Anatole Broyard fue periodista del New York Times y crítico literario. Muchos los recordarán por ser el que primero caracterizó a los hipsters, tribu que luego conformó labeat generation de Kerouac. Eso fue en 1948, el mismo año que murió, por un cáncer de vejiga, su padre. Este hecho marcó su vida, no solo profesional, sino personal: muchas de sus lecturas, críticas y ensayos giraron en torno a la forma en que el hombre se asoma al abismo de la muerte.
Sin saberlo, este aprendizaje fue fundamental para que pudiera afrontar su propio destino. Cuarenta y un años más tarde fue diagnosticado de un cáncer metastático de próstata que se llevó su vida por delante 18 meses más tarde. Pero, fiel a sí mismo, encaró el proceso conservando su propio ‘estilo’ hasta el final, hecho que, sin duda, contribuyó a que su máximo deseo se hiciera realidad: estar intensa y genuinamente vivo cuando llegase su muerte.
Mercedes Pérez y Juan Gérvas lanzan en su libro “Sano y Salvo“ una provocadora pregunta: “¿Se puede tener una enfermedad grave y al mismo tiempo estar sano?”. ¿No son la enfermedad y la muerte incompatibles con la salud y la vida? Anatole no tiene duda. No se deja vencer por el pesimismo que acompaña a la palabra “cáncer”, pero al mismo tiempo reniega de la visión romántica de la muerte. “La enfermedad es ante todo un drama que debiera ser posible disfrutar a la vez que se padece”, afirma. Y a decir de su libro “Ebrio de enfermedad”, gozó con apetito de su enfermedad hasta sus últimos instantes. Socarronamente, reconoce que su actitud es “irresponsable”, pero se siente libre de hacerlo así, porque “una enfermedad crítica es como un gran permiso, una autorización o una absolución”.
Sus reflexiones ante la enfermedad y la deformidad del yo que ésta impone no son solo una reivindicación del poder del enfermo para reapropiarse del significado de su vida y de su muerte, de su salud y de su enfermedad, sino también severas lecciones de humildad y humanidad para todo aquel que se dice médico o quiera llegar a serlo. Muchas de estas reflexiones fueron compartidas por Anatole con estudiantes de medicina en un seminario de bioética de la universidad de Chicago tan solo seis meses antes de su muerte.
Anatole era, sin duda, un tío con cojones. Pocos pacientes se atreven a dar lecciones a los médicos. Y pocos médicos se dignan a escuchar cosas como que tendemos a obedecer ciegamente “la ley no escrita de que la muerte hay que negarla hasta que no esté certificada”.
Ahí van muchas de las frases –a veces como bofetadas, otras como leves súplicas-, que nos regaló Anatole Broyard. Hay que estar loco para no leer y releerlo al menos tres veces hasta que se queden grabadas a fuerza de repetirlas en nuestra memoria.
(Quiero) “alguien capaz de tratar el cuerpo y el alma”.
“Un médico con sensibilidad”.
“Me gustaría un médico que disfrutase de veras de mí. Quiero construir para él un buen relato, darle algo de mi arte a cambio del suyo”.
“Yo no pediría a mi médico que me dedicase mucho tiempo: me conformaría con que rumiase mi situación durante acaso cinco minutos, con que me concediera todo su ser una sola vez, con que estuviera unido a mí durante un momento, con que examinase mi alma”.
“El relato del enfermo y sus percepciones forman parte de la literatura de las situaciones extremas”
“Morir o estar enfermo es en cierto modo poesía”
(Quiero un médico capaz de) “’leer’ mi poesía”.
“No creo que no haya ninguna razón por la cual los médicos no debieran leer un poco de poesía como parte de su formación”.
“El médico puede emplear su ciencia como una especie de vocabulario poético en vez de emplearla como una pieza de maquinaria, de modo que su jerga pueda convertirse en la jerga de una forma poética”.
“Sería más feliz con un médico ingenioso, que supiera apreciar la comedia además de la tragedia de mi enfermedad”. Y es que “en la enfermedad no todo es tragedia. Hay muchas cosas que son divertidas.”
“El trabajo de un médico sería más interesante y satisfactorio si se dejase entrar sin cortapisas en el paciente”.
“Si fuese capaz de mirar directamente al paciente, el trabajo del médico sería más gratificante. ¿Por qué molestarse en tratar con enfermos, por qué tratar de salvarlos, si ni siquiera reconocen su presencia? (…) ¿Cómo va a presuponer el médico que puede curar a un paciente si no sabe nada de su alma?”.
“Cuando aprenda a hablar con sus pacientes, el médico tal vez vuelva, por medio de la palabra, a tomar afecto por su trabajo. (…) Si lo hace, ambos podrán compartir –y muy pocos pueden compartir así- el asombro, el terror y la exaltación de quien está al filo mismo del ser, entre lo natural y lo sobrenatural”.
“El pensamiento médico podría beneficiarse del uso de más libres asociaciones”.
“Si tuviera que desmitificar o deconstruir mi cáncer, tal vez hallaría que no hay un diagnóstico absoluto (…), sino tan solo la interpretación que hagan cada médico y cada paciente”
“Como la tecnología me priva de la intimidad de mi enfermedad, la convierte en algo que no es mío, sino que pertenece a la ciencia, desearía que mi médico de alguna manera la “repersonalizara” para mí”.
