De las nuevas tendencias gastronómicas a las mejores milongas callejeras de tango
Ni Caminito, ni Recoleta, ni la Plaza de Mayo. Todo esto es para la primera vez que se viaja a Buenos Aires, pero las siguientes visitas a la capital argentina invitan a descubrir algo nuevo entre mil sitios y propuestas que no nos harán sentirnos como un turista. Sexy, animada y segura de sí misma, siempre hay motivos para redescubrir la ciudad porteña.
Las parrillas representan la tradición gastronómica y son una apuesta segura, pero los porteños están continuamente innovando y los fogones se escapan a ello, con tendencias similares a las europeas. Por ejemplo, las nuevas propuestas de cocineros experimentales a través de restaurantes pop-up, que podemos conocer a través de la organización GAJO.
Otra tendencia en alza es la gastronomía molecular, de moda en todo el mundo, con grandes chefs en continua experimentación y platos de raciones muy pequeñas para elaborar experiencias únicas e inolvidables, a través de la combinación de sabores, texturas y atractivo visual. Podemos probarla en La Vinería de Gualterio Bolivar, donde el chef Alejandro Digilio sigue la línea de Ferran Adrià.
Los festivales gastronómicos se han incorporado recientemente a la escena gastro con dos nuevas citas: la Feria Masticar, organizada por algunos de los chefs más famosos de Buenos Aires y que ha incorporado los tan de moda foodtrucks, así como la Feria Raíz, dedicada a la gastronomía argentina.
Quienes sigan prefiriendo la tradición gastronómica –camareros sirviendo malbec (vino) y generosas tajadas de carne de primera calidad en alguno de los numerosos asadores porteños– pero con un toque diferente, pueden reservar en Adentro, un restaurante a puerta cerrada en el que sentirte como en casa de un buen amigo, o Argentine Experience, donde aprender la historia de la carne argentina y cómo preparar empanadas y alfajores, además de comer bistecs sumamente tiernos.
Existen dos posibilidades en este tipo de restaurantes, muchos de ellos ubicados en el barrio de Palermo. La primera de ellas es cenar, directamente, en casa del chef, en torno a una larga mesa comunitaria. Permite conocer gente, a menudo viajeros interesantes o expatriados, y resulta estupendo para quienes viajan solos. La segunda opción se asemeja más a un restaurante convencional, con mesas separadas para diferentes grupos de comensales, solo accesibles, eso sí, mediante reserva previa.
Algunos de los mejores son iLatina, que sirve exquisita comida colombiana; Casa Saltshaker, donde se prueban las creaciones culinarias del neoyorquino afincado en Buenos Aires, Dan Perlman; NOLA, que sirve platos de fusión de Nueva Orleans; Casa Felix, el paraíso de los pescetarianos (vegetarianos que sí comen pescado y mariscos), y Cocina Sunae, con platos de fusión asiática.
Para quienes estén de paso unos días por la ciudad, una buena opción para adentrarse en la tradición culinaria argentina son las clases particulares de cocina, o en grupos pequeños, como las que imparte Norma Soued, que permiten aprender a cocinar platos como empanadas, guisos y alfajores. También Cooking with Teresita nos permitirá iniciarnos en asados y empanadas, comprando todos los ingredientes en mercados locales. Quien disponga de algo más de tiempo, o incluso se planteé dedicarse profesionalmente a la cocina, puede acudir al reputado Instituto Argentino de Gastronomía (IAG).
Basta caminar un poco hacia el sur para encontrar Caballito, zona tranquila y agradable que alberga el gran parque circular del Centenario, con el Museo Argentino de Ciencias Naturales. Hacia el este se extienden los barrios de Abasto y Once, destinos multiculturales que han atraído a una numerosa población de judíos, peruanos y coreanos, que han desarrollado sus respectivas gastronomías. En Abasto hay mucho teatro alternativo y se puede visitar el Museo Casa de Carlos Gardel, pero el principal lugar de interés es el mercado del barrio, remodelado y convertido en uno de los centros comerciales más atractivos de la ciudad.
