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sábado, 30 de septiembre de 2017

Arthur Schopenhauer. Parerga y Paralipómena.




"Unos puercoespines se juntaban mucho en una fría noche de invierno para evitar congelarse con el calor mutuo. Pero pronto sintieron las púas, lo que volvió a distanciarlos. Cuando la necesidad de calor los volvió a aproximar, se volvió a repetir el mismo problema, de tal manera que oscilaron entre los dos males hasta que encontraron la distancia adecuada entre ellos en la que mejor podían resistirlo. Así empuja la necesidad de compañía, surgida del vacio y de la monotonía del propio interior, a que se junten los hombres, pero sus muchos atributos repugnantes y errores insoportables vuelven a separarlos. La distancia media que al final encuentran, y en la que pueden durar un estar en compañia, es la cortesía y las buenas costumbres.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Maruja Torres: “No hay nada que me interese menos que las patrias”


EntrevistaVoces

Maruja Torres fotografiada por Mónica G. Prieto.
Maruja Torres fotografiada por Mónica G. Prieto.
Maruja Torres se define en su cuenta de Twitter como “periodista retirada del circo. Escritora retirada del circo. Todavía en pie. Lengua bífida. Relativamente buen corazón. And still sick of this shit”. En esta entrevista conversamos con ella sobre por qué se ha retirado del circo periodístico, cómo se mantiene en pie pese al desolador panorama nacional e internacional, sobre su último libro publicado con la también reportera Mónica G. PrietoContarlo para no olvidar, y sobre el independentismo catalán, entre otras muchas cuestiones. Todo ello desde su inconfundible sentido del humor serpentino, su histórico olfato reporteril y su bombeante corazón cargado de cabeza. Absténganse almas políticamente correctas o alérgicas a los matices y al technicolor.
Has vivido el aperturismo que inició Mayo del 68 –que reivindicas en el libro frente a los negacionistas que quieren borrar su legado-; siempre te has presentado como cosmopolita y niña del barrio del Raval barcelonés. Encabezaste manifestaciones como la que se celebró para la despenalización del adulterio en 1976… ¿Cómo llevas vivir en una sociedad más conservadora que la de tu juventud?
Empezó a ser más conservadora ya en los 80. Este país se jodió cuando los Juegos Olímpicos y la Expo de Sevilla del 92, cuando empezamos a cagar más alto que donde teníamos el culo y a distanciarnos de los pobres. Después, tuve una gran esperanza cuando el 15M y con Podemos, pero ya no la tengo. Me gusta la inteligencia por encima de todo y son muy antiguos, pero no antiguos como los del 68 francés, sino con la retórica de los movimientos de liberación latinoamericanos de los 70, que enfrentaban otras realidades. Ahora necesitamos gente con visión de futuro, que se anticipe a los retos de la neoesclavitud implantada por la globalización. Eso no se va a conseguir levantando el puño, cantando L’Estaca como el partido de la corrupción de Pujol y sus adláteres, ni camuflando en el asamblearismo lo que es una dirección tan centralizadora como la de cualquier viejo partido.
Cuando empezaba esa regresión, ¿ya atisbabas hacia dónde nos podía llevar esa prepotencia del nuevo rico?
Siempre quise trabajar fuera y los 80 me los pasé viajando. Cuando la Expo del 92, me mandaron dos meses a recorrer en tren América Latina, un viaje que volvería a hacer si tuviera cuerpo. Pero ya veía en qué se había convertido el socialismo, el de la segunda legislatura, porque la primera –con todos sus fallos– sí que contaba con gente con cabeza como [Pasqual] Maragall o [Jordi] Solé Tura. Toda la mediocridad que ha venido después ha sido por el exceso de amor a lo material, que se ha concretado en las cadenas de televisión y en sus horrorosos programas.
Para mí toda esta decadencia se concretó cuando le dimos la espalda a las personas refugiadas. Nos despeñamos moralmente. Yo levanto cabeza en privado, visitando y queriendo a los amigos, que es la única manera de llevar esta situación. Pero colectivamente, no lo llevo bien. Gente que me gustaba, me ha dejado de gustar porque ahora soy más estricta, empezando por mí misma. Yo no me he enmudecido porque sí, sino porque estaba harta de dar mi opinión en un juego que cada vez es más ‘a ver si esta escribe o no lo que yo pienso. Y a ver si es útil para lo que yo pienso porque si se le ocurre escribir sobre una frivolidad…’. Antes podíamos escribir una semana sobre algo alegre, otra sobre tristezas. Pero no el panfleto todos los días. Y como siempre he preferido tener lectores a creyentes, pues he abandonado la fiesta.
De hecho en Contarlo para no olvidar critica esa búsqueda de adeptos creyentes en gran parte de las columnas de opinión actuales.
Pero es que además es opinión a gritos. Y se ha perdido la noción de lo que es el reportaje, que es conectar con otro que también grita porque está rodeado de gente que grita para salir en la televisión. El periodismo sobrevive gracias a una generación de tu edad que ha subsistido a esta masacre gracias a vuestra austeridad y ‘autoadministración’. Yo jamás he trabajado en vuestras condiciones. Tuve la suerte de vivir una época de casi 20 años en la que tuve muy buenas condiciones y otras en las que nos cerraban un medio tres meses, durante los que no cobrabas, no tenías para comer y pasabas por el juzgado. Eso era la falta de libertad de expresión de la que tanto se habla ahora.
