Se habla de vacíos, de abismos, de precipicios... y sin embargo son cuentos muy optimistas. El libro se lee con una sonrisa constante. El humor, dice, «es el centro del universo, no la esperanza»...
Eso lo dice en Ame a Bo el astronauta que narra la historia. Pero seguramente el astronauta, ese hombre perdido en el espacio, soy yo. Con ese relato sucedió que, al escribirlo y ponerme en la que para mí era la situación más angustiosa del libro –ese hombre que viaja en soledad, infinitamente en línea recta, sin posibilidad de retorno-, descubrí que no era la esperanza, sino el humor el centro mismo de mi universo. Ante la muerte física sólo veo dos salidas, así a priori: dignidad y humor.
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