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sábado, 5 de marzo de 2016

Elena Ferrante : escribir verdad

ESCRIBIR VERDAD

Gran parte de la obsesión por saber quién es Elena Ferrante puede explicarse en que la saga napolitana tiene toda la pinta de una autobiografía. Y una autobiografía inquietantemente franca. La descripción de los ambientes y personajes, el viaje al pasado como explicación de un devenir, cómo se va insertando el “afuera” (el fascismo, las Brigadas Rojas, el feminismo) en la vida de la protagonista y fundamentalmente una autoconciencia tan fina, tan viva, hacen que al lector no le queda otra que pensar que la Elena Greco de Dos amigas es la propia Ferrante, a su vez escondida, como en un juego de muñecas rusas, en su nombre de fantasía. Se sabe, aunque sea imposible confirmarlo, que la escritora nació en la década del ‘40 y se crió en Nápoles, que se doctoró en filología clásica, que está divorciada y tiene dos hijas, que traduce y enseña, que fue marcada en su momento por los textos del feminismo de la segunda ola. Hasta ahí todo idéntico a su personaje. Pero hay algo más que los datos biográficos, aunque las protagonistas de todos su libros sean siempre escritoras o académicas. En la escritura de Ferrante se filtra verdad. No se trata de verosimilitud ni de realismo sino de una forma de decir auténtica. Las novelas anteriores a la saga napolitana, El amor molesto (1992), Los días del abandono (2002) y La hija oscura (2006), reunidas en Crónicas del desamor (2011), comparten la ferocidad de la mirada y muchos de los grandes temas que aparecen en la saga napolitana. Relaciones violentas entre madres e hijas, mujeres abandonadas y golpeadas por sus parejas, el no saber qué hacer con la maternidad. La sensación de desbordamiento y borramiento cuando las protagonistas se dan cuenta (porque todas terminan dándose cuenta) que han sido moldeadas en función del género masculino. Incluso a través del lenguaje. Por eso no sorprende que en toda la obra de Ferrante haya una preocupación por el uso de las palabras, al punto de volverse un tópico, y que la escritora haya elegido ponerse una máscara para poder escribir con libertad. O decir la verdad, como reza el dicho popular.

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