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domingo, 12 de febrero de 2017

Sino te da tiempo es culpa tuya ( el tiempo en medicina )


Del blog El gerente demediado



“Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona”.
Byung-Chul Han. Psicopatología

El mundo del Management, esa fe tan del agrado de gestores modernos (esos que consideran que todo es solucionable con una buena sonrisa y una palmada en la espalda del buen trabajador), tiene en la gestión del tiempo una de sus áreas de mayor innovación. Si hace poco más de un mes recibíamos con alborozo la propuesta que recogía El Pais de trabajar a partir de las 4 de la mañana para que cuando lleguen los otros a la oficina, ya llevemos buena parte del trabajo hecho, ahora es El Confidencial el que se hace eco de un invento revolucionario que cambiará por fin nuestra forma de vida y nos hará ser mucho más eficientes en nuestras disipadas e improductivas vidas.
Se llama 100-10, “ la forma definitiva de organizar la rutina diaria para que te de tiempo a todo”. Un gran científico, un tal Tim Urban, ha publicado en Wait but why  ( “new post every sometimes”), el Harrison del gestor molón, su particular forma de organización del tiempo que se ha convertido en  viral inmediatamente
Consiste en dividir el día en fragmentos de 10 minutos, nueva unidad de medida del tiempo que sustituirá próximamente a las anticuadas horas, minutos o segundos. En su opinión si descartamos las inevitables 7 u 8 horas para dormir (a la espera de que la ciencia convierta el sueño en opcional) nos quedan 1000 minutos, es decir 100 bloques de 10 minutos. Todo consiste en bajarse la rejilla que publica El Confidencial e irlas consumiendo como si fueses las chocolatinas del almanaque navideño.
Así, preparar la comida supone 3 unidades de medida, y tomarse una copa 10 bloques. La clave está en decidir con quien o quienes empleas esos bloquecillos.Preparar una fabada a fuego lento es abominable en este contexto.
De esta forma usted podrá ganar tiempo renunciando a prepararse unas judías verdes, u optimizando la copa reduciendo a 6 bloques en lugar de 7 ( con la ventaja que la cantidad de alcohol puede seguir siendo la misma, pero ingerida más rápidamente).
Esta interesante estupidez no tendría mayor importancia si no fuera porque demuestra en qué grado la búsqueda de la eficiencia y el incremento de la productividad ha acabado asumiéndose como una obligación interna.
Lo explica muy bien el profesor de filosofía de  la universidad de las artes de Berlín, Byung-Chul Han en su Psicopatología. Ésta no es otra cosa que el nuevo sistema de dominación que en lugar de separar al opresor del oprimido ( como ocurrió durante siglos) convierte al oprimido en opresor de sí mismo mediante el empleo de la seducción: el individuo se cree libre, cuando el sistema lo que hace es explotar su libertad. El neoliberalismo ha descubierto así, en palabras de Han, que explotar a alguien contra su voluntad no es suficientemente eficiente: Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento.
“El que fracasa en la sociedad neoliberal del alto rendimiento se hace así mismo responsable y se avergüenza”. No pone en duda la explotación inconsciente que sufre, no deja que surja ninguna resistencia contra el sistema, sino que dirige la agresión contra sí mismo: se considera un improductivo, un fracasado, un inútil. Aparece la depresión y el “burnout”.
En el escenario de la atención clínica en atención primaria,la situación se replica: el médico que acumula retraso en la atención a sus pacientes es un incompetente, “no sabe gestionar su demanda”. El que no atiende a los pacientes en el mismo día, aunque la petición de la cita sea tan severa como un picor de pies, entra en el tenebroso sector de la delincuencia sanitaria. La estrategia de culpar a la víctima consigue que ésta admita que el problema es solo suyo.
En el nuevo mundo de los madrugones productivos, de los bloques de 10, son severamente censuradas opiniones de gente peligrosa como Groopman y Hartzband, los que escribieron en New England aquella herejía absurda: “Algunas de las mayores recompensas del trabajo en Medicina proceden de “perder el tiempo” de forma no estructurada con nuestros pacientes, compartiendo sus alegrías y tristezas”.
Lástima de hoguera.

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