Al sur se encuentra Once y su concurrida estación de trenes, rodeada de cientos de vendedores callejeros de ropa y aparatos electrónicos baratos. Este barrio tiene un ambiente pintoresco, cambio que se agradece aunque es una zona que debe evitarse por la noche. La Ciudad Cultural Konex es un centro vanguardista que ofrece espectáculos fusión: arte+cultura+tecnología. Por último, merece la pena conocer Boedo, un barrio bohemio al sur de Once con algunos cafés interesantes.
Es un incentivo más para acercarse a Puerto Madero, flanqueado por almacenes de ladrillo restaurados y repleto de lujosos lofts y torres de pisos, además de algunos de los restaurantes más caros (demasiado, según algunos) de la ciudad. Libre de vehículos, es un lugar muy bonito para pasear a lo largo de los diques.
Los amantes del arte no deben perderse la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, que alberga la muestra de la mujer más rica de Argentina. Y aunque no nos podamos permitir pagar sus carísimas habitaciones, es casi obligado acercarse al Faena Hotel +Universe, un fantástico hotel diseñado por Philippe Starck en un almacén reformado.
Las Violetas puede considerarse, probablemente, como el café más bonito de la ciudad, con vidrieras de colores y un lujoso té de la tarde. El Café de los Angelitos, famoso por su espectáculo de tango, lleva ese nombre como una irónica referencia a los maleantes que lo frecuentaban. Otros dos clásicos son La Biela, excelente para observar a la gente desde el patio delantero en los días soleados, y el Café Tortoni, histórico, pintoresco y, también, muy turístico. Aun así, no se debe ignorar.
Si queremos salir del circuito más popular, podemos sentarnos en la Esquina Homero Manzi, un café tradicional de ambiente encantador.
Solo abre durante los conciertos y para las visitas guiadas. La programación se puede consultar en su página web.
Los fans de Evita Perón no deben perderse el cercano Museo Evita, que repasa la vida de la mujer argentina más conocida internacionalmente, y ya que estamos en Palermo, no está de más dar un paseo a pie o en bicicleta por el parque 3 de Febrero, donde también se puede visitar un zoo, un jardín botánico y un jardín japonés. Repleto de carriles bici, los domingos la circunvalación del jardín de rosas está cerrada a los coches.
Otros museos porteños que no conviene perderse son el Nacional de Arte Decorativo, una bella mansión beaux arts que contiene las lujosas pertenencias de un aristócrata chileno; la Fundación Proa, museo-galería de vanguardia que expone arte contemporáneo y ofrece un café en la azotea con vistas a La Boca, y el Palacio Paz, de estilo europeo, cuyas habitaciones ornamentadas, salones y detalles dorados remiten al ambiente más clásico del viejo continente.
La Recoleta fue el primer cementerio público de la ciudad, aunque pronto se volvió exclusivo; los personajes históricos más ilustres de Argentina están enterrados aquí y un sinfín de estilos decoran las tumbas: art nouveau, art déco, neoclásico, neogótico… También hay bellas y extravagantes estatuas para descubrir. Tras presentar respetos a Evita Perón, uno puede perderse entre ángeles de mármol.
Una versión más grande, menos ostentosa, menos accesible y menos turística es el cementerio de la Chacarita, en el barrio del mismo nombre. Se inauguró en la década de 1870 para dar sepultura a las víctimas de la fiebre amarilla de San Telmo y La Boca. Aunque mucho más democrático y modesto, las tumbas más elaboradas de Chacarita son equiparables a las más exquisitas de La Recoleta. Una de las más visitadas es la de Carlos Gardel, considerado casi un santo al que muchos argentinos guardan una devoción casi religiosa. Junto a su estatua hay placas de agradecimiento de visitantes de todo el mundo y en los aniversarios de su nacimiento y de su muerte miles de peregrinos visitan el cementerio.
Otra personalidad espiritual de Chacarita es la madre María Salomé, discípula del famoso sanador Pancho Sierra. Cada jornada, pero sobre todo el día 2 de cada mes (murió un 2 de octubre de 1928), fieles a su culto cubren su tumba de claveles blancos.
