Día 03/03/2014 - 13.42h
«Llega un momento en el que te das cuenta de que todo es un sueño, y sólo aquellas cosas preservadas en la escritura tienen alguna posibilidad de ser reales.» Con este epígrafe arranca «Todo lo que hay» (Salamandra), la primera novela que James Salter (Nueva York, 1925) escribe en treinta años. El comienzo no es fortuito, como nada lo es en la obra de este escritor que lleva más de medio siglo haciendo realidad esas cosas que alguna vez fueron sueños para los lectores.
Con casi 90 años, la mirada limpia y clara de Salter permanece tan inalterable como sus personajes. Ajados y redimidos, pero siempre expuestos a la vida que escogieron. Con riesgos y temeridades. Luchas y sufrimientos. Pasiones desenfrenadas. Amores consentidos que alguna vez gozaron de sentido. Y es que «¡la vida del mundo es juego y distracción…!» (Corán, 57, 20). Esa vida que el escritor imagina sentado en el ordenado escritorio de su casa de Bridgehampton (Nueva York). Esa casa en la que me recibió, una fría mañana de finales de diciembre. Distante, pero afable. Tan embriagador como su prosa. Sincero sin remedio.
Después de treinta años sin escribir una novela, ¿cómo empezó «Todo lo que hay»?
No sé, como empieza una vida. Tardó un tiempo en convertirse en una idea. Hacía al menos 30 años había escrito algunas líneas para mí. No era nada particularmente espléndido, sólo una idea sobre la que me gustaría escribir. Así fue como empezó y se fue desarrollando. Eso es todo lo que puedo contestar a esa pregunta por el momento. Más tarde volveremos a ella.
«No creo que haya una línea que al cruzarla se alcance la grandeza»
El epígrafe es lo que es y no se puede expresar de otra forma. Lo que dice, esencialmente, es que cuando pasa el tiempo y todo parece ser un sueño, lo único que tiene la posibilidad de ser real es lo que está escrito. Es lo que yo creo.
Creo que cuando descubrió la frase en la que Christopher Hitchens dice que «ninguna vida está completa si no ha visto la guerra, la pobreza y el amor» pensó que eso era precisamente de lo que trataba esta novela.
Sí, pero cambié de idea porque en el libro no había pobreza. No estoy seguro de lo que Hitchens quería decir con la pobreza. Creo que se refería a la pobreza de la gente en Calcuta, en El Cairo, pero también en América o en España.
¿Ha leído «Mortalidad», el libro que Hitchens escribió poco antes de morir?
Sí, lo escribió mientras estaba muriendo, pero creo que no me gustaría leerlo. Debe de ser muy conmovedor. ¿Es bueno? Leerlo debió de ser muy doloroso para usted.
Sí, pero la lectura también es sanadora. Gracias a ella los lectores encontramos cierta paz en nuestras almas.
¿Cómo se llamaba el libro de Hitchens?
«Mortalidad».
Philip Roth también escribió un libro parecido, no sobre él, sino sobre la muerte de su padre. Pero tampoco lo he leído.
Volvamos al libro que nos ocupa: el suyo. Habla de Okinawa, de la industria editorial, del amor, la pérdida… ¿Cuál era su propósito?
No hay propósito. La vida no tiene ningún propósito y el libro no intenta probar nada. Antes ha dicho algo muy interesante sobre cómo un lector a veces encuentra paz en su alma gracias a un libro. Eso es lo que tiene que conseguir una novela: debe aportar paz al alma humana.
Esta novela contiene una de las tragedias más devastadoras de toda su obra. ¿Cómo consigue que no le afecte mientras la escribe?
Sabía que iba a suceder. Sólo estoy describiendo un accidente. Yo no lo causé. No se lo hice a ese personaje. Sólo sucedió, por eso no fue emocionalmente difícil.
«No puedo escribir de la muerte de mi hija. Soy incapaz de usar ese material»
Sí, desde el principio. Tengo una idea completa en mi mente. A medida que el libro avanza ocurren cosas inesperadas para las que estaba preparado. Normalmente escribo en secuencias, del comienzo al final. Pero podría no hacerlo. Podría escribir perfectamente el capítulo final del libro o uno de la mitad porque sé lo que va a pasar.
Hay un momento en que le preguntan al protagonista qué cosas le han importado en su vida. Pues bien, yo le traslado esa misma cuestión a usted.
