El Media Lab crea un premio de 250.000 dólares para quienes rompan las reglas porque "no puedes cambiar el mundo siendo obediente”
Boston
Las palabras investigación, liderazgo, disrupción e innovación se escuchan habitualmente en los pasillos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), una de las instituciones científicas más importantes del mundo de cuyos laboratorios emergen constantemente nuevas ideas e inventos. Ahora los líderes del MIT Media Lab, un centro de investigación interdisciplinar dentro de MIT, quieren añadir otro vocablo al léxico de la institución: desobediencia. Según Joi Ito, director del MIT Media Lab, es necesario incluir este término porque en ocasiones solo es posible avanzar rompiendo algunas normas. “No puedes cambiar el mundo siendo obediente”, ha explicado Ito en su blog personal.
Para ello Ito y Ethan Zuckerman, director del MIT Center for Civic Media – dedicado al uso social de las nuevas tecnologías de comunicación – han creado un premio llamado MIT Media Lab Disobedience Award con el que recompensarán con 250.000 dólares (unos 235.000 euros) a una persona o grupo que ejerza la “desobediencia constructiva”, que ellos mismos es aquella que “se realiza de manera ética y responsable y conlleva un impacto social positivo”. El premio, abierto a disciplinas tan diversas como la investigación científica, innovación tecnológica, derechos civiles, libertad de expresión o derechos humanos, será financiado por Reid Hoffman, cofundador y director ejecutivo de Linkedin.
La idea de premiar la desobediencia surgió durante una conferencia celebrada en junio de 2016 en el MIT Media Lab cuyo fin era explorar los límites éticos, legales o sociales de la investigación científica. Durante dicho evento, llamado Forbidden Research (investigación prohibida), los organizadores del premio se dieron cuenta de que “hay una gran frustración por parte de quienes intentan entender cómo es posible utilizar la desobediencia de una manera ética y responsable para desafiar las normas, reglas y leyes en beneficio de la sociedad”, según se recoge en la página web del nuevo premio.
Tanto Zuckerman como Ito han hecho referencia a Martin Luther King, Ghandi o Copernico como ejemplos de personas que tuvieron que forzar las normas de su tiempo para el bien social y que, de estar vivas, podrían ser candidatos al recibir el nuevo galardón. Asimismo, han indicado que con este premio no se desea animar a la gente a una desobediencia injustificada, sino que “hay ocasiones en las que debemos hacer caso a nuestros principios y valorar si las leyes o reglas son justas o deben ser cuestionadas”.
Zuckerman explica, en una entrevista para Materia, que la verdadera importancia del premio no es tanto la recompensa económica como la visibilidad y el reconocimiento que puede aportar a una determinada causa, además del hecho de que “el MIT Media Lab se ha comprometido a asesorar y apoyar al ganador para que pueda sacar el máximo partido a esta oportunidad”. Desde su punto de vista, dicha visibilidad puede “ayudar a los premiados a estar más protegidos” al atraer la atención mediática hacia problemas que ahora pasan desapercibidos. “Esperamos que esto les sirva para establecer contactos con gente influyente y lograr más recursos a largo plazo”, ha dicho Zuckerman, quien también tiene claro que se evitará atraer atención no deseada hacia activistas a los que podría perjudicar o poner en riesgo. “Quiero creer que sabemos lo que hacemos”, ha dicho.
Desde la organización también han insistido en que esta iniciativa no es una reacción al resultado la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, a pesar del creciente clima de movilización social que ha vivido en el país en los últimos meses.
El proceso de nominación de candidatos para recibir el premio a la desobediencia está abierto al público mediante una página web. En la misma se aclara que es posible nominar a “cualquier persona viva o grupo que esté o haya estado implicado en actos de desobediencia responsable, honrada y ética a la autoridad con el objetivo de beneficiar a la sociedad”. También se recuerda que no se trata de apoyar actos de violencia, terrorismo o comportamientos irresponsables y que “el principal objetivo del premio es el impacto social positivo”. Los organizadores invitarán a la primera persona que nomine al ganador a la ceremonia de entrega del galardón que se celebrará en Boston el 21 de julio en el MIT. Las nominaciones estarán abiertas hasta el primero de mayo.
El ganador será elegido por un jurado multidisciplinar liderado por Ito y que incluirá a expertos en derechos civiles, científicos, académicos y activistas por los derechos humanos.
Definiendo la “desobediencia útil”
Según Zuckerman, además del reconocimiento a una persona o grupo concreto, este premio tiene como objetivo abrir un debate público sobre la importancia y el significado de la “desobediencia útil”. Zuckerman opina que la desobediencia puede presentarse de muchas formas y en multitud de disciplinas y es un concepto difícil de concretar. “Hasta que no se intenta dar una definición del mismo es difícil darse cuenta de lo amplio y difuso que es el concepto de desobediencia”, ha explicado.
“Hay ocasiones en las que debemos hacer caso a nuestros principios y valorar si las leyes o reglas son justas o deben ser cuestionadas”
En el caso de las nuevas tecnologías, Zuckerman opina que la desobediencia es aún más difícil definir pero sus efectos pueden frenar el ritmo de la innovación ya que, en algunos casos, el mero hecho de usar una cosa para un fin distinto del que ha sido diseñado puede resultar subversivo, en referencia a los términos de las licencias de usuario que no permiten transformar o modificar productos de consumo. “En estos casos, el uso de un modo distinto (al del que han sido ideados) puede constituir un acto de protesta”, ha dicho.
En el caso de la ciencia, los límites a los que se enfrentan los investigadores son en ocasiones más sutiles, pues incluyen limitaciones sociales y éticas. Según Zuckerman, ejemplos de científicos que han debido nadar a contracorriente para avanzar en su trabajo por el bien social son Rachel Carson, escritora del libro La Primavera Silenciosa, en el que alertaba de los peligros de los pesticidas sintéticos a pesar de la oposición de las compañías químicas que los producían, o el bioquímico del MIT Kevin Esvelt, quién ha desafiado convenciones morales al modificar genéticamente mosquitos y ratones para evitar la transmisión de plagas.
Zuckerman, un activista digital que ha participado en numerosas causas relativas a la libertad de expresión y a facilitar la comunicación intercultural, se ha atrevido a vaticinar que el ganador del premio será “aquella persona que mejor nos ayude a entender cuándo tiene sentido ser desobediente”.
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