la mosca cojonera jamás se beneficia de los líos en que se mete o en que la meten; al contrario: con cada nuevo lío pierde amigos, o por lo menos lectores. Esto significa también que, como las águilas, la mosca cojonera nunca vuela en bandada. Ojo: hay mucha mosca cojonera de mentira, bravucones insolventes que viven de su falso prestigio inverso de moscas cojoneras porque no pueden vivir de otra cosa; la mosca cojonera auténtica vive a la intemperie pudiendo vivir en un palacio, mientras que la falsa mosca cojonera pasa con frecuencia de la intemperie al palacio gracias a los réditos de sus incordios de pacotilla. Dos de las máximas moscas cojoneras europeas del último siglo fueron obviamente Orwell y Camus; obviamente, dos de las máximas moscas cojoneras españolas de los dos últimos siglos fueron Larra y Unamuno. Como toreros que se arriman mucho al toro, todos ellos murieron jóvenes (y uno se pegó un tiro antes de cumplir 30 años), salvo Unamuno, que era una mosca tan sumamente cojonera que quería seguir siendo una mosca cojonera durante toda la eternidad. Y hablando de Unamuno: sobra decir que la mosca cojonera puede equivocarse mucho, sobre todo en política, pero tiene una habilidad diabólica para rectificar, lo que constituye un incordio suplementario; sobra decir también que al final el verdadero lema de la mosca cojonera, más que de Machado, podría ser de Unamuno: “En guerra con los hombres y en guerra con mis entrañas”.
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