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viernes, 3 de octubre de 2014
Mongolia sideral ( de El Pais )
Ya de pequeña me atraían algunos destinos que, por lejanos, parecían mucho más fascinantes. Ulan Bator era uno de ellos. Hace un par de años cumplí ese sueño y un día de finales de primavera aterricé en el aeropuerto de la capital de Mongolia con una amiga y nuestras dos mochilas. Al día siguiente de nuestra llegada iniciamos una ruta de 10 días con Gansering, nuestro chófer, guía y cocinero, que apareció flamante con su gorra blanca de capitán de barco y su coche 44. Recorrimos cientos de kilómetros de estepa a ritmo de música de Abba, y compartimos yurtas con hombres y mujeres nómadas y con una chamán que vivía entre tarros con serpientes y escarabajos disecados en vodka. Pasamos veladas con las mujeres de la comunidad a la luz de nuestra linterna y les regalamos bisuterías. Y dormimos en la tienda del anciano que vivía solo con sus gatos y sus dos cabras.
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