“COMO NO ME GUSTA QUE ME DEN LA RAZÓN, NO LEO LOS MEDIOS QUE SÓLO HABLAN BIEN DE LO QUE YO CREO”
Ese periodismo que se hace gritando y que es el que consume la mayoría de la gente ha dejado de interesarme. Y el resto, pues hay que ser muy estrictos, como La Marea o 5W, que lo están haciendo muy bien. Yo estoy suscrita a medios como The New Yorker, The Guardian o The Economist, que es de derechas, pero ya querríamos esa derecha en España. Como no me gusta que me den la razón, no leo los medios que sólo hablan bien de lo que yo creo.
Pero cada vez las audiencias buscan más leer aquello que reafirma lo que piensan.
Eso lleva pasando mucho tiempo, pero antes no era tan apoteósico. Todo oficio tiene su Calatrava, pero ahora está reforzado por las tertulias políticas, incluso las que se dicen progresistas y llevan a individuos como Inda o Marhuenda. No se distingue entre periodismo y servilismo. En la pretransición y en la Transición, cuando yo estaba en Por Favor, ese tipo de periodismo de derechas fascistoide estaba muy localizado: el Alcázar, Arriba y ABC, que estaba en un aparte porque tenía buenas historias de Internacional y de Cultura, aunque tuviera a articulistas que llegaban a la redacción con pistola y la metieran en el cajón del escritorio para escribir. Pero los teníamos señalados moralmente. Ahora es un batiburrillo en el que hay muchos intereses económicos y mucho mediocre dispuesto a medrar. Y hay que saberlo: en general, los mejores pierden siempre. Pero claro, duele.
¿Y qué piensas cuando ves esta degradación del periodismo –muchas veces, escudada en la precariedad– cuando amigos tuyos han perdido la vida en muchos países por su compromiso con el periodismo independiente y honesto?
Y que la siguen perdiendo, como en México, aunque ya no sean amigos míos. El periodista es responsable de lo que hace, le paguen cinco céntimos o cinco millones. Pero si le pagan cinco céntimos y miente, encima es gilipollas. ¿Qué esperan, que algún día le den una palmadita? Cuando se quejan pienso en esa gente que ha tenido la valentía de venir a mi hotel a contarme cosas sabiendo que les estaba siguiendo la secreta de Pinochet. Ves todo lo que está pasando y dices ¿qué nos ha pasado? Es una minoría la que se mueve por causas más nobles que la del bolsillo.
En el libro dices que las redacciones son el peor territorio de guerra.
Es una exageración porque sería injusto con las víctimas de los conflictos decirlo en serio. Pero, posiblemente, por cabrones por metro cuadrado estén a la par. Sobre todo en los últimos tiempos porque antes eran una minoría. Ahora es la mediocridad y eso es muy difícil de soportar. Tuve una infancia descoyuntada, un hogar asimétrico, y para mí las redacciones eran mi casa. Así que para que yo llegara a detestar la redacción y me viniera a Barcelona a escribir desde mi casa…
¿Qué opinas sobre la polémica en torno a la pertinencia de publicar fotos en los medios del atentado en las Ramblas?
Sacamos fotos de los muertos en la India, en Palestina, Israel…. ¿pero de nosotros no porque tenemos familia? Eso es de un primermundismo asqueroso. La información es información, y para eso está el criterio de los profesionales sobre cómo presentarla. Estoy de que se la cojan con papel de fumar y de esa tendencia a la censura…
Alguna vez te he escuchado decir que con los años ha pasado de valorar la inteligencia por encima de todo a la bondad.
Hay una sabiduría natural que no necesita lecturas, pero que si las tiene, las aprovecha. La persona que tiene sabiduría natural nunca te va a rechazar un libro. Lo va a poder entender más o menos, pero lo va a aprovechar. A mí me gusta la gente esponja, pero con un buen corazón. Son las que, además, van a hacerte mejor la vida, en las que puedes confiar. Es fundamental tener personas en las que confiar porque si no sería espeluznante. El mundo se ha vuelto muy cínico y más que nunca son necesarias las personas que te dicen ‘no puedo seguir contigo porque tengo una vecina que está enferma, sola y le voy a hacer la comida’. Que existan personas así me justifica la vida.
Antes hablaba de la derecha que ya nos gustaría tener en este país. En 2012, un año después de que Rajoy llegara al Gobierno, me dijo en una entrevista que “el PP había vuelto para construir un país en el que los jóvenes emigren, los viejos sufran, los inmigrantes sean más explotados, para que suba el fascismo”. Cinco años después, aquí están los resultados de lo que predijo.
Yo hice el aprendizaje de a lo que venía el PP con el ‘Aznariato’. Con Rajoy llegaron sin demostrar ese odio que Aznar no podía esconder. Aparecieron como burócratas, tecnócratas, funcionarios casposos dispuestos a cargarse con los recortes el ‘Estadito’ de bienestar que teníamos. La derecha española ha triunfado en el sentido de que han podido esconder a sus falangistas extremos para que parezcan un grano exótico en el cutis, cuando en realidad los dirigentes del PP son del Cristo de Medinacelli para arriba. Así que ponen muy fácil ponerse del lado de los independentistas, que es lo que ha hecho la nueva izquierda. Pero el ser pensante tiene que rumiar y saber que [Artur] Mas, que ahora está como el fantasma de la Ópera en la trastienda, aplicó los recortes antes que Rajoy y que la sanidad catalana –como la del resto del Estado español– se salva gracias a un personal sanitario con una profesionalidad y bondad de corazón tremendas.
