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domingo, 22 de mayo de 2016

Teoría de la mosca cojonera - Javier Cercas

 

Está incapacitada para callarse la boca, también para decir lo que todo el mundo quiere oír, y tiene ideas, no meras ocurrencias.
 
UNA VEZ le oí decir a José Saramago que un escritor de verdad era una mosca cojonera. Zoología aparte, una mosca cojonera es un incordio de persona, lo que los argentinos llaman un rompepelotas y los españoles llamamos un hinchapelotas, lo que los anglosajones llaman a pain in the ass y podríamos traducir, con alguna libertad, como un grano en el culo. No sé si Saramago era una mosca cojonera, pero su comparación me parece exacta.
Lo primero que define a una mosca cojonera es que no quiere ser una mosca cojonera; más aún, una mosca cojonera que quiere ser una mosca cojonera deja de serlo en el acto, porque el lema inicial de una mosca cojonera es el de Antonio Machado, que fue una gran mosca cojonera (aunque ya se nos haya olvidado): “En paz con los hombres y en guerra con mis entrañas”. La mosca cojonera es por tanto lo contrario de un polemista, no digamos de un camorrista, lo contrario de uno de esos pobres diablos que se dedican de manera sistemática a decir barrabasadas, a disparar a diestra y siniestra y a organizar escándalos, en definitiva a tirar cohetes para tratar de llamar la atención con naderías porque no tienen nada valioso con que llamarla. No obstante, a pesar de ser lo contrario de un polemista o un camorrista, la mosca cojonera se enreda a menudo en polémicas o escándalos, o los provoca sin querer. Tres razones explican esta paradoja. La primera es que la mosca cojonera está incapacitada para callarse la boca, así que, aunque hable poco y suela ser educadísima, dice siempre lo que piensa. La segunda razón es que la mosca cojonera está igualmente incapacitada para decir lo que todo el mundo quiere oír; de hecho, lo que la mosca cojonera dice casi siempre es lo que nadie quiere oír, lo que resulta desagradable e inconveniente o impertinente o molesto, aunque en su fuero interno muchos o algunos o incluso todos sepan que es cierto. La tercera razón es que la mosca cojonera tiene ideas, no meras ocurrencias, y, como dice Proust, las auténticas ideas no provocan el asentimiento sino la contestación, cuando no el rechazo. Por supuesto, en política hay moscas cojoneras de derechas y moscas cojoneras de izquierdas, sólo que las moscas cojoneras de izquierdas incordian sobre todo a la izquierda y las de derechas a la derecha; o dicho de otro modo: a quienes más incordia la mosca cojonera es a los suyos, a quienes están de su lado y piensan como él (a quienes no están de su lado, en cambio, la mosca cojonera casi no se molesta en incordiarlos: para qué). Esto significa que la mosca cojonera jamás se beneficia de los líos en que se mete o en que la meten; al contrario: con cada nuevo lío pierde amigos, o por lo menos lectores. Esto significa también que, como las águilas, la mosca cojonera nunca vuela en bandada. Ojo: hay mucha mosca cojonera de mentira, bravucones insolventes que viven de su falso prestigio inverso de moscas cojoneras porque no pueden vivir de otra cosa; la mosca cojonera auténtica vive a la intemperie pudiendo vivir en un palacio, mientras que la falsa mosca cojonera pasa con frecuencia de la intemperie al palacio gracias a los réditos de sus incordios de pacotilla. Dos de las máximas moscas cojoneras europeas del último siglo fueron obviamente Orwell y Camus; obviamente, dos de las máximas moscas cojoneras españolas de los dos últimos siglos fueron Larra y Unamuno. Como toreros que se arriman mucho al toro, todos ellos murieron jóvenes (y uno se pegó un tiro antes de cumplir 30 años), salvo Unamuno, que era una mosca tan sumamente cojonera que quería seguir siendo una mosca cojonera durante toda la eternidad. Y hablando de Unamuno: sobra decir que la mosca cojonera puede equivocarse mucho, sobre todo en política, pero tiene una habilidad diabólica para rectificar, lo que constituye un incordio suplementario; sobra decir también que al final el verdadero lema de la mosca cojonera, más que de Machado, podría ser de Unamuno: “En guerra con los hombres y en guerra con mis entrañas”.

Resumiendo: una mosca cojonera es un peligro público, una maldición, una calamidad para cualquier familia. Dios nos guarde de las moscas cojoneras.

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