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lunes, 28 de marzo de 2016

Con el tiempo todas las calles reciben su visita ( del Blog de Sergio Minue )




 “Closed like confessionals, they thread
Loud noons of cities, giving back
None of the glances they absorb.
Light glossy grey, arms on a plaque,
They come to rest at any kerb:
All streets in time are visited"

 
(“Cerrados como confesionarios, taladran
los ruidosos mediodías de las ciudades, dando la espalda
ninguna de las miradas absorben.
Luces grises brillantes, los brazos en una placa
Se detienen junto a cualquier bordillo:
Con el tiempo todas las calles reciben su visita”)
Ambulancias. Philip Larkin

De  Atul Gawande hemos hablado muchas veces en este blog. Americano de orígenes indios, siendo aún residente de cirugía publicaba en The New Yorker, actividad que sigue manteniendo de forma bastante regular desde entonces. Compagina su actividad de cirujano del Bringham and Woman’s Health de Boston con su trabajo de profesor de la escuela de salud Pública de Harvard. Su último libro aborda sin embargo un tema bastante alejado de las principales  preocupaciones de un cirujano : el envejecimiento y la muerte. Para ello hace un viaje paralelo: por un lado repasando como está organizada la atención al proceso de envejecer y morir en su sistema americano ( el americano) , y por otro relatando su propia vivencia personal en el caso de la agonía y muerte de su propio padre.
Los sistemas sanitarios de todo el mundo han encontrado en la cronicidad el nuevo mantra para entretener a profesionales y pacientes. Fomentando el autocuidado y la prevención primaria de factores de riesgo de enfermedades crónicas con fármacos, clasificando a los  pacientes por su complejidad ( como si fueran frutas) reduciremos gastos y mejoraremos la salud de la población. Sin embargo la realidad es bien distinta, como describe Gawande: “ Se nos da bien afrontar problemas específicos singulares: el cáncer de colon, la tensión alta, la artritis de rodilla. Pero nos dan una anciana con la tensión alta, con dolores de rodilla, además de toda una serie de achaques, una anciana que corre el riesgo de perder todo aquellos que más le gusta, y no sabemos qué hacer, solo empeoramos las cosas”.
En la introducción ya plantea Gawande con claridad el centro de la cuestión: “ Puede que alguien se alarme ante el hecho de que un médico escriba sobre la inevitabilidad del declive y la muerte. Para muchos ese tipo de discursos suscita el espectro de una sociedad que se apresta a sacrificar a sus enfermos y a sus ancianos. Pero, ¿ y si los enfermos y los ancianos ya estuvieran siendo sacrificados? ¿Y si hubiera planteamientos mejores esperando que les reconozcamos?
Los nuevos modelos sanitarios persisten en el error de medicalizar permanentemente el proceso natural de nacer, crecer, envejecer y morir: “ los avances científicos han convertido los procesos de envejecer y morir en experiencias médicas, en cuestiones que han de ser gestionadas por profesionales de atención sanitaria”.
Y creemos equivocadamente que en el momento final, la gente solamente aspira a bajar el telón sin dolor. Pero no es así: “ nuestro fracaso más cruel en nuestra forma de tratar a los enfermos y ancianos es la incapacidad de reconocer que esas personas tienen unas prioridades más allá de estar fuera de peligro y de vivir más”.
Gawande considera que se precisan dos tipos de valor en la vejez y la enfermedad: el valor de afrontar la realidad de la muerte y el valor de actuar en función de lo que averiguemos. Pero este rumbo a menudo no está nada claro. En el proceso de atención  a sus pacientes al final de la vida, el cirujano americano les plantea cuatro sencillas preguntas: a que tiene miedo en este momento, cuáles son sus deseos , qué sacrificios está dispuesto a hacer por ellos  y cuáles no. Asombra la variabilidad de las respuestas. Porque hay personas que están dispuestas a soportar cualquier sacrificio , cualquier tormento, con tal de poder volver a tomar un batido de chocolate o la próxima final de la Super Bowl.
En el imparable desarrollo de la especie humana hay cosas importantes que hemos ido perdiendo por el camino: una de las más importantes es aprender a envejecer y morir. Pero por mucho que lo ignoremos el problema sigue estando allí. Para todos.

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