“LA DERECHA HA TRIUNFADO EN EL SENTIDO DE QUE HAN PODIDO ESCONDER A SUS FALANGISTAS EXTREMOS PARA QUE PAREZCAN UN GRANO EXÓTICO EN EL CUTIS”
Pero, ¿por qué España no puede tener una derecha más democrática?
Siempre me ha sorprendido lo mucho que se parece la derecha española a la chilena, cómo odian de arriba para abajo. Recuerdo cuando el referéndum de Pinochet a las muchachas que parecían del barrio madrileño de Serrano gritando unas cosas desde los coches… ‘¡Rotos!’, gritaban a los pobres. ¿Quién dijo algo parecido? Andrea Fabra con su ‘¡que se jodan!’ cuando se aprobaron los recortes a las ayudas del paro en el Parlamento.
¿Y por qué, pese a todo el empobrecimiento, aumento de la desigualdad y recortes de derechos que hemos sufrido en los últimos años, la izquierda española no consigue un apoyo mayoritario?
La izquierda tiene demasiadas querellas en su interior. La Guerra Civil se perdió por eso, porque eran anarquistas luchando contra comunistas, además de la Legión Cóndor, la inactividad de los países democráticos…. Y te desanima mucho porque con los años he llegado a la conclusión de que soy socialdemócrata de izquierda radical, como me dijo una vez Manolo Vázquez Montalbán. Es decir, querer que todo el mundo coma caviar, salvo al que no le guste. Mejoremos la situación, pero no nos venguemos de nadie, y menos de nosotros mismos. Construir, construir y construir. Y no destrozar.
Maruja Torres en una manifestación por la despenalización del adulterio en 1976.
Maruja Torres en una manifestación por la despenalización del adulterio en 1976.
Parte de esas querellas las hemos visto con el régimen sirio de Bashar al-Ásad y los ataques en las redes sociales contra los que denunciamos sus crímenes de guerra contra la población civil, por eso de que Ásad es antiimperialista y, por tanto, de los buenos.
Es que en los años 70 la izquierda española, como la europea, creíamos que Pol Pot estaba haciéndolo bien y que sus masacres eran un invento de la CIA. Igual que habíamos creído que Stalin era justo y buena persona. ¿Autocrítica? Ninguna. Y ahora tampoco la está habiendo con Venezuela, cuando sabemos que Maduro es básicamente un gilipollas y que Chávez era un señor muy respetable. Con esto no estoy diciendo que la oposición sea buena; todo lo contrario. Pero sí que la gente está sufriendo y que no se lo merece.
O con Cuba.
Mi tragedia fue llegar castrista a Cuba y ver la realidad a los 20 minutos, porque si tienes sentido del humor ves mucho antes lo ridículo que es aquello. A mí me quisieron detener por reírme a carcajadas mientras leía un libro de Fidel Castro en la cola de un economato para extranjeros. Era 1989 y el libro era sobre las rectificaciones de sus políticas, en el que venía a decir que rectificaba todo lo que tenía que ser rectificado y que si faltaba algo de lo que aún no se había percatado que debía ser rectificado, también quedaba rectificado aunque aún no lo supieran. Si quieres saber si un régimen es bueno o malo, mira a la gente. Si está feliz, pues adelante. Pero si están siendo infelices para conseguir un bien superior el día de mañana, mal asunto porque están siendo utilizados.
¿Cómo estás viviendo lo que está ocurriendo en Catalunya?
Lo estoy mirando como reportera. He visto muchísimos países deshacerse en un pispás por la ceguera de sus dirigentes. Y en este caso se están complementando muy bien el Govern y el PP. Dicho esto, no hay nada que me interese menos que las patrias. Aceptaré lo que se acuerde, pero en un referéndum normal, no en este cambalache, con estas trampas. Yo podría vivir aquí con mi pasaporte español como una extranjera, pero que no me pidan simpatía por lo que está pasando. He perdido conocidos por esta cuestión y la vida se ha hecho incómoda porque tienes que hablar del tiempo.
Me da miedo porque es muy fácil que la gente se desmande y todo se vaya a la mierda. Y, entonces, los que lo provocaron van a salirse de rositas, como siempre. Aquí hay algo que no había en Escocia contra los ingleses, ni viceversa, que es odio. Hay una antigua contraquerencia, ese ‘los otros no nos quieren’ es mutuo. Pensaba que eso ya no lo tenían los jóvenes, y ahora veo que sí, que en ésas está la izquierda. En estos años he visto cómo todo ese odio contra el cosmopolitismo que trajo Pujol se ha ido apoderando de Barcelona como un pulpo.
En otros países esta polarización y crispación han acabado muy mal.
Y yo creo que aquí también va a acabar muy mal, pareciera que no haya memoria de los años difíciles. Pero esto le pasa mucho al género humano, que se suicida de vez en cuando. De todas formas, es muy útil leer libros de biología en estos momentos de desánimo para entender que no somos más que una especie que lucha por sobrevivir, y que siempre sobreviven los más fuertes que son los más hijos de puta. La especie seguirá adelante, otra cosa es la humanidad en el sentido de humanismo.
En el libro Contarlo para no olvidar dice: “Cada vez estoy más en contra de cierto tipo de revoluciones. Es horrible que tenga que decir estas cosas, pero es que es verdad, es que, a veces, es mejor vivir de rodillas”. ¿Cuándo llegó a esa conclusión?
