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martes, 15 de noviembre de 2016

Medicina narrativa ; como forma de enriquecer la clínica

Desde el principio de la historia han coexistido siempre una medicina muda y otra comunicativa; ya en el diálogo de Platón, Leyes, se diferencian claramente la medicina para esclavos (simple "veterinaria para hombres", decía Laín Entralgo, rudimentaria, artesanal, sin diálogo alguno) y la destinada a ciudadanos libres y ricos (basada en la conversación amistosa, el conocimiento personal y familiar, la argumentación persuasiva).

Hay textos tan curiosos sobre ello como un pasaje de La Celestina en el que Pleberio le dice a Melibea: “Si tú me cuentas tu mal, luego será remediado. Que ni faltarán medicinas, ni médicos, ni sirvientes, para buscar tu salud, agora consista en yerbas, o en piedras, o en palabras, o esté secreta en cuerpos de animales”. La palabra comparada con las sustancias vegetales, minerales o animales de la farmacopea.

Cuando el joven Freud comprobó el fracaso de los tratamientos tradicionales para la histeria (masajes, hipnosis, corrientes eléctricas, baños de agua caliente o fría…) fue su propia paciente Emmy von N. la que le sugirió dejar de utilizarlos y sentarse tranquilamente a escuchar todo lo que ella estaba deseando contarle. Durante el resto de su vida no hizo Freud otra cosa que seguir ese lúcido consejo.

Desde hace cuarenta años proliferan en universidades anglosajonas los cursos de Medicina y Literatura. Analizando textos narrativos buscan un conocimiento más profundo de la enfermedad, la profesión médica o las vivencias del paciente: La muerte de Iván Illich, por ejemplo, ofrece la posibilidad de profundizar en la experiencia íntima de un enfermo terminal que, iluminado por el mal que lo está matando, cambia radicalmente la forma de entender su trabajo, su familia, sus afectos, su existencia misma. La enfermedad como revelación del auténtico sentido de las cosas que la engañosa salud ocultaba. Probablemente hay muchos enfermos que sienten algo parecido a lo que sintió Ivan Illich, pero hacía falta el genio de Tolstói para narrarlo y hacerlo comprensible a los que no lo hemos vivido (todavía). Y junto a Tolstói, Camus (La peste), Mann (La montaña mágica), Bernhard (El aliento y El frío), etcétera.

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