Tras la lectura del libro del neurocirujano Henry Marsh "Ante todo no hagas daño", hemos tomado nota de algunas de las reflexiones, vivencias y sentimientos relacionados con el mundo de la gestión sanitaria que aparecen en el libro. Teniendo en cuenta que el autor ha sido durante años responsable de un servicio de neurocirugía en un hospital inglés, parece que la relación entre el mundo quirúrgico y el mundo gestor no son muy buenas.
¿Son reacciones habituales? ¿O más bien se trata de comentarios que ya no suelen hacerse? ¿Realmente los profesionales de la gestión sanitaria conocen lo que se suele decir por los pasillos? Empezamos con los fragmentos:
1. Sobre las reuniones con la dirección para hablar de objetivos, indicadores, desempeño, etc.
Estas reuniones son muy populares. No son como esos encuentros aburridos y sin gracia que organiza la dirección del hospital, en los que se habla sobre cómo mantenerse informado acerca de los últimos objetivos o sobre cómo sentirse cómodos con los protocolos de atención. [Hablando de las reuniones de cada mañana para revisar los pacientes del día]
2. Sobre el trabajo en equipo y las campañas de comunicación interna.
Pese a todos esos carteles en los pasillos del hospital sobre algo llamado administración hospitalaria, que proclaman la importancia del trabajo en equipo y la comunicación, para mi esto sigue siendo un combate cuerpo a cuerpo. [En relación a una intervención quirúrgica]
3. El comentario habitual tras la puesta en marcha de una nueva aplicación informática.
Tiempo atrás, habría abandonado la sala hecho un basilisco y exigiendo que se hiciese algo de inmediato, pero he llegado a asumir que, cuando uno tiene que enfrentarse a un nuevo protocolo informático en un hospital gigantesco y moderno como el nuestro, lo mejor es sustituir la ira por una desesperanza fatalista y reconocer su absoluta impotencia al respecto. Sólo soy un médico más que se enfrenta a un programa informático más.
4. Reflexión general sobre el mundo de la gestión y la politización.
El torrente de iniciativas, planes y consejos del gobierno y la dirección para que trabajemos con mayor eficacia se parece cada día más al juego de las sillas: la música se interrumpe y cambia constantemente -de hecho, con la última ronda de reformas del gobierno ha cambiado incluso la orquesta-, pero siempre hay más pacientes que sillas -o camas en este caso-, de modo que cada vez me paso más horas tumbado en el sofá, contemplando las nubes con melancolía y viendo como pasan raudas las palomas.[Hablando del tiempo que transcurre entre una intervención y la siguiente, dado que ahora para empezar una intervención el paciente debe tener cama disponible].
5. Parece ser que la confidencialidad era una manía del gobierno.
No vais a creerlo -intervino otro residente-. Yo tenía turno anoche y recibí la llamada. Mandaron el escaner en un CD, pero como el gobierno está obsesionado con todas esas chorradas sobre la confidencialidad, enviaron dos taxis. ¡Dos taxis! ¡Uno para el puto CD y otro para el papelito con la maldita contraseña cifrada! ¡Para una urgencia! ¿Hasta dónde puede llegarla estupidez burocrática?
6. Cursos sobre empatía, humanización, etc.
Qué extraño me resulta, me dije mientras lo escuchaba, que después de treinta años de lucha contra la muerte, el desastre e incontables crisis y catástrofes, después de haber visto morir desangrados a pacientes en mis propias manos, de furibundas discusiones con los colegas, de terribles encuentros con familiares y de momentos de profunda desesperanza y absoluta euforia -en resumen, la típica carrera de un neurocirujano-, estuviera escuchando ahora a un joven con formación en atención al cliente (la traducción original habla de "hostelería" pero lo hemos cambiado para que queda más clara la historia) diciéndome que debería trabajar adecuadamente la empatía, no perder la concentración y permanecer tranquilo.
7. Sobre gerentes hipercontroladores.
El nuevo director gerente del hospital (...) se tomaba especialmente en serio las 22 páginas de normas de indumentaria de la institución, y a mis colegas y a mi nos habían amenazado hacía poco con tomar medidas disciplinarias contra nosotros por llevar corbata y reloj. No hay pruebas científicas de que los especialistas con corbata y reloj contribuyan a incrementar las infecciones hospitalarias, pero el director se tomaba tan en serio el asunto que había empezado a disfrazarse de enfermero y a seguirnos en nuestras rondas por la salas, negándose a dirigirnos la palabra y garabateando montones denotas. Sin embargo, sí llevaba su distintivo de director gerente, supongo que para evitar que alguien lo obligara a vaciar una cuña.
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