“Es completamente natural que un paciente sienta algo de asco ante los cambios que impone en su cuerpo la enfermedad, y me pregunto si un médico innovador no podría hallar una manera de reconceptualizar esta situación”.
“El médico ha de acompañar al paciente en su salida del mundo de los sanos, y en su ingreso en el purgatorio físico y mental que le está esperando”.
“El médico tiene el cometido imposible de intentar reconciliar al paciente con la enfermedad y la muerte”.
“Lo que un enfermo crítico necesita, sobre todo, es que lo entiendan. La muerte es un malentendido que es preciso aclarar antes del fin”.
“El ambiente estilo laboratorio seguramente se puede atribuir a la idea de la asepsia, a la evitación del contagio. Originariamente, el paciente estaba protegido por la esterilidad del hospital. Solo que la esterilidad llegó a extremos excesivos: se esterilizó el pensamiento del médico”.
“Tal vez los médicos desalienten nuestros relatos”.
“Los médicos están acostumbrados a que sus pacientes les propongan falsos yoes, pero creo que a los médicos hay que enseñarles a reconocer y a aceptar el verdadero yo del paciente. (…) Uno ha de seguir siendo quien es” a pesar de la enfermedad. Que no te expropien de tu propia identidad, ni te despojes tú mismo de ella.
“Acaso sea necesario que renuncie (el médico) a una parte de su autoridad a cambio de recuperar su humanidad, pero, como bien saben los viejos médicos de familia, éste no es un mal trato”.
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domingo, 30 de octubre de 2016
sábado, 29 de octubre de 2016
- Schopenhauer
si algún Dios creó este mundo , no me gustaría ser ese Dios , pues su miseria y su infortunio , me partirían el corazón
viernes, 28 de octubre de 2016
Contribución a la estadística :mi poema preferido
(wisława szymborska)
De cada cien personas,
las que todo los saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio
las que todo los saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio
Hitchens: el debate sobre la fe
“El debate sobre la fe –explica Hitchens– es el origen y fundamento de todas las discusiones porque representa el comienzo (pero no el final) de todas las discusiones acerca de la filosofía, la ciencia, la historia y la naturaleza humana. Es también el comienzo (pero en modo alguno el final) de todas las disputas sobre la vida buena y la ciudad justa. La fe religiosa es imposible de erradicar precisamente porque somos criaturas que todavía estamos evolucionando. Jamás sucumbirá; o, al menos, no sucumbirá hasta que superemos el miedo a la muerte, a las tinieblas, a lo desconocido y a los demás. Por esta razón, no la prohibiría ni siquiera en el caso de que pudiera hacerlo. Usted dirá: es muy generoso. Pero, ¿serán los creyentes igual de indulgentes conmigo? Lo digo porque hay una auténtica e importante diferencia entre mis amigos religiosos y yo, y los amigos auténticos e importantes son lo suficientemente honrados para reconocerlo. Me conformaría con poder acudir a los ritos con que se acoge la maduración religiosa de sus hijos, con maravillarme ante sus catedrales góticas, con ´respetar´ su fe en que el Corán fue fruto de un dictado, aunque fuera exclusivamente en árabe y a un comerciante analfabeto, o con interesarme por el consuelo que ofrecen las religiones neopaganas, el hinduismo o el jainismo. Y, si es así, seguiré haciéndolo sin insistir en que me prodiguen cortés y recíprocamente idéntico trato
Como deben ser tratados los pacientes
DODECÁLOGO PARA LA PERSONALIZACIÓN DEl paciente
- Mírame a los ojos. Acércate cortésmente. Tócame, tu contacto es importante para mí, dame la mano al entrar...al salir... Sé curios@ e interésate por mí, soy una persona que piensa, siente y actúa. Necesito que me acompañes y saber de mí facilitará que lo hagas. Tengo una cultura con unos valores y expectativas vitales que vale la pena explorar, tanto como mi cuerpo. Pregúntame por mis circunstancias, mis intereses, mi familia y mi entorno. Trata de percibir mi sentir y solidarizarte profundamente con él. Mi historia es única, todos somos distintos, en la alegría y en el sufrimiento, por favor, no lo olvides.
- No soy un número, una cama, un órgano o un diagnóstico aislado. No soy "príncipe/princesa", ni "guapo/guapa" ni "corazón". Soy persona, no una cosa, ni siquiera anestesiada.
- No des por hecho vínculos ni expulses de forma sistemática a mi acompañante de la habitación o consulta. Al igual que puede perturbar nuestra relación, puede llegar a ser un aliado terapéutico y apoyo imprescindible a la hora de enfrentar mi enfermar. Soy persona, soy familia y soy comunidad.
A veces me siento débil y necesito que me acompañen, te lo haré saber. Otras, preferiré que mi familia no se entere de "esto" por el momento.
- Escúchame. Comprende mi sufrimiento y no lo desprecies con un "Se te ve muy bien” “todo pasa”.