¿A mí? Deje que vea exactamente la frase en el libro.
Se levanta con parsimoniosa rapidez y va a buscar la novela, que está colocada en una biblioteca justo a la entrada, junto a cientos de libros.
Normalmente, la respuesta a esa pregunta sería algo así como mi familia, mi trabajo, mis hijos… Pero él no tiene familia. Tiene trabajo, pero no es su pasión y no es la razón para seguir viviendo, sólo el medio. Como es incapaz de responder, se da la vuelta y dice: «Probablemente lo que más me ha importado ha sido la guerra». Cuando fue joven, cuando en esencia se convirtió en un hombre, o al menos dejó de ser un niño. Y es interesante porque es una respuesta que, de alguna forma, representa el libro. Al final «Todo lo que hay» no es fe, religión, familia e hijos, caridad…
Salter vuelve a detenerse en el libro. Pasa las páginas e intenta hacer memoria hasta dar con la frase exacta:
«Solo puedo decir que, si lo examino en profundidad, si pienso en las cosas que más me han influido en la vida, sería la guerra.» Bien, todo este rodeo era una forma de evitar su pregunta, pero creo que en mi caso esa es la verdad.
¿También en su caso?
Es posible que sea cierto, pero no completamente. La guerra influyó en mi vida [fue piloto de aviones de caza y combatió en Corea], pero ha habido otras influencias importantes.
«Uno nace con el impulso de escribir, aunque puede que no emerja hasta tarde»
En este momento de mi vida me da igual. Una buena crítica no es más importante que otra que no es tan buena. Con eso no quiero decir que sea indiferente a las críticas. A todo el mundo le gusta recibir halagos. Cuando escribes quieres ser leído y admirado. Soy perfectamente humano, pero soy un viejo humano.
Es tan humano como yo.
Pero cuando uno llega a mi edad, los sentimientos cambian. Si todo esto hubiera pasado años atrás, es posible que habría reaccionado más y hasta me habría emocionado. Pero tú escribes lo que escribes. Tu única esperanza es haber escrito el libro que querías escribir. Y el resto está ahí.
¿Es este su último libro?
Ya veremos [ríe con dulzura].
Pero está escribiendo.
Sí, me gustaría seguir haciéndolo. Estoy listo para empezar de nuevo. Pero necesitas tranquilidad para escribir, al menos yo necesito silencio, calma, tranquilidad, y aún no lo tengo. Este [por 2013] ha sido un año muy agitado.
¿Y soledad? ¿Necesita soledad para escribir?
Sí, me gusta la soledad. Pero no me gusta vivir en soledad. Sólo me gusta la soledad cuando es buscada, elegida.
¿Qué me dice del estado ideal para un escritor?
Hay autores que escriben con un entusiasmo increíble, quemando las páginas. Otros simplemente reflejan esa historia que va surgiendo y tienen el deseo de expresarla, pero son conscientes del esfuerzo que supone la escritura. Son dos tipos de escritores, pero también dos tipos de escritura. Honestamente, todo escritor sabe que escribir es duro. Incluso Simenon, que escribió cientos de libros. Su método requería un esfuerzo increíble, solía sentarse durante ocho o diez días en una habitación y se aislaba de todo y de todos, ni comía ni bebía. Escribía y escribía. Eso no es fácil. Aunque cuando lees algunos libros te das cuenta de que están escritos con menor esfuerzo. ¿Cuál es el estado ideal para un escritor? Creo que la esperanza.
«Llamar héroe a todo el mundo es una pérdida de tiempo»
Bueno, yo soy como un pequeño insecto, no estoy en medio de nada, pero mi impresión es que la industria está muy activa, probablemente demasiado. Se publican muchos libros, que aparecen y desaparecen cada minuto, pero es necesario que tengan cierta calidad. Parece que hoy todo el mundo escribe libros y, sin embargo, las referencias artísticas y culturales de la gente son las películas.
Es curioso, porque ahora sus libros están inspirando a una nueva generación de lectores. No sé si es consciente.
Eso es fabuloso. Voy a intentar encontrar esas líneas que mencioné al comienzo de la entrevista.
Abandona la pequeña estancia en la que estamos instalados, junto a la cocina, y sube al piso de arriba. Tres minutos después regresa con un fajo de ordenados papeles manuscritos. Tienen más de 30 años. La tinta (y su fuerza) permanece intacta.
