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martes, 9 de enero de 2018

Abducidos por la pantalla








La historia clínica electrónica (HCE) ha sido y está siendo un gran apoyo para la calidad del trabajo clínico. Supongo que no hay que insistir demasiado en ello, ya que los avances que ha aportado la HCE eran impensables no hace demasiado tiempo, como, por ejemplo: haber dejado atrás la tradicional mala letra de los médicos, el impulso a la prescripción electrónica, la centralización de los bancos de datos, la disponibilidad de información clínica en red, la integración de imágenes diagnósticas, la posibilidad de planear consultas no presenciales, y un largo etcétera. El éxito está siendo tan grande que ahora este vehículo, la HCE, está siendo reclamado para que sirva de transporte para todo tipo de requerimientos: controles de calidad, objetivos del contrato, datos de los códigos específicos, de las guías de práctica clínica o incluso de ciertas pautas que deben cumplirse. A pesar de los avances, muchos pensamos que se ha alcanzado un punto de inflexión en el que la demanda de tiempo médico que hace el ordenador está empezando a ir en contra de la calidad del trabajo clínico.

La Dra. Danielle Ofri, médico en Bellevue Hospital y profesora en NYU School of Medicine, en un artículo en The New York Times, recoge los resultados de tres trabajos observacionales sobre la distribución de los tiempos de los médicos entre la historia clínica electrónica (tecleo y pantalla) y la dedicación a los pacientes (entrevista y exploración). Los resultados de estos estudios, en resumen, serían los siguientes: a) Annals of Family Medicine, gana el ordenador con más del 50%, b) Health Affairs, gana el ordenador con más del 50%, y c) Annals of Internal Medicine, 2/3 del tiempo de los médicos destinado a cumplimentar la documentación electrónica y 1/3 al trabajo clínico directo.

En el artículo, la Dra. Ofri dice: "Cada vez recibo pacientes más mayores y con más complicaciones y por eso intento dedicar más tiempo al trabajo propiamente clínico. Esta, creo, es la esencia de la buena medicina, pero me encuentro que en los consultorios de hoy, nada de lo que pueda hacer en bien de los pacientes no existe hasta que los requerimientos de la HCE no son cumplimentados". La bestia es insaciable -continúa la autora- y cada vez necesita más y más alimentos. Todo el tiempo que dedico a la actividad humana me la acaba reclamando y, como que se lo debo, luego me toca quedarme hasta tarde, solo para contentar sus ansias.

Para terminar el artículo, la Dra. Ofri hace dos propuestas para ayudar a superar la situación: a) convendría elaborar un indicador de tiempo de médico destinado al ordenador, marcar unos límites y penalizar los excesos, y b) se deberían tratar los fabricantes de HCE como proveedores de material sanitario, de manera que puedan ser multados cuando se demuestre que sus productos, por carencias o inadecuaciones en el diseño funcional, hagan que los médicos se alejen del trabajo clínico.

Danielle Ofri nos recuerda que Sir William Osler (1849-1919) escribió a finales del siglo XIX: "Jabón, agua y sentido común son los mejores desinfectantes", pero hizo falta más de un siglo para que la medicina incorporara el lavado de manos como una de las mejores inversiones para la salud de las personas. Esperamos que el sentido común tarde menos para conseguir poner la HCE en su lugar.


Jordi Varela
Editor

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