El polo es un deporte muy popular en todo el país y conjuga la tradición ecuestre de los gauchos con la influencia británica: algo que explica por qué aquí se juega el mejor polo del mundo. Argentina domina este deporte desde hace más de 70 años y cuenta, prácticamente, con todos (o casi todos) los mejores jugadores. Nada de príncipes británicos; la principal figura es Adolfo Cambiaso. La temporada de polo en Buenos Aires va de septiembre a mediados de noviembre y culmina cada año con el Campeonato Argentino Abierto, el torneo más prestigioso del mundo, celebrado en el Campo Argentina de Polo, en Palermo (se puede seguir la actualidad de este deporte a través de la Asociación Argentina de Polo).
Más original y desconocido es el Pato, un juego de origen gaucho similar al polo que toma su nombre de las primeras pelotas que se usaban: una bolsa de cuero con un pato vivo encerrado dentro. Desde entonces, la infeliz ave se ha sustituido por una pelota con asas de cuero y los jugadores ya no corren peligro en lo que antaño fue un juego muy violento. Los partidos y torneos de pato suelen celebrarse en el Campo Argentino de Pato, a unos 30 kilómetros de la ciudad, aunque los torneos nacionales se celebran (en diciembre) en un lugar más céntrico: el campo de polo de Palermo.
Por último, conviene acudir al Hipódromo Argentino, majestuoso edificio proyectado por el arquitecto francés Louis Fauré Dujarric en 1908, con cabida para 100.000 espectadores. Las carreras más destacadas se organizan en noviembre, tanto en esta sede como en el famoso hipódromo de hierba de San Isidro.
Y si lo que queremos es tomar las riendas directamente, una buena opción, más allá de las turísticas estancias (haciendas), es consultar Caballos a la Par, que organiza salidas guiadas por un parque de la provincia de Buenos Aires, a una hora en coche del centro de la capital. Son excursiones privadas (nada de grupos en caravana) que recorren caminos entre bosques y campos, en las que se aprende a montar, e incluso a galopar, a lomos de estupendos monturas.
Se puede contemplar La Bombonera, estadio de Boca Juniors, el equipo de Maradona, durante una visita al Museo de la Pasión Boquense. Si se quiere asistir a un clásico (partido entre dos equipos grandes), conseguir entradas será más complicado: Boca Juniors no pone entradas a la venta para sus partidos más importantes, ya que todas son para los socios. Es posible lograrlo a través de alguna agencia o mediante organizaciones como Buenos Aires Fútbol Amigos. No será barato, eso sí, pero sí más fácil (y seguro).
En Buenos Aires el fútbol no es solo un deporte. El pasatiempo nacional inspira una pasión casi religiosa: las calles se vacían y los espectadores, apiñados frente a la televisión o en los abarrotados estadios, sufren ataques de éxtasis y angustia. El ambiente es particularmente bullicioso (esto es, descontrolado) cuando los archirrivales River Plate y Boca Juniors se enfrentan. La tensión se palpa en el ambiente y durante esas dos horas del domingo nada más importa.
Si después de ver uno de estos superclásicos nos entran ganas de jugar, se puede participar en alguno de los partidos con locales, residentes extranjeros u otros viajeros que organiza Buenos Aires Fútbol Amigos. Por una pequeña cantidad se juega al fútbol y, después del partido, suele haber asado y recuerdos impagables.
La popularidad del tango se ha disparado entre aficionados y profesionales, y lo practican gentes de todas las edades y clases sociales: Pero el tango de verdad está en las milongas, reuniones donde se va exclusivamente a bailar. El ambiente de estas salas puede ser informal o tradicional, en casi todas hay un encargado de la selección musical y en algunas (pocas) cuentan con orquestas en directo. La pista de baile está rodeada por mesas y sillas, y suele haber un bar en un lateral.
Las milongas empiezan o bien por la tarde (hasta las 23.00) o bien a medianoche, alargándose hasta el amanecer (si se llega tarde, todo está más animado). Son asequibles y a menudo se ofrecen clases de antemano.
Para vivir una experiencia única al aire libre se puede ir a la glorieta de Barrancas de Belgrano, donde los sábados y domingos al atardecer (hacia las 19.00) hay una milonga informal, la glorieta. También se dan clases de tango.