Creo que hace bastantes años, pero la he ido convirtiendo en dogma de compañía. Manuela Carmena me dijo algo con lo que estoy totalmente de acuerdo: “No hay idea que merezca una vida”. Es que date cuenta de todo lo que contiene una vida: el crecer, conocer, aprender, leer, sonreír, abrazar a tu madre, tocar el agua… ¿Todo eso lo vas a perder por una idea? Claro que los avances de la humanidad han sido gracias a sacrificios y revoluciones, pero es que nunca hemos probado la alternativa: el intentar hablar y convencernos. No lo hemos probado porque somos depredadores.
Tú has cubierto y vivido los años duros del terrorismo de ETA. ¿Qué piensas cuando ves a Otegui dando lecciones de democracia en Catalunya?
Una vez, estaba en una tertulia de radio en Barcelona y veo que el presentador está recibiendo con grandes honores a Otegui. Tuve que fingir que me venía la regla a mis sesenta y pico años para ir al baño. No podía mirar a la cara a ese tío. Si aquí no se recuerda el atentado de Hipercor, yo sí. No quiero venganza, pero memoria sí.
¿Cómo viviste el despido de El País?
Esa etapa la tengo muy lejana ya. De El País sólo recuerdo las cosas buenas, que fueron muchas. Me alegro de que mi obsolescencia física coincidiese con la obsolescencia moral de El País. No hay nada que reprochar porque me aproveché mientras pude. Pero no ha habido nadie tan perjudicial como Cebrián. De todas formas, el teñido le queda fatal.
“ME ALEGRO DE QUE MI OBSOLESCENCIA FÍSICA COINCIDIESE CON LA OBSOLESCENCIA MORAL DE EL PAÍS”
¿Y cómo consideras que ha gestionado el grupo Prisa desde tu salida?
Con mucha astucia, cada vez que en el consejo de administración alguien va contra él, sobrevive. Pero no me quita el sueño. Lo único con lo que sueño es con reportear, no con escribir, sino con estar en los sitios.
Y si tu rodilla te permitiera seguir reporteando, ¿qué estarías cubriendo ahora mismo?
El terremoto en México. Siempre me ha gustado encontrar otro punto de vista, contar las cosas a mi manera, que generalmente coincidían con la de la gente de abajo. Nunca tuve una buena agenda política ni fui de grandes exclusivas, pero me enrollaba bien con todo tipo de gente. Así que ahora me gustaría estar allí, primero, por solidaridad, y también porque las grandes tragedias sacan la bondad humana. Y en estos momentos el mundo necesita que se le hable de la bondad, sin ternurismo ni sentimentalismos fáciles. Denunciando que las casas que primero se derrumban en los terremotos son las de los pobres.
¿Cuál ha sido la cobertura que más te ha marcado?
Creo que el referéndum del ‘No’ a Pinochet. Fue magnífico ver a un pueblo aparentemente sumiso abarrotando la Avenida Libertador, rodeados de policías, gritar ‘asesino, asesino’ al dictador cuando desfilaba pensando que aquello sólo iba a ser otra gran manifestación. Estoy tan contenta de haberlo vivido. Pero enseguida me di cuenta de por dónde iba la democracia. Aquella noche la pasé en La Victoria, una población famosa por su resistencia. Nos dejaron manifestarnos dentro del poblado, marchando de un extremo al otro, donde apostaron los tanques. Éramos relativamente libres, relativamente felices. Ahí aprendí que sólo hay un momento feliz, cuando ocurren las cosas. Después, viene la lucha porque llega la realidad. Esa experiencia fue la que más me marcó en términos de conocimiento histórico y la sigo teniendo muy presente. Siempre hay que tener un plan B porque los hijos de puta siguen vivos el día después.
“EN ESTOS MOMENTOS EL MUNDO NECESITA QUE SE LE HABLE DE LA BONDAD, SIN ‘TERNURISMO’ NI SENTIMIENTOS FÁCILES
Cuando ves que las jóvenes tienen que volver a luchar por el derecho al aborto, la igualdad de salarios, el no ser violadas en fiestas como los Sanfermines… ¿qué sientes?
He escrito un artículo para un disco sobre Las SinSombrero, las intelectuales que fueron invisibilizadas por sus propios compañeros de la Generación del 27. Termino diciendo que qué pena no haberlas descubierto antes porque, entonces, quizás habría hecho más cosas, habría sido mejor. Cuando volvió Alberti hubo una gran fanfarria, pero no recuerdo que la hubiese cuando volvió Maruja Mallo o Rosa Chacel. La mujer siempre tiene que luchar porque el patriarcado es anterior a la religión, al nacionalismo, a todo. El patriarcado es la ley del más fuerte y en cuanto el más fuerte se junta con otros, surgen los articulistas cipotudos, los violadores en serie, los Sanfermines sangrientos. El hombre es el que tiene que hacer su revolución. Pero las mujeres no somos tontas: estas mujeres del 27 eran tan modernas, tan libres: pintaban, escribían, eran pensadoras… Y las barre el viento de la mediocridad de los hombres, que se amparan entre ellos.
No hay nada más parecido al patriarcado que una reunión de primera en un periódico en la que hay ocho hombres y tres mujeres, de las cuales probablemente dos sean traidoras y una desaparecerá al día siguiente. Yo les he visto ahí, mirar a las tetas de las tías y decir ésta está buena y la otra no. Y también las he visto a ellas zascandilear, pero ellas me preocupan menos porque el sistema son ellos.
¿Te consideras más feminista ahora que hace décadas?
Ahora sé que soy más feminista que lo que creía hace décadas. Yo tenía muy claro que no quería ser una víctima como mi madre y que la única forma de conseguirlo era llevar una vida opuesta. Con el tiempo, soy más consciente de la importancia histórica del feminismo y de que no podemos dar ni un paso atrás. Hay que negarse a ser comparsa, hay que exigir el protagonismo de la propia vida, de la propia historia.