Observa porque es terapéutico: mis silencios, mis gestos, las palabras que elijo,....estoy creando mi relato vital. Aprende mi música para que nuestra danza siga mi ritmo. Creemos un espacio seguro en el que puedan fluir mi emociones.
Ayúdame a clarificar, a encontrar los recursos propios y ajenos. Conóceme a fondo para ofertarme alternativas terapéuticas.
- Explícame lo que me pasa, los pasos de la exploración y los resultados de las pruebas adaptando tu lenguaje al mío y respetando mi lenguaje simbólico. Necesito entenderlo todo, es difícil seguir la jerga médica. No te enfades ni te irrites si no he comprendido bien. Entiende que quizás no oigo bien. Ten paciencia con mi lentitud, a veces me cuesta moverme. Necesito tiempo para asimilar todo y poderlo explicar a mis familiares y amigos.
- Necesito que entiendas, aceptes y toleres mi querer o no querer saber. Tengo un ritmo propio. Conócelo y adáptate suavemente a él. Te pido saber hasta dónde puedo, pero no te pido que me mientas.
- Entiende que mi voluntad tiene prioridad sobre la tuya y ayúdame con tu ciencia a tomar mis decisiones. Considéralas. Respétalas aunque no las compartas, por favor. Todo forma parte de mi proyecto personal. No seas de l@s que me abandonas por no ser una dócil y ciega seguidora de tus prescripciones. No me conviertas, por ello, en indigna de tu atención. Pregúntame si puedo seguir el tratamiento.
Cada cual tiene miedos distintos y horrores que no quiere vivir en ningún caso. Por favor, pregunta cuáles son en mi caso. Ayúdame a firmar consentimientos.
Ten presente mi mayor anhelo, "tu lealtad conmigo".
- Procura no juzgarme por mi edad, orientación sexual, etnia, lengua, procedencia, profesión, actividad comercial, peso, nivel educativo, enfermedad, arreglo, olor, fealdad, consumo de drogas, lugar que habito...y aunque yo te desagrade despliega para mí todo tu talento y habilidad terapéutica.
No caigas en la tentación de culparme por mi enfermedad y hábitos de vida, es dañino e innecesario.
Aunque acepto sugerencias, no cometas la torpeza de dictarme los afectos y pensamientos que debo tener.
- Comparte un poco de tu vida conmigo. Si estás content@ sonríeme. Tu sonrisa me ayuda, me relaja y aligera mi inquietud. Si estás triste no te preocupes. Tu tristeza me dice que eres tan human@ necesitad@ como yo. Si estás enfadad@, desbordad@ y cansad@ se cuidados@, no me uses como diana de tu violencia, podrías destruirme.
Necesito conocerte, muéstrame tus dudas y limitaciones. Tus valores y principios. Si tienes algo en ti que hace mucho ruido, y no puedes apartarlo en este tiempo de relación conmigo, hazme saber de alguna manera que no soy yo quien lo causa.
- Cuando te estorbo, cuando supongo una sobrecarga para ti, ofértame más tiempo para poder decirte todas las cosas que quiero contarte. Soy consciente de que necesitas paciencia conmigo y yo necesito que la fabriques para mí.
A veces soy exigente sin darme cuenta de que hay cosas que no tienen solución, ni médica ni de ningún tipo, pero incluso así me puedes ayudar con tu simple escucha respetuosa.
Busca y alaba cualidades que encuentres en mí, en mi familia y en mi comunidad.
- Sé valiente con quienes te mandan y defiende mi bienestar y el de mi familia. Olvida incentivos y guíate por la ciencia y la conciencia.
Si tienes un aprendiz en la consulta, preséntamelo y deja que sea yo quien decida si quiero que esté. ¡No digamos si tiene que aprender técnicas que me harán daño o me expondrán a vergüenza o afectarán a mi intimidad!.
Acoge, busca, acepta la ayuda, el conocimiento y la colaboración de otros profesionales.
Soy yo, es mi familia, que os necesitamos a todos.
- Desearía que me tratases como te gustaría que te tratasen a ti en una situación similar pero teniendo en cuenta mis valores. Con tus conocimientos, aconséjame como si fueras yo mism@.
jueves, 27 de octubre de 2016
Como se llega a la deshumanización con los refugiados y otros temas
"El individuo", afirma Ushpiz, "se vuelve tan indiferente hacia sí mismo como ser humano y hacia la gente que le rodea que puede llegar a tomar parte en cualquier maldad que la mera funcionalidad pueda producir". Observamos lo que pasa a nuestro alrededor y lo atribuimos a personas ciegas de odio o racismo y creemos que no tenemos ninguna responsabilidad en esos hechos, nos alejamos de ellos. Incapaces de colocarnos en el lugar de las víctimas, nos recluimos en nuestra propia vida privada, nos retiramos continuamente de la discusión. Eso es exactamente lo que explicó Hannah Arendt. "No tenemos en cuenta nuestra responsabilidad humana de hacer todo lo posible, sin cesar y devotamente, para cambiar esa realidad", ilustra Ushpiz. (La directora ha escrito repetidamente contra la ocupación de territorios que no pertenecen a Israel y ha criticado a sus compatriotas israelíes por no sentirse responsables de los derechos de los palestinos).
