria. Hoy su prestigio es indiscutible y China Miéville es uno de sus representantes más destacados. Dentro de ese campo, la obra de Miéville abarca varios géneros: el horror, la distopía, los universos paralelos, los vampiros y zombis. Ficciones que Miéville opone a la de Tolkien, autor que juzga reaccionario. Sus novelas más notables son El Rey Rata, El azogue, Kraken y, sobre todo, Embassytown y La ciudad y la ciudad, donde teorías lingüísticas influyen o determinan la organización de una sociedad futura. En La estación de la calle Perdido se puede sentir la influencia de juegos vídeo, para los cuales Miéville ha escrito escenarios originales. Además de gran novelista, Miéville es miembro de la organización trotskista British Socialist Workers Party y firma un blog político llamado La Tumba de Lenin.
Precisa y lírica Oyeyemi
Helen Oyeyemi (Nigeria, 1984). Incluida en 2013 en la lista Granta de mejores novelistas británicos jóvenes, esta escritora se destaca por su poder de invención y su lenguaje preciso y lírico. Su universo es el de los cuentos de hadas, pero con un trasfondo cristiano —Oyeyemi ha declarado que es “profundamente creyente”—, a la vez subvertido por su implacable reconocimiento de la crueldad en las relaciones humanas. Sus puntos de partida son las leyendas griegas, la historia de Barba Azul, los relatos folclóricos cubanos, los cuentos de Grimm, todas narraciones míticas que Oyeyemi transforma en novelas de invención fantástica y psicológicamente justas. Entre sus varios libros se destacan La niña Ícaro, que escribió cuando aún estaba en el colegio, y Boy, Snow, Bird. Quizás la más lograda sea El señor Fox, escrita —ha dicho Oyeyemi— bajo la doble influencia de Edgar Allan Poe y Henry James.