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lunes, 13 de junio de 2016

Clara Janés - El País




POESÍA, PROSA Y ENSAYO


Poesía: En busca de Cordelia, Kampa, Lapidario, Rosas de fuego, Diván del ópalo de fuego (o la leyenda de Kayka y Machnun), La indetenible quietud, Paralajes, Los secretos del bosque Fractales y Río hacia la nada.
Traductora de: los poetas Vladimir Holan, Adonis o Jaroslav Seifert. Y de narradores como Margeurite Duras, Katherine Mansfield y William Golding.
Narrativa: Los caballos del sueño, Los hombres de Adén y Espajoes de agua.
Ensayo: La vida de Federico Mompou, La palabra y el secreto y Guardar la casa y cerrar la boca.

La poeta, narradora, ensayista y traductora hizo un relato bajo un influjo cuántico en el que viajó al primer destello que la habría de convertir en poeta: el Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz, nacido de los cantos milenarios de Salomón, y de cómo la habían llevado hasta ese mismo momento en que todos la escuchaban recrear los enigmas de la existencia, el azar y la inspiración, que en su caso inauguró el poemario Las estrellas vencidas (1964).
Tres días antes de esta lectura en la RAE, Janés trazó, en su casa madrileña, parte del arco de su vida. Todo empezó cuando tenía alrededor de un año. Estaba en brazos de una tía en una habitación hasta donde llegaban unos sonidos. Descubrió que “la vida es como una música que cruza la oscuridad”. Dos años después, vio un rayo de luz que la hechizó al ver miles de partículas de polvo en suspensión que giraban en cámara lenta.
Quien está presente siempre en su obra es san Juan de la Cruz. Por él empieza a escribir, al quedar “deslumbrada por el Cántico espiritual y por lo enigmático que resulta”, tras la lectura que hiciera el profesor José Manuel Blecua en la universidad. Luego están Quevedo, Góngora, Lope de Vega y la Generación del 27, pero en seguida da el salto al extranjero.
“Me parece fascinante ver el desarrollo literario del Cantar de los cantares en autores como fray Luis de León, Arias Montana y santa Teresa de Jesús, y, claro, san Juan de la Cruz. Y todavía más cuando veo que santo Tomás de Aquino muere igual que san Juan de la Cruz, pero él cantando el cantar de los cantares, mientras san Juan, en su celda-prisión pide a los monjes que se lo reciten y memoriza los primeros 31 versos. Es la belleza como algo salvador. Luego están las conexiones del universo místico-personal, místico-pasional, místico-sexual porque en el fondo lo que se canta es la unión de hombre y mujer y de esta unión el fruto de un hijo, el nacimiento de una vida. Lo que los acerca a ellos al Cantares que ven allí el gran enigma de qué es la vida. Por eso yo me lanzo a leer tantos libros de física, porque es un misterio. ¿En qué consiste la vida? Pues es que materia y energía son lo mismo, es un enigma muy grande”.
El periplo de Janés para llegar a la “resacralización del universo”, como dice Jaime Siles, es largo. “Al principio yo no me daba cuenta de este enigma de la vida. Estaba en la cuestión existencialista. Aunque pensaba en espacio-tiempo no inquieta por el tema de qué es la vida. Hasta que me asalta la duda de si la vida merece la pena ser vivida. Luego bien la pregunta qué es la vida. Me voy metiendo en otros caminos, hasta que se junta otro enigma relacionado con la poesía: ¿Qué es la inspiración? Es cuando lo relaciono con el inconsciente, con el ADN y una serie de cosas presentes en el enigma de la vida. ¿Qué es un ser vivo? Pues un ser vivo tiene un cuerpo que es materia y que es energía. ¿De dónde procede? Está en el ADN. ¿Y, qué es el ADN? Es memoria, la memoria de la humanidad entera. Por eso me parece que el hallazgo de Jung del inconsciente colectivo en realidad era esto. Y eso es lo que te permite saber algo que aparentemente no sabes porque está metido en la memoria del cuerpo. Hasta que de repente puede aflorar”.
Materia-energía-emoción/sentimiento. Esa puede ser la trinidad del creador.
En este caso de una mujer que aprendió idiomas como checo, persa e italiano para leer a poetas que le interesaban y traducirlos al español. “La prensa debe colaborar mucho en mantener el idioma. ¿Hay que aceptar todo lo que se dice? Pues, no lo sé. Evidentemente, hay que incorporar palabras nuevas y empleos que no están bien definidos”, reflexiona la autora de obras como Kampa yLapidario.
Tras su primer poemario, en 1964, Las estrellas vencidas, Clara Janés entró unos seis años en silencio, hasta que la lectura de Vladimir Holan la rescató. Ese es su segundo big bang, uno de cuyos poemas, traducidos por ella, lee en la habitación iluminada con decenas de destellos de sol que asoman por la persiana echada:
“Encuentro en un ascensor: Entramos en la cabina y nos quedamos solos los dos / Nos miramos sin hacer nada más / Dos vidas, un instante / La plenitud, la felicidad / En el quinto piso ella salió / Y yo que iba más arriba comprendí / que nunca volvería a verla / Que habíamos encontrado / Una vez para siempre / Que aun habiéndola seguido / Lo habría hecho como un muerto / Y que si ella hubiera vuelto a mí / No habría vuelto más que del otro mundo”.
Es la eterna presencia de la ausencia, la fugacidad. La vida, dice la nueva académica: “El instante es lo que queda, es suficiente a veces. Yo vivo de instantes. No es tanto el tiempo, como la intensidad como se viva cada momento. Así es”.

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