miércoles, 26 de octubre de 2016
Siete menos
En Colombia nos arrojan ácido, en Chile nos arrancan los ojos, en mi país nos prenden fuego
El 20 de octubre, cuando en Buenos Aires la marcha #NiUnaMenos (organizada para visibilizar la violencia contra las mujeres) llegaba a su momento culminante, en Mendoza un hombre mataba a su hermana —con un destornillador— y en Tucumán otro rociaba con alcohol a su pareja y la prendía fuego. Mientras, en mi casa, yo miraba por televisión a una conductora que, después de hablar sentidamente sobre la violencia de género, daba paso a la publicidad: un anuncio de jabón en el que una mujer lavaba la ropa de sus hijos traviesos —varones—, seguido de otro en el que un hombre conducía un auto por paisajes que exudaban libertad, seguido de otro en el que una mujer le enseñaba a su hija a cocinar pollo al horno. En Colombia nos arrojan ácido, en Chile nos arrancan los ojos, en mi país nos prenden fuego. Cada quien cultiva sus bestias. Los hombres nos matan. Nos matan, también, otras cosas. Nos mata la leche infectada que tragamos a diario y que hace que (a todos) nos parezca normal que en las publicidades las mujeres laven ropa y los hombres salgan a conocer el mundo. Que hace que nadie encuentre rastros de sumisión jurásica en la frase (repetida por hombres y mujeres) “tener un hijo es lo más maravilloso que puede pasarle a una mujer”. Que hace que los periodistas sigamos prohijando artículos sobre “la primera mujer conductora de metro” como quien dice: “¡Miren: no son idiotas, pueden accionar palancas!”. Que hace que el cuerpo de una hembra joven parezca más vulnerable que el de un macho joven. Que hace que si dos mujeres viajan juntas se diga que viajan “solas”. Nos mata esa leche infecta que, más que leche de cuna, parece una canción de tumba o una profecía sin escapatoria. (En la Argentina un hombre mata a una mujer por día, de modo que desde aquella marcha y hasta hoy en mi país hay siete mujeres menos y siete ataúdes más).
El 20 de octubre, cuando en Buenos Aires la marcha #NiUnaMenos (organizada para visibilizar la violencia contra las mujeres) llegaba a su momento culminante, en Mendoza un hombre mataba a su hermana —con un destornillador— y en Tucumán otro rociaba con alcohol a su pareja y la prendía fuego. Mientras, en mi casa, yo miraba por televisión a una conductora que, después de hablar sentidamente sobre la violencia de género, daba paso a la publicidad: un anuncio de jabón en el que una mujer lavaba la ropa de sus hijos traviesos —varones—, seguido de otro en el que un hombre conducía un auto por paisajes que exudaban libertad, seguido de otro en el que una mujer le enseñaba a su hija a cocinar pollo al horno. En Colombia nos arrojan ácido, en Chile nos arrancan los ojos, en mi país nos prenden fuego. Cada quien cultiva sus bestias. Los hombres nos matan. Nos matan, también, otras cosas. Nos mata la leche infectada que tragamos a diario y que hace que (a todos) nos parezca normal que en las publicidades las mujeres laven ropa y los hombres salgan a conocer el mundo. Que hace que nadie encuentre rastros de sumisión jurásica en la frase (repetida por hombres y mujeres) “tener un hijo es lo más maravilloso que puede pasarle a una mujer”. Que hace que los periodistas sigamos prohijando artículos sobre “la primera mujer conductora de metro” como quien dice: “¡Miren: no son idiotas, pueden accionar palancas!”. Que hace que el cuerpo de una hembra joven parezca más vulnerable que el de un macho joven. Que hace que si dos mujeres viajan juntas se diga que viajan “solas”. Nos mata esa leche infecta que, más que leche de cuna, parece una canción de tumba o una profecía sin escapatoria. (En la Argentina un hombre mata a una mujer por día, de modo que desde aquella marcha y hasta hoy en mi país hay siete mujeres menos y siete ataúdes más).
Regreso a Coronel Vallejos . Homenaje a Manuel Puig. General Villegas
Fiesta literaria y cinematográfica en mi pueblo :
Y un día volvió Manuel...
El documental "Regreso a Coronel Vallejos" se pre-estrenó a sala repleta en el Cine Teatro Español. Su director, Carlos Castro, y una de las protagonistas centrales, Patricia Bargero, dijeron unas sentidas palabras antes de la proyección. El "Puig en Acción" sigue con todo. El domingo "Babel Orkesta" cerrará a todo ritmo.
El "Puig en Acción" 2016 ya es un franco éxito de convocatoria. Todas las actividades gozan de gran aceptación por parte del público. Sin embargo, la expectativa estaba puesta en el pre-estreno del documental "Regreso a Coronel Vallejos", un largometraje dirigido por el villeguense Carlos Castro en el que se narra la historia de Manuel Puig a través de la particular mirada de Patricia Bargero, logrando una interesante fusión y mixtura entre ambos personajes e historias de vida.
El sábado por la noche, la sala mayor del Cine Teatro Español lució colmada de gente deseosa de ver ese documental en donde los protagonistas (además de Manuel Puig, claro está) son personajes villeguenses, históricos, tradicionales y, por sobre todas las cosas, queridos.
