Cuanto más aprendemos sobre el problema del exceso de medicina y lo que está impulsando, más difícil parece imaginar soluciones eficaces. Evitar pruebas y tratamientos innecesarios requiere reformas basadas en la investigación médica, la educación y la regulación.
Pero para que estas reformas puedan tener resultados, antes, hemos de reflexionar sobre la necesidad que existe de cambiar nuestra forma de pensar acerca de los límites de la medicina. Es hora de liberarnos de la fantasía peligrosa de que la tecnología médica nos puede librar de la incertidumbre, el envejecimiento y la muerte.
Ahora, todos estamos enfermos
Un creciente cuerpo de evidencia muestra que, cuando se trata del cuidado de la salud, estamos recibiendo demasiado de algo bueno. En Estados Unidos, se estima que más de 200 mil millones de dólares al año se desperdician en pruebas y tratamientos innecesarios. En el Reino Unido, asociaciones médicas hacen llamamientos a los médicos para reducir los despilfarros que producen. Y en Australia, la campaña Choosing Wisely recientemente señaló listas de asistencia sanitaria innecesaria y perjudicial.
No sólo hacemos un uso excesivo de píldoras y procedimientos, estamos creando aún más problemas con el “sobrediagnóstico“, etiquetando con enfermedades que nunca van a hacerles daño a personas saludables.
Los programas de detección precoz pueden diagnosticar cánceres potencialmente mortales y extender vidas. Pero también pueden encontrar muchas anomalías tempranas que son tratadas como cánceres a pesar de que nunca habrían causado ningún síntoma si no se hubieran detectado.
Los altibajos comunes de nuestra vida sexual son re-etiquetados como disfunciones médicas. Las personas mayores que simplemente tienen riesgo de futuras enfermedades – por tener el colesterol alto, por ejemplo, o la función renal reducida o baja densidad mineral ósea – se presentan como si fueran ya enfermos.
Los médicos que amplían las definiciones de enfermedad y la reducción de los umbrales en los que se realizan los diagnósticos a menudo son pagados directamente por las empresas que se benefician de convertir a millones de personas en pacientes.
Lo que está impulsando todo este exceso es una combinación tóxica de buenas intenciones, fantasías e intereses creados, alimentados por tecnologías de diagnóstico cada vez más sofisticadas que, a menudo, no ofrecen sino ilusión de certeza sobre las causas de nuestro sufrimiento. Estamos en busca de soluciones técnicas para asuntos profundamente humanos: la incertidumbre, la vejez y la muerte.
Cambios fundamentales en el pensamiento
De hecho, la intolerancia a la incertidumbre es, posiblemente, uno de los motores más importantes del exceso de medicina. Los médicos solicitan cada vez más pruebas para intentar, a menudo en vano, estar más seguros de lo que están viendo. Pero las enfermedades -y los riesgos y beneficios de sus tratamientos- están inevitablemente cargadas de incertidumbre porque estamos tratando de aplicar conocimientos derivados del estudio de poblaciones a individuos únicos.
En términos generales, la incertidumbre es la base de toda la creatividad científica, la libertad intelectual y la resistencia política. Debemos nutrirnos de la incertidumbre, atesorar y enseñar su valor, en lugar de tenerle miedo.
No importa lo enfermos que los vendedores de medicamentos traten de hacernos sentir por el simple paso del tiempo: el envejecimiento no es una enfermedad. Las definiciones de enfermedad que equiparan “normalidad” con juventud son fundamentalmente erróneas y requieren una revisión urgente.
Los médicos que han definido la osteoporosis, por ejemplo, decidieron arbitrariamente que los huesos de una mujer joven fueran el criterio de normalidad, y clasificaron automáticamente a millones de mujeres mayores como “enfermas”. Del mismo modo, los expertos que definieron “la enfermedad renal crónica” han clasificado los cambios normales de la función renal que suceden con la edad como algo anormal. Prepárense para la inminente llegada de la pre-demencia, el último intento de medicalizar el proceso de envejecimiento.
En casi todos los casos, las personas que realizaron estas definiciones, tienen vínculos con las empresas farmacéuticas, lo que refuerza la necesidad de una mayor independencia entre médicos y las compañías que se benefician de la expansión del imperio médico.
Rayos de esperanza
Todo el mundo tiene que morir y todos, pacientes y médicos, en mayor o menor medida, tenemos miedo a morir. Debido a ello, no es tan sorprendente lo a menudo que recurrimos a soluciones biotecnológicas en lugar de prestar verdadera atención al cuidado de los moribundos, uno de los fines fundamentales de la medicina.
Lo que tendemos a olvidar es que la medicina no puede salvar vidas sino sólo posponer la muerte. Sin embargo, nos engañamos y creemos que la medicina puede seguir extendiendo interrumpidamente nuestras vidas, llegando a ver la muerte, casi, como un fracaso de la medicina.
Los médicos continúan con tratamientos para evitar la muerte incluso después de que éstos se hayan convertido en obviamente inútiles, a menudo con el apoyo de los propios pacientes o sus familias. Sólo son posibles conversaciones profundas, difíciles y necesarias sobre la muerte y el morir en un contexto de confianza, algo que se vuelve cada vez más difícil en sistemas de salud cada vez más fragmentados.
Sin embargo, hay algunas señales de cambio positivas dentro de la medicina. La campaña Choosen Wisely mencionada anteriormente es una colaboración entre los médicos y la sociedad civil. Y es, ahora, un movimiento internacional contra el exceso de medicina.
Un nuevo enfoque llamado toma de decisiones compartidas promueve conversaciones mucho más honestas entre los médicos y las personas que cuidan, entendiendo juntos la incertidumbre acerca de los beneficios y los daños de las intervenciones médicas, en lugar de traficar con falsas esperanzas. Otro nuevo enfoque llamado prevención cuaternaria está siendo asumido por los médicos intentando proteger a las personas de etiquetas médicas innecesarias y pruebas y tratamientos inútiles.
Todos estos nuevos movimientos intentan restablecer la confianza entre médicos y pacientes, ayudando a reducir el miedo, abrazar la incertidumbre, y poniendo fin a la pretensión de que la medicina puede curar el envejecimiento e incluso la muerte. La ciencia biomédica ha hecho nuestras vidas inmensamente mejores, pero es el momento de aceptar que demasiada medicina puede ser tan perjudicial como demasiada poca.
Traducción de Abel Novoa del texto publicado en The Conversation, “We’re overdosing on medicine – it’s time to embrace life’s uncertainty“