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lunes, 23 de mayo de 2016

vivir con lo justo

 

  • El minimalismo vital se apoya en el consumo sostenible y el utilitarismo
El minimalismo no consiste en poseer menos por el puro placer de vivir con poco, sino en una manera de centrarse en lo que es importante (Astronaut Images / Getty)
Todo el mundo sabe qué es el minimalismo aplicado al arte, por ejemplo. Pero quizás no tantos sepan qué es el minimalismo como estilo de vida, aunque el nombre ya dé muchas pistas. Efectivamente, se trata de vivir con menos, pero no por el puro placer de poseer menos, sino como una manera de focalizarse en aquello realmente importante y buscar lasfuentes de la felicidad y del bienestar. Tampoco es sólo un planteamiento anticonsumista más, aunque cuestiones como el consumo responsable y sostenible están muy presentes.
Cada vez hay más gente que lo practica como un modo de vida consciente, pero tampoco es una novedad. Su origen hay que buscarlo en los principios de la psicología positiva, que elaboró el psicólogo estadounidense Martin Seligman a finales de los años 90. La psicología positiva establece que el bienestar reside en cinco aspectos. El primero son las emociones positivas, saber disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Después vendrían las actividades mediante las que nos sentimos realizados, como las aficiones e incluso el propio trabajo. En tercer lugar, se trata de ejecutar acciones que doten a nuestra vida de sentido, sentir que contribuimos de alguna manera al bien común. El cuarto aspecto a tener en cuenta: mantener relaciones positivas, entender que la felicidad depende en gran medida de las relaciones personales y que estas tienen que ser in vivo para huir del mundo virtual. Plantearse y conseguir objetivos y no basar nuestra vida sólo en cosas materiales sería la última contribución que podemos hacer a nuestra felicidad.
El minimalismo se convierte así en un manual para llevar a la práctica estos cinco principios. Aquel que es feliz, necesita pocas cosas más y tener menos, hacer más para ser más, podrían ser los dos lemas del minimalismo.
Una mudanza puede llegar a ser el modo a través del cual la gente llega al minimalismo. Eso fue lo que le sucedió a Valentina Thörner, que se autodefine como experta en minimalismo: “A los 16 años me fui a vivir a Ecuador. Sólo podía llevar una maleta de 32 kilos. Esa fue la primera vez que pensé en las cosas que tenía y cuáles eran las que realmente necesitaba. Al regresar, cambiaba de continente cada dos años y sólo me quería llevar lo que era realmente importante. Así que cada dos años, sacaba de mi vida todo lo que no lo era”. Los primeros minimalistas eran personas que presumían de vivir con menos de cien cosas. Ahora la idea ha evolucionado: según Thörner, no se trata de reducir a la nada lo que tenemos ni de tirar por tirar, ya que eso “sólo suele ser una excusa para comprar cosas nuevas”. “Cuando decides vivir con menos, te vuelves más exigente, buscas primar la calidad de lo que compras y te ves buscando mucha información, lo que también puede resultar muy estresante”, explica la experta.
Vivir cuantas más experiencias mejor es la alternativa que ofrece el minimalismo a la acumulación material. Según la psicóloga y coach Montserrat Ribot se fijan en este estilo de vida aquellas personas que “toman conciencia de su propia insatisfacción, que quieren hacer un cambio en su vida y pasan de invertir en cosas a invertir en vivir experiencias y en las relaciones personales”. Además –según los minimalistas– tener muchas cosas resulta estresante: hay más cosas que limpiar, ordenar, mantener y reparar. En consecuencia, el consumismo al que, en su opinión, nos aboca principalmente la publicidad es también medioambientalmente insostenible.
Valentina Thörner cree que las experiencias, a diferencia de los objetos, son historias enriquecedoras que contribuyen al crecimiento personal y que siempre dejan un recuerdo. “Seguramente, nunca recordarás el día que te compraste unos pantalones, pero sí un día en el campo con tu familia ”, dice Thörner. Y es que, como dice la propia Ribot, a menudo compramos “sólo porque hacerlo nos genera emociones positivas”. El minimalismo trata de buscar esas emociones en otros lugares vitalmente más significativos.
Pasar de acumular posesiones materiales para llevar una vida frenética de actividades sociales y hobbies puede ser sólo cambiar lo uno por lo otro. “Todo lo que se vive en exceso es malo, pero los minimalistas suelen ser personas que gestionan más que personas que controlan. El exceso de control lleva, paradójicamente, a la pérdida de control, y esta a la infelicidad”, dice Ribot. Pero para Thörner la cuestión es que “no existe un minimalismo, sino que cada cual hace su propia versión, en función de sus propias necesidades que serán distintas para cada persona”.
Por eso, los minimalistas poseen sólo aquello que necesitan para vivir, aquello imprescindible para el día a día y procuran tener una actitud de desapego hacia todo lo material, incluso aquellas cosas con las que pueden llegar a tener un vínculo sentimental y, sobre todo, rehúyen la identificación entre posesiones materiales y estatus. Por ejemplo: poca ropa y dos pares de zapatos y en colores que permitan combinaciones adecuadas para cualquier ocasión. Más: son grandes defensores de todos los soportes digitales para libros, música y películas. O cocinas con el utillaje imprescindible: nada de tener una cocina repleta de cachivaches electrónicos especializados que se usan muy de vez en cuando.
Vivir en una casa y en un espacio ordenados es de gran importancia para los que apuestan por el minimalismo. Pero es un orden entendido de un modo algo distinto a cómo se entiende normalmente. Una casa abarrotada puede ser un hogar perfectamente ordenado. Para los minimalistas ordenar es una oportunidad para, sobre todo, vaciar, deshacerse de cosas que ya no son significativas.

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