Sin dudas muchos fueron para ver a esos conocidos, vecinos o amigos convertidos en estrellas en la pantalla grande, pero se encontraron con mucho más. Carlos Castro y sus colaboradores supieron captar con meridiana claridad -y un toque de picardía- la esencia de pueblo: desde el entrevistado que tiene que interrumpir su testimonio para saludar a un vecino que -en su bicicleta- se cuela en la escena, hasta las doñas que conversan como lo harían las mujeres de los libros de Puig pero frente a cámara.
El testimonio de quienes conocieron personalmente al magistral escritor, como José Luis Chavarri o Raquel Piñas, fueron muy valorados por la gente; y quedarán atesorados para la posteridad en este documental.
El público disfrutó del largometraje y salió muy satisfecho con la producción realizada por Castro, que se llevó una verdadera ovación.
Las actividades continuaron el domingo por la tarde, con un encuentro de bandas locales, una muestra de fotos y la feria de artesanos en el predio del Museo Histórico Regional.
Para esta semana el cronograma previsto es el siguiente:
Viernes 28:
- 21.30 horas: "Suena Literatura", directora Valeria Grossi. En el microcine.
Sábado 29:
- 21.30 horas: "El exilio del cuerpo", directora Susana Garat. En el Teatro Español.
Domingo 30:
- 18 horas: Muestra de cortometrajes. En el microcine.
- Cierre musical: Gonzalo Navarro y músicos invitados; "Toques y Tumbas" (percusión africana); y el gran final a cargo de "Babel Orkesta". En la plaza principal.
La vida es un cuento contado por un idiota , lleno de sonido y furia , que no significa nada
(Macbeth, Acto V, Escena V)
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Mañana y mañana y mañana, se arrastra a pasos insignificantes
día a día hasta la última sílaba del tiempo registrable.
Y todos nuestros ayeres han iluminado para imbéciles el camino
hasta la polvorienta muerte. ¡Apágate, apágate breve candela!
La vida no es más que una sombra ambulante, un pobre actor
que sobre el escenario se pavonea y sacude en su hora signada,
y después no se oye más. Es un cuento contado por un idiota,
lleno de sonido y furia, que no significa nada.
día a día hasta la última sílaba del tiempo registrable.
Y todos nuestros ayeres han iluminado para imbéciles el camino
hasta la polvorienta muerte. ¡Apágate, apágate breve candela!
La vida no es más que una sombra ambulante, un pobre actor
que sobre el escenario se pavonea y sacude en su hora signada,
y después no se oye más. Es un cuento contado por un idiota,
lleno de sonido y furia, que no significa nada.
martes, 25 de octubre de 2016
Este pájaro que cruza .....
Porque, como dice M. Yourcenar que cuenta Beda el Venerable, la vida de los hombres es como la de un pájaro que, viniendo de la noche, entra por un ventanuco de una sala iluminada, la cruza velozmente para, por otro ventanuco de la estancia, salir de nuevo hacia la noche. Todos somos, pues, este pájaro que cruza
lunes, 24 de octubre de 2016
domingo, 23 de octubre de 2016
Poniéndole signos de interrogación al orden social establecido
“Si a una mujer que no quiere tener hijos se la tacha de egoísta… ¿Es entonces una elección libre?”
Hablamos con Orna Donath, autora de 'Madres Arrepentidas', el libro que está revolucionando el panorama editorial este otoño. Un tema del que la socióloga israelí es la primera en escribir y que ha suscitado un amplio debate social.
HENAR ORTEGA | 21 SEPTIEMBRE, 2016 | 08:12 H
Etiquetas: Maternidad · Mujeres
Entre el “¡Te arrepentirás! ¡Te arrepentirás de no tener niños!” (a más de una le sonará familiar) que abre el libro y la declaración de Odelya, madre de un hijo de entre 1 y 5 años: “Veo que no se trata de que él llore o yo me enfade o no, o lo soporte o no… , más bien es una cuestión de tener que renunciar a mi vida. En lo que a mí respecta, es una renuncia demasiado grande” va un trecho. Exactamente el mismo que hay entre la sociedad y las mujeres arrepentidas entrevistadas. El libro Madres Arrepentidas (Reservoir Books) habla de cómo las sociedades natalistas hacen lo posible por determinar y conducir los designios de las mujeres y de sus aparatos reproductores. En todas las ocasiones lo intentan, en muchas lo consiguen. Toda esa maquinaria genera silencios, cosas que no se pueden decir, asuntos tabú. La idealización universal de la maternidad es un contrincante como para atreverse a toserle… Madres Arrepentidas da voz al anhelo de muchas mujeres de no ser madres de nadie. Mujeres con y sin hijos que confiesan desear eso mismo: ser ellas mismas, sujetos libres. Un volúmen sin intención científica y que busca ayudar a mujeres a situarse a sí mismas dentro del mapa de sensaciones posibles en torno a la maternidad.
