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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Maruja Torres: “No hay nada que me interese menos que las patrias”


EntrevistaVoces

Maruja Torres fotografiada por Mónica G. Prieto.
Maruja Torres fotografiada por Mónica G. Prieto.
Maruja Torres se define en su cuenta de Twitter como “periodista retirada del circo. Escritora retirada del circo. Todavía en pie. Lengua bífida. Relativamente buen corazón. And still sick of this shit”. En esta entrevista conversamos con ella sobre por qué se ha retirado del circo periodístico, cómo se mantiene en pie pese al desolador panorama nacional e internacional, sobre su último libro publicado con la también reportera Mónica G. PrietoContarlo para no olvidar, y sobre el independentismo catalán, entre otras muchas cuestiones. Todo ello desde su inconfundible sentido del humor serpentino, su histórico olfato reporteril y su bombeante corazón cargado de cabeza. Absténganse almas políticamente correctas o alérgicas a los matices y al technicolor.
Has vivido el aperturismo que inició Mayo del 68 –que reivindicas en el libro frente a los negacionistas que quieren borrar su legado-; siempre te has presentado como cosmopolita y niña del barrio del Raval barcelonés. Encabezaste manifestaciones como la que se celebró para la despenalización del adulterio en 1976… ¿Cómo llevas vivir en una sociedad más conservadora que la de tu juventud?
Empezó a ser más conservadora ya en los 80. Este país se jodió cuando los Juegos Olímpicos y la Expo de Sevilla del 92, cuando empezamos a cagar más alto que donde teníamos el culo y a distanciarnos de los pobres. Después, tuve una gran esperanza cuando el 15M y con Podemos, pero ya no la tengo. Me gusta la inteligencia por encima de todo y son muy antiguos, pero no antiguos como los del 68 francés, sino con la retórica de los movimientos de liberación latinoamericanos de los 70, que enfrentaban otras realidades. Ahora necesitamos gente con visión de futuro, que se anticipe a los retos de la neoesclavitud implantada por la globalización. Eso no se va a conseguir levantando el puño, cantando L’Estaca como el partido de la corrupción de Pujol y sus adláteres, ni camuflando en el asamblearismo lo que es una dirección tan centralizadora como la de cualquier viejo partido.
Cuando empezaba esa regresión, ¿ya atisbabas hacia dónde nos podía llevar esa prepotencia del nuevo rico?
Siempre quise trabajar fuera y los 80 me los pasé viajando. Cuando la Expo del 92, me mandaron dos meses a recorrer en tren América Latina, un viaje que volvería a hacer si tuviera cuerpo. Pero ya veía en qué se había convertido el socialismo, el de la segunda legislatura, porque la primera –con todos sus fallos– sí que contaba con gente con cabeza como [Pasqual] Maragall o [Jordi] Solé Tura. Toda la mediocridad que ha venido después ha sido por el exceso de amor a lo material, que se ha concretado en las cadenas de televisión y en sus horrorosos programas.
Para mí toda esta decadencia se concretó cuando le dimos la espalda a las personas refugiadas. Nos despeñamos moralmente. Yo levanto cabeza en privado, visitando y queriendo a los amigos, que es la única manera de llevar esta situación. Pero colectivamente, no lo llevo bien. Gente que me gustaba, me ha dejado de gustar porque ahora soy más estricta, empezando por mí misma. Yo no me he enmudecido porque sí, sino porque estaba harta de dar mi opinión en un juego que cada vez es más ‘a ver si esta escribe o no lo que yo pienso. Y a ver si es útil para lo que yo pienso porque si se le ocurre escribir sobre una frivolidad…’. Antes podíamos escribir una semana sobre algo alegre, otra sobre tristezas. Pero no el panfleto todos los días. Y como siempre he preferido tener lectores a creyentes, pues he abandonado la fiesta.
De hecho en Contarlo para no olvidar critica esa búsqueda de adeptos creyentes en gran parte de las columnas de opinión actuales.
Pero es que además es opinión a gritos. Y se ha perdido la noción de lo que es el reportaje, que es conectar con otro que también grita porque está rodeado de gente que grita para salir en la televisión. El periodismo sobrevive gracias a una generación de tu edad que ha subsistido a esta masacre gracias a vuestra austeridad y ‘autoadministración’. Yo jamás he trabajado en vuestras condiciones. Tuve la suerte de vivir una época de casi 20 años en la que tuve muy buenas condiciones y otras en las que nos cerraban un medio tres meses, durante los que no cobrabas, no tenías para comer y pasabas por el juzgado. Eso era la falta de libertad de expresión de la que tanto se habla ahora.
