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sábado, 30 de abril de 2016

Lucia Berlin: 'Maldita', brillante y rescatada : seducida estoy

Los cuentos dicen cosas de mí que no fui capaz de reconocer en el momento en que los escribía. Cuando digo en Lavandería Ángel que el indio y yo estábamos conectados, que nos reflejábamos en el mismo espejo... Me estaba diciendo a mí misma, estúpida e idiota de mí, que era alcohólica y tardé 20 años en darme cuenta de que la historia quería decirme eso", dice la escritora, para quien, en todo buen relato, debía producirse, como en este caso, "una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la verdad", porque "lo que nos emociona no es identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad".
L
a escritura de Lucia tiene nervio. Cuando pienso en ella, a veces imagino a un maestro de la percusión tras una batería enorme, tocando con ambas manos indistintamente una serie de tambores, tom-toms y platillos, mientras controla los pedales con los dos pies. No es que su obra sea percusiva, es solo que pasan muchas cosas a la vez. La prosa se abre camino a zarpazos en el papel". El que habla es Stephen Emerson, escritor y amigo, y el encargado de recopilar los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza.
En todos esos años, los años en que fue de un lado a otro, y tuvo todo tipo de trabajos, y tardó demasiado en descubrir que estaba abusando del alcohol, escribió 77 relatos que, a ratos, a Davis le recuerdan a William Carlos Williams cuando escribía como el médico de familia que era: sin rodeos, con franqueza. "Más aún que en Williams, Lucia veía en Chéjov [otro médico] un modelo y un maestro", dice Davis. De hecho, en una carta a Stephen Emerson afirma que lo que da vida al trabajo de ambos es "ese desapego clínico, combinado con la compasión". Destaca también el uso que ambos hacen del detalle específico y su economía: "No se escriben palabras de más". Quizá por eso se habla de ella como lo más parecido a un Raymond Carver femenino que ha existido jamás. Quizá por eso y porque sus historias son francamente duras. Es realismo sucio, sí, y aun siendo a ratos incluso más doloroso que el de Carver, es un realismo sucio vivaz.

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