No estoy seguro de haberlas encontrado.
Resopla y observa con cuidado sus notas.
Sí, aquí está lo que escribí. Lo escribí en 1982. ¿Hace 32 años? Puede leerlo usted misma.
Me muestra las anotaciones y observo con el asombro que nunca experimentaría ante una pantalla de ordenador.
Estaba escribiendo una novela sin ser consciente. Como el título sugiere, trataba de todo, de las cosas importantes, especialmente relacionadas con la virtud. Así fue como empezó «Todo lo que hay».
En toda su obra se muestra como un americano que ha absorbido la cultura europea.
Bueno, no lo sé. Me ha influido, he respondido a ella.
«Hoy todos escriben libros, pero las referencias culturales de la gente son las películas»
Llena de vida, absolutamente llena de vida, precipitada en todas direcciones. La diferencia entre la cultura americana y la europea es que, en Estados Unidos, el Gobierno tiene muy poco interés en los asuntos culturales.
Vivió en Francia varios años.
Sí, tres años. Me gustó, fue divertido, emocionante, pero no fue nada serio. Todos los problemas del país no eran tuyos, todo era fresco, te sentías poderoso y capaz de todo.
De vuelta al mundo anglosajón, ¿por qué hay tanta obsesión con la idea de la Gran Novela Americana?
No sé quién formuló esa frase por primera vez, pero los escritores surgidos después de la guerra, al menos mi generación (Saul Bellow o Philip Roth, entre otros), tenían la idea de que la Gran Novela Americana aún estaba por escribir y uno de ellos podría hacerlo. La idea ha persistido con el paso del tiempo, pero no sé si existe tal cosa. Probablemente la gran novela española sea «El Quijote» y si hay una gran novela americana sería «Huckleberry Finn». No lo sé, pero la gente siente que aún puede lograrlo.
Cuando Jonathan Franzen publicó «Libertad», la revista «Time» tituló en portada: «El gran novelista americano».
Bueno, es demasiado pronto para juzgar. No la he leído.
En su novela «Años luz», Nedra pregunta a su marido: «¿Debe la fama ser parte de la grandeza?». ¿Cómo describiría usted la grandeza?
Usaría un sinónimo. Diría magnitud, trascendencia… Depende de qué tipo de grandeza. No creo que haya una línea divisoria que al cruzarla se alcance la grandeza.
¿Qué hay de la inmortalidad? ¿Escribe para ser recordado?
No. Escribo porque escribo. Es muy difícil pensar en que alguien leerá mis libros dentro de cien años. Debes de ser muy vanidoso o considerarte muy bueno para creer eso.
¿El éxito depende de los libros que venda un escritor o de los lectores que tenga?
Bueno, depende. Hay escritores intrascendentes que venden millones de libros. Y otros que han sido referencias intelectuales durante años y que, sin embargo, nunca han llegado a ser un éxito de ventas. Creo que el éxito llega cuando quieres escribir un buen libro y los lectores te reconocen.
Ha escrito novelas, relatos, periodismo de viajes, unas memorias y hasta un libro de cocina junto a su mujer. Pero, ¿qué es James Salter?
Soy un novelista. Es como me siento más seguro. Mi único arrepentimiento a lo largo de todos estos años es no haber escrito más. Siempre ha sido un placer haber escrito cosas, incluso pequeñas. Encuentro un gran placer escribiendo, incluso en el acto físico de escribir. Es un disfrute, un gozo.
«Cuando escribo, pienso sobre todo en los lectores jóvenes. Están llenos de vida»
Creo que fue en «Juego y distracción», pero ahora la gente trata de convencerme de que la tenía desde el principio. No lo sé. En «Juego y distracción» sentí que sabía cómo escribir.
¿Está orgulloso del escritor en que se ha convertido?
Sí, siento cierto orgullo.
¿Qué es lo que le lleva a escribir, el impulso último?
No lo sé, el impulso viene contigo. Puede que no emerja hasta cierto momento de tu vida, pero naces con ello.
En una de sus cartas a su amigo Robert Phelps escribió que llega un momento en el que uno debe ser egoísta, pensar en sí mismo.
Llega un momento en el que tienes que ponerte a ti primero. Puede ser egoísmo profesional o ese ego que lleva a ponerte por delante de los demás. De hecho, muchas carreras están basadas en eso. Alcanzan popularidad y ahí están, los aceptamos.