“COMO NO ME GUSTA QUE ME DEN LA RAZÓN, NO LEO LOS MEDIOS QUE SÓLO HABLAN BIEN DE LO QUE YO CREO”
Ese periodismo que se hace gritando y que es el que consume la mayoría de la gente ha dejado de interesarme. Y el resto, pues hay que ser muy estrictos, como La Marea o 5W, que lo están haciendo muy bien. Yo estoy suscrita a medios como The New Yorker, The Guardian o The Economist, que es de derechas, pero ya querríamos esa derecha en España. Como no me gusta que me den la razón, no leo los medios que sólo hablan bien de lo que yo creo.
Pero cada vez las audiencias buscan más leer aquello que reafirma lo que piensan.
Eso lleva pasando mucho tiempo, pero antes no era tan apoteósico. Todo oficio tiene su Calatrava, pero ahora está reforzado por las tertulias políticas, incluso las que se dicen progresistas y llevan a individuos como Inda o Marhuenda. No se distingue entre periodismo y servilismo. En la pretransición y en la Transición, cuando yo estaba en Por Favor, ese tipo de periodismo de derechas fascistoide estaba muy localizado: el Alcázar, Arriba y ABC, que estaba en un aparte porque tenía buenas historias de Internacional y de Cultura, aunque tuviera a articulistas que llegaban a la redacción con pistola y la metieran en el cajón del escritorio para escribir. Pero los teníamos señalados moralmente. Ahora es un batiburrillo en el que hay muchos intereses económicos y mucho mediocre dispuesto a medrar. Y hay que saberlo: en general, los mejores pierden siempre. Pero claro, duele.
¿Y qué piensas cuando ves esta degradación del periodismo –muchas veces, escudada en la precariedad– cuando amigos tuyos han perdido la vida en muchos países por su compromiso con el periodismo independiente y honesto?
Y que la siguen perdiendo, como en México, aunque ya no sean amigos míos. El periodista es responsable de lo que hace, le paguen cinco céntimos o cinco millones. Pero si le pagan cinco céntimos y miente, encima es gilipollas. ¿Qué esperan, que algún día le den una palmadita? Cuando se quejan pienso en esa gente que ha tenido la valentía de venir a mi hotel a contarme cosas sabiendo que les estaba siguiendo la secreta de Pinochet. Ves todo lo que está pasando y dices ¿qué nos ha pasado? Es una minoría la que se mueve por causas más nobles que la del bolsillo.
En el libro dices que las redacciones son el peor territorio de guerra.
Es una exageración porque sería injusto con las víctimas de los conflictos decirlo en serio. Pero, posiblemente, por cabrones por metro cuadrado estén a la par. Sobre todo en los últimos tiempos porque antes eran una minoría. Ahora es la mediocridad y eso es muy difícil de soportar. Tuve una infancia descoyuntada, un hogar asimétrico, y para mí las redacciones eran mi casa. Así que para que yo llegara a detestar la redacción y me viniera a Barcelona a escribir desde mi casa…
¿Qué opinas sobre la polémica en torno a la pertinencia de publicar fotos en los medios del atentado en las Ramblas?
Sacamos fotos de los muertos en la India, en Palestina, Israel…. ¿pero de nosotros no porque tenemos familia? Eso es de un primermundismo asqueroso. La información es información, y para eso está el criterio de los profesionales sobre cómo presentarla. Estoy de que se la cojan con papel de fumar y de esa tendencia a la censura…
Alguna vez te he escuchado decir que con los años ha pasado de valorar la inteligencia por encima de todo a la bondad.
Hay una sabiduría natural que no necesita lecturas, pero que si las tiene, las aprovecha. La persona que tiene sabiduría natural nunca te va a rechazar un libro. Lo va a poder entender más o menos, pero lo va a aprovechar. A mí me gusta la gente esponja, pero con un buen corazón. Son las que, además, van a hacerte mejor la vida, en las que puedes confiar. Es fundamental tener personas en las que confiar porque si no sería espeluznante. El mundo se ha vuelto muy cínico y más que nunca son necesarias las personas que te dicen ‘no puedo seguir contigo porque tengo una vecina que está enferma, sola y le voy a hacer la comida’. Que existan personas así me justifica la vida.