Los favoritos de Lonely Planet para disfrutar del tango porteño más clásico son el Café de los Angelitos, con un espectáculo imaginativo y bien organizado; el Rojo Tango, espectáculo íntimo de estilo cabaretero, El Viejo Almacén, un local pequeño y en parte folclórico, y La Ventana, cuya propuesta incluye gauchos cómicos y boleadoras.
Más sencillo e informal es el tango callejero en el mercado del domingo de San Telmo; el espectáculo de tango del sótano del Café Tortoni, el café más antiguo y tradicional de Buenos Aires, o el de Los 36 Billares, otro café con historia y espectáculo de tango pero menos turístico que Tortoni.
Las mejores milongas son las del Salon Canning, una milonga tradicional muy popular y bien situada, en Palermo, donde acuden los mejores bailarines; la de la Confitería Ideal, el local porteño de tango más histórico, escenario de La lección de tango, de Sally Potter, o La Catedral, informal y bohemio, parecido a un almacén, que atrae a jóvenes bailarines modernos.
Se imparten clases de tango en muchos sitios, desde albergues juveniles hasta academias de baile, centros culturales y en casi todas las milongas. Incluso se ofrecen en algunos cafés y salas de espectáculos de tango. En Buenos Aires también hay varias escuelas más formales, como la Escuela Argentina de Tango.
01 Gastronomía en movimiento
Los argentinos llevan el arte de la parrilla a cotas inimaginables, sus mejores pizzas y pastas rivalizan con las de Nueva York y Nápoles, elaboran vinos fabulosos, helados exquisitos y la cocina étnica causa furor en Buenos Aires. En realidad, se come tan bien que el tiempo entre comida y cena debemos utilizarlo para dar buenos paseos, quemar calorías y hacer hueco en el estómago.Las parrillas representan la tradición gastronómica y son una apuesta segura, pero los porteños están continuamente innovando y los fogones se escapan a ello, con tendencias similares a las europeas. Por ejemplo, las nuevas propuestas de cocineros experimentales a través de restaurantes pop-up, que podemos conocer a través de la organización GAJO.
Otra tendencia en alza es la gastronomía molecular, de moda en todo el mundo, con grandes chefs en continua experimentación y platos de raciones muy pequeñas para elaborar experiencias únicas e inolvidables, a través de la combinación de sabores, texturas y atractivo visual. Podemos probarla en La Vinería de Gualterio Bolivar, donde el chef Alejandro Digilio sigue la línea de Ferran Adrià.
Los festivales gastronómicos se han incorporado recientemente a la escena gastro con dos nuevas citas: la Feria Masticar, organizada por algunos de los chefs más famosos de Buenos Aires y que ha incorporado los tan de moda foodtrucks, así como la Feria Raíz, dedicada a la gastronomía argentina.
Quienes sigan prefiriendo la tradición gastronómica –camareros sirviendo malbec (vino) y generosas tajadas de carne de primera calidad en alguno de los numerosos asadores porteños– pero con un toque diferente, pueden reservar en Adentro, un restaurante a puerta cerrada en el que sentirte como en casa de un buen amigo, o Argentine Experience, donde aprender la historia de la carne argentina y cómo preparar empanadas y alfajores, además de comer bistecs sumamente tiernos.
02 Aprender a cocinar
Continuamos sin salir de las cocinas, pero ahora en ambiente privado, ya que en Buenos Aires se han puesto de moda los restaurantes a puerta cerrada: locales que solo abren un par de días a la semana, solo a través de reserva y, generalmente, con un precio fijo (solo aceptan efectivo, por cierto). Son establecimientos que carecen de rótulos o carteles y que requieren llamar al timbre para entrar; incluso no se proporciona la dirección al comensal hasta que se concreta la reserva por teléfono. La sensación de descubrir una joya fuera de los circuitos turísticos y de probar algunas de las mejores cocinas de la ciudad los convierte en toda una experiencia.Existen dos posibilidades en este tipo de restaurantes, muchos de ellos ubicados en el barrio de Palermo. La primera de ellas es cenar, directamente, en casa del chef, en torno a una larga mesa comunitaria. Permite conocer gente, a menudo viajeros interesantes o expatriados, y resulta estupendo para quienes viajan solos. La segunda opción se asemeja más a un restaurante convencional, con mesas separadas para diferentes grupos de comensales, solo accesibles, eso sí, mediante reserva previa.
