L
a escritura de Lucia tiene nervio. Cuando pienso en ella, a veces imagino a un maestro de la percusión tras una batería enorme, tocando con ambas manos indistintamente una serie de tambores, tom-toms y platillos, mientras controla los pedales con los dos pies. No es que su obra sea percusiva, es solo que pasan muchas cosas a la vez. La prosa se abre camino a zarpazos en el papel". El que habla es Stephen Emerson, escritor y amigo, y el encargado de recopilar los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza.
En todos esos años, los años en que fue de un lado a otro, y tuvo todo tipo de trabajos, y tardó demasiado en descubrir que estaba abusando del alcohol, escribió 77 relatos que, a ratos, a Davis le recuerdan a William Carlos Williams cuando escribía como el médico de familia que era: sin rodeos, con franqueza. "Más aún que en Williams, Lucia veía en Chéjov [otro médico] un modelo y un maestro", dice Davis. De hecho, en una carta a Stephen Emerson afirma que lo que da vida al trabajo de ambos es "ese desapego clínico, combinado con la compasión". Destaca también el uso que ambos hacen del detalle específico y su economía: "No se escriben palabras de más". Quizá por eso se habla de ella como lo más parecido a un Raymond Carver femenino que ha existido jamás. Quizá por eso y porque sus historias son francamente duras. Es realismo sucio, sí, y aun siendo a ratos incluso más doloroso que el de Carver, es un realismo sucio vivaz.
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