s un tema del que no se habla y que levanta ampollas. Madres y no madres son miradas con lupa. Como tantas veces, las mujeres a escrutinio hagan lo que hagan. Un tratado sobre el arrepentimiento en su contexto social más amplio. Aquí no se habla de no querer a los hijos ni de no cuidarlos o alegrarse con sus logros. De lo que hablan las 23 mujeres entrevistadas es de que si tuvieran la oportunidad de volver atrás en el tiempo, no los tendrían. Sin más. Todos conocemos mujeres que han tenido hijos sin saber muy bien por qué: “Porque tocaba”, “Porque era el siguiente paso”, “Porque pensé que iba a ser la maravilla que me habían contado…”. Orna Donath, socióloga investigadora en la Universidad Ben Gurion del Néguev (Beersheva, Israel) y especialista en expectativas sociales que se proyectan sobre las mujeres, es la autora del libro que ha abierto un profundo debate en toda Europa. Hablamos con ella:
¿Por qué despierta tanto revuelo Madres Arrepentidas, un libro que plasma las entrevistas a tan solo 23 mujeres?
Creo que porque ha tocado un aspecto muy importante en la vida de las mujeres. El hecho de que sean solo 23 mujeres es irrelevante porque una vez que lees lo que están diciendo sabes que están hablando de un tema muy profundo, y aunque tú no seas una madre arrepentida es importante, porque el libro no trata solo de arrepentirse. Es un libro sobre la decisión de ser o no ser madre, sobre el uso político de las emociones humanas, es un libro sobre nuestra propia percepción del tiempo, la linealidad, las dificultades al tener hijos aunque no te arrepientas de tenerlos… Todo esto tiene relación con lo que han declarado todas estas mujeres y otras mujeres en cualquier parte del mundo lo entienden. Es por eso que está teniendo tan buena acogida.
¿Por qué ha sido necesario escribir y publicar este libro?
En toda la historia siempre ha habido mujeres feministas que han roto los tabús de la maternidad, con obras importantísimas sobre el tema, como Simone de Beauvoir y muchas más. Creo que lo único que he hecho, si es que se me permite la comparación, es unirme a esas voces literarias que se han considerado peligrosas para la sociedad. Y tocar un tema del que nadie había hablado directamente: arrepentirse de tener hijos. Por mucho que se haya escrito sobre la maternidad, es la primera vez que un libro se centra en ese hecho concreto. Testimonios de madres en Facebook o por internet diciendo que se arrepienten de ser madres sí que los hay, pero un libro, un cuerpo de conocimiento sobre el tema, no lo había.
¿Por qué dice que son peligrosas esas voces de mujeres como Simone de Beauvoir?
Ante todo quiero decir que no es que me quiera comparar con ellas, pero sí quiero poner de manifiesto que estoy siguiendo su estela. Somos consideradas peligrosas porque estamos poniéndole signos de interrogación al orden social, a lo que nos cuentan, a esta idea de que la maternidad es la esencia de la vida misma de la mujer, independientemente de quién sea esa mujer y de lo que quiere. Supuestamente solo por el hecho de tener unos órganos biológicos para reproducirnos, eso tiene que convertirse en el foco principal de nuestra existencia. Y en el libro tenemos a mujeres que dicen “Pues no. No, no y no”. Claro que tiene que sonar peligroso que seamos nosotras las titulares de esa decisión. “¿Soy madre sí o no? Eso lo decido yo”. No quieren que asumamos esa titularidad.
¿Ha cambiado cómo se concibe socialmente la maternidad en el último siglo?
No demasiado. Creo que durante los siglos XVIII y XIX y después de la revolución industrial se pensó que había que reeducar a las mujeres para que fuesen buenas madres, para que el hogar fuese su reino, y no es mucho lo que hemos avanzado desde entonces. Incluso tal vez ahora hay dificultades que entonces no había.
La sociedad insta a las mujeres a ser profesionales, independientes y dueñas de su cuerpo y de su vida, pero solo hasta que empieza a apretar el reloj biológico, ¿qué sucede cuando estos dos mundos se solapan?
Cuando chocan estos dos mundos, la gran prioridad establecida es ser buena madre. Pero si contemplamos una vez más estos mensajes contradictorios, por un lado se nos dice que la maternidad es la esencia misma de la vida de una mujer. Por el otro, cuando la mujer es “solo madre”, entonces la sociedad la señala con el dedo como si se hubiese abandonado, como si no estuviera haciendo nada con su vida. “Has tirado la toalla” si eres solo madre. Y entonces, ¿qué más nos van a pedir? Está claro que algo haces si los tienes y, por supuesto, también haces mal si no los tienes.
No parece que estemos hablando solo de una cuestión de maternidad, ¿se mira con lupa todo lo que hacemos las mujeres?
Sí, es una manera muy cómoda de mantener a las mujeres en cierto modo “monitorizadas”. Ahora se supone que tenemos que tenerlo todo, es lo que se espera de nosotras: que estemos guapas, sexualmente atractivas, que seamos la madre perfecta, la trabajadora ideal, y más, y más, y más… unas expectativas que no terminan jamás.
¿Quién es esta especie de ‘Policía de la maternidad’?