Algunos de los mejores son iLatina, que sirve exquisita comida colombiana; Casa Saltshaker, donde se prueban las creaciones culinarias del neoyorquino afincado en Buenos Aires, Dan Perlman; NOLA, que sirve platos de fusión de Nueva Orleans; Casa Felix, el paraíso de los pescetarianos (vegetarianos que sí comen pescado y mariscos), y Cocina Sunae, con platos de fusión asiática.
Para quienes estén de paso unos días por la ciudad, una buena opción para adentrarse en la tradición culinaria argentina son las clases particulares de cocina, o en grupos pequeños, como las que imparte Norma Soued, que permiten aprender a cocinar platos como empanadas, guisos y alfajores. También Cooking with Teresita nos permitirá iniciarnos en asados y empanadas, comprando todos los ingredientes en mercados locales. Quien disponga de algo más de tiempo, o incluso se planteé dedicarse profesionalmente a la cocina, puede acudir al reputado Instituto Argentino de Gastronomía (IAG).
03 Villa Crespo, el barrio de moda
Este barrio, al sur de Palermo, cada día está más en boga. Continuamente surgen nuevos restaurantes, tiendas, hoteles y casas de huéspedes –conforme se han ido encareciendo los alquileres de Palermo–, y se pueden encontrar buenas opciones para alojarse, muy cerca de la plaza Serrano (corazón comercial y social de Palermo Viejo). El sur de Palermo ofrece gratas sorpresas al turista, como galerías de arte, cafés renovados o interesantes outlets, y Villa Crespo puede ser un buen punto de partida para descubrirlos.Basta caminar un poco hacia el sur para encontrar Caballito, zona tranquila y agradable que alberga el gran parque circular del Centenario, con el Museo Argentino de Ciencias Naturales. Hacia el este se extienden los barrios de Abasto y Once, destinos multiculturales que han atraído a una numerosa población de judíos, peruanos y coreanos, que han desarrollado sus respectivas gastronomías. En Abasto hay mucho teatro alternativo y se puede visitar el Museo Casa de Carlos Gardel, pero el principal lugar de interés es el mercado del barrio, remodelado y convertido en uno de los centros comerciales más atractivos de la ciudad.
Al sur se encuentra Once y su concurrida estación de trenes, rodeada de cientos de vendedores callejeros de ropa y aparatos electrónicos baratos. Este barrio tiene un ambiente pintoresco, cambio que se agradece aunque es una zona que debe evitarse por la noche. La Ciudad Cultural Konex es un centro vanguardista que ofrece espectáculos fusión: arte+cultura+tecnología. Por último, merece la pena conocer Boedo, un barrio bohemio al sur de Once con algunos cafés interesantes.
04 Faena Arts Center
La última novedad de Puerto Madero es Faena Arts Center, un espacio instalado en un antiguo molino harinero. Grande y amplio, alberga los sueños contemporáneos de artistas y diseñadores nacionales y extranjeros. Las exposiciones más vanguardistas sacan partido al espacio, con cuerdas que cuelgan del techo o pirámides de luz que se alzan hacia el cielo.Es un incentivo más para acercarse a Puerto Madero, flanqueado por almacenes de ladrillo restaurados y repleto de lujosos lofts y torres de pisos, además de algunos de los restaurantes más caros (demasiado, según algunos) de la ciudad. Libre de vehículos, es un lugar muy bonito para pasear a lo largo de los diques.
Los amantes del arte no deben perderse la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, que alberga la muestra de la mujer más rica de Argentina. Y aunque no nos podamos permitir pagar sus carísimas habitaciones, es casi obligado acercarse al Faena Hotel +Universe, un fantástico hotel diseñado por Philippe Starck en un almacén reformado.
