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domingo, 23 de mayo de 2021

La fragilidad del mundo ( El Pais)

La fragilidad del mundo Ensayo sobre un tiempo precario Joan-Carles Mèlich Heredero intelectual de ­Nietzsche, Heidegger y Wittgenstein, considera que la existencia es estructuralmente relacional. Frente al viaje interior que cualquier ideología mística predica como el mejor camino para descubrir el propio ser, para Mèlich existir es “salirse de uno mismo, lanzarse a una aventura en tierra extraña” repleta de incertidumbres. A fin de poder desenvolvernos con acierto en ese lugar siempre inhóspito contamos con herramientas heredadas, a comenzar por la gramática, que no es solo la lengua, sino un universo de símbolos y normas que diseñan un horizonte moral, una especie de reglas de decencia, sin observar las cuales sería imposible habitar el mundo. Gracias a la tradición literaria, muy viva en el razonamiento del autor, la memoria, tanto personal como colectiva, forma parte inevitable de ese universo ritual y simbólico que nos ayuda a componer el relato: una forma de descubrir la verdadera existencia más lúcida que la lógica o la argumentación. Las proposiciones de Mèlich enlazan de un modo u otro con el llamado pensamiento débil, tan de moda a finales del pasado siglo, cuya expresión ha demostrado tener más fortaleza y profundidad que algunas escuelas teológicas. Por lo demás, interpretar nuestra existencia principalmente desde la alteridad tiene consecuencias morales y políticas definitorias de la extrema confusión en la que habitamos. Vivir es arriesgarse, y las reglas de decencia que el autor propugna ayudan a protegernos de los peligros ajenos. En mi opinión, no pueden ser un catecismo de prohibiciones, sino más bien el recordatorio de que la fragilidad del mundo es consecuencia de nuestra propia fragilidad existencial. No diré que estoy de acuerdo con todas las reflexiones de Mèlich, pero suscribo su denuncia de que científicos, periodistas, políticos y médicos ocupan hoy el lugar de los chamanes de la tribu y los sacerdotes. Han invadido “su lugar en la plaza pública y en las conversaciones a través de las pequeñas pantallas. Abundan los expertos y todos se atreven a hacer un diagnóstico y prever el futuro”. La prosa del autor está envuelta en el misterio de la duda y demuestra una enorme compasión por el ser humano, amenazado por la angustia, el miedo y la enfermedad.

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