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Bauman : el colapso de la confianza

 Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.

El Roto : detrás de los números hay personas

sábado, 23 de septiembre de 2017

Poema de Laura Casiellas : Geografía política

GEOGRAFÍA POLÍTICA
 
Los doctores llevan siglos equivocándose:
el corazón se sitúa más bien a la derecha,
tiende siempre a posturas conservadoras.
No sé por qué,
pero he visto más de mil ejemplos,
lleva a la gente a decir casa, mío, patria.
 
El corazón
no tiene sitio fijo pero tiende,
ya digo,
a la derecha.
No importa lo que pienses.
Él cree en la propiedad y llora por celos,
busca estabilidad,
lo olvida todo
por una certeza falsa de calor;
defiende el país, la familia,
y en cuanto te descuidas
se lanza a veleidades con anillos.
 
Y ahí nosotros, siempre en lucha
por demostrar que sigue estando,
como afirman los latidos,
a la izquierda

viernes, 22 de septiembre de 2017

Razón y Fe . Manuel Vicent

Frente a las leyes inexorables que rigen la materia en todo el universo, el espíritu humano solo está gobernado por la fe y la razón, dos fuerzas implicadas en un combate interminable desde el principio de la historia. La razón es una fuerza elaborada, muy cara de producir, sometida a constantes pruebas; es la base de la ciencia y la única herramienta que poseemos para comprender la naturaleza. En cambio la fe, que puede mover montañas, es barata de fabricar y muy fácil de obtener, no necesita ser probada, no admite fisuras, es ubicua e inmutable, se inocula de forma sencilla de padres a hijos y se propaga velozmente como un virus a cualquier raza y en cualquier lugar. Los sueños de la razón a veces engendran monstruos, pero a causa de la fe se mata y se muere, se convierte uno en mártir o en verdugo, se declaran guerras de exterminio y por decreto, incluso, permite soñar con una felicidad eterna en otra vida. La fe suele ir acompañada de la emoción, una carga magnética que los humanos probablemente compartimos con otras especies de mamíferos superiores. Se trata de una reacción psicofisiológica ante lo real o lo imaginario, que nos convierte en santos, en visionarios y en fanáticos. De esa ciega pasión nacen las xenofobias, el odio o el miedo al otro, las banderas, las patrias y las fronteras. Razón y fe nunca se cruzan, pero están enraizadas en la vida y determinan nuestra convivencia. Si un extraterrestre, acostumbrado a las leyes que gobiernan el universo, visitara España en este momento, creería haber caído en un país de locos poseídos por pasiones pueblerinas, incapaces de someter sus problemas políticos a la razón, estúpidos dispuestos a aniquilarse una vez más por un ideal imaginario de unidad o independencia de una patria hipotética, sin saber que esa montaña que la fe es capaz de mover, les puede caer encima.

La revolucion medica no sera protocolizada - Blog Sergio Minue



Lo más hermoso y frágil que podemos hacer

“Los médicos son personas que prescriben fármacos de los que saben poco, para curar enfermedades de las que saben aún menos, en seres humanos de los que no saben nada”
Voltaire
Durante estos tres últimos días hemos revisado las Leyes de la Medicina de Mukherjee. Por supuesto las Leyes que gobiernan la medicina no se agotan en ellas. Pero sí dan una idea de que para su ejercicio resulta imprescindible  dar su debida importancia a las intuiciones , los “outliers” y los sesgos.
Mukherjee rumió durante años su idea tras la lectura de The Youngest Science ( la Ciencia más joven) de Lewis Thomas. En él , éste dibujaba un futuro idílico, en el que instrumentos de alta precisión, gracias a la tecnología y la innovación, permitirían “medir y mapear” todas las funciones del cuerpo humano, eliminando cualquier incertidumbre o vacío de conocimiento: “el paciente hospitalizado se sentirá por fin, parte activa de un inmenso aparato automatizado. Será ingresado y dado de alta por baterías de ordenadores, a menudo sin llegar a conocer el nombre de ningún médico. La mayor parte de los pacientes volverán a casa rápidamente, con la salud recobrada, curados de las enfermedades que les aquejan.”
Aquella versión fantasiosa de Thomas, es la que de forma más o menos consciente comparten los que  piensan que la medicina alcanzará la perfección a través de la protocolización de procedimientos, la inversión tecnológica, la construcción permanente de hospitales o la acreditación y certificación de procedimientos. Por desgracia siguen sin entender la verdadera esencia del ejercicio de la medicina. Como escribe Mukherjee intuiciones, outliers y sesgos seguirán teniendo un papel aún mucho más relevante en cualquier escenario de futuro, puesto que a pesar de toda la sofisticación tecnológica, “ la incertidumbre continuará siendo endémica en medicina porque el contenido de ésta seguirá siendo complejo y ambicioso. Tendremos mejores máquinas pero continuaremos empleándolas para atender a personas enfermas”.  Como en el cuento de Alicia tendremos que continuar corriendo cada vez más deprisa, simplemente para permanecer en el mismo sitio. La toma de decisiones realizadas por seres humanos, y en particular las decisiones bajo incertidumbre, inseguridad e información seguirán estando absolutamente presentes. Mukherjee cita a otro de más influyentes gurús de los últimos años, Malcom Gladwell. Y para fraseando la famosa cita de éste, insiste en que “ la revolución médica no será protocolizada”.
La clave de la clásica cita de Voltaire es la palabra conocimiento: conocer los remedios, las dolencias, pero sobre todo a las personas. La manipulación del conocimiento en condiciones de gran incertidumbre es-para Mukherjee- la esencia de la medicina,. La ciencia “ más joven”,aún aprendiendo como reconciliar el “mapa” de Iona Heath ( el conocimiento puro y teórico) con el “territorio” ( el conocimiento real , el que genera vivir):”la cosa más hermosa y frágil que podemos hacer

Bertold Brecht : El analfabeto político


EL ANALFABETO POLÍTICO
No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
Bertold Brecht

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Matarse trabajando o ver florecer los cerezos? Blog de Herrscher


BLOG DE ROBERTO HERRSCHER

imagen descriptiva
Issei Kato/Reuters
La noticia impacta: en Japón los trabajadores se están matando de tanto trabajar. Entre una estricta ética de dar hasta la última gota de sangre, la presión de los jefes y los pares y el vacío de la vida privada en las ciudades, los japoneses no se toman días libres, ni vacaciones, y acumulan horas extra hasta la extenuación. 
Ante esta situación y después de un sonado caso en que un joven de 24 años murió por exceso de trabajo, “el Gobierno nipón ha aconsejado a sus ciudadanos que dejen de trabajar de forma excesiva”, informa la agencia Reuters. Según el cable, una quinta parte de la población de Japón “está en riesgo de muerte por exceso de trabajo, ya que trabajan más de 80 horas extra cada mes”.
Matarse trabajando hasta tiene una palabra en japonés: “karoshi”.
Miren esta foto: una oficina fría, impersonal; camisas blancas bien planchadas; luz artificial pese a los enormes ventanales; gente junta pero terriblemente sola. La foto es un instante pero se adivina que la escena dura horas, días, décadas. Parece una jaula.
Charles Chaplin pintó el sistema de trabajo hasta la extenuación en “Tiempos modernos”. George Orwell describió el espíritu yermo del trabajador sin alma en “1984”. Hace poco, Haruki Murakami mostró al pasar el agotamiento de los oficinistas japoneses en los testimonios de las víctimas del atentado con gas sarín en el metro de Tokio, “Underground”. Antes de envenenarse con el gas de los fanáticos religiosos, estos viajeros de la madrugada ya estaban medio muertos en vida.
Y sin embargo, detrás, encima y debajo de este hay otro mundo, hay otro Japón.
Un precioso texto de la revista digital Gutemberg rescata diez palabras hermosas y poéticas de los nipones. Komorebi, por ejemplo, es la luz del sol que se filtra a través de las hojas de los árboles.
Shinrin-yoku es interiorizarse en el bosque donde todo es silencioso y tranquilo.
Y Mono no aware es la capacidad de sentir cierta melancolía o tristeza ante lo efímero, ante la vida y el amor. Los de Gutemberg mencionan como ejemplo la pasión de los japoneses por el florecimiento de los cerezos.
¿Karoski o Mono no aware? Hoy quiero soñar un mundo con más contemplación de cerezos y menos matarse trabajando. Los japoneses, que nombraron y llevaron a las últimas consecuencias los dos mundos, tal vez nos puedan ayudar a florecer.  