05 Tomarse un café
Una de las cosas más típicas que uno puede hacer en Buenos Aires es sentarse en un café y, especialmente, en algunos que son pura historia porteña. Los más tradicionales son Las Violetas, el Café de los Angelitos, La Biela, el Tortoni o la Esquina Homero Manzi.Las Violetas puede considerarse, probablemente, como el café más bonito de la ciudad, con vidrieras de colores y un lujoso té de la tarde. El Café de los Angelitos, famoso por su espectáculo de tango, lleva ese nombre como una irónica referencia a los maleantes que lo frecuentaban. Otros dos clásicos son La Biela, excelente para observar a la gente desde el patio delantero en los días soleados, y el Café Tortoni, histórico, pintoresco y, también, muy turístico. Aun así, no se debe ignorar.
Si queremos salir del circuito más popular, podemos sentarnos en la Esquina Homero Manzi, un café tradicional de ambiente encantador.
06 La nueva cita cultural
La Boca no se caracteriza por la elegancia de sus edificios, pero cuenta con nuevo espacio de conciertos, la Usina del Arte, alojado en una central eléctrica remodelada, que pretende iniciar la regeneración de uno de los barrios más deteriorados de Buenos Aires. Se trata de un bonito edificio de ladrillo rojo con una pintoresca torre del reloj, cuya nueva sala de conciertos es la actual sede de la orquesta sinfónica nacional y la filarmónica de Buenos Aires. La Usina, de acústica excelente, tiene capacidad para 1.200 espectadores y acoge también espectáculos de danza, teatro y exposiciones de arte.Solo abre durante los conciertos y para las visitas guiadas. La programación se puede consultar en su página web.
07 De museos por Palermo
El barrio de Palermo, visita imprescindible para todo el que viaja a Buenos Aires, invita también a una revisita obligada a los amantes del arte. Aquí se encuentran algunos de los mejores museos de la ciudad, como el Malba, un edificio contemporáneo impresionante dedicado al arte moderno argentino y latinoamericano que alberga la colección del mecenas Eduardo F. Costantini, con obras modernistas, vanguardistas, surrealistas y abstractas, incluidas algunas de Frida Kahlo y Diego Rivera. También hay exposiciones temporales de arte internacional y un buen café-restaurante con patio, perfecto para almorzar.Los fans de Evita Perón no deben perderse el cercano Museo Evita, que repasa la vida de la mujer argentina más conocida internacionalmente, y ya que estamos en Palermo, no está de más dar un paseo a pie o en bicicleta por el parque 3 de Febrero, donde también se puede visitar un zoo, un jardín botánico y un jardín japonés. Repleto de carriles bici, los domingos la circunvalación del jardín de rosas está cerrada a los coches.
Otros museos porteños que no conviene perderse son el Nacional de Arte Decorativo, una bella mansión beaux arts que contiene las lujosas pertenencias de un aristócrata chileno; la Fundación Proa, museo-galería de vanguardia que expone arte contemporáneo y ofrece un café en la azotea con vistas a La Boca, y el Palacio Paz, de estilo europeo, cuyas habitaciones ornamentadas, salones y detalles dorados remiten al ambiente más clásico del viejo continente.
08 Visitar a los muertos
Es cierto que la visita al Cementerio de La Recoleta figura en casi todos los itinerarios turísticos, pero es igualmente imprescindible. Solo en Buenos Aires los ricos y poderosos conservan su estatus tras la muerte y generaciones de la élite descansan eternamente en este laberinto de callejones trufados con ostentosos mausoleos ornamentados que conforma, probablemente, la necrópolis más lujosa del mundo.La Recoleta fue el primer cementerio público de la ciudad, aunque pronto se volvió exclusivo; los personajes históricos más ilustres de Argentina están enterrados aquí y un sinfín de estilos decoran las tumbas: art nouveau, art déco, neoclásico, neogótico… También hay bellas y extravagantes estatuas para descubrir. Tras presentar respetos a Evita Perón, uno puede perderse entre ángeles de mármol.
Una versión más grande, menos ostentosa, menos accesible y menos turística es el cementerio de la Chacarita, en el barrio del mismo nombre. Se inauguró en la década de 1870 para dar sepultura a las víctimas de la fiebre amarilla de San Telmo y La Boca. Aunque mucho más democrático y modesto, las tumbas más elaboradas de Chacarita son equiparables a las más exquisitas de La Recoleta. Una de las más visitadas es la de Carlos Gardel, considerado casi un santo al que muchos argentinos guardan una devoción casi religiosa. Junto a su estatua hay placas de agradecimiento de visitantes de todo el mundo y en los aniversarios de su nacimiento y de su muerte miles de peregrinos visitan el cementerio.
