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viernes, 27 de mayo de 2016

Boris Cyrulnick

P. Lo mismo debe de ocurrir con los refugiados que llegan a Europa. Muchos vienen de vivir situaciones muy traumáticas. La respuesta de las sociedades que les acogen determinará la superación de su trauma.
R. Se les puede masacrar, como en Calais, y convertirlos en delincuentes. O se puede salvar a muchos de ellos. Cuando la emigración es voluntaria hay pocos traumas psíquicos. Pero la mayor parte del tiempo, la emigración no es deseada. La gente es expulsada de sus países; huye porque si no, muere.
P. Cita usted en su libro al psiquiatra Henry Ey, que decía que el hombre no es más que la naturaleza a la que se enfrenta. ¿Cómo ve usted al hombre en este comienzo del siglo?
R. La vergüenza del siglo XX fueron las guerras mundiales y los genocidios; genocidio armenio, genocidio judío, genocidio ruandés, y otros. Son consecuencia de las tecnologías, las guerras mundiales han sido terribles por culpa de la tecnología. El problema del siglo XXI va a ser la sumisión a las máquinas.
P. ¿Por qué?
No hay biografía sin heridas. Todo el mundo, en mayor o menor medida, atraviesa la vida recibiendo golpes
R. Internet es un instrumento de comunicación asombroso. Pero también se ven cubos de basura en Internet. Hay un progreso fantástico del conocimiento, pero también un desarrollo de la delación y la difamación.
P. Hablaba usted en Los patitos feos de que las victorias en el campo de los Derechos Humanos y de la tecnología nos hacen creer en la posibilidad de una erradicación del sufrimiento. Pero el sufrimiento es parte de la vida, ¿no?
R. Los médicos, los psiquiatras, los psicólogos, somos curadores; elegimos esas profesiones para curar; somos artesanos, no somos siempre científicos. La victoria de la tecnología nos ha hecho creer que íbamos a luchar contra las injusticias sociales, pero cada vez hay más.
P. ¿Cuáles son las heridas más difíciles de sanar?
R. Hay que huir de la idea de Descartes de que una causa produce un efecto. ¡Muerte a Descartes! Hay que decir: antes de la herida; durante la herida; tras la herida. Antes de la herida: ¿qué nos permite adquirir factores que puedan protegerle a uno de una eventual herida? No hay biografía sin heridas. Todo el mundo, en mayor o menor medida, atraviesa la vida recibiendo golpes. Si uno, de pequeño, cuenta con un apego seguro, que cultiva la confianza en uno mismo, cuando llega una desgracia, la encaja porque su memoria le dice que es posible salir adelante. Se sufre menos si el golpe es lejano que si lo da alguien cercano. Cuando fui un niño mi familia fue destruida por el nazismo; y yo casi quedo destruido; el golpe venía de lejos y yo me sentí protegido por los justos, los franceses no judíos que me acogieron.
El yihadismo enseña lo que los cristianos enseñaron durante mucho tiempo: morid primero, seréis felices después
P. Si las desgracias, en la existencia, son inevitables, ¿proyectamos entonces una idea falsa de la felicidad en la sociedad occidental hoy en día?
R. Nadie sabe definir la felicidad. Durante mucho tiempo el paso por la tierra era el valle de lágrimas entre dos paraísos: el paraíso perdido, por culpa del conocimiento; y el paraíso posible, que podemos ganar tras nuestra muerte, obedeciendo a las leyes divinas. Entre los dos paraísos se sufría. El siglo XIX y la revolución francesa cambiaron esta noción de la felicidad. Si creemos que la felicidad es metafísica, creeremos que solo puede llegar después de nuestra vida, o de nuestra muerte. Es lo que ocurre con los yihadistas. El yihadismo enseña lo que los cristianos enseñaron durante mucho tiempo: morid primero, seréis felices después.

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