lunes, 18 de septiembre de 2017

In Memorian de nuestra amiga Michela : pediatra, humanista y epidemióloga italiana

¿Y por qué esa muerte tan inoportuna
que deja palabras a destiempo?
El porvenir una y otra vez
se arrastra vanamente de día en día
hasta medir la última sílaba del tiempo
y todos nuestros ayeres
sólo han iluminado el sendero de la muerte polvorienta.
Fuera de aquí, fugaz vela.
La vida es sólo una sombra vagabunda,
un pobre actor que suda su hora sobre el escenario
y luego desaparece sin ser oído; es una trama
narrada por un necio, llena de pompa y de fanfarrias,
que nada significa.

             (Desde "Macbeth", acto V, escena V)



Ci vediamo Michela 

Provincianos y cosmopolitas

El provinciano global es una figura representativa de una época, la nuestra, que empuja al cosmopolita hacia una suerte de clandestinidad.
 El cosmopolita, personaje en extinción, o quizá provisionalmente retirado a las catacumbas del espíritu, es alguien que desea habitar la complejidad del mundo.
 Es un amante de la diferencia, ansioso siempre de explorar lo múltiple y lo desconocido para volver a casa, si es que vuelve, con el bagaje de los sucesivos saberes que ha adquirido. El cosmopolita, al no soportar la excesiva claustrofobia de la identidad propia, busca en el espacio absorto de lo ajeno aquello que pueda enriquecer su origen y sus raíces. El hijo pródigo de la parábola bíblica encarna a la perfección ese anhelo: el conocimiento de los otros es finalmente el conocimiento de uno mismo. El cosmopolita quiere saber.
El provinciano global quiere acumular mientras, simultáneamente, elimina o aplana las diferencias.

Henry Marsh : enfrentándose con una nueva historia informática


LA DESESPERANZA FATALISTA 
Tiempo atrás, habría abandonado la sala hecho un basilisco y exigiendo que se hiciese algo de inmediato, pero he llegado a asumir que, cuando uno tiene que enfrentarse a un nuevo protocolo informático en un hospital gigantesco y moderno como el nuestro, lo mejor es sustituir la ira por una desesperanza fatalista y reconocer su absoluta impotencia al respecto. Sólo soy un médico más que se enfrenta a un programa informático más

domingo, 17 de septiembre de 2017

El Roto

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El neurocirujano y la gestión sanitaria ( del Blog Salud con Cosas )



Tras la lectura del libro del neurocirujano Henry Marsh "Ante todo no hagas daño", hemos tomado nota de algunas de las reflexiones, vivencias y sentimientos relacionados con el mundo de la gestión sanitaria que aparecen en el libro. Teniendo en cuenta que el autor ha sido durante años responsable de un servicio de neurocirugía en un hospital inglés, parece que la relación entre el mundo quirúrgico y el mundo gestor no son muy buenas.

¿Son reacciones habituales? ¿O más bien se trata de comentarios que ya no suelen hacerse? ¿Realmente los profesionales de la gestión sanitaria conocen lo que se suele decir por los pasillos? Empezamos con los fragmentos:

1. Sobre las reuniones con la dirección para hablar de objetivos, indicadores, desempeño, etc.
Estas reuniones son muy populares. No son como esos encuentros aburridos y sin gracia que organiza la dirección del hospital, en los que se habla sobre cómo mantenerse informado acerca de los últimos objetivos o sobre cómo sentirse cómodos con los protocolos de atención. [Hablando de las reuniones de cada mañana para revisar los pacientes del día]

2. Sobre el trabajo en equipo y las campañas de comunicación interna.
Pese a todos esos carteles en los pasillos del hospital sobre algo llamado administración hospitalaria, que proclaman la importancia del trabajo en equipo y la comunicación, para mi esto sigue siendo un combate cuerpo a cuerpo. [En relación a una intervención quirúrgica]

3. El comentario habitual tras la puesta en marcha de una nueva aplicación informática.
Tiempo atrás, habría abandonado la sala hecho un basilisco y exigiendo que se hiciese algo de inmediato, pero he llegado a asumir que, cuando uno tiene que enfrentarse a un nuevo protocolo informático en un hospital gigantesco y moderno como el nuestro, lo mejor es sustituir la ira por una desesperanza fatalista y reconocer su absoluta impotencia al respecto. Sólo soy un médico más que se enfrenta a un programa informático más.

4. Reflexión general sobre el mundo de la gestión y la politización.
El torrente de iniciativas, planes y consejos del gobierno y la dirección para que trabajemos con mayor eficacia se parece cada día más al juego de las sillas: la música se interrumpe y cambia constantemente -de hecho, con la última ronda de reformas del gobierno ha cambiado incluso la orquesta-, pero siempre hay más pacientes que sillas -o camas en este caso-, de modo que cada vez me paso más horas tumbado en el sofá, contemplando las nubes con melancolía y viendo como pasan raudas las palomas.[Hablando del tiempo que transcurre entre una intervención y la siguiente, dado que ahora para empezar una intervención el paciente debe tener cama disponible].