Otra personalidad espiritual de Chacarita es la madre María Salomé, discípula del famoso sanador Pancho Sierra. Cada jornada, pero sobre todo el día 2 de cada mes (murió un 2 de octubre de 1928), fieles a su culto cubren su tumba de claveles blancos.
09 Otras formas de ver Buenos Aires
Todas las ciudades inventan formas nuevas para mostrar lo mejor de sí mismas. En Buenos Aires se han inventado todo tipo de circuitos temáticos para los visitantes: de fotografía, para ciclistas, de tango, de parrillas.... Esta es nuestra selección:- Biking Buenos Aires: para pedalear por carriles-bici y por los parques de Palermo.
- Graffitimundo: Buenos Aires a través de su colorido y dinámico arte callejero.
- Foto Ruta: un singular circuito autoguiado basado en fotografiar pistas por los barrios porteños.
- The Man Tour: propone una visión muy masculina de la ciudad, con las mejores cavas para fumar puros, barberías para afeitarse con navaja o donde comprase un sombrero hecho a mano.
- Parrilla Tour: una guía para explorar parrillas (asadores) fuera de los circuitos turísticos y aprender sobre la cultura y gastronomía de Argentina.
- Narrative Tango Tour: para conocer el tango mediante clases, milongas y espectáculos.
- Urban Running Tour: correr y conocer Buenos Aires, con un guía que se adapta al ritmo de cada uno.
10 Buenos Aires a caballo
A casi todos argentinos les gustan los caballos, y aunque no estén en la Pampa hacen lo posible (y lo imposible) para que formen parte de la vida porteña. Basta con acercarse a un partido de polo, o de pato, o pasar un día en las carreras de caballos para darse cuenta de ello. Como simples viajeros también podemos participar de esta pasión ecuestre e incluso, por qué no, aprender a jugar al polo durante nuestras vacaciones.El polo es un deporte muy popular en todo el país y conjuga la tradición ecuestre de los gauchos con la influencia británica: algo que explica por qué aquí se juega el mejor polo del mundo. Argentina domina este deporte desde hace más de 70 años y cuenta, prácticamente, con todos (o casi todos) los mejores jugadores. Nada de príncipes británicos; la principal figura es Adolfo Cambiaso. La temporada de polo en Buenos Aires va de septiembre a mediados de noviembre y culmina cada año con el Campeonato Argentino Abierto, el torneo más prestigioso del mundo, celebrado en el Campo Argentina de Polo, en Palermo (se puede seguir la actualidad de este deporte a través de la Asociación Argentina de Polo).
Más original y desconocido es el Pato, un juego de origen gaucho similar al polo que toma su nombre de las primeras pelotas que se usaban: una bolsa de cuero con un pato vivo encerrado dentro. Desde entonces, la infeliz ave se ha sustituido por una pelota con asas de cuero y los jugadores ya no corren peligro en lo que antaño fue un juego muy violento. Los partidos y torneos de pato suelen celebrarse en el Campo Argentino de Pato, a unos 30 kilómetros de la ciudad, aunque los torneos nacionales se celebran (en diciembre) en un lugar más céntrico: el campo de polo de Palermo.
Por último, conviene acudir al Hipódromo Argentino, majestuoso edificio proyectado por el arquitecto francés Louis Fauré Dujarric en 1908, con cabida para 100.000 espectadores. Las carreras más destacadas se organizan en noviembre, tanto en esta sede como en el famoso hipódromo de hierba de San Isidro.
Y si lo que queremos es tomar las riendas directamente, una buena opción, más allá de las turísticas estancias (haciendas), es consultar Caballos a la Par, que organiza salidas guiadas por un parque de la provincia de Buenos Aires, a una hora en coche del centro de la capital. Son excursiones privadas (nada de grupos en caravana) que recorren caminos entre bosques y campos, en las que se aprende a montar, e incluso a galopar, a lomos de estupendos monturas.