Esta especie de ‘Policía de la maternidad’ en nuestra sociedad tiene una dimensión legal, médica, psicológica, publicitaria, educativa, religiosa, nacionalista… tiene tantos participantes, mucha gente metiendo baza para garantizar que las madres van por el caminito que tienen que ir. Muchas veces son también las propias madres… y ojo que no quiero juzgarlas, porque entiendo que una vez que estás metida en esa olla a presión haces lo que tengas que hacer para sobrevivir, y a veces necesitas tener esa sensación de que tú controlas dentro de tu propia vulnerabilidad. Pero no podemos culpar a las madres porque se trata de mecanismos sociales, es lo que siempre trato de señalar. No es que seamos marionetas, pero como socióloga creo que estas fuerzas sociales tienen tanto poder sobre nuestras vidas que como mujeres tenemos que ir un poco maniobrando, lidiando con todas ellas como podamos.
¿Qué consecuencias tiene silenciar el arrepentimiento?
Hay dos esferas en las que encuentro consecuencias a este tabú: la personal y la social. A nivel personal, es como ponerle diques al agua, es algo que siempre va a buscar por dónde salir y al final terminará por inundar todo o por hundirte el bote. Yo creo que tiene que ser de mucho alivio para las mujeres que se sienten así el poder hablarlo y ponerle nombre a lo que sienten, porque así pueden enfocarlo hacia las expectativas que tenían hacia la maternidad, y no hacia sus propios hijos. Es importantísimo que puedan hacer eso, porque si lo canalizasen hacia los hijos, serían ellos los que sufrirían sin que sea verdaderamente su culpa. También cuando una mujer puede hablar de esto con alguien fuera de casa, luego en su hogar con sus hijos siempre va a encontrarse mejor que si tuviera que enfrentarse a lo que siente ella sola.
La dimensión social es bidireccional: por un lado hay que evitar seguir presionando a las mujeres para que tengan hijos. Que sean ellas las que toman decisión, y que dejen de decirnos que nos arrepentiremos de la decisión de no tener hijos, que nos vamos a arruinar la vida. El segundo aspecto desde el punto de vista social es que deberían dejar de echarnos todo encima a nosotras y después culparnos si no podemos con todo y no logramos cumplir con esas expectativas idílicas… Porque si las mujeres no logran cumplir con todas esas expectativas infinitas, encima se les echa la culpa.
¿Por qué socialmente se le otorga un valor en el status-quo de la mujer al hecho de ser madre? ¿Qué valores lleva asociados la maternidad que no puedan ser alcanzados por mujeres no madres de nadie?
Creo que se considera una prueba de que eres una mujer de verdad, que no tienes tara, que funcionas, que eres madura, que puedes asumir responsabilidades. Supuestamente no eres egoísta, y digo supuestamente porque precisamente muchas mujeres tienen hijos por razones muy egoístas… La maternidad es entendida como un puente que te permite conectar con tu sociedad, con tu familia, que te garantiza que no te quedas fuera, que no eres una rara. Es como una prueba de que “tú puedes” y de que tienes garantizado tu futuro.
¿Y qué les pasa a las que no son madres de nadie?
No se les adjudica nada de esto, claro. Siempre digo que la maternidad se considera como la puerta, no una puerta cualquiera, sino ‘la puerta’. Si tenemos un interés perfectamente comprensible de no estar aisladas o de no envejecer solas, la sociedad nos dice que la única puerta que puedes pasar es la maternidad. Pero no es la única, ¡hay otras maneras! Muchas veces las mujeres aspiran a algo y se les dice “la única manera de lograrlo es tener hijos”.
¿Es posible hoy en día tratar la maternidad como una relación humana más, no como un rol o algo sagrado?
Eso es exactamente lo que intento con el libro: que tratemos de identificar la maternidad como una de las muchas relaciones entre seres humanos, no como ese reino sagrado. Una relación entre sujetos específicos. Es como una apuesta: no sabes qué va a salir de ahí. Te estás comprometiendo con alguien sin saber quién va a ser esa persona. Nada más.
¿Está preparada la sociedad para este punto de vista?
No, y no sé si llegaremos a verlo, pero merece la pena intentarlo. Se están dando cambios, no podemos decir que no se esté moviendo nada… Como dicen los sociólogos Ulrich Beck y Elizabeth Beck-Gernseim, cuyos estudios no están enfocados a la maternidad pero sí que vienen muy al caso, vivimos en la época del “ya no pero todavía tampoco”.
Padres arrepentidos: en el libro indica que hizo entrevistas a padres entre 2008 y 2011, pero decidió seguir sólo con mujeres. ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias en el caso de los hombres?
Solo puedo hablar de los padres que entrevisté, que tampoco son una muestra representativa. 8 de los 10 entrevistados afirmaron que no querían ser padres, pero que aceptaron serlo porque su pareja en ese momento quería ser madre. Ellos no lo describían como una atmósfera de amenaza ni mucho menos. Simplemente accedieron por el deseo de seguir su relación sentimental con esa mujer. Por contra, muchas de las madres del estudio hablaban de amenazas de sus parejas cuando ellas no tenían interés e procrear y ellos sí. Semejanzas entre hombres y mujeres solo he encontrado entre aquellos y aquellas que no se encargaban de los pormenores del cuidado diario de los niños. La cuestión que sí vi que generaba tensiones en los hombres no es la de estar involucrado a diario o al cuidado de los niños pequeños, sino la conciencia de ser un padre, de haber traído un niño al mundo.