Antes hablaba de la derecha que ya nos gustaría tener en este país. En 2012, un año después de que Rajoy llegara al Gobierno, me dijo en una entrevista que “el PP había vuelto para construir un país en el que los jóvenes emigren, los viejos sufran, los inmigrantes sean más explotados, para que suba el fascismo”. Cinco años después, aquí están los resultados de lo que predijo.
Yo hice el aprendizaje de a lo que venía el PP con el ‘Aznariato’. Con Rajoy llegaron sin demostrar ese odio que Aznar no podía esconder. Aparecieron como burócratas, tecnócratas, funcionarios casposos dispuestos a cargarse con los recortes el ‘Estadito’ de bienestar que teníamos. La derecha española ha triunfado en el sentido de que han podido esconder a sus falangistas extremos para que parezcan un grano exótico en el cutis, cuando en realidad los dirigentes del PP son del Cristo de Medinacelli para arriba. Así que ponen muy fácil ponerse del lado de los independentistas, que es lo que ha hecho la nueva izquierda. Pero el ser pensante tiene que rumiar y saber que [Artur] Mas, que ahora está como el fantasma de la Ópera en la trastienda, aplicó los recortes antes que Rajoy y que la sanidad catalana –como la del resto del Estado español– se salva gracias a un personal sanitario con una profesionalidad y bondad de corazón tremendas.
“LA DERECHA HA TRIUNFADO EN EL SENTIDO DE QUE HAN PODIDO ESCONDER A SUS FALANGISTAS EXTREMOS PARA QUE PAREZCAN UN GRANO EXÓTICO EN EL CUTIS”
Pero, ¿por qué España no puede tener una derecha más democrática?
Siempre me ha sorprendido lo mucho que se parece la derecha española a la chilena, cómo odian de arriba para abajo. Recuerdo cuando el referéndum de Pinochet a las muchachas que parecían del barrio madrileño de Serrano gritando unas cosas desde los coches… ‘¡Rotos!’, gritaban a los pobres. ¿Quién dijo algo parecido? Andrea Fabra con su ‘¡que se jodan!’ cuando se aprobaron los recortes a las ayudas del paro en el Parlamento.
¿Y por qué, pese a todo el empobrecimiento, aumento de la desigualdad y recortes de derechos que hemos sufrido en los últimos años, la izquierda española no consigue un apoyo mayoritario?
La izquierda tiene demasiadas querellas en su interior. La Guerra Civil se perdió por eso, porque eran anarquistas luchando contra comunistas, además de la Legión Cóndor, la inactividad de los países democráticos…. Y te desanima mucho porque con los años he llegado a la conclusión de que soy socialdemócrata de izquierda radical, como me dijo una vez Manolo Vázquez Montalbán. Es decir, querer que todo el mundo coma caviar, salvo al que no le guste. Mejoremos la situación, pero no nos venguemos de nadie, y menos de nosotros mismos. Construir, construir y construir. Y no destrozar.
Maruja Torres en una manifestación por la despenalización del adulterio en 1976.
Maruja Torres en una manifestación por la despenalización del adulterio en 1976.
Parte de esas querellas las hemos visto con el régimen sirio de Bashar al-Ásad y los ataques en las redes sociales contra los que denunciamos sus crímenes de guerra contra la población civil, por eso de que Ásad es antiimperialista y, por tanto, de los buenos.
Es que en los años 70 la izquierda española, como la europea, creíamos que Pol Pot estaba haciéndolo bien y que sus masacres eran un invento de la CIA. Igual que habíamos creído que Stalin era justo y buena persona. ¿Autocrítica? Ninguna. Y ahora tampoco la está habiendo con Venezuela, cuando sabemos que Maduro es básicamente un gilipollas y que Chávez era un señor muy respetable. Con esto no estoy diciendo que la oposición sea buena; todo lo contrario. Pero sí que la gente está sufriendo y que no se lo merece.
O con Cuba.