11 Visitar la catedral (del fútbol)
En un país en el que Maradona es Dios, ir a un partido de fútbol es una experiencia casi religiosa. El superclásico entre Boca Juniors y River Plate se encuentra entre los eventos deportivos mundiales a los que asistir antes de morir, pero incluso otros partidos de menor resonancia sirven para sumergirse en una de las grandes pasiones argentinas.Se puede contemplar La Bombonera, estadio de Boca Juniors, el equipo de Maradona, durante una visita al Museo de la Pasión Boquense. Si se quiere asistir a un clásico (partido entre dos equipos grandes), conseguir entradas será más complicado: Boca Juniors no pone entradas a la venta para sus partidos más importantes, ya que todas son para los socios. Es posible lograrlo a través de alguna agencia o mediante organizaciones como Buenos Aires Fútbol Amigos. No será barato, eso sí, pero sí más fácil (y seguro).
En Buenos Aires el fútbol no es solo un deporte. El pasatiempo nacional inspira una pasión casi religiosa: las calles se vacían y los espectadores, apiñados frente a la televisión o en los abarrotados estadios, sufren ataques de éxtasis y angustia. El ambiente es particularmente bullicioso (esto es, descontrolado) cuando los archirrivales River Plate y Boca Juniors se enfrentan. La tensión se palpa en el ambiente y durante esas dos horas del domingo nada más importa.
Si después de ver uno de estos superclásicos nos entran ganas de jugar, se puede participar en alguno de los partidos con locales, residentes extranjeros u otros viajeros que organiza Buenos Aires Fútbol Amigos. Por una pequeña cantidad se juega al fútbol y, después del partido, suele haber asado y recuerdos impagables.
12 Redescubrir el tango
Lo que a principios del siglo XX era un baile marginal relegado a los burdeles de Buenos Aires ha experimentado grandes altibajos durante su agitada vida. Hoy en día, esta sensual danza vuelve con fuerza. De Seattle a Shangái, todo el mundo intenta dominar los pasos y el ritmo de este baile tan difícil de perfeccionar.La popularidad del tango se ha disparado entre aficionados y profesionales, y lo practican gentes de todas las edades y clases sociales: Pero el tango de verdad está en las milongas, reuniones donde se va exclusivamente a bailar. El ambiente de estas salas puede ser informal o tradicional, en casi todas hay un encargado de la selección musical y en algunas (pocas) cuentan con orquestas en directo. La pista de baile está rodeada por mesas y sillas, y suele haber un bar en un lateral.
Las milongas empiezan o bien por la tarde (hasta las 23.00) o bien a medianoche, alargándose hasta el amanecer (si se llega tarde, todo está más animado). Son asequibles y a menudo se ofrecen clases de antemano.
Para vivir una experiencia única al aire libre se puede ir a la glorieta de Barrancas de Belgrano, donde los sábados y domingos al atardecer (hacia las 19.00) hay una milonga informal, la glorieta. También se dan clases de tango.
Los favoritos de Lonely Planet para disfrutar del tango porteño más clásico son el Café de los Angelitos, con un espectáculo imaginativo y bien organizado; el Rojo Tango, espectáculo íntimo de estilo cabaretero, El Viejo Almacén, un local pequeño y en parte folclórico, y La Ventana, cuya propuesta incluye gauchos cómicos y boleadoras.
Más sencillo e informal es el tango callejero en el mercado del domingo de San Telmo; el espectáculo de tango del sótano del Café Tortoni, el café más antiguo y tradicional de Buenos Aires, o el de Los 36 Billares, otro café con historia y espectáculo de tango pero menos turístico que Tortoni.
Las mejores milongas son las del Salon Canning, una milonga tradicional muy popular y bien situada, en Palermo, donde acuden los mejores bailarines; la de la Confitería Ideal, el local porteño de tango más histórico, escenario de La lección de tango, de Sally Potter, o La Catedral, informal y bohemio, parecido a un almacén, que atrae a jóvenes bailarines modernos.
Se imparten clases de tango en muchos sitios, desde albergues juveniles hasta academias de baile, centros culturales y en casi todas las milongas. Incluso se ofrecen en algunos cafés y salas de espectáculos de tango. En Buenos Aires también hay varias escuelas más formales, como la Escuela Argentina de Tango.
No hay comentarios:
Publicar un comentario