Esta es una historia perfecta para “adentrarnos en el género”, para bucear en los motivos que llevan a alguien a hacer una película. Es una historia de revista, llevada a la gran pantalla en varias ocasiones, una en forma de documental y otra como un reconocido y bien presupuestado telefilm. Ha inspirado no sólo al cine, sino a la moda y al mundo del cabaret.
Es la historia de Edith Bouvier Beale (Little Edith) y su madre Edith Ewing Bouvier Beale (Big Edith), prima-hermana y tía de la siempre glamourosa Jackie Kennedy.
Cuando era pequeña, Jackie veraneaba en la casa de Los Hampton de la familia Bouvier junto a su divertida prima, que siempre estaba cantando y bailando, una afición heredada de su madre, que había sido cantante cuando era joven pero cuya carrera terminó con el matrimonio y los tres hijos que tendría, dos varones con los que nunca se terminó de llevar bien, y la carismática Edith.
Es una historia de “días de vino y rosas” que se termina de pronto. La familia Bouvier, la más “aristocrática” de EE.UU tenía su lado pobre, y eso, junto a las múltiples desgracias de sobra conocidas, los ha convertido en carne de guión.
Empecemos desde el principio.
Edith Ewing Bouvier (conocida como Big Edith) era la hermana menor del padre de Jackie Kennedy. La familia vivía en la más rimbombante opulencia y solían veranear en una exclusiva mansión de Los Hamptons rodeados de fiestas y atenciones.
Eran de la idea de que casarse con un “buen hombre” era lo mejor que le podía pasar a una mujer, pero la pequeña Edith tenía otras aspiraciones y no estaba dispuesta a renunciar a su sueño de ser actriz y cantante, como lo hizo su madre al casarse con su padre.
La suerte financiera de estas mujeres cambió radicalmente cuando el marido se marcha con una mujer más joven. En realidad el matrimonio hacía aguas desde hacía tiempo y Big Edith coqueteaba con su profesor de canto (el cual también la abandonaría).
En el divorcio sólo consiguió quedarse con la casa de veraneo de Los Hampton, llamada Grey Gardens, donde se aferraría hasta su muerte porque era el único techo que les quedaba. También les quedó una escasa asignación con la que no podían llevar el mismo nivel de vida que solían.
Little Edith se marchó a probar suerte en el mundo del espectáculo, se enamoró de un hombre casado, y durante esta dura etapa (no tenía éxito y termina rompiendo con su amante) sólo consiguió agudizar su alopecia nerviosa, que acabó por dejarla totalmente calva con los años. Su madre, arruinada y sola, le dice que regrese a Grey Gardens. Al volver, se encuentra una casa medio ruinosa y un montón de gatos y suciedad acumulada. Sencillamente se abandonaron, dejaron que todo fuera cada vez más desastroso hasta llegar a una situación crítica.
Cuando Edith pierde el pelo comienza a adoptar un look muy especial que fue totalmente inspirador para grandes diseñadores como John Galiano, que dedicó toda una colección al estilismo de esta mujer. Una historia que ha inspirado también a Prada, reportajes de moda de revistas como Vogue y Harper’s Bazaar e incluso puestas en escena de Broadway.
Comenzó a utilizar todo tipo de pañuelos y turbantes, que no eran más que jerseys antiguos de su armario lujoso de antaño dados la vuelta y arreglados.
Entonces comienza la verdadera historia del documental, el día a día de estas señoras rodeadas de basura y llenas de recuerdos. La propiedad estaba totalmente ruinosa y el olor de los desperdicios y los gatos llegaba a todos su vecinos, que las denunciaron ante sanidad. Las autoridades determinaron que, si no limpiaban todo aquello, terminarían por desahuciarlas.
El caso se conoció cuando un día se presenta un fotógrafo en la propiedad de los Bouvier. Little Edith, en su mundo de ilusión, creía que venían a tomarles fotos a ellas, y posaba alegremente con su abrigo de visón roído, como si fuera una modelo.
Las fotos se publicaron en el periódico bajo el titular “Alerta Sanitaria” las parientes pobres de Jackie Kennedy, y el morbo fue tal, que la historia se extendió como la pólvora y la señora de Kennedy (convertida en Onassis) se presentó en persona ante sus dos familiares para ofrecerles su ayuda. Donó más de 31 mil dólares de la época para la reconstrucción de la propiedad, lo que las salvó de ser desahuciadas y les dio algo de popularidad. Sin embargo las primas no se llevaban bien, la pariente pobre odiaba a la rica. Edith tuvo un encuentro con Joe, el hermano de John Kennedy y el más “presidenciable” hasta que murió dejando el lugar a su hermano. Ella solía decir que Joe hubiera acabado siendo su marido si no hubiera muerto y que bien podría haber sido la primera dama en lugar de su prima. Los delirios de grandeza llegaban hasta el punto de que la madre solía decir que descendían de los reyes de Francia, lo cual era una mentira que le había contado su abuelo y desde entonces lo contaban como si fuera cierto.
Este tirón fue aprovechado por un par de cineastas, los hermanos Albert y David Maysles, que les propusieron en 1975 hacer una película sobre su vida cotidiana en la casona. Un documental sobre su día a día en la que se las veía discutiendo, hablar de recuerdos, vestirse y maquillarse de una forma muy particular, cantar y bailar. Eran el puro reflejo de la decadencia. Madre e hija contaban con 80 y 55 años respectivamente.
El estado financiero de Edith, hacía que su ropa, antiguamente cara y sofisticada, quedara anticuada, por lo que decidió reinventar su vestuario. Camisetas como turbantes, manteles amarrados con alfileres, faldas llevadas de manera inversa, chalecos de atrás para delante y trajes de baño combinados con tacones altos, son algunos de sus vanguardistas estilismos. Un armario reinventado con sus prendas de siempre y la ropa vieja heredada de sus familiares, una necesidad obligada por su situación de pobreza y su incapacidad de aceptar su nueva posición social. Treinta años más tarde, se la reconoce un estilo catalogado de ingenioso e inspirador.
El documental fue un gran éxito y supuso un soplo de aire fresco y una inyección financiera para las dos mujeres.
La personalidad de la madre y el sentimiento de amor odio que se tenían, había hecho que la pequeña Edith se viera atrapada en aquel lugar. Cuando su madre murió en 1977, decidió intentar llevar la vida que siempre quiso.
Comenzó una carrera en el mundo del cabaret, aún contando con 60 años y muy malas críticas. Vivió durante unos años más en Grey Gardens, como era el deseo de su madre, pero terminó por vender la propiedad en 1979 al redactor jefe del Washington Post, el cual le pagó 220.000 dólares y la promesa de restaurar aquella impresionante mansión.
Se mudó a un pequeño apartamento en Nueva York donde se convirtió también en poetisa. Murió en 2002, a los 84 años, un fan dio la voz de alarma a la policía porque hacía días que no contestaba al teléfono. La encontraron muerta en el suelo, llevaba cinco días fallecida.
El mítico carácter de estas mujeres, su excéntrica personalidad, su orgullo ante la situación de pobreza en la que vivían, todo queda muy bien plasmado en la película que narra su vida y que protagonizan Jessica Lange (como Big Edith) y Drew Barrymore (como la incombustible Little Edith) en 2009.
En fin, una historia de las que hacen época, con todos los ingredientes drama-emocional-sociales para hacerla grande e inmortal, como la personalidad de las Bouvier.