Mi tragedia fue llegar castrista a Cuba y ver la realidad a los 20 minutos, porque si tienes sentido del humor ves mucho antes lo ridículo que es aquello. A mí me quisieron detener por reírme a carcajadas mientras leía un libro de Fidel Castro en la cola de un economato para extranjeros. Era 1989 y el libro era sobre las rectificaciones de sus políticas, en el que venía a decir que rectificaba todo lo que tenía que ser rectificado y que si faltaba algo de lo que aún no se había percatado que debía ser rectificado, también quedaba rectificado aunque aún no lo supieran. Si quieres saber si un régimen es bueno o malo, mira a la gente. Si está feliz, pues adelante. Pero si están siendo infelices para conseguir un bien superior el día de mañana, mal asunto porque están siendo utilizados.
¿Cómo estás viviendo lo que está ocurriendo en Catalunya?
Lo estoy mirando como reportera. He visto muchísimos países deshacerse en un pispás por la ceguera de sus dirigentes. Y en este caso se están complementando muy bien el Govern y el PP. Dicho esto, no hay nada que me interese menos que las patrias. Aceptaré lo que se acuerde, pero en un referéndum normal, no en este cambalache, con estas trampas. Yo podría vivir aquí con mi pasaporte español como una extranjera, pero que no me pidan simpatía por lo que está pasando. He perdido conocidos por esta cuestión y la vida se ha hecho incómoda porque tienes que hablar del tiempo.
Me da miedo porque es muy fácil que la gente se desmande y todo se vaya a la mierda. Y, entonces, los que lo provocaron van a salirse de rositas, como siempre. Aquí hay algo que no había en Escocia contra los ingleses, ni viceversa, que es odio. Hay una antigua contraquerencia, ese ‘los otros no nos quieren’ es mutuo. Pensaba que eso ya no lo tenían los jóvenes, y ahora veo que sí, que en ésas está la izquierda. En estos años he visto cómo todo ese odio contra el cosmopolitismo que trajo Pujol se ha ido apoderando de Barcelona como un pulpo.
En otros países esta polarización y crispación han acabado muy mal.
Y yo creo que aquí también va a acabar muy mal, pareciera que no haya memoria de los años difíciles. Pero esto le pasa mucho al género humano, que se suicida de vez en cuando. De todas formas, es muy útil leer libros de biología en estos momentos de desánimo para entender que no somos más que una especie que lucha por sobrevivir, y que siempre sobreviven los más fuertes que son los más hijos de puta. La especie seguirá adelante, otra cosa es la humanidad en el sentido de humanismo.
En el libro Contarlo para no olvidar dice: “Cada vez estoy más en contra de cierto tipo de revoluciones. Es horrible que tenga que decir estas cosas, pero es que es verdad, es que, a veces, es mejor vivir de rodillas”. ¿Cuándo llegó a esa conclusión?
Creo que hace bastantes años, pero la he ido convirtiendo en dogma de compañía. Manuela Carmena me dijo algo con lo que estoy totalmente de acuerdo: “No hay idea que merezca una vida”. Es que date cuenta de todo lo que contiene una vida: el crecer, conocer, aprender, leer, sonreír, abrazar a tu madre, tocar el agua… ¿Todo eso lo vas a perder por una idea? Claro que los avances de la humanidad han sido gracias a sacrificios y revoluciones, pero es que nunca hemos probado la alternativa: el intentar hablar y convencernos. No lo hemos probado porque somos depredadores.
Tú has cubierto y vivido los años duros del terrorismo de ETA. ¿Qué piensas cuando ves a Otegui dando lecciones de democracia en Catalunya?
Una vez, estaba en una tertulia de radio en Barcelona y veo que el presentador está recibiendo con grandes honores a Otegui. Tuve que fingir que me venía la regla a mis sesenta y pico años para ir al baño. No podía mirar a la cara a ese tío. Si aquí no se recuerda el atentado de Hipercor, yo sí. No quiero venganza, pero memoria sí.
¿Cómo viviste el despido de El País?
Esa etapa la tengo muy lejana ya. De El País sólo recuerdo las cosas buenas, que fueron muchas. Me alegro de que mi obsolescencia física coincidiese con la obsolescencia moral de El País. No hay nada que reprochar porque me aproveché mientras pude. Pero no ha habido nadie tan perjudicial como Cebrián. De todas formas, el teñido le queda fatal.