En su concepción lineal del tiempo y del continuo avance personal, ¿permite la sociedad a una mujer no ser madre de nadie?
Hasta ahora no, pero se hace. Hay muchas mujeres que no son madres: es un hecho, y es una época de hechos, con o sin la aprobación de la sociedad. Aquí cabe repensar las relaciones que tenemos con los niños: ya no hace falta ser la madre biológica de alguien. Hay mujeres a las que les encanta estar con niños, ocuparse de ellos, trabajar con niños, o ejercer la función de tía… Podemos participar en el cuidado de los niños si queremos sin necesidad de esta relación de maternidad biológica.
¿Por qué la sociedad asume que todas las mujeres tenemos idénticos objetivos y anhelos y que en todos ellos prima el ser madre?
Porque nos necesitan. Necesitan que pensemos eso, que sea un hecho, para la sociedad sería un caos, es peligroso que nos diferenciemos de la corriente general y empecemos a cuestionar este dictado que ha ido de generación en generación. “Sigamos en esta tradición de reproducción, es lo más natural del mundo, es la naturaleza la que lo dicta”, nos dicen…
Todo este movimiento podría tener que ver con el decrecionismo.
No utilizo este tipo de teorías evolucionistas, pero cuando escucho a alguien argumentar algo así creo que tiene sentido. Los que no quieren tener hijos quizás están cumpliendo su función desde el punto de vista evolutivo. Y podríamos estar hablando de autorregulación de la naturaleza a través de los individuos que no quieren tener hijos…
¿La sociedad convierte en rivales a las madres y a las no madres?
Sí, completamente. En Israel ahora está ocurriendo un fenómeno a causa de una mujer sin hijos que ha subido un vídeo a internet mostrando su día a día despreocupado, sin horarios, sin obligaciones, pregonando a los cuatro vientos que es libre, que no tiene que estar cambiando pañales, y muchas la consideran importante porque está bien que las que no están representadas al fin tengan una voz. A mí la confrontación no me interesa, en absoluto busco que se sientan mal las que tienen hijos. Prefiero apoyarlas de manera solidaria porque sé que son madres y yo no pero todas nos estamos enfrentando a las fuerzas sociales y tenemos que unir nuestros esfuerzos como mujeres. Es cierto que la sociedad trata de dividirnos, es el famoso “divide y vencerás”. Yo diría que el libro es como una carta de amor a las que sufren, porque las entiendo completamente como mujer.
En Israel una mujer me escribió un mail contándome que tiene un hijo y que no quiere más y me pidió que le ayudase a resistir la presión social. En ese momento sentí que compartía algo con ella, que estamos en el mismo barco aunque ella sea madre y yo no, tenemos mucho en común.
De acuerdo con las 23 entrevistadas, ¿tiene ventajas la maternidad y compensa los inconvenientes?
Para ellas no. Muchas madres me dicen que para ellas no ha tenido ninguna. Y las que sí admiten que tiene cosas buenas también niegan que compensen las negativas. Eso es precisamente lo que distingue el arrepentimiento de otras sensaciones contradictorias que pueden tener otras madres.
¿Cómo construye la sociedad esos mantras tipo “la maternidad me hace sufrir pero la sonrisa de mi hijo lo vale todo”?
La publicidad, las celebrities, conversaciones en el trabajo, los médicos,… Muchos médicos te preguntan directamente cuándo vas a tener hijos, no si los vas a tener. También hace falta tener más iconos de mujeres que no tienen hijos. Y los pocos que tenemos se nos presentan con intenciones retorcidas, como en el caso de Andrea Leadsom, la política británica que en la carrera por la sucesión de Cameron insinuó que ser madre de tres hijos le hacía más capaz de gobernar un país que a Theresa May, sin hijos.
¿Es libre la mujer occidental del siglo XXI?
Es todo muy sutil, muy oculto… Antes estaba clarísimo que las mujeres no eran libres. Ahora es diferente: como podemos votar, vamos a trabajar, cada vez somos más las universitarias… Pero los mecanismos con los que se nos controla son mucho más sutiles. Es todo como mucho más feo. Porque si ves lo que te viene, sabes a lo que te enfrentas. En cambio aquí y ahora estamos viviendo en una realidad ilusoria. Si a una mujer que no quiere tener hijos se le tacha de narcisista, egoísta, se dice que está loca, que no es mujer completa… ¿es realmente una elección libre?
Charlando con Orna sobre referentes culturales sale a colación la película Tenemos que hablar de Kevin, que consigue que el público femenino se identifique con la madre arrepentida por la vía de la exageración y de la excepción de un crío absoluta y anómalamente destructivo. Pero no hay referentes de niños “normativos” con los que una madre de a pie se pueda identificar. “No es aceptable reconocer que la experiencia de la maternidad no es para ti. De momento. No hay imágenes de carne y hueso de madres que hablen de eso, ni de mujeres sin hijos no estigmatizadas. Esperemos que en los próximos años vayan saliendo a la luz proyectos en esa línea de los que he oído hablar”, concluye.
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