5. Parece ser que la confidencialidad era una manía del gobierno.
No vais a creerlo -intervino otro residente-. Yo tenía turno anoche y recibí la llamada. Mandaron el escaner en un CD, pero como el gobierno está obsesionado con todas esas chorradas sobre la confidencialidad, enviaron dos taxis. ¡Dos taxis! ¡Uno para el puto CD y otro para el papelito con la maldita contraseña cifrada! ¡Para una urgencia! ¿Hasta dónde puede llegarla estupidez burocrática?

6. Cursos sobre empatía, humanización, etc.
Qué extraño me resulta, me dije mientras lo escuchaba, que después de treinta años de lucha contra la muerte, el desastre e incontables crisis y catástrofes, después de haber visto morir desangrados a pacientes en mis propias manos, de furibundas discusiones con los colegas, de terribles encuentros con familiares y de momentos de profunda desesperanza y absoluta euforia -en resumen, la típica carrera de un neurocirujano-, estuviera escuchando ahora a un joven con formación en atención al cliente (la traducción original habla de "hostelería" pero lo hemos cambiado para que queda más clara la historia) diciéndome que debería trabajar adecuadamente la empatía, no perder la concentración y permanecer tranquilo.

7. Sobre gerentes hipercontroladores.
El nuevo director gerente del hospital (...) se tomaba especialmente en serio las 22 páginas de normas de indumentaria de la institución, y a mis colegas y a mi nos habían amenazado hacía poco con tomar medidas disciplinarias contra nosotros por llevar corbata y reloj. No hay pruebas científicas de que los especialistas con corbata y reloj contribuyan a incrementar las infecciones hospitalarias, pero el director se tomaba tan en serio el asunto que había empezado a disfrazarse de enfermero y a seguirnos en nuestras rondas por la salas, negándose a dirigirnos la palabra y garabateando montones denotas. Sin embargo, sí llevaba su distintivo de director gerente, supongo que para evitar que alguien lo obligara a vaciar una cuña.
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domingo, 10 de septiembre de 2017

La documentacion electrónica usurpa la atención médica - de Sergio Minué

Stephen Martin, de Harvard, y Christine  Sinsky de la American Medical Association publicaron un trabajo en The Lancet hace unos meses apropiándose de la metáfora de Korzybski sobre las diferencias que existen siempre entre los territorios y los mapas que los representan, a propósito de las derivas a las que están llevando los registros clínicos electrónicos.
El inicio de su Punto de Vista no puede ser más contundente: “La documentación clínica está en riesgo de usurpar la atención real en términos de tiempo, enfoque clínico  e importancia percibida. Los registros médicos tal y como se están empleando, están contribuyendo en buena medida a la sobrecarga cognitiva, forzando la relación entre clínicos y pacientes y fomentando el síndrome del”quemado” (burnout). Un relato exacto del encuentro clínico no es ni posible ni deseable, y los intentos de producirlo son dañinos para pacientes, profesionales y para el sistema en su conjunto. En este trabajo proponemos una construcción alternativa de los registros clínicos que los reconduzcan a su propósito primitivo: ayudar en el proceso de cognición, comunicar, generar una sucinto reporte de lo realizado y soportar una atención longitudinal de las personas, en definitiva facilitar la construcción de relaciones, apoyar el proceso de toma de decisiones, disminuyendo a la vez la carga de trabajo”.
El prepotente aforismo del gurú de la calidad W Edwards Deming (“En Dios confío; los demás deben traerme datos”), tan jaleada siempre por los calidólogos, resume con concisión una forma de pensamiento que Martin y Sinsky no dudan en definir como “Tecnogobernanza”, un modelo burocrático en el que la conducta de los profesionales está moldeada y manipulada por estrictas políticas regulatorias.
Una muestra de ello es la queja de los pacientes (cada vez más generalizada) de que cuando se acude a un centro sanitario el profesional de turno apenas le dirige la mirada, obsesionado como está en satisfacer la insaciable voracidad de datos de ese Gran Hermano Institucional que se esconde tras la pantalla del ordenador. Otra, también importante, es el tiempo que consume de la jornada de trabajo de los profesionales de la salud. En otro trabajo, también del grupo de Sinski publicado en septiembre pasado en los Annals of Internal Medicine se describe el empleo del tiempo en el ámbito ambulatorio de 4 especialidades médicas en Estados Unidos: por cada hora de atención “cara a cara” (en la que se incluye también la conversación con colegas sobre los pacientes), se empleaban dos horas adicionales en trabajo administrativo fundamentalmente vinculada a la cumplimentación del registro clínico electrónico; y fuera del horario de trabajo, durante el supuesto tiempo libre, los médicos empleaban al menos entre 1 y 2 horas más en seguir alimentando el registro. 
Es decir, empleamos mucho más tiempo en escribir que en atender, entre otras razones porque de ello depende parte de nuestro salario: un conflicto de interés invisible para profesionales y organizaciones, y que está hurtando a los pacientes la atención que precisan y merecen. No es cierto, como señalan Martin y Sinsky, que ello esté dirigido esencialmente a mejorar la atención del paciente.Es posible que ese pudiera ser su fin en un principio ya demasiado lejano;pero hoy en día los Registros electrónicos sirven para una gran variedad de objetivos, desde dar respuesta a evaluadores de todo tipo y pelaje, hasta servir de acreditación y certificación de profesionales, centros e instituciones; desde cubrirse ante acciones legales hasta satisfacer las supuestas “ necesidades de información” de cada funcionario, departamento y director de la inmensa burocracia kafkiana en que se han convertido los servicios sanitarios. El propósito primordial de ayudar a tomar decisiones y facilitar una concisa comunicación se perdió en un magma de corta y pegas.
El fin último del encuentro clínico debe seguir siendo el de escuchar,establecer relaciones clínicas, y tomar decisiones juiciosas. Perder de vista ese propósito, aliena a los profesionales convirtiéndoles en meros oficinistas de una burocracia anónima. Registrar todo lo que el sistema demanda es imposible; para ello sería más barato colocar una caja negra en cada consulta y grabar todas las conversaciones. “Un pacientes es mucho más que un cuestionario de cuadros a clicar”, escriben Marin y Sinsky. No deberíamos olvidarlo nunca.