En «Quemar los días», sus memorias, dice: «La muerte de los reyes puede ser recitada, pero no la de un hijo».
Yo, desde luego, no puedo usarlo como material narrativo. No puedo escribir de la muerte de mi propia hija. [Allan falleció electrocutada en la casa del escritor en Aspen. Él encontró su cuerpo.]
¿Piensa en un lector en particular cuando escribe?
Sobre todo pienso en todos esos jóvenes lectores que ha mencionado antes. Están llenos de vida, son curiosos y asumo que son inteligentes porque, de lo contrario, no hubieran oído hablar de cierta clase de libros.
¿Qué es el amor, el sexo, para un escritor como usted?
Creo que la persona más afortunada es aquella que tiene amor, pasión, sexo… Sobre todo si lo tiene al mismo tiempo [ríe con franqueza]. Son los ingredientes básicos de la vida.
Cuando «Juego y distracción» se publicó en Estados Unidos (en 1967) le criticaron porque había demasiado sexo.
Pero es que lo hay.
¿Y cuál es el problema?
Bueno, esto es América. Sabes muy bien que en América existe cierto puritanismo, mucho más cuando el libro se publicó hace casi 60 años. Se pusieron un poco nerviosos. Me imagino que no es el libro ideal para leer en los colegios, ya que se muestra a una mujer un poco objeto.
Pero en todos sus libros las mujeres son los héroes.
Eso es lo que yo creo, pero hay mujeres que no piensan así.
¿Por qué las describe así?
Porque son héores. Las mujeres están comprometidas con la grandeza de la vida y sus responsabilidades. Lo hacen. Las admiro, las envidio.
¿Cree que tenemos héroes reales en nuestra sociedad?
Sí, bueno, piense en Mandela, el mundo lo recordará heroicamente. La palabra héroe es divertida. Solía significar heroico y la implicación era marcial, pero ahora se ha vaciado de contenido. Por supuesto que podemos tener héroes, pero es una pérdida de tiempo llamar héroe a todo el mundo, a cada presidente… Pero eso es lo que hacemos hoy. A todas nuestras tropas las llamamos héroes, pero sabemos que no lo son.
«Las mujeres están comprometidas con la vida. Las admiro y las envidio»
Pensé que este libro era sobre la virtud y terminó siendo sobre otra cosa. La virtud es un modo apropiado de vivir. ¿Qué es la virtud? Esa es otra pregunta. Prudencia, fortaleza, justicia y misericordia. Si actúas de acuerdo con esos valores, eso significa ser virtuoso. No creo que nadie pueda llamar virtuoso a un criminal. El crimen es interesante, puede ser fascinante e irresistible para la gente, pero no es virtuoso.
En «Años luz» muestra a un matrimonio que no puede vivir la apariencia que muestra a la gente. Es una tragedia.
En realidad hay dos vidas, la que aparentamos vivir y la que realmente vivimos. Es obvio. No creo que sea una tragedia, es una condición humana.
¿Es el fracaso una condición del escritor?
Si no tienes cierto reconocimiento puede que sientas que has fracasado. Pero no es un fracaso. Piense en Emily Dickinson: nunca publicó nada en vida y se convirtió en una de las grandes poetas americanas.
Después de leer sus libros, mi conclusión es que el amor y la muerte van de la mano.
Es un pensamiento original.
Todo es temporal.
Así es. La vida dura muchos años, pero es temporal.
¿Qué piensa del «e-book»?
No sé mucho de él. No uso e-reader. Mi mujer tiene uno, le gusta y me parece bien. Pero en los libros de papel puedes escribir, es una necesidad, me gusta tocar el papel.
¿Sobrevivirá el papel?
Bueno, no lo sé. Eso tendrá que averiguarlo usted. Creo que sí, porque hay algo agradable en ellos, incluso su olor. Tocar la pantalla del Kindle es como estar en un motel, donde todo parece muy agradable, pero nada de eso es tuyo. Cuando tienes un libro electrónico no es tuyo.
¿Qué piensa de todas las distracciones del mundo virtual?
Para la gente no son distracciones, porque les gusta. Se convertirán en algo normal y nadie las verá como distracciones.
Pero no es el mundo real.
Pero se está convirtiendo en el mundo real.
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