Por un momento concíbase le lectura como una capacidad en este sentido. El libro le permite al lector digerir experiencias que nunca tuvo o podrá tener, ser tocado por vidas de las que nunca será su poseedor. Esa potencialidad que nos abre a realidades no vividas no se limita a ser enriquecedor en un plano personal, sino que tiene una dimensión política ya que hace que el acto de leer se asemeje a un derecho. En efecto, los derechos versan sobre el espectro de lo posible en nuestra vida. Aprender a leer en esta perspectiva es educar para la democracia según la bella reflexión de Nussbaum. La experiencia misma de leer, lo que sucede en la práctica del lector a medida que avanza por un texto, es importante porque es lo que mejor emula la vida:
“¿Qué le sucede a un lector a medida que lee? ¿Cómo diversas obras le dan forma a su deseo e imaginación nutriendo durante el tiempo gastado en la lectura misma una vida que es o bien rica o empobrecida, complejamente centrada o negligente, con forma o amorfa, amorosa o fría?”, pregunta Nussbaum.
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