Raices


Milo Lockett artista argentino : http://www.milolockett.com.ar/


Retrato del provinciano global


 
Este sería un buen retrato del provinciano global: aquel que aspira a hablar un solo idioma, lo más utilitario posible, sin importarle la destrucción de los mundos que habitan en los otros idiomas; aquel que se mueve continuamente de aquí para allá, obseso coleccionista de imágenes, al tiempo que es incapaz de fijar la mirada, y no digamos el pensamiento, en paisaje alguno; aquel que está permanentemente informado con aludes de noticias y mensajes que sepultan su capacidad de comprensión. Es posible que un individuo de tal naturaleza se considere a sí mismo un cosmopolita. Pero vive en una pequeña aldea que ha confundido con el mundo.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Consumismo


La forma en la que morimos ahora ( Sergio Minué )




“A través de la medicalización de la muerte, los sistemas sanitarios se han convertido en una monolítica religión mundial…la lucha contra la muerte, que domina el estilo de vida de los ricos, se traslada así a través de las agencias de cooperación a una serie de reglas mediante las cuales los pobres deberían conducirse a sí mismos”.
Ivan Illich.
La forma en que morimos ahora (The way that we die now), el libro de O’Mahoney del que hablaba en el último post, aborda la forma en que la medicina occidental, afronta hoy en día la enfermedad y  la muerte. Es una reflexión, no una revisión sistemática. Pero está basada en la experiencia de muchos años de un médico de hospital viendo morir gente en la urgencia, la planta, la  unidad de cuidados críticos.
Durante siglos la forma en que moría la gente respondía a lo que Philippe Ariès llamaba “ muerte domesticada”: se sabía qué hacer y cómo hacer cuando estaba cercana. Como escribe O’Mahoney “ la muerte era algo familiar, rápido, reconocido y público”. Eso un día cambió, de la mano de la progresiva medicalización de un tránsito tan natural como inevitable. Se convirtió en un problema, algo salvaje, obsceno (para O’Mahoney, la muerte ha sustituido al sexo como tabú) y que por ello debería esconderse en la intimidad, porque molesta verlo; cayó bajo el control de la medicina moderna, caracterizada por “la  cultura de exceso y falta de honestidad”. Un proceso que , como ya comentábamos ayer, se basa a menudo en la Mentira, la gran mentira con la que engañamos a los pacientes, a su familia y a nosotros mismos, hurtándoles la verdad de lo que ocurre, negándoles el hecho de que lo que les pasa es precisamente eso: que se están muriendo.
Las familias y la sociedad, en opinión de O’Mahoney, abdicaron de su responsabilidad sobre el moribundo, perdiendo sus habilidades al respecto, desentendiéndose del proceso y transfiriéndolo al trabajador científico, el que “posee los secretos de la salud y la enfermedad y que por ello sabe mejor que nadie lo que hay que hacer”. Y como cualquier proceso natural encontró también su especialista: expertos en “dar malas noticias”  y practicar” la buena muerte”. La imagen idealizada de ésta, en que uno se va rodeado de sus seres queridos, después de disfrutar de una larga y dichosa existencia, en la que es posible despedirse recordando lo bueno y recibiendo el amor de los demás es, por desgracia, la excepción, no la norma. En su comentario del libro de O’Mahoney Richard Smith escribe: “el concepto de buena muerte es una fantasía generada por los expertos en cuidados paliativos, que ofrecen una muerte de lujo pero solo para unos pocos.La mayor parte de la gente muere en los pasillos y las salas de los hospitales, convertidos en el cubo de basura de toda clase de problemas sociales, no solo de la agonía, lugares de suciedad, tortura y muerte, una especie de antesala de la tumba”.
Para O’Mahoney “la atención al moribundo precisa volver al centro de lo que los médicos hacen, y no debería convertirse en cometido exclusivo de los especialistas en cuidados paliativos, no importa cómo de atentos, intuitivos y carismáticos sean éstos. Y esta atención debería ser práctica, prestada por un médico que conoce realmente al paciente”
Sin embargo ésta es una situación a la que ya tampoco da respuesta la Atención primaria: en Inglaterra al menos (aquí seguimos sin información) menos del 20% de las personas mueren en su casa; la mayor parte (cerca del 60%) lo hace en hospitales. Los médicos generales allí son sustituidos cada vez más en estos menesteres  por médicos contratados para las horas que no quiere nadie, las noches, los fines de semana, las vacaciones, médicos que tampoco conocen a los pacientes que mueren.
La conclusión del médico irlandés es preocupante:probablemente la medicina nunca ha estado tan perdida sobre lo que debe hacer como hoy. Se pretende orientar y guiar su actuación mediante regulaciones de distinto signo y profundidad (leyes, decretos, reglamentos, estrategias),o a través de vagas llamadas a un profesionalismo  de la mano de organizaciones más del pasado que del futuro. Pero para O’ Mahoney el problema de fondo no es otro que la transformación imperceptible, paulatina, aceptada e incluso deseada, de lo que un día fue una profesión en una industria de servicios: “ he sido testigo de una profunda desconexión entre una empatía ampliamente publicitada y lo que realmente hacemos cada día en nuestra forma de tratar al moribundo que es francamente notable, no por su bondad, sino precisamente por su cobardía, evasión y engaño…Debemos, como profesionales, dar el alto a la locura que caracteriza a buena parte de la medicina moderna. Debemos enseñar a la sociedad, a los políticos a los medios de comunicación y por supuesto a los jueces que no es posible ofrecer cada opción concebible a cada paciente. La era del triunfalismo médico se ha acabado. La medicina necesita iniciar una nueva fase caracterizada por la consideración y humanidad hacia nuestros pacientes.”
La propuesta de O’Mahoney suena desesperada, casi inalcanzable: arrancar la muerte del cuidado de los “expertos”, hacernos conscientes de que forma parte de nuestra vida, de nuestros días, desmedicalizarla o al menos reducir drásticamente su sobremedicalización. Nadar contra corriente.