“ME ALEGRO DE QUE MI OBSOLESCENCIA FÍSICA COINCIDIESE CON LA OBSOLESCENCIA MORAL DE EL PAÍS”
¿Y cómo consideras que ha gestionado el grupo Prisa desde tu salida?
Con mucha astucia, cada vez que en el consejo de administración alguien va contra él, sobrevive. Pero no me quita el sueño. Lo único con lo que sueño es con reportear, no con escribir, sino con estar en los sitios.
Y si tu rodilla te permitiera seguir reporteando, ¿qué estarías cubriendo ahora mismo?
El terremoto en México. Siempre me ha gustado encontrar otro punto de vista, contar las cosas a mi manera, que generalmente coincidían con la de la gente de abajo. Nunca tuve una buena agenda política ni fui de grandes exclusivas, pero me enrollaba bien con todo tipo de gente. Así que ahora me gustaría estar allí, primero, por solidaridad, y también porque las grandes tragedias sacan la bondad humana. Y en estos momentos el mundo necesita que se le hable de la bondad, sin ternurismo ni sentimentalismos fáciles. Denunciando que las casas que primero se derrumban en los terremotos son las de los pobres.
¿Cuál ha sido la cobertura que más te ha marcado?
Creo que el referéndum del ‘No’ a Pinochet. Fue magnífico ver a un pueblo aparentemente sumiso abarrotando la Avenida Libertador, rodeados de policías, gritar ‘asesino, asesino’ al dictador cuando desfilaba pensando que aquello sólo iba a ser otra gran manifestación. Estoy tan contenta de haberlo vivido. Pero enseguida me di cuenta de por dónde iba la democracia. Aquella noche la pasé en La Victoria, una población famosa por su resistencia. Nos dejaron manifestarnos dentro del poblado, marchando de un extremo al otro, donde apostaron los tanques. Éramos relativamente libres, relativamente felices. Ahí aprendí que sólo hay un momento feliz, cuando ocurren las cosas. Después, viene la lucha porque llega la realidad. Esa experiencia fue la que más me marcó en términos de conocimiento histórico y la sigo teniendo muy presente. Siempre hay que tener un plan B porque los hijos de puta siguen vivos el día después.
“EN ESTOS MOMENTOS EL MUNDO NECESITA QUE SE LE HABLE DE LA BONDAD, SIN ‘TERNURISMO’ NI SENTIMIENTOS FÁCILES
Cuando ves que las jóvenes tienen que volver a luchar por el derecho al aborto, la igualdad de salarios, el no ser violadas en fiestas como los Sanfermines… ¿qué sientes?
He escrito un artículo para un disco sobre Las SinSombrero, las intelectuales que fueron invisibilizadas por sus propios compañeros de la Generación del 27. Termino diciendo que qué pena no haberlas descubierto antes porque, entonces, quizás habría hecho más cosas, habría sido mejor. Cuando volvió Alberti hubo una gran fanfarria, pero no recuerdo que la hubiese cuando volvió Maruja Mallo o Rosa Chacel. La mujer siempre tiene que luchar porque el patriarcado es anterior a la religión, al nacionalismo, a todo. El patriarcado es la ley del más fuerte y en cuanto el más fuerte se junta con otros, surgen los articulistas cipotudos, los violadores en serie, los Sanfermines sangrientos. El hombre es el que tiene que hacer su revolución. Pero las mujeres no somos tontas: estas mujeres del 27 eran tan modernas, tan libres: pintaban, escribían, eran pensadoras… Y las barre el viento de la mediocridad de los hombres, que se amparan entre ellos.
No hay nada más parecido al patriarcado que una reunión de primera en un periódico en la que hay ocho hombres y tres mujeres, de las cuales probablemente dos sean traidoras y una desaparecerá al día siguiente. Yo les he visto ahí, mirar a las tetas de las tías y decir ésta está buena y la otra no. Y también las he visto a ellas zascandilear, pero ellas me preocupan menos porque el sistema son ellos.
¿Te consideras más feminista ahora que hace décadas?
Ahora sé que soy más feminista que lo que creía hace décadas. Yo tenía muy claro que no quería ser una víctima como mi madre y que la única forma de conseguirlo era llevar una vida opuesta. Con el tiempo, soy más consciente de la importancia histórica del feminismo y de que no podemos dar ni un paso atrás. Hay que negarse a ser comparsa, hay que exigir el protagonismo de la propia vida, de la propia historia.

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